La Séptima Sinfonía, la del Nuevo Imperio.

Lo más conocido de la Séptima Sinfonía de Beethoven es su segundo movimiento, el Alegreto, así que le daremos menos importancia y hablaremos más de lo demás aunque teniendo en cuenta a esa parte que es fundamental e imprescindible para la Obra y para la Vida.

Lo que siempre he sentido al escuchar la Séptima y lo que creo que se debe sentir es vértigo, sobre todo si se escucha entera y se siente por todo su recorrido, que llega a ser si se me permite, sobrecogedor, y lo es porque pareciera que no tiene límites en ninguno de sus aspectos, tanto en Belleza, como en fuerza expresiva, como Visionaria, como en perfección; no, no tiene límites.

La Séptima Sinfonía es Victoriosa, posiblemente la que más, pues llega al triunfo de la construcción de un nuevo mundo en espacios desconocidos. Y es Imperial, pues en sus acordes se pueden percibir esas avenidas faraónicas, y los Reyes y Reinas engalanados con sus ropajes y joyas doradas, y las nuevas estructuras físicas, e incluso las victorias de batallas de naves espaciales en mitad del oscuro universo.

El primer movimiento, el más largo de los cuatro, es una presentación de todo lo que acabamos de decir; la ensoñación anhelada por todo Inmortal.

Se suele decir que el primer y segundo movimiento nada tienen que ver, pero eso es falso por necesidad, pues aunque un movimiento rápido sea sucedido por uno lento, no tiene nada que ver, a parte de que el segundo movimiento no es sólo lento, es lento y contiene una fuerza que es la de la propia danza de los dioses, la perfecta ruptura específica llevada al sonido. Así que entonces el segundo movimiento de la Séptima sinfonía no es tan conocido, queda mucho por descubrir

Creo que Wagner no se equivocó mucho al sobre nombrar a esta sinfonía como "El Éxodo de la Danza", y es que sería el extremo absoluto llevar a la danza esta colosal obra. (Que por cierto allá por los años treinta del siglo veinte hubo alguien que lo hizo, pero no sé con qué éxito y con qué nivel.)

Y colosales son los dos últimos movimientos que a mi me parecen siempre unidos por una sucesión sonora aunque haya una pausa entre un movimiento y otro, pero tienen tal fuerza que es como si el silencio se te llenara de una Llamada hecha desde algún Vórtice irreconocible.

Es cuando llega el vértigo antes mencionado. Estoy seguro que el que hizo la representación de Beethoven con alas de Águila o de Cóndor con el mundo a sus pies había escuchado antes la Séptima sinfonía, pues no es que uno pueda volar simplemente, es que todo lo arrastras cuando la escuchas, y el mundo, y hasta el universo se queda en algo pequeño; El Orden siempre impera sobre el Caos.

Así entonces cuando el final de la obra que hemos comentado llega a su fin nos damos cuenta de que estamos ante una visión perfecta hecha por Beethoven de lo Acuariano, donde los dioses del Futuro son los protagonistas, y la incorporalidad un hecho.

Como toda obra de Beethoven siempre ha tenido sus detractores, y aún hoy existen dementes decimonónicos que dicen tonterías sin cesar, pero son cosas tan idiotas que no merece la pena decirlas y repetirlas como todo el mundo.

Yo venero toda la obra de Beethoven de todas las maneras que me se, pero la Séptima sinfonía la tengo como en una especie de Escalón muy especial donde sirve de Faro para la continua ascensión de la vida, cosa, que si se hiciera con todo aquello que queremos y amamos, la verticalidad del mundo, de Arrakis, sería de otra manera.

Qué bien, me he escapado de nuevo de lo técnico.

Para escuchar parte de la Séptima Sinfonía: Segundo Movimiento.


La Octava Sinfonía:

Las Sinfonías de Beethoven siempre son conocidas por algo en especial, sobre todo en las sinfonías número tres, cinco, seis, siete, ocho y nueve. En la Octava Sinfonía lo más conocido es el segundo movimiento, como en la Séptima, donde un Carro Dorado cabalga de manera mágica por un camino marmóreo que te conduce al siempre castillo encantado y lleno de luz fulgurante.

