El Libro del Destino

I

Por Quirón Alvar



La suerte de estar predestinado es que más o menos estás coronado a descifrar lo que va a ocurrir y no va a ocurrir, y con esa suerte-esfuerzo, sabes que todo debe ir como está escrito en el Gran Libro del Destino, cuyo guardián es, como no podía ser de otra manera, Haiar.

Nací en un año de Búsqueda, por algo soy un Buscador nato. En un mes de Búsqueda también, por eso también sigo buscando después de hallar y eso me confiere como una especie de suerte-esfuerzo, pues no todo viene fácil, o sea, mondado y preparaíto.

La Luna regía en la semana, por eso soy un Lunático, pero no peligroso, sino Enamorado y deseando Amar a todo lo que aclama y reclama Amor.

Y el día era un día de Amor de Jardín, por algo soy Jardinero, pero no sólo de mi querido y amado Jardín de los Mundos, sino de todo Jardín que tenga vida allí donde se encuentre, en mitad de un Desierto o en medio de una selva tropical. Arrakis es un Jardín que necesita de sus Cuidadores, y por cosas del Destino, o por esa Suerte-Esfuerzo, me ha tocado ser uno de ellos.

Parece que he empezado como contando mi vida, pero no es cierto, quiero contar La Vida, pues la mía propia, la de mi yo más simple y exterior, o sea, la de mi vida como cuerpo, no tiene más misterios que la de cualquier otro, pero también los tiene.

Lo importante es el Espíritu, y sobre todo darse cuenta de que lo tienes y más o menos, junto con el Gran Yo Universal, sentirte Dueño y Señor. Con esa pequeña base tienes y debes de tener el Poder de poder contar lo que es la Vida, para con ese detalle, desterrar a la Muerte de por Vida.

La Muerte no debe existir para un Inmortal, pues es la máxima contradicción, y si uno es Honesto además de tener Espíritu, no se puede andar con contradicciones; son cosas de gentes vulgares y pobres.

Se sabe que cuando la vida te arrastra todo es vulgar y corriente. Y se sabe que cuando uno lleva a la Vida, sobresales aunque no quieras, pues es en ese preciso momento cuando CREAS al Dueño y Señor; una especie de "pesadez-deber" te oprime el pecho, pero el interno.

TODO es interno, o al menos debería de serlo, es de esa manera que te conviertes, de nuevo, en Dueño y Señor, o sea, en dios; sin reparos, sin falsas modestias y asumiendo todas las responsabilidades que tengas que asumir. Si te equivocas, es que estás en el camino correcto. Y si estás en lo cierto más cierto de las cosas certeras, es que eres un simple mortal con aires de inmortal, pero nada más.

El Destino te enseña a todo eso y a mucho más: Miras, observas, te introduces en esa mirada y en esa observación, e incluso hasta analizas, que es de las peores cosas que le puede pasar a uno, pues enseguida hay alguien que te dice que eso no se hace, que es de mala educación y que te meterás en líos de los cuales no podrás salir.

Evidentemente. Uno no quiere ser "uno más del montón", debe de haber una negación absoluta a ser "eso". ¿Qué razón tendría venir a existencia si no vas a ser Rey? O al menos Príncipe, o algo más elevado que un humano más, con toda la apariencia y todo lo que se quiera, pero queriendo y deseando llevar el Timon de la Vida uno mismo, no los demás, no la masa que, como antes he dicho, te arrastra hacia "lo que está bien".

El Gran Libro del Destino ha sido muy pocas veces abierto. Tiempos ha, si, porque había más Honestidad, o al menos una Honestidad más clarita y menos prejuzgada por el populacho. Y tiempos no tánto "ha", también, pero cada vez de manera más clandestina y con miedo a que te arrojaran a una de esas fogatas tan ricas y olorosas que han degustado los distintos inquisidores de las distintas épocas.

Tampoco ha estado bien desde nunca, hablar del Destino, pues algunos de los oradores de tal materia han exacerbado esa condición y lo que han hecho es excusarse con tal Regio Mito, y todo lo que ocurriese, "eran cosas del Destino", perdón, del destino.

