La protesta de la clase media

El movimiento a favor de los derechos civiles en Irlanda del Norte
Por Max Larrain

I. RECAPITULACIÓN

1. El Estado dividido

Irlanda del Norte no es ni una nación ni un Estado. No es una nación porque consta de dos grupos étnicos que son fundamentalmente diferentes no sólo en cuanto a su confesión sino también, por su origen, su historia, su cultura, su orientación política y sobretodo su idiosincrasia.

Irlanda del Norte tampoco puede ser considerado un Estado independiente. En 1972 se puso bajo el mando directo de Londres. Pero antes, aunque tenía parlamento y ejecutivo propios, no eran totalmente soberanos ya que constitucionalmente seguían dependiendo de Westminster.

Ulster como Estado nació en 1920, a consecuencia de los conflictos en torno a la independencia de Irlanda. Tras un enfrentamiento que se prolongaba desde mediados del siglo XIX, con la exigencia de un Home-Rule, una guerra de guerrillas y sangrientos desórdenes, finalmente Londres aceptó la proclamación del Estado libre irlandés en 1921.

Sin embargo, los protestantes norirlandeses no estaban dispuestos a ceder su posición de dominio mayoritario en esa parte de la isla, y ante la amenaza de una insurrección armada, Londres negoció un arreglo especial contenido en la British Government of Ireland Act de 1920, en el que se decidió formar un nuevo Estado de mayoría protestante mediante la segregación de seis condados pertenecientes a la provincia de Ulster.

Los protestantes confiaron desde un principio en su superioridad numérica y nunca tuvieron la intención de hacer participar a los católicos en el proceso político.

Desde 1920 hasta 1972 los protestantes constituyeron gobierno, sin dar posibilidad a la minoría para articular sus intereses. Una sola vez en todo este período los representantes católicos pudieron pasar un proyecto de ley en el parlamento.

Se trataba de un sistema político no competitivo, según O’Dowd. El partido dominante de los unionistas protestantes administraba y organizaba el Estado a su criterio, sin tener en cuenta las protestas de la oposición. Por su parte la minoría católica rechazaba al régimen por principio. De modo que su legitimidad era sólo reconocida por los protestantes.

Esta legitimidad ambigua se traspasaba desde los órganos de representación política hacia el resto de la institucionalidad, a saber, el Poder Judicial, las leyes y decretos, las instituciones estatales, las autoridades administrativas, la policía y las fuerzas de seguridad.

Lo que a un grupo le parecía de derecho y favorable al bien común, al otro grupo le parecía parcial ya que favorecía al grupo dominante.

La circunstancia que los católicos casi en su totalidad pertenecieran a las capas sociales bajas, mientras las posiciones económicas claves estaban ocupadas por protestantes, contribuía a redondear la imagen de una sociedad dividida en dos clases.

A falta de posibilidades legales para imponer su voluntad, para la minoría era lógico -conforme a la tradición histórica irlandesa- recurrir a la resistencia armada.

El Irish Republican Army (IRA) que surge después de la Primera Guerra Mundial desde el Irish Republican Brotherhood (IRB), trató de mantener viva la idea de la anulación de la división mediante asaltos y atentados contra símbolos y representantes del Estado norirlandés. Pero su accionar no causó mayores efectos en las estructuras políticas, como tampoco concitó el apoyo esperado en la minoría católica, quienes al parecer no estarían dispuestos a arriesgarse en una resistencia activa.


2. La reforma política del Primer Ministro O’Neill

Lord Bookeborough, considerado representante típico del criterio ortodoxo que confiaba únicamente en la preponderancia de los protestantes, fue reemplazado en 1963 luego de 20 años de gobierno. Una corriente protestante más liberal con el Primer Ministro O’Neill a la cabeza, inició una serie de reformas apuntadas a detener la decadencia económica de Irlanda del Norte como una condición necesaria para terminar con la división confesional. Se trataba de un típico plan modernizador de los años sesenta, característico de una época de coyuntura económica mundial favorable y de aires renovadores impulsados por el Concilio Vaticano II y las protestas estudiantiles en demanda de mayor tolerancia.

La situación económica norirlandesa, que había tenido un cierto repunte en el período de posguerra, entró en una etapa crítica a comienzos de la década del 50. Factor contribuyente fue el hecho de que la provincia no disponía de ningún tipo de riqueza en el subsuelo y que la industria, debido a la concentración en unos pocos rubros, como la industria linera, el vestuario, el sector naviero y metalmecánica, era muy sensible a las fluctuaciones coyunturales.

