CEDIDO POR GENTILEZA DEL DIRECTOR DEL CLUB DE AVENTURAS A.D. (C.A.A.D.) DE SU PÁGINA WEB... http://www.arrakis.es/~caad/ Las Aventuras de Eudoxio. Primera Parte. Solución completa a El Poder de la Kínbreton © Daniel Cárdenas 1993-1996 © Pro-Imagyna 1996 * Una posible solución 1. El intercambio de cuerpos 2. Mi buena obra 3. Un paseo 4. La Casa de Flarix 5. Encuentro con el último poblador de Nritis 6. Vuelta a Jattan 7. Aventuras en el bosque 8. Deravor, el alcalde de Jattan 9. Asalto en el Camino Viejo 10. Regreso a Nritis 11. De cómo conseguí la K¡nbreton 12. La Caverna del Ogro 13. El Combate Final 14. Evitando el mayor de los peligros 15. Una despedida amarga y un reencuentro * Otras Posibilidades * Curiosidades y otros Finales Lo cierto es que estaba harto de verdad. Aquella noche no pude aguantar más, me levanté de la cama y abandoné mi casa. Al caminar por las desiertas calles de Wina no pude evitar pararme, alzar la vista, y mirar a la Luna nueva para preguntarme si sería capaz de rescatar a Dina. Tampoco pude evitar, en la salida del pueblo volver la vista atrás, y pensar en todo lo que dejaba tras mí. Una pena muy grande me invadió y muchas cosas pasaron rápidamente por mi cabeza. Sabía que lo más probable era que no volviera al pueblo que me viera nacer, pero conseguí reponerme y proseguir mi camino, un camino que sabía me conducía a una muerte casi segura. 1- El intercambio de cuerpos Sinceramente, no tenía mucha idea de hacia a donde ir. Sabía que al norte vivía Srinik, una bruja de la cual siempre había escuchado hablar con cierto temor en Wina. Años atrás había sido expulsada a pedradas, pues parece ser que su brujería fue culpada por los winanos de ahuyentar a los elementos, provocando una sequía que se había prolongado durante años. Estaba seguro de que si aún vivía en su alejada casa al norte del pueblo, sabría algo del ogro alado que me había arrebatado a Dina. No parecía haber actividad dentro de la casa. Llamé a la puerta y como nadie contestaba entré sin más dilación. No había nadie, sólo un gato muerto tirado por el suelo. Pobrecillo, tenía una mordedura en el cuello; no quise ni pensar en cómo había muerto. Me llamó la atención los libros que habían en las estanterías, pues no estaba acostumbrado a verlos en mi pueblo. Miré por encima algunos, pero no logré entender nada. Mi curiosidad también me empujó a examinar unos pergaminos que había sobre la mesa, y así fue como descubrí uno rojo que era tan curioso que no pude evitar cogerlo y guardarmelo en la mochila. ¡Y menudo susto me llevé cuando advertí que un ratón se me había colado en la mochila! ¿Cómo se había podido meter dentro? No sé, pero lo cierto es que lo cogí y cuando me di cuenta ya había sido objeto de una horrible transformación. ¡Ahora yo era el ratón y alguien se había apoderado de mi cuerpo! Eso me pasaba por fisgón y meter las narices donde no me llamaban. Seguro que aprendería la lección para otra vez (si conseguía salir de ésta). Pasé unos días terribles encerrado en una jaula, y cuando pensaba que el ser que se había apoderado de mi cuerpo ya había muerto, éste se reincorporó y me liberó. Y lo mejor de todo es que me devolvió otra vez mi cuerpo y ella (la bruja) también recuperó el suyo. Parece ser que un tal Sator había convertido a Srinik en ratón enviando su cuerpo a otra parte, y que con mi cuerpo había recuperado el suyo propio. Aunque no logré entender muy bien yo le seguí la corriente, pues además de confuso guardaba cierto temor hacia aquella vieja que acariciaba mis cabellos. Había una cosa que sí logré entender, ahora sabía como había muerto el pobre gato. Iba a contarle todo sobre mi misión, pero al entrar en mi cuerpo también se había apoderado de mis pensamientos y lo sabía absolutamente todo sobre mí. Me entregó un anillo y me aseguró que se calentaría en presencia de un peligro cercano. También me pidió que le buscara un libro de magia, el 'Libro de Flarix'. Su pierna presentaba un aspecto horrible, así que le pregunté por ella, y me dijo que con el tiempo quizá sanase. También le pregunté por Sator, y me explicó que era uno de los integrantes del Concilio del Caos. Quise saber qué es lo que él quería, y