El Destino es mayúsculo, no se puede hablar de él como una mera cuestión de una palabra más de nuestro rico vocabulario.

El Destino es una Adquisición, que cuando te es otorgada, debes de cuidar bien de ella. El Destino es un Deber, y no se te puede ir de las manos. El Destino es una Inmortalidad más del Espíritu. Es una Herramienta con la cual pisarás fuerte allá donde tus Sueños-Realidades quieran ir, y llegar, y formar un Nuevo Mundo.

Ni idea tengo de si esto es así o es de otra manera, es el Destino, a través de mi Alma, que ha querido expresarse. Mañana puede ser de otra manera, pero de seguro que el Camino a seguir es Recto y Ascendente, de eso no me cabe la menor duda.


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Capítulo 2



Si te das cuenta pronto de la predestinación a la que los dioses o las entidades que sean te han dispuesto, tú mismo serás el autopredestinador, y tú mismo empezarás a sentir tu propio sentido y camino en la vida, el "para qué sirves y para qué haber llegado a existencia".

Antes de cumplir los cinco años, -cifra cronológica en la que uno debe de empezar a ser consciente de los hechos que a uno le rodean- no sé muy bien en qué momento, mi abuelo se fué, se murió como dice vulgarmente la gente.

Días antes de que eso ocurriese, yo estaba sentado en su silla y en su sitio preferido. Era de noche y mi abuelo llegaba del hospital. No emitió palabra alguna, estaba muy extraño desde mi inocente punto de vista. Su fuerte mano la puso en mi hombrillo y luego en mi cabeza. Sentí algo, algo muy profundo, incomprensible, pero con la suficiente fuerza para que ese gesto quedara por siempre sellado en mi corazón.

Esa fue su última expresión para conmigo. Otros días después la casa amaneció sin la gente mayor, los que yo consideraba "mayores". Alguien se había quedado al cuidado de mi hermano pequeño y de mí.

Intuí algo, pero no desde luego a la muerte, pues no podía tener capacidad para pensar en ella; ni podía, ni quería.

Llegaron los mayores y vi la pena en sus caras, y me fue comunicada la muerte de mi abuelo.

Yo entonces cambié, no sé en qué manera ni cuanto, pero sentí algo que era inhabitual en mí, y que debería de ser así en todo ser supuestamente inconsciente como dicen que son todos los niños pequeños.



La muerte.

No. Decididamente no creí en la muerte, por mucho que mi abuelo no tuviera una presencia física. Enseguida empecé a observar lo que me rodeaba, y lo que me rodeaba no era otra cosa que mi abuelo en todas las cosas que él había hecho y fabricado en la casa.

La mayoría de las personas cuando desaparecen, desaparecen, y el hecho de la muerte es un vulgar movimiento más en la vida y no se pierde absolutamente nada.

Hay otro tipo de personas, las predestinadas, las del esfuerzo-suerte, que no mueren nunca, y esos son los Hacedores de Cosas, los huelleadores del Tiempo, los que dejan huella.

Todos los muebles de aquella casa que yo habitaba estaban hechos por mi abuelo, por lo tanto de alguna manera, su espíritu estaba en esas cosas. Su espíritu, no su fetichicidad, no el tacto de sus manos; eso son aspectos que unen nada más que a o los que no saben superar el hecho de la desaparición, del regreso a no se sabe muy qué lugar.

Eso no lo sabes hasta que descubres cosas. Tiempo después, cuando te enteras de que la reencarnación existe, tu alma se tranquiliza y descubre que esa persona ida, está en algún lugar del mundo, maquinando nuevas ideas, nuevas creaciones. Y mi abuelo no fue menos. Pero eso son otras consideraciones. Lo que importa es la predestinación en estos momentos, aunque esté ligado a otros fenómenos fundamentales en la vida de los Inmortales.



Evitar la muerte.

Eso es lo que más me dolió en aquél puntual y temprano caso, no haber podido evitar la muerte de ese gran hombre, que fuera de familiaridades, eso es lo que era en primer lugar, un gran hombre.

Ocurre que el ser humano es lento, y debe de esperar a ciertos tiempos para poder actuar en según qué terrenos. Pero yo tenía claro entonces, cual era mi Destino: Salvar a las personas, y más concretamente, a las personas que fueran portadoras de algo que va más allá de un simple sentimiento humano; el Espíritu.