O’Neill quería frenar este desarrollo amenazante, mediante la atracción de empresas internacionales a través de estímulos para que nuevas empresas hicieran inversiones. Estos esfuerzos tuvieron éxito. La producción industrial se diversificó mediante la fabricación de fibras sintéticas, la industria eléctrica, la del caucho y la industria automotriz. El índice general de producción subió de 93 en 1963 a 132 en 1969. De los 80.000 puestos de trabajos creados desde la 2ª Guerra Mundial, 36.000 lo fueron en el período 1964-69. El índice de salarios de índice 100 en 1960 subió a 118 en 1963 y hasta 173 en 1968.

Para el Plan O’Neill de transformar Irlanda de Norte en un Estado industrial moderno, la división de la sociedad en dos campos confesionales antagonistas representaba un obstáculo serio y por demás arcaico, desde el punto de vista del renovador.

En lugar de atacar globalmente al grupo católico, como era tradicional, intentó acercamientos hacia este sector, respetando instituciones y organizaciones católicas. Los festejos del levantamiento de Dublín en Semana Santa de 1916 fueron realizados sin inconvenientes en los distritos católicos de Belfast y Derry. A fines de 1966 fue anunciada incluso una reforma electoral que, entre otras cosas, debía abolir el derecho de voto plural.
También hubo intentos de acercamiento con la República de Irlanda.

Los gestos de buena voluntad de O’Neill frente a los miembros de la minoría cayeron en terreno fértil, ya que las redes de protección social estatales de la Gran Bretaña de posguerra también se extendieron hacia el Ulster, lo que produjo una nivelación socio-económica creciente entre los dos grupos confesionales.

La nueva situación conllevó a un cambio de actitud por parte del grupo católico hacia la aceptación del Estado norirlandés como había sido creado en 1920. Solo una mitad de los católicos insistía ahora en suprimir la división de Irlanda.

El aumento de la aceptación del sistema político tuvo la forzosa consecuencia de aumentar la presión católica para eliminar las estructuras y mecanismos discriminatorios. Sin embargo, la nueva situación seguía siendo resistida por importantes sectores protestantes unionistas. De tal modo que O’Neill quedó situado entre dos fuegos.

Las críticas de los representantes de la minoría católica se resumían en cuatro puntos:

(1) A nivel local la minoría se consideraba sub-representada políticamente, debido al voto plural que favorecía a los protestantes de la clase acomodada.

(2) Las manipulaciones de los distritos electorales (gerrymandering) en las ciudades habitadas por católicos ahondaba esta sub-representación, lo que finalmente redundaba en una desigual asignación de viviendas.

(3) La discriminación en el otorgamiento de puestos de trabajos tanto en los municipios como en la empresa privada.

(4) La existencia de una Special Power Act de 1922, que otorgaba al Ministro del Interior poderes prácticamente ilimitados para el empleo de la policía especial, los llamados B-Specials, para reprimirlos.

En su mayor parte estas objeciones parecieran estar justificadas empíricamente. Aunque más difícil de esclarecer resulta la sistemática discriminación de los empresarios protestantes en contra de los trabajadores católicos. En todo caso, la desocupación entre los católicos era más del doble de la existente entre los protestantes (En 1971: 14% contra 6%).

3. El movimiento de protesta

Según algunos cálculos, había ya poca diferencia en el nivel de instrucción entre católicos y protestantes, aún así era mucho más difícil para los primeros que para los segundos convertir un determinado certificado de formación profesional en un puesto de trabajo adecuado a éste y el abismo entre ambos grupos se ensancha más cuando se comparan los ingresos medios.

La primera reacción que llamó la atención pública ocurrió cuando en 1964 un grupo de profesionales liberales de Dungannon, reclamó por las irregularidades en la adjudicación de viviendas y puestos de trabajos. Su “Campaign for Social Justice” (CSJ) fue ampliándose hasta llegar a ser un movimiento general que en 1967 creó el North Ireland Civil Rights Association (NICRA). Aunque compuesta por muchos grupos pequeños, sus objetivos centrales eran comunes: (1) hacer cumplir los derechos cívicos fundamentales (2) utilizar métodos no violentos en procura de esta meta. Ambos elementos eran una novedad en el proceso del Ulster.