me contestó que buscaba la Espada de la Muerte, la Kínbreton, una espada realmente muy poderosa. Por último, también quise saber algo del ogro y me enteré de que vivía al norte, en una caverna. Cada vez se me ponía más la piel de gallina, así que le confese que tenia miedo. Después le propuse que se viniera conmigo, pero parece ser que debía informar urgentemente al Concilio de Brujos de todo lo que había acontecido. Además me prometió que mandaría a un enviado suyo si se ausentaba, por si al completar mi misión deseaba ir con ella para aprender magia, pues parece ser que había visto en mí un gran potencial mágico. Observé otra vez el anillo y como no me acababa de convencer le pregunté por él, y lo que me contestó no me sirvió para dejar de desconfiar de sus poderes. Le pedí más ayuda, pero aquel anillo éra lo único que parecía poderme ofrecer. Viendo que no sacaría nada más allí, me despedí de Srinik y abandoné el lugar. 2-Mi buena obra En el camino me encontré a Höltz, un leñador algo despistado que había perdido su hacha, y le dije que la buscaría, que no se preocupara. Me dirijí al este, pasando por el Cruce de la Roja Llanura, lugar tan citado en las leyendas y de la que se cuentan tan oscuras y tremendas historias, que se me formó un nudo en la garganta. Seguí al este, y después hacia el norte, metiéndome en el bosque. Y allí pude comprobar que, efectivamente aquel anillo que me había dado la vieja chocha, no era un anillo normal: se calentó. Al oeste había un claro, y no parecía haber peligro. Me detuve a escuchar y un cierto rumor venía del este. Decidí ir al oeste. Llegué a un claro donde sólo habían hogueras apagadas y algunos troncos a medio partir. En uno de los troncos aún había clavada un hacha y la cogí. Busqué al leñador y se la devolví, el cual me dio mil gracias y me invitó a que algún día me pasara por su casa a comer. Como me empezaban a sonar las tripas, me decidí por ir aquel mismo día a comer con esa buena gente. Su sencilla casa caía al este, antes de entrar en el bosque. Llamé a la puerta y tal como me dijo Höltz, me invitaron a comer. Hacía tiempo que no comía tan bien y aquel puchero me sentó divinamente. Pero sin duda, lo que más me gustó fue ese delicioso pastel de moras que tenía los piñones más grandes que hubiera visto en mi vida. Viéndome sorprendido, la mujer del hombre, Linua, me preparó una bolsita de aquellos piñones y me los regaló. A pesar de que estaba muy a gusto con ellos, no me entretuve demasiado pues tenía una urgente misión que cumplir. 3- Un paseo Me encaminé a Jattan, por el Camino Viejo. En un punto del camino, enterradas en el polvo, encontré dos monedas de oro de curso legal. Una de esas monedas se la entregué a un pobre mendigo que se encontraba pidiendo en plena zona comercial de Jattan. A cambio me dio un consejo: "No provoques a las gentes del bosque, pues adoran al Ogro alado que vive al norte." Estaba seguro que el hombre se refería al mismo Ogro que yo estaba buscando, así que le pregunté por él y me comentó las frecuentes visitas de los lacayos de aquel ser a Jattan, que tenían atemorizadas a los jattaneses. Dejé al mendigo y seguí al norte, hasta llegar a una bifurcación. Cogí el camino del oeste, hacia Nritis, y llegué a un puente que no me inspiraba mucha confianza, así que sin pensarlo dos veces me metí en el agua y nadé hasta la otra orilla. 4- La Casa de Flarix Aquel lugar estaba deshabitado, lo que hacía unos años había sido una próspera población ahora no era más que un cúmulo de casas derruidas. La única que parecía conservarse en perfecto estado era una con un estilo que evidentemente no era autóctono. Llamé a la puerta. Nadie contestó. Sabía que mi curiosidad me llevaría por malos derroteros, pero no pude evitar que me invadieran unas ansias tremendas de entrar allí y ver lo que se hallaba detrás de aquella puerta sin cerradura. Con una fuerte patada quise romperla, pero cuan grande fue mi sorpresa cuando comprobé que la puerta se abría para evitar el golpe y posteriormente, se volvía a cerrar. Indudablemente, aquella casa estaba encantada y sólo pensar en magia otra vez me puso nervioso. Después de todo, mi última experiencia mágica no había