Carta Compromiso de Karina Olivares
Solicitud de Maestria


Santiago, Noviembre 28 de 2002

Señor
Marco Antonio González
Maestro de Reiki
Presente.

Estimado Marco Antonio:

Soy Karina Olivares Ordenes, tengo 27 años y estoy casada hace casi dos años con Alejandro Hernández, Director Ejecutivo de la Fundación Nacional de Discapacitados de Chile. Soy Asistente Social y actualmente me desempeño como Directora Social de esta Fundación, que junto con Alejandro, es parte de nuestro gran apostolado de amor para los demás y hacia nosotros mismos.

El cómo llegué al Padre y luego al Reiki, forma parte de una historia maravillosa, de grandes alegrías, pero también de penas y dolor, historia que por completo he puesto en manos de mi Maestro Jesús.

Amigo mío, nací un día Domingo de Resurrección, ese día llegué a este mundo, con una chispa divina en mi interior, que con el paso de los años descubrí. Crecí en el seno de una familia humilde, desde pequeña me daba cuenta de las necesidades de la gente, de lo que estaba bien o mal. El entorno me hizo ser más retraída, era callada y solitaria. Desde mi infancia sentí la necesidad de comunicar, sin embargo, mi timidez me lo impedía, además era enfermiza, lo que me hacía sentir aislamiento y soledad.

Mis padres, ambos muy jóvenes, se casaron en 1973, de este matrimonio nació mi hermano mayor, Cristian, luego yo y Gonzalo, el menor de los tres. Una de mis penas es que ellos nunca se casaron por la Iglesia, por lo cual sentí que les faltó algo muy importante, la FE.

La juventud, la falta de experiencia de mis padres, los hacía estar constantemente enfrascados en discusiones, las cuales desde pequeña presenciaba junto a mis hermanos. Los motivos eran la falta de dinero, pero principalmente la incomunicación de los verdaderos sentimientos.

Al interior de la casa, la autoridad la ejercía mi papá, de manera rígida, con muy poca expresión de sentimientos, sin saber que repetía la manera en como a él lo habían educado. Quería ser una niña buena, correcta, estudiosa, para ganarme la aprobación de los demás. Aprendí a ser disciplinada conmigo misma, pero el costo de eso fue adquirir una gran timidez e inseguridad, hoy veo ese tiempo y recuerdo los momentos que perdí de ser feliz.

A pesar de eso, mi luz interna quería brillar y sentí el llamado hacia algo superior en que creer. Cuando iba a misa me sentía inexplicablemente amada, me emocionaban los cantos, el misticismo. La relación con mi abuela paterna, Rosa Angelina, me hizo descubrir y comprender que el ser cristiano no significaba sólo el asistir a Misa, golpearse el pecho, sino el vivir profundamente la Fe, en actos, entrando en comunión con los demás, buscando a Jesús en el que sufre, en las personas postergadas, que nunca han tenido amor en sus vidas.

En mi adolescencia me incorporé al movimiento Scout, el encuentro con Dios y los demás, me ayudó un poco a hacer aflorar esa persona que yo era de verdad. Después de un breve tiempo mi familia también se integró, fue una etapa de mi vida muy buena, de muchas alegrías y logros para mí, sin embargo, mi tristeza profunda fue el vivenciar el paulatino quiebre en la relación de mis padres y por ende la de mi familia.

En 1992, mis padres finalmente se separaron después de 20 años de matrimonio. A pesar de todo lo que desee que ellos se quedaran juntos, sentía que mis padres se estaban hundiendo más y más y yo no podía hacer nada como hija, mis hermanos estaban en las mismas condiciones que yo, aislados e impotentes.

Fue en esa etapa tan difícil que un día decidí ir a vivir con mi abuela que tanto quería, su humilde casa y su corazón generoso me acogieron y por 6 meses estuve con ella. Allí tuve mi primer y más grande acercamiento a lo que es el amor de Dios, la verdadera FE, el dar sin esperar recompensa. Ella vivía con una pequeña pensión de vejez y sin embargo nunca le faltó nada, oraba mucho y siempre tenía una vela encendida para pedir por los que ya habían partido, su amor por todos la hacía ser una persona querida y respetada.

Mi abuela era un ser muy especial, ella vivía el amor por los demás, con actos concretos. De todas partes venía gente a su casa, personas accidentadas, adultos mayores, jóvenes. Ella oraba por ellas y les imponía las manos con fé. Lo que más me impresionaba era que las personas se sentían mejor después de eso y cuando le preguntaban cuanto era, ella decía “nada”, sin embargo aveces aceptaba, cuando lo necesitaba mucho y sólo un pago mínimo. Las personas quedaban muy agradecidas, pero siempre guardó una actitud humilde y silenciosa. Su gran don era la FE y el AMOR, que desplegaba en lo cotidiano, eso la hizo ganar la Maestría.