La reivindicación de sus derechos políticos se resumía en el slogan: “One man, one vote”.

Conscientes de que estas objeciones no impresionaban mayormente a los protestantes su objetivo era despertar las simpatías en el resto del Reino Unido, donde desde 1964 gobernaba el Partido Laborista. Las tácticas empleadas como las marchas de protesta, las manifestaciones pacíficas y los sit-ins, al estilo del movimiento por los Civil Rights en Estados Unidos, apuntaban a la opinión pública de Europa Occidental.

En la literatura especializada hay amplio consenso en relacionar el movimiento pro derechos civiles con el surgimiento de una clase media católica.
La nueva clase media resentía el hecho de ver frenadas sus aspiraciones sociales y profesionales por barreras de tipo confesional.

Esta tesis de la protesta de la clase media, articulada alrededor del movimiento pro derechos civiles se ha visto confirmada por las investigaciones empíricas.

Es así como se comprueba que no todas las capas sociales dentro del grupo católico eran discriminadas igualmente. Mientras en las capas más bajas prácticamente no existía diferencia de status laboral e ingresos entre los dos grupos étnicos, en las capas medias de profesionales esta diferencia era ostensible, por lo que sus posibilidades de ascenso social se encontraban entrabadas.

Era inevitable que en este tipo de organización surgieran grupos más extremos como el “Peoples’s Democracy”, agrupación de origen estudiantil de izquierda de la Queen’s University de Belfast, que quería movilizar a los trabajadores católicos (y protestantes) con objetivos social-revolucionarios.

¿Tendrían razón los “halcones” unionistas como el ex Ministro del Interior William Craig, que ya en 1968 afirmaba que el movimiento era una pantalla para albergar elementos partidarios de la violencia?

Puede que algunos individuos o pequeños grupos corresponderían a esta clasificación, pero sería erróneo aplicarla a toda la organización. Sería subestimar la dinámica propia de los movimientos socio-políticos suponer que una gran organización que se rige por el principio de la no violencia fuera utilizada de esta manera por unos pocos.

Lo único evidente es que la NICRA, que en su mayoría se apoyaba en grupos católicos de la clase media, se dividía en una fuerte ala moderada y en una pequeña ala radical. Solamente en los disturbios en Derry en Agosto de 1969, cuando el gobierno de Belfast tuvo que pedir ayuda del ejército a Londres, la influencia de los radicales aumentó, pero fue tan sólo un hecho pasajero.

Una gran parte de los protagonistas y partidarios del NICRA pasaron a engrosar las filas del recién fundado Social Democratic and Labour Party (SDLP).


II. COMENTARIO DEL CAPÍTULO

Una de las conclusiones que pueden extraerse de la lectura de este capítulo del libro del Profesor Waldmann consiste en que el conflicto de Irlanda del Norte no puede ser visto o analizado desde el punto de vista de la lucha de clases en el sentido marxiano, al menos no en sus aspectos más profundos. De hecho, aunque nos encontramos en presencia de un enfrentamiento entre una clase burguesa protestante que domina, por un lado, y por el otro lado una minoría católica compuesta por una clase baja y una clase media que son excluidas de participación política y oprimidas social y económicamente, el problema que subyace es fundamentalmente de carácter étnico, en el cual se ligan estrecha e indisolublemente el elemento nacional con el elemento confesional. Es decir, el cleavage nacional y confesional se mantiene como predominante en esta disputa.

Por ejemplo, en el conflicto del Ulster no se establecen organizaciones sindicales de clase por sobre las divisiones confesionales. Por el contrario, las organizaciones paramilitares protestantes que asolaron los barrios católicos pobres, la UVF (Ulster Volunteer Force) y la UDA (Ulster Defence Association), se nutrieron en su mayoría de adherentes provenientes de la clase baja protestante.


La tesis central que se plantea en el capítulo es el inicio del conflicto mediante la protesta de la clase media católica.
En efecto, la reforma política que llevó a cabo el Primer Ministro O’Neill en 1963 tuvo como consecuencia el surgimiento de una nueva clase media católica cuyas aspiraciones de ascenso social y de transmisión del status alcanzado a sus descendientes se vieron frustradas por el régimen de discriminación. Esta situación dio origen a un movimiento de protesta por parte de este sector cuyo tema central dejó de ser el nacionalismo tradicional con una Irlanda unida como meta, para transformarse en la exigencia al Estado norirlandés de igualdad de derechos políticos y su integración social a la sociedad con pleno respeto a sus derechos civiles y sociales, reivindicación que se buscó por medios no violentos.

