Wagner, su Lucha por el Arte.

La Mirada y el Cuadro

(II)

Hay un momento mágico en la vida de Wagner que es digno de tener en cuenta y perderse en ese solo hecho y olvidarse ya de todas sus penas: Se trata del encuentro entre dos reyes, el Rey Luis II de Baviera y el Rey de la Música nueva que era Wagner.

Evidentemente antes de que pasara eso Wagner las pasa muy negras, tánto que casi acaba en la cárcel. ¿Cuál fue la razón? El dinero que debía a los distintos acreedores de las distintas épocas de la vida del genio revolucionario.

Pero no era dejar deudas a lo loco como casi todo el mundo imagina de Wagner, eran deudas engañosas que los distintos burgueses le hacían hacer.

Imaginaros que alguien os contrata para hacer un trabajo especial, y le gusta, y entonces os vuelve a contratar, y se eleva el precio que os paga, y así un año, y luego otro, y entonces ves que puedes empezar a hacer cosas serias; una casa, unos muebles, unas cortinas, un poco de plata por aquí, otro por allá. Telas de lino, sedas, ropas elegantes, y todo lo que un Rey necesita normalmente.

Wagner hacía viajes por Rusia y Suiza interpretando las diferentes óperas que había compuesto. Recibía buenos honorarios, y en Rusia le regalaban hasta objetos muy valiosos de plata.

Pero llega un momento que la suma de débitos se hace exageradamente grande y empiezan a aparecer acreedores por todas partes.

La orden de "busca y captura" estaba ya dada, así que no tuvo más remedio que escapar cual proscrito vulgar y corriente. Gracias a sus amigos pudo hacer tal cosa, porque de lo contrario se hubiera tenido que afrontar con la ley.

En la desesperación de no encontrar a nadie que le acogiese, estuvo, evidentemente, al borde de la propia extinción, pero como la vida de Wagner es azarosa a más no poder, se encuentra con una amiga que le acoge, y con mucho agrado, pues era una de sus devotas.

En su peregrinación hacia la nada, se paseó por las calles de Munich; allí era un extraño y nadie le conocía. Deambulaba por las calles casi como un vagabundo, mirando escaparates con cosas lujosas y a sus gentes paseando con la tranquilidad de una ciudad, un país estrenando nuevo rey. Y allí estaba, en uno de esos escaparates, el retrato del nuevo urgido Rey; Luis II de Baviera.

Wagner vió en el regio noble a un muchacho con mirada pura, inocente, bella; apenas veinte años contaba el monarca, un chaval.

Pasando los días y estando con otro buen amigo en un hotel de Suiza y a punto de escaparse definitivamente a las montañas cual salvaje, un señor de elegancia suprema y portando una carta pregunta por el señor Wagner. Wagner se pone blanco como la nieve creyendo que los acreedores ya le habían encontrado.

"Señor Wagner, traigo una misiva de su majestad el Rey Luis II de Baviera."

Wagner y su amigo quedaron patidifusos, pero sobre todo Wagner, que no comprendía bien lo que estaba ocurriendo. Wagner leyó la carta de su majestad y se quedó todo perdido, todo emocionado y con una nueva vida que le esperaba ansiosa de que su Creación continuara y llegara a buen puerto.

Para no hacer demasiada extensa la narrativa de lo que sucedió con pelos y señales, yo destacaría el gran acto mágico que tuvo lugar con ese hecho de la carta del joven Rey de Baviera: Aquél cuadro que Wagner viera días atrás, pareciera como si hubiera sido una especie de teletransportador de deseos, de encuentros y de nuevos augurios.

No sólo era eso; Luis II había estado esperando el momento en que su padre abdicara y él, Luis, subiera al trono, para que instantes después, y habiendo sabido de Wagner desde muy temprana edad, leyendo sus libsos sobre música y sobre otros temas, y habiendo escuchado Lohengrin y alguna ópera más, mandase llamar a Wagner a su reinado y tenerlo como protegido para con el arte de Baviera.

Y el detalle más increíblemente grandioso es cuando Luis II lee estas palabras en uno de los libros sobre tratados de música de Wagner, mucha atención:

"Sólo si algún día aparece un protector que ponga todo su interés en este arte alemán -un príncipe inteligente en cuestiones artísticas, y de buena voluntad- le será posible a esta obra mía continuar su camino."

Luis II había entendido perfectamente esas palabras, y el destino de ambos ya lo sabía desde aquél momento.

Por eso no es de extrañar aquella rapidez en llamar a Wagner, no había ni un solo minuto que perder, pues aunque Wagner era Jovial, fuerte y vigoroso, contaba ya con cincuenta años, y mucha obra que crear.

Un dato que también hay que destacar del aviso regio que le hace llegar Luis II a Wagner en manos de uno de sus ministros, es que esa carta iba acompañada de un Rubí:

"Como arde el rubí que le envío, así ardo yo en deseos de verme frente al genio que confieso deber, hasta la actualidad, toda mi formación personal."