Alguien podría pensar que entonces uno que tenga esos pensamientos debería de hacerse médico, o paramédico, o sanador, o algo "sobrenatural". No. Los médicos no salvan vidas, son vulgares asesinos vestidos de blanco, y cada día que pasa crecen en número. No. Y el otro grupo de sanadores y salvadores son un grupo que está demasiado enclaustrado en convenciones.

Lo mío no era algo "mío", era algo externo a mí, llegado de fuera como deseo, y como deber. Un DEBER que debería de estar en todas las personas que fueran y actuasen como tales.

Con los años asistiría a más desaparecidos. De algún modo se adelantaban a mi poder de acción, y al poder de acción de cualquier otro predestinado que se encontrara en los alrededores personales de esos individuos.

Tampoco esos marchados eran capaces de vislumbrar que alguien, en este caso yo, tenía el deber predestinado de salvarlos, o al menos, darles una desaparición momentánea, digna.

No se trata de bendiciones ni de perdones. Hablo de vida y de vivir el mayor tiempo posible, de una manera que no sea el simple sufrimiento de que te llegue un mentiroso con la bendición en forma falsamente sagrada. Hablo de vida, y de eso trato hablar siempre.



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Capítulo 3

Cuando el pasado quiere serlo, se nota, es como algo nostálgico que quiere atraparnos y retroceder, esa manía del ser humano que le deja siempre atrapado en no se sabe qué circunstancias y que le hacen ser retrógrado y hacer que nada avance, y sobre todo él mismo.

El Libro del Destino casi no tiene Tiempo, y por el otro lado, los tiene todos, pero sobre todo, el Futuro.

Para explicar hechos se suelen poner ejemplos vivenciales, pero en modo alguno significan echar la mirada atrás. En este trabajo que nos concierne, salen personas de la vida real, pero sus circunstancias se salen de la realidad de los comunes seres humanos, sobre todo porque el idealizador, en este caso yo, deja ver cosas que nadie ha visto nunca, y que ni si quiera el observado se ha dado cuenta que era un experimento, una prueba más del enorme laboratorio que es el mundo, que es Arrakis, y que encima han explicado tan bien en semanas atrás nuestros krónidas Psico y Manú en sus trabajos de la Virtualidad y los Cinco Verbos.

Todo está relacionado, así que nada nos ha de extrañar mucho.

El Libro del Destino sigue avanzando, y en su momento avanzó con más hechos prácticos que iban dando las pinceladas justas para que este que os escribe, se viera más acertadamente en la posición de Predestinado junto con esa característica de esfuerzo-suerte o viceversa.

Con otros muy pocos años, estuve ante un caso paradigmático que me enriqueció de sobre manera, y que nadie entendería jamás, pero yo, como Dueño y Señor, sí.

En mis viajes desde muy niño a Galicia, ese deber, ese esfuerzo-suerte, esa predestinación, ese hojear del Libro del Destino interior e interno, creció sorprendentemente. Galicia, como otras regiones de España y de otros países de Arrakis, es un Universo de pueblos y aldeas. En una de esas aldeas comprendí muchas de las cosas de mi propio fuero interno y de todo lo que rodeaba al misterio de la Vida.

Existía allí una señora muy mayor que no tenía nada que ver conmigo ni con mi familia, al menos genéticamente hablando, pero espiritualmente sí. Su nombre podría haber sido otro cualquiera, pero se llamaba Sara. Como ya he dicho era muy mayor, y más para mí que era un niño pequeñajo e ignorante en tiempos edales, de edad, vaya.

Sara era para mí entonces, una sabia, y no porque me contara cosas en un gallego más cerrado que las puertas de su casa sobre mis antepasados, fundadores de pueblos, ermitas e iglesias por varias partes del interior de Galicia y otros lugares al otro lado del charco, en Sudamérica, sino por sus momentos de silencio para conmigo que yo respetaba como santo sepulcro de una voz interior.