sido del todo agradable. Sin embargo, di un decidido paso al frente y como esperaba la puerta se abrió para dejarme paso... Esperaba encontrarme con una casa delicadamente adornada, pero no fue así. Estaba llena de contrastes: una estanterías llenas de bellos objetos, y en cambio, apoyados en la mesa habían una cantidad de palos y ramas, algunas realmente feas o sucias, e incluso algunas carcomidas. En el mueble encontré una bella estatuilla de oro con una esmeralda incrustada que me metí en la mochila, no sin antes convencerme que ya nadie vivía en aquel lugar, y que ya no tenía dueño. Seguí hurgando en la casa y cogí una concha de molusco. Jamás había visto el mar, que caía muy lejos de estas tierras, pero había leido mucho sobre él, y sabía que si uno se ponía una concha marina en el oído, podía escuchar el susurro de las olas en las playas. Y así fue como me la llevé a la oreja y... ¡pude escuchar un mensaje que había grabado en aquel objeto! Ahora sabía dónde estaba: en casa de Flarix, el archimago del que me había hablado Srinik. Al principio me puse un poco nervioso, pero cuando me dijo que ya no estaba en este mundo me tranquilizé: 'Uff, podré conservar la estatuilla' - me dije. El mensaje hablaba de la vara del mago que era la más fea y retorcida, y de su libro de magia, que se encontraba en una cajita cerrada con llave en la sala del tesoro del ogro. Vaya, por unos momentos había pensado que el libro se encontraría en aquel mismo lugar. Dejé la concha donde la había encontrado y tal como decía el mensaje cogí la vara más fea y retorcida de las que habían apoyadas en la mesa. '!Menuda vara de archimago más cutre!' - pensé. Sólo me quedaba encontrar las llaves para abrir la cajita del libro. Rebuscando encontré un frasco de 'Aire de Nasadri' que no tenía idea de lo que era y lo abrí. Surgió la fragancia más dulce que jamás hubieran percibido mis sentidos. Una belleza que me maldije haber destapado. Finalmente encontré las llaves dentro de un jarrón. Después me dispuse a salir de allí, pero la puerta no parecía querer dejarme salir. Sólo cuando hube dejado la estatuilla, conseguí que se abriera la puerta. ¡Diantre, y yo que pensaba que iba a ser mía...! Pero no, parecía que algo tan bello como aquella estatua dorada no podía pertenecer a un simple muchacho winano como yo. 5- Encuentro con el último poblador de Nritis Mis exploraciones en Nritis me llevaron a otra casa, pero presentaba un estado tan lamentable, que parecía que fuera a venirse abajo en cualquier momento, y además el anillo me volvió a avisar de un peligro cercano. Dejé estar la casa, y me dirigí al sur, y encontré una barraca construida a base de ramas y pequeños troncos. Entré y ví a un hombre de aspecto horrible: pelos cayéndole hasta las rodillas, sucio y de roídos atuendos. Quizá aquel fuera el único habitante de Nritis. Sentí pena por él y más cuando comprobé que estaba hambriento. Le dí la bolsita de piñones y el me lo agradeció regalándome un collar que él mismo me colocó. Me despedí del desdichado y abandoné la barraca. Llegué a lo que sin duda había sido utilizado como almacén, pero sólo encontré cajas vacías. Y al meterme por entre las cajas encontré una trampilla, que sólo al abrir dejaría al descubierto unos peldaños que se perdían en la oscuridad. Iba a bajar, pero como no tenía ninguna fuente de luz, dejé aquella exploración para otro momento. 6- Vuelta a Jattan Volví sobre mis pasos y me dirigí a Jattan, concretamente a la posada 'El Mulo Cojo'. Esperaba encontrarme con mucha gente allí, pero sólo estaba el posadero y un único cliente. Aquel cliente se llamaba Kilivor y parecía un buen hombre, tanto que me invitó a una cerveza que acepté de buen grado. Además me apetecía charlar con alguien, y aquel Kilivor parecía un buen conversador. Me preguntó si quería jugar a los ustartanos, y yo como no sabía de que iba aquello le pregunté como se jugaba. Parecía muy sencillo y acepté jugar una partidita. Tan mentecato fui que le dejé hacer la primera jugada y aquello me hizo perder la partida. Sin embargo, creí haberle pillado el truco al juego y le pregunté por jugar otra partida, aceptando él darme la revancha. Esta vez le gané yo y