Místico
 
 
 
Envuelta en una magia de rosados candores
sobre un reclinatorio de nardos y azahares,
tu cuerpecito lleno de inocentes temblores
dormía su narcisismo, ajeno a los pesares.
 
Velaba tu alma honesta vago romanticismo:
doradas mariposas, quiméricos jardines,
fuentecillas gimiendo en su solitarismo
como un encantamiento de notas de violines.
 
Abismada en el prisma que la niñez ponía
ante tus ojos, negros como los sinsabores,
tu vida era crátera de rica fantasía.
 
Y, núcleo de una alegre cáfila de rumores,
era como el preludio de suave melodía
que el céfiro nocturno remeda entre las flores.

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