La única cosa que comprendí al ver la película de "El Resplandor", fue cuando el negro calvorota le explicaba al extraño niño protagonista, que el Resplandor consistía en ese poder que tienen algunas personas en hacer de compañía sin decirse nada, pero al mismo tiempo comunicarse de no se sabe qué manera y contarlo todo, convirtiéndose así en personas excepcionales.

Yo era lo que inconscientemente hacía con aquella sabia señora: acompañarla durante todas las tardes de los dos meses que pasaba yo allí en aquella aldea durante varios años de mi su existencia; estar con ella por estar con ella, haciéndole compañía y ella haciendo lo mismo de una manera extraordinariamente enriquecedora.

Nadie de mis allegados lo entendía, incluso había tardes en que algún familiar me acompañaba para intentar adivinar aquella acción que yo desempeñaba casi mecanicamente a la misma hora de todas las tardes y durante más de dos horas.

Yo sí lo entendía y lo comprendía, y lo asumía como ese deber del que ya he hablado. Comprendí a la tranquilidad, el mantener sereno el espíritu y las almas de las personas, y a contemplarlo todo y observarlo todo, sonsacando así ese misterio del Vivir por algo.

Las tardes en que había que salir con las vacas para que pastasen, eran tardes en que el Resplandor se acrecentaba de manera colosal, y mi comprensión se extendía hasta el Reino Verde, el Reino Animal y el Reino Mineral; la Vida en su más puro estado, pero surcando sus posibles barreras, para así verlo a través de esas sagradas páginas del Libro del Destino.

¿Por qué ocurría aquello y por qué sentía yo algo más allá de lo sobrenatural?



Salvar a una persona.


Era mi cometido desde el principio de mi existencia, y por fin lo estaba llevando a cabo. Aquella primera persona fue la plasmadora de esa predestinada realidad y fue la constante continuación de mi labor, una labor que los Inmortales de todas las épocas habían realizado en todas las civilizaciones y culturas del mundo y de todos los mundos.

Cuando se hacen cosas por los demás, por Amor a esos demás, por Amor al Arte, -al Arte de vivir-, y por Amor a la Vida, estás dando, estás dándote, y estás prolongando la Vida de esas personas, de esos Espíritus milenarios reencontrados a lo largo de los tiempos. Espíritus que son necesarios que vivan de manera amable y sosegada para que su función se desarrolle en plena Armonía.

Ese Deber de Inmortalizar, de Inmortalizarse, de llevar a Realidad la Predestinación, es un Deber que todo ser humano como tal debería de llevar en su interior, pero la desvirtuación del sentido humano ha sido tal, que por eso han existido desde tiempos inmemoriales personas que no han tenido otra salida que la de convertirse en dioses, en personas metahumanas que han elegido hacer, sencillamente, el Bien.



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Capítulo 4

El auténtico y verdadero Destino de la humanidad es dejar de ser "humanidad" y convertirse en seres Conscientes, Inteligentes y Vividores. Dioses.

Lo dice el rumbo que tiene la Kronos, y por lo tanto lo dice el Libro del Destino. El Libro del Destino lo estamos escribiendo entre todos en este espectacular Hecho que es este Club de Amigos, cuyo único interés es el de hacer el Bien presentando ideas que van más allá de la teoría, de la hipótesis y del mero hablar por hablar, en este caso, escribir por escribir.

En el tiempo que sea preciso, todo estará preparado para una nueva conformación de las personas que hacen estar vivo a este planeta, Arrakis.

Hacer el Bien no es tan complicado como pudiera parecerle a alguien, son simples hechos, que una vez HECHOS, se convierten en Grandes Estructuras Arquetípicas.

Había otra persona en mi vida que me llamó mucho la atención, ella decía que su madre no la había parido, sino que había sido expulsada como algo malo. Su espíritu era lo que de verdad me hacía quererla muchísimo, pero seguía siendo pequeño como para que alguien, ni ella misma, me entendiera. Sufría de asma, y ni el más acercado a ella, -ni su marido ni sus hijos- le hacían el mínimo caso. Yo pasaba el tiempo que podía con ella del mismo modo que lo pasaba con la anciana del capítulo anterior; estar por estar, estar por dar un sentido a su vida desgraciada.

