5



ESTÁ DENTRO

[[[[[[[[]]]]]]]]

Índice de relatosSiguiente Página por si te aburres

"""Los demonios hacen que lo que no es, se presente, sin embargo, a los ojos de los hombres como si existiera""" Lactancio.

Cuando por la tarde iba a ver cómo uno de los soles se hundía en la ancha superficie dorada, siempre se quedaba con la misma duda; "¿De quién serán las huellas que quedan en la arena?"

Una arena casi transparente, azulada, reflejo de ese cielo que nunca descansa.

Y se hacía una y otra vez la pregunta, porque nunca lograba ver a nadie acercarse por ese lugar; cierto es que tampoco se quedaba toda una sesión de lo que sería una jornada completa, pero ningún día había coincidido con el que dejaba esas huellas.

Las huellas, que quedaban claramente marcadas en aquella arena, no eran pisadas que él reconociera de sus semejantes, por tanto el interrogante se hacía aún más complejo; no se trataba de saber "quién" era, como de "qué" era lo que siempre se introducía en esa superficie dorada.

Se "introducía", luego las huellas tenían una sola direción, nunca tenían una trayectoria de salida, al menos eso se podía deducir, o eso era lo que él podía decucir.

Danker, el observador de las pisadas, de las huellas, del extraño hundimiento de aquel sol, era siempre carne de cañón por lo que ocurría en su ciudad, Odesbueis; hechos confusos que nadie conseguía descifrar y aclarar a ciencia cierta.

En todas las ciudades, comarcas, pueblos y aldeas del mundo, siempre hay alguien sospechoso de hechos extraños; campos de hierva debastados por no se sabe qué desconocido insecto, brotes de hojas en los árboles que sólo a un niño de parbulario se le podría ocurrir pintar de rojo o de azul, y fenómenos en general que no tenían una base lógica para los habitantes del lugar.

En el caso de la ciudad de Odesbueis el sospechoso era siempre Danker. Quizá su extraña apariencia y que no fuera natal de la ciudad, le convertían en un candidato preponderante; a los forasteros siempre les ocurría lo mismo.

Odesbueis estaba enmarcada en la comarca de Ordra, al sur de la península de Luctul, y simpre había estado rodeada de leyendas extrañas y tópicas como cualquier lugar de nombre inrecordable.

Danker hacía poco que había llegado a la ciudad de Odesbueis, y los habitantes todavía no sabían muy bien de quién se trataba, porque entre otras cosas él no se había relacionado con nadie, no estaba dentro de sus propósitos. El vagar de Danker le había llevado a lugares muy diferentes de Teixtar, la tierra del Legado Azul.

Desde que decidió darse a la existencia todo había cambiado a su alrededor sin que nadie cayera en la cuenta, y era normal, su capacidad de inmiscuirse en cualquier parte era parte de su sapiencia, de su saber hacer.

Danker carecía de descendientes, y de antepasados, y de todo fenómeno cultural concebido por el resto de los habitantes de Teixtar y otras regiones del Espacio Oscuro. Resultaba ser al final de toda deducción, un ser Eterno, sin principio ni fin, sin pasado y sin futuro, el tiempo era algo remoto para sus diversas almas.

Y otra tarde más llegaba a la misma hora de siempre, o en el mismo momento de siempre, pues hora o tarde, o cualquier otra sinonimia de tiempo era ridícula de utilizar en el caso de la ciudad de Odesbueis. Pero allí se encontraba de nuevo Danker ante aquel vasto espacio dorado, con su sol ardiente hundiéndose en aquél horizonte extremo. Y las pisadas, esas huellas inexplicables aparecían de nuevo, allí, quietas, inamovibles, y Danker se sentía agotado, mojado, con asfixias múltiples y en su cabeza rondando la pregunta.

Parecía imposible que cualquier otro habitante de Odesbueis se atreviera a acercarse a la Hondonada del Abismo, el lugar desde el que Danker contemplaba los hundimientos de ese sol tan poco creíble.

El curioso habitante valiente permaneció parapetado entre algunas de las grises plantas que allí crecían; ser visto por Danker no sabía bien qué consecuencias le traería a su pobre vida.

Lo que a los pocos momentos de estar allí pudo ver con sus propios ojos no tenía palabras lógicas para expresarlo, o ni tan si quiera para una simple descripción: Danker estaba sencillamente transformándose en lo que vulgarmente se podría llamar "monstruo", pero sería demasiado fácil y más fácil aún marcharse de aquél espeluznante lugar.

Todo tipo de gruñidos y estertores salían de la deforme boca de Danker. Su piel era un guiñapo de ebras parecido al cuero antiguo, su cabeza se inflaba como si de un globo se tratara, las extremidades superiores se convertían en espantosas aletas de lo que podría ser un Galápago o similar, y sus piernas eran una mezcla de garras de algún pájaro anterior al Final, y unas pezuñas de algún ganado que todavía quedaba en algunas de las tierras de Ordrax.

Una vez pasado todo ese mal trago transfasmagórico visionado por el habitante atrevido, lo que antes era Danker se dirigía hacia la anchura del espacio dorado, se hundía en la espesura infranqueable para cualquier ser viviente y desaparecía. El habitante corrió a ver lo acontecido desde más cerca; breves y oscilantes burbujas pesadas quedaban aún en la espesura de la superficie blanda del dorado lugar. El habitante quedó como congelado en el sitio, a penas tuvo fuerzas para lograr sentarse en aquella arena azulada.

Después de un tiempo algo de nuevo surgía de la masa dorada, algo que evidentemente era la transformación de Danker, el habitante, amodorrado por la densidad del ambiente casi no es capaz de salir huyendo. Lo que era antes Danker sale lentamente del espacio dorado y de nuevo empezaba en él otra transformación, esta vez para volver a su figura anterior. Subió por la roca desde la que contemplaba su momento favorito y de nuevo su pregunta venía rauda y estrepitosa a su desordenado pensamiento, y esa humedaz, y esa asfixia le acosaban de nuevo, sin preguntarse el por qué de ese hecho, sólo el hecho de las pisadas tan recientes como su ahogamiento.


Página siguienteeeeee, que si.




La página de Marcia Alejandra. / Sábados Musicales. / Para ir a BEETHOVEN. / Desde el Jardín de los Mundos. / Cuadernos de Jardín. / BRUCKNER. / Bandas Sonoras. / WAGNER. / Página Principal.

pá escribirme