Viví con ella esos seis meses, ese periodo fue una gran escuela para mí. Este año se cumpliaron 10 años de su partida, que sucedió a los pocos meses de haberse separado mis padres. Hoy en día ella es mi ángel guardián, pues la siento y sé que está conmigo en todo momento.

Mi necesidad de ayudar a los demás, me orientó a estudiar Trabajo Social, con esta carrera me acerqué al mundo de los más necesitados y comprendí que mi vocación era netamente de servicio. Sin embargo, me faltaba algo muy importante, entregar ese servicio con amor verdadero, sin intentar ser sanadora y salvadora de los demás. Con dolor, comprendí que primero tenía que sentir el amor dentro mío, para así ser canal para los demás.

Me costó mucho comprender que mi Padre del cielo me estaba entrenando muy duro, para ejercer la misión que el quería para mí, muchas veces sentí que yo no era importante para él. Cuando tenía 19 años viví una relación de pareja basada en la violencia física y sicológica. El temor se apoderó de mí, tenía rabia, angustia, incluso miedo de perder hasta mi vida en la búsqueda del amor que no recibía. Estuve en el infierno de la violencia 2 años, esa fue la escuela para comenzar a amarme de verdad.

1997 fue un año de cambios profundos y positivos, pero también paulatinos. Desde ese año para adelante mi padre Dios me introdujo en un proceso de sanación interior y me fue mostrando el camino.

Después de un tiempo de estar sola, conocí a Alejandro, su presencia en mi vida fue una gran certeza de amor que recibí. Me dejé llevar por mis sentimientos, a pesar del miedo que guardaba y mi dificultad para perdonar. Compartir con él me hacía sentir bien, me comencé a sentir amada y respetada como mujer y también como niña, ya que nos unía un sentimiento de amor puro.

Comenzar a conocer el amor verdadero fue una gran y tremenda decisión que tuve que tomar. Mi voluntad de cambiar y mirar de frente al amor fue mi primer compromiso, después de eso comencé a recibir las bendiciones que me esperaban.

Opté por el amor gratuito, que no pide nada y que todo lo da, pero tuve que aprender a actuar de igual forma. Con ternura, el amor de Alejandro y del Dios que vive en él, me fue sanando de mis heridas de la vida y aprendí que lo más importante es dar amor sin expectativa de retorno.

A nuestro proyecto de familia, hemos sumado un proyecto para dar impulso a la Fundación, que se encuentra promoviendo los derechos de las personas con discapacidad, yo como Asistente Social y Alejandro como Administrador de Empresas Sociales, hemos puesto lo mejor de nosotros, incluso aveces lo que no tenemos, para dar vida a esta empresa que Dios ha puesto en nuestras manos. La posibilidad de co dirigir este proyecto me hace sentir amada y a la vez honrada por mi Padre Dios.

En este último tiempo he conocido personas maravillosas que me han abierto muchas puertas hacia la búsqueda de sabiduría y apertura de amor en la que me encuentro. A través del Reiki, he elaborado el sentimiento que involucra el amor verdadero y el próximo paso es convertirme en maestra, hoy utilizo para el bien mío y de los demás, la capacidad de transmitir el Espíritu Santo a través de las manos.

Doy gracias por la tristeza, por el dolor, por haber tenido y tener a mi lado a personas excepcionales, por tu amistad, tu generosidad. Gracias especiales a mis Angeles del cielo, luminosos, a Marcela Soto, Maestra, Alicia Castro y Miguel Fernández, por la luz de sus rostros y por todo el amor infinito de Alejandro. Gracias a lo pasado y por mi presente, puedo ver con más claridad que hoy Dios vive en mí y que quiere brillar a través mío.

Marco Antonio, con mucha humildad, con Fe, con hermandad y en el nombre de nuestro hermano y gran maestro Jesucristo, te solicito me concedas la posibilidad de Obtener la Maestría de Energía de la Luz y Reiki, para continuar mi trabajo dirigido a las personas con Discapacidad, para ser canal de amor y entregar lo mejor de mí según así sea la voluntad del Padre.

Con FE te lo solicita,

Karina Graciela Olivares Ordenes
Directora Social
Fundación Nacional de Discapacitados de Chile.


Pedro Prado 4788
Macul Santiago de Chile
Fono/Fax: 221-86-15
Cel. 09-296-08-63
karinaluz7@hotmail.com
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