cuando le prometí que nunca desvelaría a nadie el hecho de que le había ganado a los ustartanos, me regaló un precioso yelmo plateado como premio. Vi tan decaído a Kilivor por su derrota que compré una cerveza al posadero y se la di. Se la bebió de un traqo y aquello pareció reconfortarle un poco. Quise darle conversación, así que le pregunté por aquellas cicatrices que inundaban su cara. Realmente aquel hombre parecía haber vivido muchas aventuras, y prueba de ello sus narraciones de como tiempo atrás un golem le había soltado un puñetazo que le abrió la cabeza, y también me explicó que aquello había propiciado su primer encuentro con un elfo, un tal Sorehksen que le salvó. Como no estaba demasiado bien de dinero se me ocurrió preguntarle si me podía hacer un pequeño préstamo, pero él parecía estar en la misma situación económica que yo, así que acabé desistiendo. Pero con la tontería me enteré de que él era el jefe de su propia banda, y que debido a discusiones y demás ahora únicamente eran dos: él mismo y Kaleide. Me dijo que si buscaba trabajo me aceptaría en su banda y contesté que tenía una misión que cumplir. Él lo entendió y me deseó suerte. Antes de irme le pregunté por el ogro, por si sabía alguna táctica o algo para conseguir vencerlo, y sólo me dijo que no me asustara por un 'simple' ogro, que no eran tan peligrosos como los pintaban. Vaya, si era tan sencillo, ¿por qué te lo cargas tú? Y le dije que se viniera conmigo, pero él también tenía cosas que hacer. Lástima. También me di una vuelta por la armería, pero como no tenía dinero para comprar nada me fui a otro lugar. 7- Aventuras en el bosque Me dirigí al bosque, a investigar un poco por allí y lo único que me llevé fue un susto tremendo cuando un árbol me atacó con sus ramas. Menos mal que Höltz estaba rondando por allí cerca y se lo cargó en un periquete. Del combate únicamente quedaron los restos del árbol y una curiosa semilla. Cogí la semilla y se la enseñé al leñador. Me dijo que era de árbol guerrero y que tratara de desacerme de ella, ya que sin duda, sólo me ocasionaría problemas. No contento con los consejos del leñador, me encaminé a casa de Srinik, que seguro que sabía algo más sobre la semilla. Menos mal que aún no se había marchado al Concilio, aún estaba preparando cosas y seguía en su casa. Mostrándole la semilla me comentó que las leyendas contaban que si un árbol brotaba de una de aquellas semillas, éste ayudaría a su plantor. Claro, que eso podían ser sólo cuentos, y la realidad ser bien diferente. Tampoco me corté esta vez y pregunté a la bruja si tenía algo de dinero que darme, y me dio seis monedas de oro, que era todo lo que tenía. Le dí las gracias y volví al bosque. Una vez allí seguí al norte y una flecha surgió de Dios sabe donde, y se clavó justo donde iba a poner el pie. Aquello olía muy mal, pero no me asusté y proseguí mi camino. Llegué a un lugar donde había esqueletos tirados por el suelo y cráneos colgando de los árboles mediante cuerdas. Cogí la cuerda más larga que ví, seguí al norte y fui a parar a un poblado, donde unos fornidos guerreros indígenas me apresaron. Me arrebataron el collar que me había entregado el loco de Nritis, y el que parecía ser el jefe me interrogó sobre mi presencia allí. Recordé el consejo del mendigo de Jattan, así que intenté no provocarles, no había duda de que ellos adoraban al ogro que yo pretendía matar. Les dije que me había extraviado y aliviado comprobé como me dejaban libre, y además me hicieron un regalo: un frasco de Laths. Aquel collar me había salvado el pellejo... Me soltaron en la salida norte de su poblado, así que no tenía más remedio que continuar al norte si no quería volver a cruzar el poblado. Cuando aún no me había recuperado del susto, me asaltaron a la salida del bosque, dos ladronzuelos que se abalanzaron sobre mí y estuvieron a punto de atacarme y quitarme lo poco que llevaba. Pero parece ser que reconocieron el yelmo que llevaba sobre la cabeza y me dejaron ir. ¿Qué yo era de los suyos? No sé muy bien que quisieron decir con eso. Aquello ya había sido suficiente y como popularmente se dice: 'mas vale malo conocido que bueno por conocer' me encaminé al sur, hacia