DULCE TORTURA
Polvo de oro en tus manos fue mi melancolía;
sobre  tus manos largas desparramé mi vida;
mis dulzuras quedaron a tus manos prendidas;
ahora soy un ánfora de perfume vacía.

Cuanta dulce tortura quietamente sufrida,
cuando, picada el alma de tristeza sombría,
sabedora de engaños, me pasaba los días
besando las dos manos que me ajaban la vida

SOY
Soy suave y triste si idolatro, y puedo
bajar el cielo hasta mi mano cuando
el alma de otro al alma mía enredo.
Plumón alguno no hallará más blando.

Ninguna como yo las manos besa,
ni se acurruca tanto en un ensueño,
ni cupo en otro cuerpo, así pequeño,
un alma humana de mayor terneza.

Muero sobre los ojos, si los siento
como pájaros vivos, un momento,
aletear bajo mis dedos blancos.

Sé la frase que encanta y que comprende,
y sé callar cuando la luna asciende
enorme y roja sobre los barrancos.

QUEJA
Señor, Señor, hace ya tiempo, un día
soñé un amor como jamás pudiera
soñarlo nadie, algún amor que fuera
la vida toda, la poesía.

Y pasaba el invierno y no venía,
y pasaba también la primavera,
y el verano de nuevo persistía,
y el otoño me hallaba con mi espera

Señor, Señor, mi espalda está desnuda:
haz  restallar allí, con mano ruda
el látigo que sangra a los perversos.

Qué está la tarde ya sobre mi vida,
y a esta pasión ardiente y desmedida
la he perdido, Señor, haciendo versos.

VIAJE FINIDO
¿Qué hacen tus ojos largos, de mirarme?
¿Qué hace tu lengua, de llamarme, larga?
¿Qué hacen tus manos, largas de tenderse hasta mis llamas?

¿Qué hace tu sombra larga tras mi sombra?
¿Porqué rondas mi casa?
En el beso de ayer hice mi viaje
Conozco tu alma.
¿Para qué más? He terminado el viaje.
Tus catacumbas inundadas de aguas
muertas, oscuras, cenagosas, fueron
con mis manos palpadas.

Tus manos ni se acerquen a las mías.
Apártame tus ojos, tus palabras.
Los mohos de tus zócalos secaron
Raíces de mis plantas.

Odio tus ojos largos.
Odio tus manos largas.
Odio tus catacumbas
Llenas de agua.

TU, QUE NUNCA SERAS
Sábado fue, y capricho el beso dado,
capricho de varón, audaz y fino,
mas fue dulce el capricho masculino
a este mi corazón, lobezno alado

No es que crea, no creo, si inclinado
sobre mis manos te sentí divino,
y me embriagué. Comprendo que este vino
no es para mí, más juego y rueda el dado.

Yo soy la mujer que vive alerta,
tú el tremendo varón que se despierta
y es un torrente que se ensancha en río,

y más se encrespa mientras corre y poda.
Ah, me resisto, más me tienes toda,
Tú, que nunca serás del todo mío.

DATE A VOLAR
Anda, date a volar, hazte una abeja:
en el  jardín florecen amapolas,
y el néctar fino colma las corolas;
mañana el alma tuya será vieja.
        Anda, suelta a volar, hazte paloma,
recorre el  bosque y picotea granos,
come migajas en distintas manos,
la pulpa muerde de fragante poma.
Anda, date a volar, sé golondrina,
busca la playa de los soles de oro,
gusta la primavera y su tesoro:
la primavera es única y divina.
        Mueres de sed: no he de oprimirte tanto.
        Anda, camina por el mundo, sabe:
dispuesta sobre el mar está tu nave.
date a volar hacia el mejor encanto.
Corre, camina más, es poco aquello.
Aún quedan cosas que tu mano anhela,
corre, camina, gira, sube y vuela:
gústalo todo porque todo es bello.
        Echa a volar: mi amor no te detiene.
        Cómo te entiendo, Bien, cómo te entiendo.
        Llore mi vida, el corazón se apene,
date  a volar, Amor yo te comprendo.
Callada el alma, el corazón partido,
suelto tus alas. Ve. Pero te espero.
¿Cómo traerás el corazón, viajero?
Tendré piedad de un corazón vencido.
        Para que tanta sed bebiendo cures
        hay numerosas sendas para ti.
        Pero se hace la noche, no te apures:
        todas  traen a mí.
 

FRASE
Fuera de ley, mi corazón
a saltos va en su desazón.

Ya muerde acá, sucumbe allí,
cazando  allá, cazando aquí.

Donde lo intente yo dejar
mi  corazón no se ha de estar.

Donde lo deba yo poner
mi  corazón no ha de querer.

Cuando le diga yo que sí,
dirá que no, contrario a mí.

Bravo león, mi corazón
tiene apetitos, no razón.

DOS PALABRAS
Esta noche al oído me has dicho dos palabras
comunes. Dos palabras cansadas
de ser dichas. Palabras
que de viejas son nuevas.

Dos palabras tan dulces, que la luna que andaba
filtrando entre las  ramas
se detuvo en mi boca.
Tan dulces dos palabras
que una hormiga pasea por mi cuello y no intento
moverme para echarla.

Tan dulces dos palabras
que digo, sin quererlo: ¡Oh, qué bella la vida!
Tan dulces y tan mansas
que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman.

Tan dulces y tan bellas
que  nerviosos mis dedos
se mueven hacia el cielo imitando tijeras.
Oh, mis dedos quisieran
cortar  estrellas.