25 Mayo 2000 Luz Sabios caracoles A mí siempre me gustaron los caracoles, porque me parecía que tenían poquita existencia. No quiero decir que existan poco tiempo, eso es lo de menos, al menos para mí, no puedo ciertamente decir qué piensan ellos a este respecto. Digo que existen, pero no tanto. Sólo un poco. No son para nada insolentes. Y no piensan en comprarse cosas que jamás podrán pertenecerles realmente para sentir que existen más. No, no ellos. Es más, no tienen problema en que yo los compre para que yo sienta que existo un poco más. Son muy amables y siempre bien predispuestos. Es inevitable una vez que se llega a este conocimiento sobre los caracoles que uno intente tener muchos, muchos caracoles. Yo por supuesto que soy una gran coleccionista. Y para coleccionarlos, se prestan muy bien también. Están entre la piedra y el camafeo. Basta con fijarse dónde están una vez por día, y reacomodar algunos si es necesario, para tener la situación bajo control. Estas cualidades del caracol, se deben a que ellos aceptan las cosas como son y se dedican a existir sin molestar a nadie. No pasa lo mismo con la gente que existe poquito. Les resuena en el oído algo que escucharon y no entendieron: que hay que existir muuucho, como sea. "Como sea", eso es lo que se entendió mal. Porque no se puede existir como sea, eso surge claro. Es decir, uno se cree que está existiendo más, pero eso no es cierto, es una ilusión óptica. Y nadie puede creer que una ilusión sea una existencia, o sí, sí puede, pero entonces se lo llevan a un lugar con muchos jardines y gente muuuy amable, y lo visten a uno con camisas blancas con manguitas muuuy largas, que se atan por detrás, y allí lo dejan a uno que crea lo que quiera. Pero no es el caso. Eso no puede pasarle a los caracoles, porque si ellos existen poco, al menos no se esfuerzan en existir mal. Todo lo contrario: se esfuerzan en no existir mal. Son muy sabios: existir de cualquier manera, no! Para qué?, ¿para que los dioses se rían de nosotros? De ninguna manera, nosotros los caracoles queremos que los dioses sonrían, pero no que rían. Porque ellos saben que existir no es algo improvisado, azaroso. Es algo que hay que ganarse, pero que no se logra de cualquier manera, y como ellos por el momento no saben cuál es la manera, prefieren abstenerse hasta que sepan. En ese sentido es que digo que se resignan. No es que no vayan a intentarlo luego, pero lo harán sólo cuando sepan cómo. Por eso creo que los caracoles son una buena experiencia para aquél que no está muy seguro de si existe o no, pero sí está seguro de que hay un cómo, uno solo, que es el que vale, aunque ahora mismo no sepa decir cuál.