el poblado. Por unos momentos temí que me volvieran a coger, pero la gente parecía más ocupada por sus tareas que por mi propia presencia y logré escabullirme en dirección sur. 8- Deravor, el alcalde de Jattan Aquel día había sido muy movido para mí, y estaba algo cansado. Lo mejor era irse a descansar y mañana ya sería otro día. Volví a la posada y pedí una habitación, la cual no estaba nada mal para costar sólo dos monedas de oro. Antes de acostarme, miré por la ventana y eché un vistazo a la calle. Por unos momentos ví una cabeza mirando tímidamente por la ventana de un edificio cercano, aunque pareció verme a mí también y acabó por correr las cortinas. Demasiado cansado como para preocuparme también por aquello, me eché sobre el camastro y me dispuse a dormir. Lo primero que hice al despertarme la mañana siguiente, fue investigar por los alrededores. En 'Fuego del Sur' me sorprendió ver tablones clavados en las puertas y ventanas de la mayoría de construcciones. Me decídí a llamar a varias de las puertas, pero como nadie me hizo caso, acabé por desistir. Antes de que me fuera, un hombre de cabello gris me invitó a entrar y yo acepté muy gustosamente. El hombre era Deravor, el alcalde de Jattan, y me explicó las idas y venidas de los esbirros del ogro a su pacífica población. Aquello tenía asustada a toda la gente que había decidido no abandonar sus casas, y que por eso se encerraban y aseguraban puertas y ventanas con tablones. No podía dejarles en aquella situación, así que acepté la misión que me proponían. Además pensé que si no era capaz de vencer a los esbirros del ogro, tampoco sería capaz de derrotar al mismo ogro y así que si ésto tenía que acabar mal, lo mejor es que acabara cuanto antes. Deravor me sirvió una apetitosa comida y más tarde me llevó a un lugar idóneo para tender una emboscada. Allí esperamos hasta que por la noche se acercaron los dos lacayos del ogro, cuya presencia calentó mi anillo de manera alarmante. Aquellos no eran cualquiera, y debía tener mucho cuidado. En aquel momento, recordé lo que me había dicho Srinik sobre la semilla del árbol guerrero, así que sin pérdida de tiempo la deposité en el suelo. Con un gran estremecimiento de tierra, un tronco surgió, para en breves instantes tomar la forma de un temible árbol guerrero que se abalanzó sobre aquellos seres. Fue un combate terrible, donde el árbol sucumbió, no sin antes llevarse por delante a los dos encapuchados. Al final, advertí como una nueva semilla salía despedida del interior del cuerpo del árbol, en dirección noreste. Al regresar a Jattan todo fueron elogios para mí, y me agradecieron mi acción con 14 monedas de oro, aunque la verdadera recompensa fue el sentir de todos los jattaneses hacia mí. Aquella vida de aventurero me empezaba a gustar... Al día siguiente, después de muchas celebraciones y de pasar la noche en casa de una hospitalaria família que se sentía afortunada con mi presencia, me dirigí a la armería, a armarme bien con el dinero de mi bien merecida recompensa. Me compré un escudo, una maza y una cota de cuero y me lo coloqué todo. Ahora estaba bien armado y con la moral bien alta. 9- Asalto en el Camino Viejo Habiendo comprobado por mi mismo la eficacia del árbol como aliado, se me ocurrió ir a ver si encontraba el lugar donde había caído la nueva semilla. Recorrí el bosque de norte a sur, y finalmente la encontré un poco más allá del extremo norte. Ésta vez continué en dirección oeste, pues no quería volver a perturbar a las pobres gentes del bosque. Seguí el camino y llegué a un punto donde había un carro parcialmente quemado, de donde surgieron tres hombres que me atacaron. Aquello me pilló de sorpresa, pero ni corto ni perezoso volví a repetir la experiencia de la semilla, que aunque no salió del todo bien, al menos acabó con dos de los saqueadores e hirió de gravedad al tercero. Con un par de golpes conseguí acabar con él, el cual, en sus últimas palabras fue honesto y reconoció lo cruel que había llegado a ser. Además me dijo que cogiera su espadón, que me lo regalaba; y así lo hice, lo cogí y pensé en darle un uso más justo del que le había dado él. Las palabras del pobre hombre me habían llegado al corazón, y me dio por enterrar los cuerpos de los ladrones allí mismo, cerca de los restos del árbol guerrero. Y ya no podría contar más con la ayuda de este aliado, pues esta vez ninguna semilla había salido despedida del cuerpo ni tampoco encontré nada entre los restos. 