26 Junio 2000 Luz Espaïn Safari Hoy me desperté totalmente dispuesta, dispuesta como nunca he estado ni volveré a estar, a irme de safari al África. Lo malo es que no llegaría este mismo día al África y quizás mañana no tendría ganas. Por eso partí rumbo al zoológico, y camuflada entre las patas de una jirafa comencé a acechar a las palomas, porque los leones, que eran los que realmente me interesaban, me quedaban demasiado lejos. Y si me acercaba, perdería el reparo de las patas de las jirafas, y los leones son muy peligrosos, aunque estén encerrados. Es por eso que hice un trueque: leones por palomas a 100 palomas el león. Sólo había en ese momento 95 palomas en el claro, eso no llegaba a león, y 0,95 león no me asustaba para nada. Como yo era muy versada en libros de caza, pensé tenderles una celada. Tratando de no salir de detrás de la pata de la jirafa, tiré con todas mis fuerzas unos granos de maíz hacia donde estaban las palomas, pero hete aquí que todas mis fuerzas eran pocas y no sirvieron más que para hacer estremecer a la jirafa. Bien podía trasladar mi refugio móvil a un lugar desde el cual pudiera alcanzar a 0,95 león. Pero esto no dejaba de tener sus peligros, ya que las largas patas en movimiento podían acabar con mi bienestar físico en un santiamén, a patadas y cosquillas en todas mis mandíbulas. Y además, no parecía fácil sincronizar mis movimientos con los de la pata protectora; yo podía quedar momento a momento en descubierto, y en ese caso 0,95 león se me escaparía, o haría presa de mí, porque si se está caminando sin resguardo por la selva, 0,63 león alcanza para mandarlo a reencarnar a uno. Además, por si todas esas razones no alcanzaban, había un guardián 100 por cien guardián al parecer, mientras que yo era, en estos momentos, 100 por cien infractor, en cierto sentido. Sin embargo, no iba a dejar que unas simples cuentas me aguaran la fiesta. Se podía esperar que el 0,95 león creciera solo, hasta llegar a león completo. Calculé que si estábamos en invierno, en pocos meses más, bien podían esas 95 palomas poner 5 huevos de las que nacería el cacho de león que me faltaba para lograr un susto aceptable. Pero no parecía probable que pusieran el nido justo allí, en medio de uno de los caminos de cemento del parque zoológico. Y tampoco parecía probable que mi 0,95 león se quedara allí mucho tiempo: a decir verdad, oscilaba entre 0,90 y 0,97 león. Así que había que pensar algo rápidamente. Lamentablemente no tenía conmigo el impermeable donde siempre llevaba toda clase de herramientas. Entonces, había que arreglarse con lo que se tenía a mano, que era bastante: para empezar, una jirafa. Claro que más útil que una jirafa me habría resultado un árbol: desde su rama más alta, escondida entre sus hojas, podría yo haber alcanzado mayores distancias con mis proyectiles alimenticios. Pero no parecía probable que la jirafa me permitiera subir sin escándalo, y copa, quien dice copa, no tenía, aunque bien visto ésto no hubiera sido imprescindible. Bastaba con abrazarse a ese inmenso cuello, y desde allí tirar y tirar, sin poder ser distinguido entre tanto cuello. Comencé a susurrarle a la jirafa que en realidad era un árbol adoptado por una loca jirafa, quien la había convencido de ser también jirafa. Ésta no parecía muy interesada en saberlo, pero yo insistí. Claro que una vez que hubiera convencido a la jirafa de su arbolismo, no me hubiera resultado fácil subir. Necesitaba una escalera, pero por supuesto que no la tenía. Así que se me ocurrió convencer a la jirafa de que me prestara dos patas que yo podría usar como zancos. Una vez arriba, pegaría un salto y me abrazaría al cuello. "Oye, eres un árbol, supongo que lo sabes. Para qué quieres tantos troncos, con uno solo te bastaría. Y no sólo eso, sino que queda mal usar tantos troncos. Sin ir más lejos, los diseñadores top de la moda lo tienen estrictamente prohibido: eso está áut". La jirafa no contestaba, claro está. Y supuse que ésta era su manera de asentir, por eso de quien calla otorga. Así que me dispuse a desenroscarle dos patas. La jirafa me miraba hacer, y no decía palabra, pero se ve que a último momento se arrepintió y se fue corriendo, no sin antes dejar un recuerdo de sus cascos en mi rodilla. Al ver que la jirafa corría, el 100 por cien guardián levantó la vista, el 0,95 león se desintegró, y yo, el 100 por cien infractor me fui reptando entre los pastos, hasta alcanzar el borde del corral. Luz Espaïn