Una mañana de intenso frío, su "familia" no tuvo mejor idea que hacerla salir a no se sabe qué. Cayó enferma y se la llevaron al hospital. Entró en coma y se fue. No estuve, de nuevo, para poder hacerle el camino de otra manera que no fuera el puro sufrimiento, y no por el hecho de su enfermedad, sino por el hecho del NO acompañamiento de ninguno de los que supuestamente eran sus "seres queridos".

No era ese destino que todo el mundo lleva en la boca para sacarlo en el momento más tonto el que se la había llevado. Se la llevó la irresponsabilidad de sus compañeros de viaje, que no supieron ni abrirle una mísera puerta que diera a un campo estrellado de apacibles cúmulos de Luz; NADA.


El Camino continua.

Un familiar de esos lejanos, -que ni sabes por qué lo es ni te planteas a ninguna edad por qué se le puede considerar así- mi tío Manolo, era una persona y un personaje que también desde pequeño me fascinó. Era fotógrafo, y seguro que ahora, en su nueva vida, anda por estos posmodernos medios informáticos haciendo de las suyas.

Su fotografía, o sea, su manera de fotografiar, no era la "dictada" por la escuela de bellas artes ni de ninguna otra escuela, ni por foteros mayores del reino de los años cuarenta, cincuenta y otras décadas del siglo veinte. Fotografiaba el Alma de las personas y de las cosas, de tal manera que daba vida a la imagen que veías.

Seguro que por esa razón quise en el futuro ser fotógrafo y adentrarme en ese mundo mágico y misterioso, estudiar lo que fuera para después ser yo el fotógrafo que daba vida a las cosas que estuvieran muertas, como hacía mi tío.

Este personaje vivía en Miranda de Ebro, en lo que la gente suele llamar el "casco viejo", o sea, en la zona de la ciudad más antigua y desgastada por el tiempo. La casa que habitaba era descomunalmente grande, con más habitaciones que cualquier palacio, y con grandes salones que hacía las veces de estudios de fotografía, que ni el más famoso de los foteros de ahora podría imaginar.

Vivía solo. Sus hermanos y demás familia le mantenían apartado porque decían que estaba loco y además bebía, bebía alcohol.

Jamás le vi embriagado, y jamás le vi haciendo locuras de ningún tipo. Todo lo contrario. Lo que le ocurría es que era diferente a todo el mundo, era un Diferente, un Señor de su propio Señorío, un Dueño de su vida y de las Circunstancias que la rodeaban. Manejaba el Absurdo como un maestro de ese Misterioso Arte. Su humor hizo mella en mí, y de alguna manera, yo sabía que al estar con él, al reír con él, al hacerle simplemente compañía, tenía la seguridad de saber para qué estar Vivo.

Aunque yo seguía siendo niño, sabía cosas, sentía cosas, y por esa razón fue mi tío Manolo la única persona en toda mi pequeña y apasionada vida que hizo fotos de mí.

La fotografía mal hecha, roba algo esencial en la persona.

La fotografía bien hecha, deja algo para la posteridad que escapa del recuerdo y del apestoso pasado.

Ese hombre era un Fotografiador de lo Bello, por lo tanto nada tenía de ladrón, sino de Dador.

No pude acompañarle durante mucho tiempo en su vida. Un día, triste y aburrido, apareció sin vida en una de las muchísimas habitaciones de su casa. Vivía solo, y ni una repugnante alma se dio cuenta del hecho, hasta que a alguien se le ocurrió preguntar por él, seguro que dentro de una conversación de esas poco acertadas y salpicado de algún comentario cruel y mal intencionado.

No pude hacer nada, pero el Libro poco a poco se iba transfigurando en lo que debía de ser.

Años más tarde, separado ya totalmente de familiaridades y patrañas de ese estilo, me comunicaron la enfermedad de uno de los hermanos del gran Manolo; ese hermano había sufrido una enfermedad y le tuvieron que seccionar una pierna, para más tarde, morir en un hospital.

El Destino, el del que hablo, sin ser cruel ni tener nada que ver con la oscuridad, obra de manera algo tempestuosa, pero esas tempestades no las siembra Él, el Destino, sino los malos actos de las personas.