10- Regreso a Nritis El frasco de Laths parecía ser ideal para iluminar mis pasos en la oscuridad, y así lo pude comprobar cuando baje por la trampilla del almacén de Nritis. Llegué a unos túneles que desembocaban en una bella cámara con un lago de aguas cristalinas. En el fondo del lago advertí una llave dorada, así que no dude en quitarme las botas, remangarme un poco los pantalones y recogerla. Después bebí un par de veces el agua del lago y aquello me sentó estupendamente. Seguí el túnel que partía en dirección norte de aquel lugar, y encontré un bicho seco. No sé porque lo hice, pero me lo guardé en uno de mis bolsillos. El túnel se acababa allí, así que desanduve lo recorrido, y esta vez exploré el túnel este. Fui a parar al exterior, y cerca de allí encontré un atracadero de barcas. Seguí explorando un poco los túneles, pero al no encontrar nada más que fuera interesante, volví al almacén y decidí darme un paseo por los campos de cultivo. 11- De como conseguí la Kínbreton En los campos encontré un pozo que al principio no habia advertido, oculto como estaba por la maleza. Me extrañó mucho que un pozo no tuviera un sistema de poleas y cubos, pero aún me extrañó más cuando miré dentro y sólo ví oscuridad. Se me ocurrió dejar caer una piedra en su interior, pero no la escuché llegar al fondo. Aquello me hizo sospechar que aquel no era un pozo normal, que lo más probable era que fuese una de esas grietas inter-dimensionales de las que me había hablado la bruja. Quería bajar al pozo, y lo primero que se me ocurrió fue usar la cuerda que había encontrado en el bosque, pero esa cuerda era muy corta. Ya sabía que no iba a funcionar, es más, estaba seguro que iba a necesitar algo más que una cuerda para bajar allí: tenía que usar algo de magia. La única magia que tenía era la vara, pero hasta el momento no había servido de nada y... ¡claro el pergamino rojo!. Efectivamente, pronuncié las palabras que habían escritas en el pergamino y una cuerda se materializó al instante. No dudé en meterme en el pozo y empezar a bajar, pero no necesité hacer ningún esfuerzo, pues la cuerda empezó a descender a un ritmo frenético que me hizo perder el sentido. Me desperté en el interior del pozo, un lugar donde reinaba una espesa niebla fosforescente. Sólo había una salida, una puerta que crucé, para encontrarme en una nueva estancia donde a parte de una niebla aún más espesa que la de la habitación anterior, había un extraño altar. Además, no estaba solo, pues un ser corpulento de piel verde-anaranjada y de asquerosa boca, que en cuanto advirtió mi presencia, me atacó. A pesar de su aspecto, no era muy fuerte y acabé con él sin demasiados problemas. Sobre el altar vi la Kínbreton descansar y con gran emoción la cogí. Cuando fui a salir, maldije mi confianza; llevarme la espada no podía ser tan fácil. Algún mecanismo se había activado al coger la espada y había cerrado la puerta, impidiéndome la salida. Decepcionado volví a poner la espada en el altar, y la puerta se volvió a abrir. Cuando ya salía de la habitación se me ocurrió algo y me apresuré a probar a ver si funcionaba. Volví a coger la Kínbreton y puse el espadón en el altar en su lugar... y funcionó, ¡la puerta se abrió! Antes de salir eché un último vistazo a aquel ser. Su cimitarra me atraía poderosamente, pero la dejé al comprobar que el anillo se calentaba al intentar cogerla. Al salir, recuperé mi vara y para subir me agarré al extremo de la cuerda que se dejaba entrever a pesar de la espesa niebla. La cuerda me llevó sano y salvo de nuevo a la superfície y en cuanto tuve los pies en el suelo, ésta se vaporizó. 