Las sinfonías de Bruckner son, -como ya hemos dicho en la semana pasada-, de gran transcendencia, no por ello deberían de ser algo complicadas de escuchar, pero he de ser sincero y hay que decir que fáciles no son de escuchar. No lo son y creo que el propio Bruckner no las compuso de ninguna manera fáciles o dificíles, las compuso como debía de componerlas; pensar en el público a veces es beneficioso, pero las muchas otras veces, es letal, y con esa letalidad puedes irte al garete por toda la historia.
La sinfonía número Dos de Bruckner se puede decir que está en el grupo de las cortas; la Segunda, la Tercera y la Sexta duran aproximadamente una hora cada una de ellas. Creo que las tres primeras, o sea, la Cero, Doble Cero y la Primer, también rondan esos tiempos, pero no lo sé con seguridad. No, tampoco vamos a decir que el tiempo que dure una sinfonía es lo que le da o le quita calidad, pero es importante saber que Bruckner es el que se atreve después de Beethoven, a hacer grandes sinfonía de más de una hora de duración. Las sinfonías, Cuarta, Quinta, Séptima, Ocatava y Novena, duran más de una hora, algunas rozando las dos horas, como la Octaba, que dura más de noventa minutos.
Eso si, amigos míos, son noventa minutos de éxtasis total. Todavía no entiendo por qué los jevys, -esos melenudos que se ponen a agitar la cabeza mientras una guitarra eléctrica suena- necesitan de esa marcha macabra que hacen con sus ruidos demoniacos, cuando Bruckner en cualquiera de sus sinfonías tiene más fuerza que todas las bandas de jevis y roqueros juntos.
Nada tiene que ver, por los Dioses, pero me refiero a que la fuerza que tiene Bruckner, me atrevería a decir que no la tiene ninguno de esos "famosos" grupos de rock que pululan desde hace algunos añitos.
La sinfonía número dos está enclavada en la historia personal de Bruckner, o al menos eso dicen los especialistas. Pero, qué historia personal? Yo opto por la interior; no me suena a mí que nadie se ponga triste por el fallecimiento de un familiar y haga una cosa tan colosal como lo es la sinfonía número dos. Por supuesto que una muerte de un ser querido impresiona y hace que tus sentimientos si eres creador estén más proclibes a crear algo más grande. Pero el sentimiento de Bruckner es ya tan grande en esta segunda sinfonía que parece estar adorando a una gran Deidad.
Y dicen que Bruckner era católico, cosa que yo no voy a dudar, pero teniendo en cuenta a las épocas en la historia, me pongo en la disyuntiba de sí dudar sobre su tendencia religiosa; decir en aquellas épocas retrógradas del siglo diecinueve que se era politeísta, vamos, debía de ser como decir ahora que la democracia es la peor de las ideas para llevar un país adelante, bueno, no tánto. Pero quiero decir que en la música de Bruckner no se ve a un buen dios ni a una cruz con su Cristo doliente ni a la Virgen con su cara buena. Se ven las grandes estructuras empíricas de Dioses que incluso nunca se han adorado y que aún hoy no se adoran.
Estoy seguro que Lovecraft si hubiera escuchado las músicas de Bruckner hubiera visto con alta definición de imagen a todos sus Dioses protohistóricos y protovisionarios de todos sus relatos.
La Segunda Sinfonía de Bruckner tiene ese inicio de la fuerza metanatural de la música. Pero nada de el precursor de los continuadores del dodecafonismo y todo eso, eh, no, ni si quiera de la música llamada de viva o progresiba, eso son memeces que se dicen para justificar al ruido, y Bruckner de ruido no tiene ni una nota.
O para completarlo mejor, La Llamada de los Dioses, o también, La Llamada del Misterio.
El propio Bruckner sobre tituló al primer movimiento de la sinfonía de la que hablamos como "Misterioso". Está claro que se debe de escuchar eso que digo, porque explicando no se llega al clín de la cuestión.
Todas hay que escucharlas para comprobar lo que digo, pero son tan atrayentes para hablar de ellas, que yo no puedo aguantarme.
La Sinfonía Número Tres empieza como bien dice Bruckner y como bien digo yo antes de saber los comentarios del propio autor, esto es, que me pasa lo de siempre, me pasa gloriosamente lo de siempre mejor dicho: Primero escucho la música que sea, luego pienso sobre ella, la vuelvo a escuchar, hago una especie de juicio, por muy malo que sea hacer juicios. La vuelvo a escuchar, entonces me empieza a venir el mensaje; "Misterio", era lo primero que se me vino a la cabeza cuando los toques de las trompas y demás metales empezaban a sonar, pero un Misterio grande y elocuente. Luego... luego la Llamada, una llamada antigua, no vieja, no, Antigua, sonsacada después de tener muchas vivencias interiores.
Después, como en todas las sinfonías de Bruckner, el paisaje musical se desboca; entra en la eterna espiral del enloquecimiento magnífico y ordenado, y desemboca en los maravillosos olimpos deidádicos de su tierra natal, las tierras míticas de los Dioses Vikingos.
Según los "especialistas", a Bruckner no le atraía la historia mítica de su país. No tengo ni idea de en qué se basaban los "especialistas" esos para decir tal cosa. En capítulos venideros hablaremos de una obra que tiene mucho que ver con los Dioses Vikingos, es una obra que se llama Helgoland, una isla donde se practicaban ritos a las divinidades vikingas.
Pensando en los mitos caballerescos y en la formidable historia de Elia "Noche y Día", y pensando en Tyr Tiuz, no sé en qué momento de la Tercera Sinfonía de Bruckner, un día me imaginé al mito español de Don Quijote y los molinos de viento: Bruckner consigue hacerte ver que el caballero de la Vieja Castilla arremete contra los molinos citados y consigue derribarlos, consigue vencerles por muy fantasmales que puedan parecer.
La Tercera Sinfonía es una Victoria, es la burla a la derrota y la ascensión libre de un luchador nato. El recuerdo de que una civilización ha existido alguna vez en Arrakis. Sí, porque las músicas de muchos de los grandes de este arte es lo que nos quieren decir: que por muy mal que estén los tiempos para las Musas del sonido, que quede claro que ha habido otra realidad.
Pero no importa que estén muy mal o muy bien, aunque sólo seamos diez, o veinte, o uno, los que defendamos el Arte como Bien Supremo, es suficiente.
Bruckner, como muchos otros, ha compuesto para el Futuro, para que esos que llegan y que tienen que llegar, tengan un referente, aunque luego nada tenga que ver con lo que hizo el maestro, pero está en la Vía de lo Armónico.
Antes los compositores hacían música inspirada por los Dioses, o por Dios, o por los Espíritus Bienaventurados, o por algo que sencillamente estaba más allá de su raciocinio. Ahora no se compone por nadie, nada más que por lo listos que son, me da la risa.
Que las Divinidades cualesquieran que sean estas nos sigan inspirando para crear lo Sublime.
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