A medida que nos vamos introduciendo en las sinfonías de Anton Bruckner, voy sintiendo más y más respeto por su grandiosa persona y su grandiosa Obra.
Si hablamos de genios es imposible no citar a Bruckner, porque lo fue aunque a lo mejor todavía se pronto para decirlo, pero por lo que yo voy observando y sintiendo, lo es y de muy gran talla. Y lo es en tiempo presente, no solo porque no haya sido superado, que eso nunca ocurre, sino que lo es porque su música sigue creando vida más allá de lo que podamos pensar. Es esa unión del pensamiento mágico Creador y la creación misma de multimundos en nuestra mente.
Y es un genio porque invirtió toda su vida por un nuevo acercamiento a la música sin necesidad de ruidos, para que los demás se dieran cuenta del detalle. O sea, que se repite el hecho de trabajar para el Arte, para que los demás aprendan y para que el Futuro pueda acoger en su seno una nueva concepción de lo que ya era Belleza y se insista e insista hasta que los NO creadores desistan de su intento de machacar a la música.
La Octava Sinfonía de Bruckner es Grandiosa, Colosal y Sublime. Creo que con eso ya habríamos acabado de hablar de ella; decir más sería casi feo, como siempre. Pero algo más hay que decir, creo que estamos en el deber, pues hacemos historia, o al menos un intento.
La Octava Sinfonía es G i g a n t e, con los oídos conocidos tenemos poco que hacer, necesitamos de otros internos como los ojos que ven con la mente. La Música también se puede y se debe de escuchar con la mente, de otro modo dejaríamos a una Creación en un mero hecho de deleite y entretenimiento que devalua al poder creador mismo.
Es una sinfonía la Octava difícil de escuchar, por qué no decirlo, y quizá lo sea más en comparación con otras porque se quiera o no la experiencia hace mella y eso hay que demostrarlo casi a la fuerza. Bruckner es Antiguo, no viejo, porque eso no creo que lo fuera nunca. Y de esa Antigüedad saca todo lo que sabe y lo que ve propicio para que los demás lo sepan. Además los "demás" de su tiempo, pocos, y los "demás" del futuro, que son los que verdaderamente importan.
Otra de las razones que me vienen a la cabeza por lo que Bruckner es un pedazo de Genio es por lo de los Comportamientos ante los demás: Jamás se casó y jamás tuvo un amigo más amigo que otro. El que quisiera acompañarlo en la vida que lo acompañara, pero no se iba a dejar engatusar por ninguna mezquina artimaña. El hecho de que se dejara guiar por "amigos" que le aconsejaban sobre su música, no quiere decir que se dejara engañar. Aceptaba todo consejo como deber de una persona que sabe escuchar, pero no destruía lo que él había hecho, eso sería menospreciarse, y parte de la Genialidad está en "pensar bien de tí mismo", entre otras cosas porque según los tiempos, no hay nadie que te lo vaya a decir de verdad. Ya, está lo del autoengaño y el autooptimismo, pero un Genio no puede engañarse, sería un error muy grave y un auténtico pecado intelectual.
¿Una buena versión para alucinar en colores con esta pedazo de obra? Filarmónica de Berlín como siempre y Baremboin para seguir en la misma línea. Iba a recomendar Karajan, pero sería atentar contra las personas y eso no se debe de hacer ;-)) .
Que la escuchéis y ya está, ¿que es difícil? pues a poner más empeño y listo.
Dedicado este artículo muy especialmente a nuestro querido Data, que a parte de que fue dedicada toda esta serie, sé que le encanta la Novena Sinfonía de Bruckner, considerándola, y muy bien considerada, como la mejor Sinfonía mejor compuesta en toda la historia de la música.
Quitándonos del medio el dicho repetitivo de que es una sinfonía inacabada, como la Octava de Schubert, tenemos ante nosotros una Sinfonía que en toda su extensión es Mitológica; su grandiosidad la hace que así la consideremos, y por otra parte, y como gran buscador que era Bruckner de lo Sagrado, estamos también ante la coronación de un Rey de la Música que lo ha dado todo hasta el último momento, como así han hecho todos los grandes de la Historia.
Para tener una idea de la caracterología de Bruckner; afable, paciente, honesta, digamos que de nuevo le importaba un pimiento que fuera del gusto del público o no. En la serenidad de Bruckner se hallaba la Victoria, y así es como llegó a componer toda su obra.
La sinfonía tiene tres gigantescos y colosales movimientos que te van haciendo adentrar en un Templo lleno de Almas Vivas que se cruzan y entre cruzan por entre las ondas del sonido. Sonido que a veces se convierte en el canto de un Cisne, y otras en el gran estallido de todo un Universo único e intransferible donde habita un grandioso ser que está creando todo el tiempo.
El Cuarto movimiento, por aquello de que los "especialistos" consideran que no está terminada, suelen quedarse contentos con la incorporación a la interpretación de el "Te Deum", que es una obra gloriosa con la que se puede terminar cualquier recital de música, ya sea en tu casa o en un auditorio.
Del Te Deum ya hablaremos, pero por hacer alguna reseña diremos que es una especie de regalo que hace Bruckner a Beethoven, haciendo que su sinfonía Nueve, como la del genio de Bonn, acabe con una coral inmensa que llama a los mundos del futuro para que se integren en las almas que quieran acoger a estos grandes sabios.
Si me gustan en algo las comparaciones creativas, es por esa misma razón, por la creatividad que tienen, y no por la teórica razón de desmerecimiento que se puede hacer entre un comparado y otro. Y es que acercar a estos dos genios, Bruckner y Beethoven, no está demás, pues los dos hicieron lo que tenían que hacer, por mucho que los "otros", los otros compositores, les odiaran y les llamasen de todo por lo que estaban haciendo con la música.