12- La Caverna del Ogro Sólo con mirar la bella espada que acababa de conseguir, me daba cuenta de que ahora tenía el poder suficiente para derrotar al ogro. La bruja me había dado las señas para llegar a la caverna donde él vivía y hacia allí me dirigí sin pérdida de tiempo. El camino que me había indicado me llevó a una pared natural de roca, y al examinarla con detenimiento pude descubrir una roca de diferente tonalidad, lo que sin duda constituía la entrada a la caverna. A media altura de aquella entrada descubrí un orificio. Probé la llave dorada que había encontrado en el lago, pero nada se abrió. No tenía más llaves que pudieran funcionar, y se me ocurrió utilizar la vara, pero aquello tampoco sirvió. Estaba a punto de dejarlo cuando se me ocurrió probar el bicho seco, y aquello sí que logró abrir la entrada. Lo que vino después fue un laberinto de corredores, pero conseguí orientarme y atravesarlo con éxito. Por el camino me encontré a un guardia, y tuvimos un combate bastante duro. Conseguí vencerle, pero él me infringió algunas heridas. También cogí sus ropas y me las puse, pues estaba seguro que aquello me daría alguna ventaja. Llegué a una gran estancia con columnas de alabastro, y al norte de allí encontré a Dina y a muchas personas encerradas en celdas. Tenía que conseguir la llave para liberarlos, así que volví a la estancia, y fui al oeste. Allí había un guardia, y el encargado de las celdas. Estaban comiendo y como no me reconocieron con las ropas que me acababa de poner, aproveché y les ataqué... fue tan rápido que ni tan siquiera pudieron defenderse. Los registré y encontré la llave que estaba buscando. Aquellas continuas peleas me habían dejado exhausto, así que comí de las viandas que estaban dispuestas sobre la mesa. Aún tenía que conseguir el libro de Flarix, debía encontrar la sala del tesoro. En la habitación del oeste habían otros cinco guardianes durmiendo. Antes de que pudiera despertarlos los maté uno a uno, tapándoles la boca, para que no profirieran en gritos y alertarán a los demás. Matarlos de aquella manera, a sangre fría me revolvió el estómago, pero no tenía otra posibilidad si quería finalizar con éxito la misión. Junto a uno de los cuerpos descubrí una trampilla. La abrí y apareció una palanca, que usé y la pared oeste se abrió dejándome paso hacia la sala del tesoro. Allí encontré grandes maravillas y bellezas, y me guardé alguno de aquellos tesoros. Busqué la caja y la abrí con las llaves que había encontrado en el jarrón, y tal como decía el mensaje de la concha, allí encontré el libro de Flarix. 13- El Combate Final Volví a los calabozos y abrí las celdas, consiguiendo así liberarlos a todos. Cuando ya creía que no iba a tener que pelear con el ogro, nos lo encontramos esperandonos en la gran estancia... El combate que libramos fue muy duro: su enorme maza, contra la Kínbreton que yo empuñaba; su odio, contra mi miedo. En aquel combate pude comprobar el verdadero poder de la Kínbreton, el poder que otorgaba la Espada de la Muerte; un poder que hasta la propia Muerte no había podido llegar a controlar, y ese poder logró vencer a un ogro, un ogro que murió sin explicarse el porqué de su derrota. Después llevé a todos por entre el laberinto de corredores, y cuando salimos todos me dieron las gracias. Decidí acompañar a Dina a nuestro pueblo personalmente y nos encaminamos hacia el sur. 14- Evitando el mayor de los peligros Más allá de Jattan nos detuvimos, había algo que nos parecía estar esperando en el sur, y aquello era realmente peligroso según el anillo, que por momentos me abrasaba el dedo. Pero no necesitaba el anillo, porque yo también captaba algo realmente maligno en aquella dirección, y además la Kínbreton parecía algo inquieta. Era una sensación muy extraña, y era evidente que no podíamos seguir al sur. Se me ocurrió que podíamos utilizar el río Mer, y me acordé del embarcadero que había descubierto. Hacia allí nos dirigimos. Las barcas estaban en un pésimo estado, y sólo había una que aún podría mantenerse a flote, aunque primero habría que arreglarla, ya que tenía un orificio y hacia agua por ahí. Lo arreglé poniedo el tapón del frasco de casa de Flarix en el orificio. Esta chapuza funcíonó a la perfección, pues nos subimos a la barca y consiguió llevarnos hasta otro atracadero, muy al sur de Nritis, a la altura de la casa de la bruja. 