Ea, pues ya está.

Pero no, mis queridos amigos, la Octava Sinfonía merece un sitio en la historia de la Música como todas las Sinfonías de Beethoven, no sólo porque la compuso el Genial Renano de Bonn, sino porque por propia personalidad la Octava es una Sinfonía espectacular y de vuelos sorprendentes.

Beethoven sabía mucho del significado de los números, o al menos es una de las teorías que yo sostengo. Otra cosa son los números matemáticos, que según se cuenta y sólo se cuenta, era una nulidad.

Pero en cuestión de numerología debía de saber algo. ¿Por qué? Porque la Octava sinfonía fue compuesta antes que la Séptima, y sin embargo no fue la Séptima la que ocupó el puesto ocho. El Siete simboliza la Victoria, y el Ocho la Justicia. Lo que ocurre es que en la Séptima es más fácil de percibir el sentido Eroico que la Justicia en la Octava, digamos que habría que saber más del valor espiritual intrínseco de la Sinfonía que de la numerología misma.

Quizá si pensamos algo hallaremos una respuesta:

Teniendo en cuenta que el recorrido histórico de la Obra musical de Beethoven no es puramente temporal, esto es, que sólo viendo el número de Opus y la fecha física se sabe de cuando es una obra; no hay una clara visión de la Evolución de su música; nace evolucionada. La Sonata número Cuatro y la número Veintiuno no tienen nada que ver, una, -la primera citada-, es larguísima, y la segunda, la Veintiuno, es más corta. La Cuatro tiene un movimiento que es indescriptible y que unos quisieron ver la influencia que hizo en Beethoven el drama de Romeo y Julieta, y la Veintiuno está dedicada a un Conde y su movimiento principal es más una sinfonía que una sonata. Quiero decir: que la Veintiuno podría ser la Cuatro y viceversa, nadie absolutamente sabría dónde está la diferencia.

En otros autores se ve de manera descarada cómo ha ido sufriendo las alteraciones para bien o para mal.

¿Otro ejemplo más sencillo?: ¿De qué tiempo es la famosa Bagatela "Para Elisa"? Cualquiera podría pensar que por su supuesta sencillez es de los comienzos del genio de Bonn, pues no, pertenece a una época en donde ya Beethoven está consagrado, coronado y de todo lo bueno (más o menos, claro); unos cuarenta y pico de años. Y sin embargo una obra que no se conoce aún, la Cantata a José II, que es de cuando Beethoven contaba con veinte añitos, pero que la compuso con tan mala leche y tan genialmente que en su tiempo no se pudo interpretar, y hasta hace unos años no se hizo por primerísima vez.

Así que mis teorías no están muy lejos de ser realidad cuando digo que no hay una evolución propiamente dicha en la obra de Beethoven, sino que está evolucionada ya de ante mano, o bien, sus estudios eran tan perfectos y perfeccionados que nadie salvo los cronologistas sabrían decir cómo ha sido el proceso.

La Octava Sinfonía entonces está claro que tiene la estructura que tiene no porque fuera compuesta antes que la Séptima, sino que ha sido así concebida porque a Beethoven sencillamente le ha dado la gana. Unos dicen que fue un error porque el quedarse como Octava le quitaba prestigio pues la Séptima era grandiosa y muy lumínica.

Y es que la Séptima y la Octava no tienen nada que ver. Cuando escuchas una sinfonía escuchas una sinfonía, y normalmente no se escuchan dos sinfonías salvo si vas a un concierto y se está desarrollando un ciclo sobre la Sinfonías de Beethoven, que en ese caso tampoco pasa nada, primero va una, luego hay un descanso y se escucha la que venga a continuación.

De todas maneras da igual el orden de los factores, porque el valor no se altera aunque quiera el más inepto de los intérpretes; la base es genial de por sí.

Escucharla y lo comprobaréis.

Para escuchar parte de la Octava Sinfonía: Segundo Movimiento.


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