Carta de los Provinciales Latinoamericanos de la Compañía de Jesús

El neoliberalismo en América Latina

Queridos compañeros:

 1. Nosotros, Superiores Provinciales de la Compañía de Jesús en América Latina y el Caribe, siguiendo el llamado de la Congregación General 34 a profundizar nuestra misión fe-justicia, queremos compartir, con todo s los que participan de la misión apostólica de la Compañía de Jesús en el Continente y con todas aquellas personas preocupadas y comprometidas con la suerte de nuestro pueblo, especialmente de los más pobres, alg unas reflexiones sobre el llamado neoliberalismo en nuestros países.
Nos resistimos a aceptar tranquilamente que las medidas económicas aplicadas en los últimos años en todos los países latinoamericanos y del Caribe sean la única manera posible de orientar la economía, y que el emp obrecimiento de millones de latinoamericanos sea un costo irremediable de un futuro crecimiento. Detrás de estas medidas económicas existe una estrategia política, subyacen una concepción de la persona humana y una cultura, que es necesario discernir desde nuestros propios modelos de la sociedad a la que aspiramos y por la que trabajamos al lado de tantos hombres y mujeres movidos por la esperanza de vivir y de dejar a las futuras generaciones una sociedad más justa y más humana.
2. Las consideraciones presentadas no pretenden ser el análisis científico de un asunto complejo, que requiere investigación desde muchas disciplinas. Son solamente reflexiones que encontramos pertinentes, sobre las consecuencias y cr iterios del neoliberalismo y sobre las características de la sociedad que anhelamos. Nuestra preocupación principal, al compartir estas reflexiones, es de orden ético y religioso. Los comportamientos económicos y polític os a los que nos referimos reflejan, en el ámbito de lo público, los límites y contravalores de una cultura fundada en una concepción de la persona y de la sociedad humana, ajena al ideal cristiano.

LA SOCIEDAD DE LA QUE SOMOS PARTE

3. En el umbral del siglo XXI, las comunicaciones nos unen estrechamente, la tecnología nos da nuevas posibilidades de conocimiento y creatividad y los mercados penetran todos los espacios sociales. En cont raste con la década pasada, la economía de la mayoría de nuestros países ha vuelto a crecer.
4. Este auge material, que podría abrir esperanzas para todos, deja sin embargo a multitudes en la pobreza, sin posibilidad de participar en la construcción del destino común; amenaza la identidad cultural, y destruye los recursos nat urales. Calculamos que, en Latinoamérica y el Caribe, por lo menos 180 millones de personas viven en la pobreza y 80 millones sobreviven en la miseria.
5. Las dinámicas económicas que producen estos efectos perversos tienden a transformarse en ideologías y a absolutizar ciertos conceptos: El mercado, por ejemplo, de un instrumento útil y hasta necesario para elevar y mejorar l a oferta y reducir los precios, pasa a ser el medio, el método y el fin que gobierna las relaciones de los seres humanos.
6. Para lograrlo, se generalizan en el Continente las medidas conocidas como neoliberales. 7. Debemos reconocer que estas medidas de ajuste han tenido también aportes positivos. Cabe señalar la contribución de los mecanismos de mercado para elevar la oferta de bienes de mejor calidad y precio; la reducción de la infl ación en todo el Continente; el haber quitado a los Gobiernos tareas que no les competen, para darles oportunidad de dedicarse, si quieren, al bien común; la conciencia generalizada de austeridad fiscal, que utiliza mejor los recursos p&uacu te;blicos, y el avance de las relaciones comerciales entre nuestras naciones.
8. Pero estos elementos están lejos de compensar los inmensos desequilibrios y perturbaciones que causa el neoliberalismo en términos de concentración de los ingresos, de la riqueza y de la propiedad de la tierra; multiplicació n de masas urbanas sin trabajo o que subsisten en empleos inestables y poco productivos; quiebra de miles de pequeñas y medianas empresas; destrucción y desplazamiento forzado de poblaciones indígenas y campesinas; expansión de l narcotráfico, basado en sectores rurales cuyos productos tradicionales quedan fuera de competencia; desaparición de la seguridad alimentaria; aumento de la criminalidad, provocada no pocas veces por el hambre; desestabilización de l as economías nacionales, por los flujos libres de la especulación internacional; desajustes en comunidades locales, por proyectos de empresas multinacionales que prescinden de los pobladores.
9. En consecuencia, al lado de un crecimiento económico moderado, aumenta en casi todos nuestros países el malestar social, que se expresa en protestas ciudadanas y huelgas; vuelve a tomar fuerza en algunos lugares la lucha armada, que nada soluciona, y aumenta el rechazo a la orientación económica general, que, lejos de mejorar el bien común, profundiza las causas tradicionales del descontento popular: la desigualdad, la miseria y la corrupción.