15- Una despedida amarga y un reencuentro En poco tiempo llegamos a Wina, pero yo no volví con ella al pueblo, pues ahora había empezado una nueva vida para mí. Ahora quería irme con Srinik y aprender magia, y por eso no quise volver. La despedida fue difícil, para mí y para ella. Con un último beso la dejé allí, llorando ella muy desconsoladamente. Srinik ya había abandonado su casa. Sin embargo, había un extraño pajarraco que me miraba desde lo alto de la chimenea. Tengo que reconocer que nunca había escuchado hablar a un pájaro, pero no me sorprendí al escuchar a uno por primera vez, y es que ya había asistido a demasiados acontecimientos extraños en los últimos días. Me preguntó si era yo Eudoxio y le contesté que sí. Se presentó como un enviado de la bruja, y me dijo que le siguiera si quería volverla a ver, y así lo hice. De esta manera me reencontré con Srinik y me convertí en su aprendiz, ella me guió por el camino verdadero de la magia. Mientrastanto, las fuerzas del Mal se fueron multiplicando y llegó un dia en que... ... pero ésa es otra historia. (Esa será la historia de la que tratará la segunda parte de Las Aventuras de Eudoxio: El Concilio del Bien). OTRAS POSIBILIDADES A parte de la solución dada hay otras posibles formas de acabar la aventura. La solución presentada aquí es la solución más correcta para el autor, y la que obtiene máxima puntuación, pero siempre puedes optar por otras posibilidades. * Casi siempre podrás optar por pelear tú mismo en vez de utilizar un objeto (utilizar semillas, ropas del guardián, etc) o en vez de que te ayude alguien (como Höltz contra el árbol). De esta manera ganarás más puntos de experiencia y subirás de nivel más rápido, a costa de no obtener demasiados puntos de aventura. Es posible que si llegas con suficiente nivel, no tengas que utilizar la Kínbreton para derrotar al ogro. * En casa de Flarix, las llaves también se pueden encontrar intentando romper el jarrón. Si se hace esto las llaves rodarán por el suelo y se podrán coger sin necesidad de mirar dentro del jarrón. * En caso de que las gentes del bosque te apresen sin tener el collar, deberás librar un combate a muerte con un indígena. Si vences deberás conseguir el collar y dárselo a su jefe que aparecerá más tarde en el poblado, y a cambio el te dará el laths. * Si al dar los piñones al loco de Nritis no te acercas, no te entregará el collar y deberás matarlo si quieres conseguirlo. * La misión en Jattan, matar a los esbirros del ogro (sección 8), es totalmente opcional, pero va bien para adquirir experiencia y de esta forma poder subir de nivel. * La mayoría de la conversación que se ha indicado en la solución también es opcional, pero al dar pistas y datos importantes otorgan puntos. Si al acabar el juego no te acercas a la puntuación máxima es que podías haber obtenido más información de los PNJs. CURIOSIDADES Y OTROS FINALES Hay otras formas de acabar sin éxito la aventura, además de perecer en combate. Por ejemplo: contar las verdaderas intenciones a las gentes del bosque, cruzar el río a nado con el pedrusco en el inventario, coger la cimitarra del ser del pozo o al final del juego, seguir al sur cuando el anillo te está abrasando el dedo (lleva a un muy desagradable encuentro con Sator). A parte, determinadas elecciones cuando la aventura toca a su fin, como no querer seguir al pájaro, obligarán al jugador a tener que seguir el Camino Viejo en dirección Lan-Sran, si quiere acabar el juego. Hay muchas cosas que puedes probar, algunas incluso permanecerán ocultas por los siglos de los siglos hasta que algun aventurero avispado las descubra. Otras son simples curiosidades que no afectan en nada al éxito de la misión. Por citar algunas de estas curiosidades: probar a abrir las celdas con el bicho seco o con la vara, entrar en la posada con Dina estando Kilivor cerca, comentar al posadero lo de las faltas de ortografía del letrero que hay al entrar en la posada y muchísimas cosas más que puedes tratar de descubrir tú mismo. Por último, citar el comando secreto xyzzy. ¿Cómo? ¿Qué no sabes de donde viene lo de xyzzy? Pues ya tienes una excusa para ponerte en contacto conmigo y así de paso me cuentas tus impresiones sobre el juego. :-) Un saludo y... gracias por jugar. Daniel Cárdenas ei44181785@est.fib.upc.es