Esta nueva orientación de las aspiraciones de la minoría católica implica tácitamente el reconocimiento del Estado del Ulster tal como se concibió en la British Government of Ireland Act de 1920, lo que, en alguna medida importante, pudo significar el comienzo a la solución del conflicto ya que, a nuestro juicio, condujo a eliminar o, al menos, aminorar el temor tradicional de los protestantes a transformarse en minoría en una República irlandesa unificada, mayoritariamente católica. Este temor constituyó siempre el motor que motivó a la rebeldía protestante y a su actitud de dominio implacable sobre la minoría católica.

Desde luego, no se puede esperar que un conflicto de tal magnitud y de raíces tan profundas pueda ser solucionado de la noche a la mañana. Sin embargo, el Acuerdo de Viernes Santo de 1998 significó un notable avance en la satisfacción de las aspiraciones planteadas por la clase media católica, como veremos más adelante.

Otro aspecto que el Profesor Waldmann aclara en su libro -contradiciendo la creencia común poco informada o simplemente desinformada- tiene que ver con los orígenes de la violencia durante la década de los 60 y 70. Esta violencia se inicia por parte de los grupos extremistas protestantes. Ellos intentaron repetidas veces detener y dispersar violentamente al pequeño grupo de activistas católicos pro derechos civiles que, a principios de enero de 1969, había iniciado una marcha de protesta pacífica desde Belfast a Londonderry. Estas provocaciones se repitieron a partir de agosto del mismo año, con el desalojo violento de católicos que osaron establecerse fuera de sus ghettos. Sólo más tarde, como reacción de los católicos, se formó una organización contraria, con métodos igualmente brutales, los “Provos” (Provisional IRA).

III. A MODO DE EPÍLOGO


El Acuerdo de Viernes Santo: corolario de una sangrienta historia

El Acuerdo de Viernes Santo de Irlanda del Norte se alcanzó en 1998. El 10 de Abril fue la fecha definitiva que cambió el curso de la historia del Ulster, cuando los gobiernos de Gran Bretaña e Irlanda y los partidos políticos llegaron a un acuerdo, el cual fue ratificado por un referéndum popular el 22 de mayo.

El 25 de junio se celebraron elecciones en Irlanda del Norte para constituir la Asamblea legislativa autonómica de 108 miembros, siendo 80 de los representantes elegidos colaboradores del Acuerdo de Viernes Santo, mientras los 28 restantes eran opositores.

Se estableció que cada una de las 18 circunscripciones electorales norirlandesas aportaría seis diputados, designados por el sistema de representación proporcional. Este foro cuenta con un órgano ejecutivo formado por 12 consejeros autónomos o “ministros”.

El acuerdo también preveía que la asamblea se pusiera en contacto con el Gobierno irlandés para establecer un “Consejo Ministerial Norte-Sur” con competencia a ambos lados de la frontera de la isla.

Además, el Gobierno irlandés se comprometió a reformar los artículos 2 y 3 de su Constitución, que reclaman la soberanía sobre el Ulster, mientras que el Reino Unido incluye en su ley de gobierno de la provincia el principio de consentimiento de la población norirlandesa.

El 1 de diciembre de 1999, Irlanda del Norte consigue formar su propio gobierno de coalición con protestantes y católicos, dándose término a 27 años de gobierno directo desde Londres.

No obstante, en los años siguientes, dado el escaso progreso logrado en el desarme del IRA, el Gobierno británico en algunas ocasiones ha debido suspender temporalmente y luego volver a restablecer las instituciones autónomas en el Ulster. La última suspensión del Gobierno autónomo del Ulster ocurrió recientemente, el 14 de octubre de 2002.

Sin embargo, el mayor paso hacia la solución del conflicto ya fue dado con el Acuerdo de Viernes Santo, en el que la mayoría protestante ha concluido por reconocer los derechos políticos de la minoría católica, los que habían sido conculcados durante tantos decenios.

Pero esto no obsta que los problemas de discriminación social hacia la minoría católica perduren por mucho tiempo más considerando las diferencias de origen, de historia, culturales y de idiosincrasia que separan a las dos etnias.


Universidad de Heidelberg
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Santiago, Noviembre 2.002