LA CONCEPClON DEL SER HUMANO

10. Detrás de la racionalidad económica que suele llamarse neoliberal hay una concepción del ser humano que delimita la grandeza del hombre y la mujer a la capacidad de generar ingresos monetarios; exacerba el individualismo y la carrera por ganar y poseer, y lleva fácilmente a atentar contra la integridad de la creación; en muchos casos, desata la codicia, la corrupción y la violencia, y, al generalizase en los grupos sociales , destruye radicalmente la comunidad.
11. Se impone, así, un orden de valores donde priva la libertad individual para acceder al consumo de satisfacciones y placeres, que legitima, entre otras cosas, la droga y el erotismo sin restricciones; y una libertad que rechaza cualquier interfe rencia del Estado en la iniciativa privada, que se opone a planes sociales, que desconoce la virtud de la solidaridad y que sólo acepta las leyes del mercado.
12. Por el proceso de globalización de la economía, esta manera de comprender al hombre y la mujer penetra nuestros países con contenidos simbólicos de gran capacidad de seducción. Gracias al dominio sobre los medios de comunicación de masas, rompe las raíces de identidad de culturas locales que no tienen poder para comunicar su mensaje.
13. Comúnmente, los dirigentes de nuestras sociedades, articulados a estos movimientos de globalización y embebidos en la aceptación indiscriminada de las razones del mercado, viven como extranjeros en sus propios países. Sin d ialogar con el pueblo, lo consideran como obstáculo y como peligro para sus intereses, y no como hermano, compañero o socio.
14. De manera más general, esta concepción considera normal el que nazcan y mueran en la miseria millones de hombres y mujeres del Continente, incapaces de generar ingresos para comprar una calidad de vida más humana. Por eso, los gob iernos y las sociedades no experimentan el escándalo frente al hambre y la incertidumbre de multitudes desesperanzadas y perplejas ante los excesos de los que usan sin pensar en los demás los recursos de la sociedad y de la naturaleza.

LA SOCIEDAD QUE QUEREMOS

15. Gracias a Dios, hay iniciativas de transformación que insinúan el surgimiento de un mundo nuevo, desde diversos grupos culturales, etnias, generaciones, sexos y sectores sociales.
16. Animados por estos esfuerzos, queremos ayudar a construir una realidad más cercana al Reino de justicia, solidaridad y fraternidad del Evangelio, donde la vida con dignidad sea posible para todos los hombres y mujeres.
17. Una sociedad donde toda persona pueda acceder a los bienes y servicios que se merece por haber sido llamada a compartir este camino común hacia Dios. No reclamamos la sociedad del bienestar, de las satisfacciones materiales ilimitadas; sino una sociedad justa, donde nadie quede excluido del trabajo y del acceso a bienes fundamentales para la realización personal, como la educación, la nutrición, la salud, el hogar y la seguridad.
18. Queremos una sociedad donde todos podamos vivir en familia y mirar al futuro con ilusión, compartir la naturaleza y legar sus maravillas a las generaciones que nos sucederán.
19. Una sociedad atenta a las tradiciones culturales que dieron identidad a los pueblos indígenas; a los pobladores que llegaron de otra parte, y a los afroamericanos y mestizos.
20. Una sociedad sensible a los débiles, a los marginados, a quienes han sufrido los impactos de procesos socioeconómicos que no ponen al ser humano en el primer lugar; una sociedad democrática, construida participativamente, donde la actividad política sea la opción de los que quieren entregarse al servicio de los intereses generales que importan a todos.
21. Somos conscientes de que alcanzar este tipo de sociedad tiene un precio elevado, por los cambios de actitudes, hábitos y valoraciones que exige; de que el reto es el de hacer nuestros aquellos elementos positivos de la modernidad, como el traba jo, la organización y la eficiencia, sin los cuales no podemos construir esa sociedad que soñamos. Queremos finalmente contribuir a la construcción de una comunidad latinoamericana entre nuestros pueblos.

TAREAS

22. Tenemos delante una tarea enorme por realizar en distintos campos: 23. Este conocimiento y estas decisiones deben llevarnos a: 24. Trabajaremos por fortalecer el valor de la gratuidad, en un mundo donde todo se exige por un precio; por estimular el sentido de la vida sobria y de la belleza simple; por favorecer el silencio interior y la búsqueda espiritual, y por vigorizar la libertad responsable, que incorpora decididamente la práctica de la solidaridad, desde la espiritualidad de san Ignacio de Loyola, comprometida en la transformación del corazón humano.
25. Para hacer creíble nuestro empeño, y para mostrar nuestra solidaridad con los excluidos del Continente y hacer evidente nuestra distancia del consumismo, procuraremos, no solamente la austeridad personal, sino también el que nuest ras obras e instituciones eviten todo tipo de ostentación y empleen medios coherentes con nuestra pobreza.
En su política de inversiones y de consumo, no deberán apoyar a empresas que notoriamente infrinjan los derechos humanos y vulneren la ecología. Queremos así reafirmar la opción radical de fe que nos llevó a respo nder al llamado de Dios en el seguimiento de Jesús en pobreza, para ser más eficaces y libres en la búsqueda de la justicia.
26. Buscaremos, con muchos otros, una comunidad nacional y latinoamericana solidaria, donde la ciencia, la tecnología y los mercados estén al servicio de todas las personas de nuestros pueblos; donde el compromiso con los pobres ponga en evi dencia que el trabajo por la plenitud de todos los hombres y mujeres, sin exclusiones, será nuestra contribución, modesta y seria, a la mayor gloria de Dios en la historia y en la creación.
Esperamos que estas reflexiones animen los esfuerzos por mejorar nuestro servicio a los Pueblos latinoamericanos. Pedimos a Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América Latina, que bendiga a nuestros pueblos, e interceda para que obtengam os abundante gracia para realizar nuestra misión.
México, D.F., 14 de noviembre de 1996

Ferdinand Azevedo (Brasil Septentrional);
Carlos Cardó (Perú);
José Adán Cuadra (Centroamérica);
Benjamín González Buelta (República Dominicana);
Juan Díaz Martínez (Chile);
Mariano García Díaz (Paraguay);
Ignacio García-Mata (Argentina);
José Adolfo González (Colombia);
Mario López Barrio (México);
Jorge Machín (Cuba);
Allan Mendoza (Ecuador);
Emilio M. Moreira (Bahía);
Fernando Picó (Puerto Rico);
Armando Raffo (Uruguay);
Marcos Recolons (Bolivia);
Joao Claudio Rhoden (Brasil Meridonal);
Francisco Ivern Simó (Brasil Central);
Arturo Sosa A. (Venezuela).