El Camino sigue siendo y seguirá siéndolo Uno y Múltiple, pero Cristalino y Puro, el Bien.



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Capítulo 5

¿Sería posible escribir el Destino de dentro de cincuenta mil años? Esto es, el del futuro, sea de cincuenta mil o sea de mil, o de dentro de un año. No lo sé, ¿futurología? No, no trata de eso esto que escribimos, trata de otra cosa, una cosa que yo noto nueva, que a lo mejor no lo es, pero que siento en mi interior como algo necesario, por eso va paso a paso, sin un orden cronológico, pues va en contra de la Inmortalidad, pero con un Orden Trascendente, que es el que interesa.

Casos como el de mi tía Emilita hay muchos. Pero no importa que sea mi tía o la tía de Pepito, fue alguien importante en el mundo religioso dentro de una orden muy prestigiosa de la cual se habló hace unas semanas en la Kronos si mal no recuerdo.

Esta Emilita tenía mucho dinero, y muchas propiedades, y mucho de todo, pero ciertamente era lo único que tenía, sin poderlo disfrutar con nadie, ni con ella misma. Ya se le podía acompañar a todas partes y durante largos ratos, que ella estaba siempre... fuera, ida, envelosada con la muerte.

Tuve la desgracia de acompañarla. Es el caso contrario de las personas a las que se les puede acompañar y enseñar otras formas de vida y otras formas de vivir, pues es el fin, lo finito, lo que más les entusiasma a los mortales.

Esta Emilita me presentó el infierno, sus habitantes cuernudos y feos; castigaba con su puño anillado por la risa que el otro ofreciera como dádiva de estar vivo, e imponía la lectura de las sagradas escrituras a toda costa, te interesara o no te interesara.

A mi no me interesaba en absoluto, y eso que tenía hasta biblias con dibujitos y todo, pero en esos dibujitos yo veía a la muerte en todas partes. No, gracias, mi destino, y el Destino de la propia Vida iba por otros Caminos. Además ni el más terrible de los seres iba a arrebatar de mi alma el sentido de la Risa Imperial, el Absurdo, ni la mirada perfecta de Bes, no.

Murió, esta persona sé perfectamente que murió, y ni la pena ni nada que tuviera que ver con la tristeza me habitó en ningún resquicio de mi corazón. ¿Para qué? Era su destino, ella misma lo escribía con odio todos los días, y con malos augurios.

En una ocasión, yo todavía pequeño, hicimos un viaje en autobús. Antes de entrar, esta extraña señora se santiguó, hizo el signo de la cruz sobre su cuerpo. A mí eso a parte de llamarme la atención me hizo sentir inseguro. A la mitad del camino el autobús casi se salió de la carretera, salvándose apenas por unos centímetros. Me acordé de esa cruz hecha sobre su pecho y sobre su cara. Más tarde comprendí todos y cada uno de los accidentes que veía por la televisión o escuchaba por la radio.

El Destino abre caminos con la Sagrada Llave de la Vida, y nada quiere saber de símbolos mortuorios.

El Destino escribe con Oro y Azul de Cielo, y elige almas limpias y puras.

Sin saber eso más que ahora mismo, en el tiempo justo exacto y preciso, cuando iba comprendiendo la afinidad de la Amistad y el acompañar a las Personas portadoras de Almas, me sabía con el esplendoroso Deber de salvar a esas personas. Se constató ese hecho con una de las más terribles experiencias que mi alma tuvo que ser testigo. Se trataba de una alma precoz que a la edad de cinco años o menos, quería la muerte a toda costa. No la quería porque sí o porque se hubiera vuelto loco, en una especie de rememoranza de vidas pasadas a hiper velocidad.

Pero como todavía hay que hacer caso de el tiempo pobre que designa el reloj, he de dejarlo para mañana, no sin antes saludar a Félix, un buen, buenísimo amigo, y saludar a mi querida amiga misteriosa, la que durante varios meses nos ha acompañado sin su presencia y que por cosas de la vida, y del Destino ese escrito con esas bellas formas, está también aquí, en la Kronos; Medea, un saludo de alegría.



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Quirón Alvar

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Parte II

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