Sin palabras, mis queridos amigos, sin palabras.


Wagner, su Lucha por el Arte.

( III )

La Piedra Sagrada.


"La ignorancia hace que las

guerras existan y los hombres

sean animales sin alma."

 

Esa cita de autoría anónima refleja mucho lo que es la NO civilización desde hace muchos miles de años ya, demasiados.

Gracias a la Kronos eso ha dejado de pasar; la Civilización Imperial ha comenzado, no hace mucho, pero ha comenzado, y sobre todo a ser palpable, Real, una Realidad que es más real que otras pues si se desarrolla mentalmente no hay algo que lo sea más.

Durante los setenta años de vida corpórea de Ricardo Wagner, todo fue trabajo y lucha, lucha y trabajo; todo por el Arte, todo porque el ser supremo que se debería de llevar dentro, salga para que así el señorío tenga permanencia en es Espacio y en el Tiempo.

Cuando a los grandes genios se les confunde, se está faltando a la Verdad, a la Justicia y a todos los valores fundamentales de una persona Guerrera y en definitiva Luchadora.

Este debe de ser el último capítulo de Wagner que yo al menos escriba, pues me enteré el otro día que de Wagner es del hombre que más se ha escrito; bien o mal ya no lo sé, pero por los pocos conocimientos que tengo y visto lo visto por otros sitios, más bien mal, muy mal.

La confusión es lo que hace a grandes hombres desaparecer antes de tiempo, y aún hoy no me explico cómo aguantaron los grandes hombres y grandes personas que han hecho algo por la Historia, tántos años en el día a día, siempre al pié del cañón.

Y la edad no es nada, tan sólo un número, pero se quiera que no y mientras no estemos adentrados absolutamente en el Nuevo Tiempo, todavía quiere decir algo.

Cuando Wagner contaba con sesenta años empezó con el más grande de los proyectos para y por la música: construir el teatro más grandioso de toda la historia para que su obra musical y artística perdurase por los siglos de los siglos; Bayreuth. Una preocupación así tan sólo puede residir en una mente inmortal, en un Espíritu milenario y trascendente.

Pero es que además Wagner consiguió movilizar hasta el más enemigo de los enemigos, y en vida consiguió que por varios países de la ya vieja Europa, se empezaran a organizar comités Wagnerianos, especies de clubs donde la gente pagaba una cuota anual para los propósitos del genio, como por ejemplo la gran empresa de construir el teatro mítico de Bayreuth, o el pago de cantantes y diversos artistas para que viajaran hasta donde fuera necesario y representar la ópera que fuese.

En las óperas de Wagner si había fuego en el libreto, debía de haber fuego en el escenario. Si había un buque en la trama de la ópera, en el escenario debía de haber un buque, así ocurría en "El Buque Fantasma"; y se había un gran palacio, pues tres cuartos de lo mismo. Y así con todas sus obras, que además, y merece la pena señalarlo, era Wagner el que los escribía, no se contentaba con componer la música, debía de hacer él sus propias historias, sus propios argumentos de la ópera.

Por eso la construcción de un teatro especialmente ideado para representar a la perfección las obras de tan genial y único compositor.

Varios fueron los países que "echaban solicitud" para que ese gigantesco teatro fuera construido en el país que fuera. Uno de los grandes pujantes fue Estados Unidos, pero Wagner no podía permitir que su obra Imperial para el más Imperial de los países del mundo estuviera fuera de Alemania. Así y todo, la ciudad de Chicago estaba dispuesta a aportar todos los gastos para la construcción de dicho teatro, pero Wagner no accedió.

Una fecha para el recuerdo es la del 22 de Mayo de 1872, día en el que Wagner cumplía años, y día en el que se colocaba la primera piedra del más grande de todos los teatros del mundo.

"Se bendecida, piedra mía, permanece en pié mucho tiempo y mantente firme".

Fueron las palabras de Wagner al entregar la primera piedra al que iba a introducir en ella, además, una cápsula donde iban dos mensajes, uno del rey Luis II de Baviera, y otro de Wagner donde decía:

"Aquí encerré un secreto que pueda reposar muchos siglos. Mientras la piedra lo conserve, al mundo está de manifiesto."

En la vieja ópera de Bayreuth se celebró una gran e imperial fiesta, y la música interpretada fue variada; un fragmento de los Maestros Cantores, la Marcha Imperial, y como "últimas palabras", la Novena Sinfonía, tan sólo Beethoven tenía la última palabra, tan solo él.

Pasaron muchos años y todo eso, como siempre, como en toda persona, pero con la diferencia que fueron años pasados de manera pasional, de manera colosal, de héroe, una heroicidad que no tardaría en convertirse en un Dios de carne y hueso.