Pero la Novena Sinfonía como todas las Sinfonías de Bruckner tienen vida por su propia esencia, y no necesitan de nada más.
El legado de Bruckner está en su Novena, pero no por esto significa que escuchando esta sinfonía estemos escuchando todas sus sinfonías. Las sinfonías de Bruckner tienen todas el alma del compositor, como no podía ser menos, pero no por ser la Novena la última, es una remezcla de todas las demás, eso no es cierto. Los arreglos de diferentes sinfonías para hacer muchas porque el conde o el príncipe exigía gran prodigalidad de ellas, eran cosas ya pasadas de siglos anteriores.
Así que con el final de esta Sinfonía numero Nueve de Bruckner, nos acercamos ya al final de su serie más importante. No destacaré obras de cámara y obras sacras porque no tengo el suficiente conocimiento para sentirlas como sí he sentido casi todas las sinfonías de Bruckner. Y digo casi porque faltan por escuchar las dos primeras que quedaron en estudios pero vaya estudios, y la Primera, que en cuanto las escuche ya estaré aquí para decir algo de ellas.
Para escuchar una buena versión de esta Colosal Sinfonía, no hay nada como escuchar como siempre a la Sinfónica de Berlín y a Giulini o a Baremboin al frente.
Ambas músicas de las que hablaremos hoy compuestas por Anton Bruckner son del estilo más puramente sinfónico coral, y ambas son la antítesis en su estado puro.
Helgoland es una cantata victoriosa y colosal, donde un coro masculino y una gran orquesta celebran varios aspectos de la Alemania más llena de gloria y triunfalismo.
En 1891 compone Bruckner tal obra y con tal nombre: Helgoland. Helgoland es una isla que se encuentra a lo largo de los estuarios del Elba, y en ella ocurrieron los enfrentamientos entre Inglaterra y Alemania en 1890, con la victoria de Alemania y con la consolidación de uno más de sus terrenos.
La obra es muy extraña en sí, pues Bruckner no acostumbraba a componer temas con tintes patrióticos, pero se quiera que no, la patria siempre hace de las suyas.
Además de lo patriótico, en Helgoland Bruckner hace dos especiales menciones o recordatorios; uno a la memoria de Wagner, pues la segunda, tiene que ver con la mitología germánica, y Wagner y los Dioses del Vanhala tienen mucho que ver.
La obra es colosal, única y además difícil, aspecto este que parece gustar mucho a los "especialistas". Por su rareza esta obra casi nunca se interpreta. La verdad es que de Bruckner se interpretan muy pocas cosas. Sólo desde la celebración de su primer centenario de su reencarnación, en 1996, parece que se le está teniendo en cuenta.
Aquí se demuestra muy bien lo que se dice de "el tiempo dirá". Estoy seguro que dentro de doscientos años la obra de Bruckner además de comprenderse mejor, se interpretará mucho más y con más gloria y amor.
Esta especie de misa, final de sinfonía y vuelo de pájaro al recuerdo de otro gran autor alemán, es sublime, sencillamente sublime; su fuerza, su elegancia y su originalidad la hacen ser así.
Si algo dijo de inteligente Gustav Mahler, fue la renombración que dio a la gran obra de Bruckner; "Obra para coro de ángeles, buscadores de Dios (o Dioses), y almas desgarradas." Lo último se puede decir de otras muchas maneras, pero lo que está claro que no es una obra baladí esta de Bruckner; trasciende a los mismísimos cielos de los Altísimos y se muestra gigantesca ante cualquier otra obra sacra.
El estreno de el Te Deum fue bastante sorprendente, pues en vez de una orquesta y su coro, se estrenó con dos pianos, lo que da que pensar bastante; o bien no había dinero para poder interpretar tan magna obra o es que los responsables feudales pasaban de todo.
Pero eso a Bruckner yo creo que le importaba tres pimientos; lo importante era que saliera a la luz esa esplendorosa música. Más tarde de todas maneras se estrenaría para una orquesta como los dioses mandan.
La referencia que he hecho respecto a esta obra sacra, -al principio de hablar de esta obra- es la siguiente: El vuelo de pájaro en recuerdo a otro gran autor alemán. Creo que es fácil advertir a quién me refiero; Beethoven, si señor, ¿pura obsesión? No.
Los puentes entre autores que un día hablábamos, se dan cita entre Beethoven y Bruckner, al igual que entre Wagner, y al igual que entre Schuman. Pero la clara referencia que hay en el Te Deum es algo increíble que nadie se haya dado cuenta.
En el Sanctus de la Misa Solemnis de Beethoven, hay un momento en el que un violín se despega de la gran orquestación y es como si Beethoven quisiera recordar al excelso pájaro que sobrevuela los universos en su Concierto para Violín. Bruckner parece que hace una síntesis de esos dos pájaros y se lo lleva a su gran obra sacra, el Te Deum.
Posiblemente no sea admitida esta observación, pero cada vez que escucho esa música me trae el glorioso recuerdo de ese Pájaro Resurgido, y me transporta a otros tiempos y otros lugares.
¿Recomendación? Como siempre Baremboin al frente y la Sinfónica de Berlín o en este caso, la sinfónica de Chicago, que aunque parezca mentira los chavales se lo montan bien ;-)) .
Y nada más, quedan muchas obras de las que hablar de Bruckner; sus dos primeros estudios de sinfonías, su primera y reglamentada sinfonía, misas, salmos, obras de cámara, pero eso deberá de ser en otra ocasión, cuando hayamos madurado tan profundas obras musicales.
Un saludo muy afectuoso, como siempre.
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