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Un rostro entre la multitud

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Entre todas las cosas feas que hay en la humanidad, nunca uno podría imaginar encontrarse algo bello, algo agradable a la vista, contando con que la vista es uno de los sentidos del ser humano más tosco y más imperfecto, y que por lo tanto lo que vea o deje de ver casi no cuenta para ninguna de las trascendencias de la vida.

Otus siempre iba a trabajar con su impecable traje de lino, sus zapatos de charol, su corbata de seda, su melena bien peinada y todo él bien aseado para sentirse bien diferenciado de los animales que iban a acompañarle en el desagradable viaje a su lugar de acción.

Los rostros de aquellos animales le parecían todos igual de desagradables, igual de mal hechos; pobres, sucios, ruidosos, detonantes del más terrible de los mal estares que él podía sentir.

Evidentemente nadie iba a sospechar de su condición de vampiro, pues nunca se ha visto a un ser de la oscuridad en el alba y además contemplando cómo el sol inundaba la gloriosa fachada de un edificio del cual estaba enamorado.

Otus en una de esas mañanas advirtió la presencia de alguien que de humano tenía poco, y de vampiro menos, pero algo le decía que no era alguien normal. Ocurrió en la aglomeración repugnante de esos odiosos trenes que le conducían a la ciudad. Entre apretones y molestias de los que le rodeaban vio a al ser que le llamó la atención, y lo vio muy de cerca, pues tan sólo cinco centímetros le separaban de aquella fascinante presencia.

Que aquél ser fuera del sexo femenino le importaba muy poco, lo que le dejaba estupefacto era su rostro, un rostro blanco como el mármol de Carrara, como el de una estatua que había decidido dar un paseo por el mundanal mundo humano. En aquél inocente rostro se podía notar la ignorancia de saberse observada por nuestro vampiro Otus, así que éste podía seguir observando sin ningún tipo de cortapisas, aún teniendo en cuenta que no era su modo de operar; ser vampiro no le quitaba ser ético y respetuoso hacia aquellos que admiraba por lo que fuera.

A Otus le parecía que aquél rostro era perfecto; ninguna arruga, ninguna erosión, ninguna marca de edad, ni joven ni mayor, ni niña ni mujer, era el rostro perfecto. Lo malo de aquella situación era tener ese cuello tan albino, tan terso, tan delicado, a tan poca distancia de sus colmillos afilados como cuchillas de pedernal. Pero tampoco le importaba, ya no necesitaba de la sangre, con que pudiera hacerse de su rostro aunque sólo fuera mentalmente le era suficiente.

Pasaron los días y no volvió a encontrarse con aquel angelical rostro, por mucho que estuviera en aquella estación a la misma hora y su sobrenatural visión al máximo de rendimiento, no hubo manera de encontrarla de nuevo.

La obsesión se le fue de las manos y el rostro empezó a surgirle en los sueños, y luego mientras esculpía sus estatuas, y luego mientras escuchaba la música de Mussorgsky y su obra favorita "Cuadros de una Exposición". Hasta que no pudo más y empezó a llevarla al barro. Y del barro surgía milagrosamente aquél venerado rostro, aquella perfecta cara de aquella criatura salida saben los dioses de dónde.

Empezó a viajar por todas las estaciones de tren de aquella retrógrada ciudad, por sus calles, por sus carreteras, por sus cielos, por los parques y rincones más recónditos; no acertó a localizarla, lo que no quería decir que se rindiera.

Su apasionamiento extendió sus poderosas habilidades, y Otus empezó a pintarla en los murales de su escondido palacio. El contenido de las pinturas eran sus sueños con la imagen del rostro en diferentes ámbitos; convertida en sirena de algún mar perdido, nadando de manera sinuosa y escalofriante. Convertida en reina de países oníricos de algún remoto tiempo. Convertida en... un monstruo que enseñaba su otro lado, el otro lado del rostro, el otro lado que no había podido vislumbrar en el encuentro en el tren, pero que sí había podido hacerlo en el sueño. " ¡Un maldito monstruo! " Se gritó para sí, encolerizado, con la sangre hirviéndole en todo su ser.

Los monstruos amenazan con su presencia de la manera más sutil, sin que nos demos cuenta de que detrás de un aspecto aparente, se halle la criatura más dañina que nuestras almas hayan podido ver.

Otus se miró en su espejo de jade, como miles de años atrás, y preguntándose cuánto tiempo pasaría hasta encontrar a los demás, pues éstos habían desaparecido después del "milagro", después de que aquella "diosa" hubiera arrebatado de su vida, de la vida de Otus, a sus compañeros de viaje.

Posiblemente aquel rostro era el rostro de la terrible "diosa", que sencillamente había venido a por él, para dejar a la Vida limpia de otros monstruos. Pero el cambiante aspecto de Otus la había despistado totalmente, o casi...