Dicen que en Venecia murió la figura más importante del siglo diecinueve en Europa, a parte de Napoleon y Bismark. Yo no me lo creo, los grandes hombres, los hombres convertidos en dioses por su propia voluntad y propio deseo, nunca jamás, mueren.


Wagner, su Lucha por el Arte

( IV )

A mí en realidad lo que es la ópera, lo que es el canto en ese repertorio musical, no me gusta casi nada; fragmentos de un lado y de otro, pero algo que sea continuado, una pasión por los gorjeos o por las fuertes voces de los barítonos, no.

Y en Wagner lo que me llama la atención es la grandiosidad de su música, pero sólo eso, de su musicalidad. El canto no me embauca, no me llega a ninguna parte del alma. Y eso que el alemán, dentro de las lenguas extranjeras es la que más me gusta y es en la que me hundiría para aprenderla a hablar y a leer, de este modo podría comprender qué cosas tan "terribles" escribió el "maligno de Wagner".

Como ya he dicho en la entrada de este nuevo capítulo de Wagner, se ha llegado ha decir, -y me lo han dicho a mí mismo- que Wagner ya tiene su puesto en la historia, que no hace falta que nadie más hable de él; risas: :-))))))) .

Todo gran hombre convertido en Héroe y por ende en Dios, jamás será comprendido por muchos eones que pasen; queda en el ambiente una eterna sombra, o una eterna Luz, algo que lo embarga todo y hace que cada poco, alguien, da igual si músico, historiador o sociólogo o simple degustador de las cosas grandes, retoma la pasión de continuar ensalzando a figuras esenciales en el Arte.

Es casi triste hacerlo, si, el hablar de los que ya no están, y lo es porque ellos ya no pueden oírlo. Pero los que mantenemos la creencia de la Reencarnación, de la transmigración de las almas y la continuidad de la Labor por el Imperio de la Vida, sabemos que están en alguna parte, aunque sea en nosotros mismos, y que hay o habrá un tiempo en que podamos continuar su obra.

Alguien escribía en 1848, a los pies de la estatua de Beethoven, que qué triste era ver la Ilustre Figura de Beethoven en la plaza principal de Bonn, convertido ahora en simple lugar donde los gorriones toman su estatua como árbol seco. Menos mal que por otro lado se daba cuenta de que al menos estaba en la plaza principal de la ciudad que le vió nacer, y que los alemanes, tarde, por fin se habían dado cuenta de su gran genio, como músico, y como persona.

Wagner ha hecho las cosas mejor; montar ruido, o aparente ruido por toda la gran y vieja Europa, tiene sus frutos, y eso se ve en el gran teatro de Bayreuth, centro de peregrinación aún hoy para muchísimas personas, que viajan expresamente para asistir a la gran semana veraniega de los festivales.

Sólo se peregrina hacia los lugares santos, y es que Wagner fue eso en vida y ahora que tan sólo queda el alma impregnada en cada centímetro cuadrado de tan solemne panteón.

Santo de la revolución por lo excelso y lo que se puede ensalzar, no santo de falsas doctrinas.

Doctrinas.

Se quiere hacer ver ahora que Wagner era marxista, la cosa más estúpida que se puede pensar, pues si ni el mismísimo Marx lo era y así lo dijo, ¿qué sentido tiene pensar que el más grande pensador del siglo diecinueve, Wagner, iba a ser nada exterior a él, más que seguidor y perseguidor del más alto sentido de lo artístico por medio del alma viva de las cosas?

Si alguna doctrina hay en la vida de Wagner y en lo que quiso hacer ver a los demás, es la doctrina a ciegas absolutamente de la superación de todo obstáculo por el poder del deseo de uno mismo y sus ambiciones. No creo que haya otra ni que siguiera ninguna más, con esa tiene solucionada toda la vida, pues en la vida se trata de ir subiendo cada día un peldaño, no de estancarse y decir "hasta aquí he llegado y no hay más", eso sólo pertenece a los pobres de espíritu y a los desalmados, a los feístas y a los rebajadores, y a los falsos marxistas, que siguieron leyes que ellos mismos se habían inventado sin tener en cuenta ni lo que dijo Marx ni nadie.

El arte de rebajar a los que llegan a la cúspide infinita, es algo que jamás se ha dejado de hacer.

En los setenta años de vida de Wagner hubo más miseria que gloria, pero esa miseria no estaba dentro de él, esa miseria se la tiraron a su cara todos los mediocres que le intentaron rodear.

Pero sus momentos de Gloria, evidentemente, superaron a los más terribles momentos de menosprecio de la gentuza, y eso un verdadero Héroe lo sabe sintetizar en su interior más interno.

Wagner es Wagner, y los que son los que son, molestan a los que no son nada, ni si quiera un paupérrimo nombre o apellido, por eso los grandes quedan, y los que no son ni grandes ni pequeños ni nada, no quedan, ni quedarán.

Seguiremos, ya lo creo que seguiremos, aunque sean mil millones de demonios los que lo impidan.

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