Al otro lado del espejo, no en su interior precisamente, sino al otro, más allá de su fondo de piedra granítica, una voz, una imagen, un trueno avisador.

"" Otuuuus ""

AL AZIF: FRAGMENTOS DEL NECRONOMICON

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Descifrados de un criptograma isabelino único por David Langford Reconstruido, con ciertas adiciones necesarias y un prólogo explicativo por Robert Turner

En la presentación del siguiente texto me he atenido estrictamente al orden del temario original que se mantiene en el criptograma de John Dee. Aquellas partes en las cuales se han omitido los títulos, las ofrezco bajo otro que encaja con el contenido de la correspondiente sección del manuscrito. De hecho, sólo cuatro de los dieciocho fragmentos individualizados que forman el manuscrito tenían titulo. Los he presentado tal como sigue: DE LOS DIVERSOS SIGNOS, LA VOZ DE HASTUR, DE KADATH EL DESCONOCIDO y PARA INVOCAR A YOG-SOTHOTH (partes IV, X, XII y XIV respectivamente). Mis razones para adoptar estos títulos quedarán bien evidentes con una atenta lectura de las partes más sobresalientes del texto.

Para evitar las confusiones que invariablemente surgen cuando se trabaja con manuscritos escritos antes de la normalización del lenguaje, he adoptado un sistema que creo mantiene fielmente el tono y la atmósfera del texto original participando, al mismo tiempo, de las ventajas del inglés moderno. Las variaciones de la ortografía fueron también un factor primordial en la traducción de los diversos nombres de los entes: Yog-Sothoth venia dado por Yugsoggoth y Jogshothoth; Hastur como Haystir, H’stre y Haaztvr; Cthulhu como Cethulv, etc. Por tanto, en interés de la coherencia y la inteligibilidad, en todos los casos he adoptado en todo momento las ortografías reconocidas por los modernos estudiosos de los Ritos Cthulhu.

Los diagramas que aparecen en el texto se han extraído de tres fuentes: la primera, de las laboriosas y complejas descripciones indicadas en el cifrado. En segundo lugar, de un sistema de cuadrado mágico inherente al criptograma, que se basa en una lámina clave que proporciona la necesaria secuencia de líneas de interconexión empleadas para formar figuras lineales representadas en el texto. En tercer lugar, de algunas obras independientes sobre magia a los que se hace referencia en el criptograma; The Clavicules of Solomon y Three Books of Occult Phylosophy de Cornelio Agripa, por citar sólo los principales. Y en cuarto lugar, de una combinación de los tres métodos indicados. Los diagramas del Circulo de Piedra y los Signos que deben darse tienen su origen en la primera fuente (ver partes III y IV). El Alfabeto de Nug-Soth y la figura de la Fórmula de Dho-Hna (La telaraña en ángulo), el Signo mayor y el Sello de Koth se deducen de la segunda (ver partes IX, XVIII y IV). Con el tercer método se obtuvieron los caracteres Marte y Saturno que se indican en EL INCIENSO DE ZKAUBA (parte V), (cotéjese con Three Books of Occult Phylosophy, de Cornelio Agripa), y de forma parecida, los símbolos a grabar en la Cimitarra de Barzai (parte VIII) se tomaron de un manuscrito del siglo XVI de la Llave de Salomón (ver manuscrito adicional 36.674, Biblioteca del Museo Británico). Todos los demás diagramas se construyeron de acuerdo con el cuarto método. Por ejemplo, el contorno básico del Círculo de Evocación indicado en la parte XIV del texto se tomó del sistema de cuadrados mágicos, trazando líneas entre los puntos tal como se indica. Los símbolos Planetario y Zodiacal que ocupan los ángulos del octograma del texto descriptivo, así como las figuras de las constelaciones Aldebarán, Caput Algol, Cor Scorpii y Las Pléyades, del Second Book of the Occult de Cornelio Agripa (páginas 320 a 323}. La inscripción en el Talismán de Yhe es la pelambre ORKA traducida al Alfabeto de Hichus el Adivino, tomada, tal como se indica en el criptograma, de The Polygraphia de Abbot Trithemius. Como tanto Trithemius como Agripa emplearon el simbolismo procedente de fuentes increíblemente antiguas, las referencias que hay en el cifrado sobre The Polygraphia y Three Books of Occult Phylosophy (ambos del siglo XVI) arrojaron poca luz sobre la antigüedad real del Necronomicon. De la misma forma, muchos de los sellos y caracteres indicados en The Key of Solomon son de origen desconocido y, sin duda, de fecha anterior a las más antiguas versiones conocidas de la obra. Todo lo que puede decirse con alguna certeza es que la existencia del Necronomicon implica la supervivencia de una tradición que se remonta muy lejos, hasta el oscuro y lejano pasado. ¿Hasta dónde? Nunca podremos saberlo.

Robert Turner


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