Lic.
Graciela Lipski. *
El
título nos anticipa ya su complejidad. ¿Cómo se unen niño y
mayor? ¿La categoría niño no es justamente por definición
alejada de la de mayor?
Tal vez el término encierra un significado profundo, y revele que
cuando hablamos de adopción de niño mayor, nos referimos a una
categoría de infancia que ha perdido prematuramente lo que debería
acompañar a un niño, familia, vínculos de protección confiables
y estables que le otorguen un sentimiento de amparo para crecer.
Muchos de estos niños han vivido con la familia biológica, otros
en hogares, instituciones y en algunas circunstancias han sido
"devueltos" por personas que no han logrado afiliarlos.
Estas experiencias por mejores sustitutos, hogares, figuras
cuidadoras que un niño haya recibido no puede reemplazar al cuidado
intimo, próximo, individualizado que todo niño necesita y sería
deseable que lo encuentre en su entorno familiar.
Tal vez desde el sufrimiento que atraviesa a estos niños, la
magnitud e intensidad de las pérdidas, separaciones y duelos e
incertidumbre sobre sus vínculos futuros podemos comprender el
nombrarlos niños mayores.
Al hablar en adopción de niño mayor no hay consenso sobre cuál es
la edad que define el término.
A mi criterio, no todo niño de dos, tres o más años que pierde
sus vínculos primarios ingresa en esta nominación; considero
que sería adecuado hablar de mayor cuando un niño ha padecido una
sumatoria de traumatismos severos en sus primeros vínculos ligados
a maltrato, desprotección, violencia y "decisión", por
parte de la figura responsable (materna y/o paterna) de desprenderse
de él.
Sumado a la pérdida, el sentido que para el niño adquieren estas
experiencias lo colocan en una situación de inseguridad , alerta y
desconfianza hacia los adultos.
Por ello creo que si bien ninguna situación humana es posible de
generalización y debemos observar y analizar cada sujeto, su
historia y circunstancias actuales para comprenderlo, hay ciertas
constantes que con matices suelen observarse.
Sería deseable para los futuros adoptantes que pudieran prepararse
para que la posible frustración y el desconcierto no los sorprenda
frente a ciertas conductas del niño ya que el desconocimiento puede
generar una rápida desilusión que entorpezca el proceso. Prevenidos
de posibles dificultades estas pueden ser comprendidas como
reacciones temporarias, propias de un proceso masivo de cambio y pérdidas
por las que él niño atraviesa y que suelen transformarse
positivamente con un continente adecuado.
Algunas de estas conductas que se observan frecuentemente como
respuesta a la desorganización psíquica y somática que se produce
son:
- Inseguridad y temor frente a los nuevos padres y extraños.
- Angustia intensa y miedo a la repetición de separaciones.
- Rechazo pronunciado a uno de los padres
- Conductas extremadamente dóciles y de sobreadaptación con el
probable deseo de ser querido y aceptado.
- Conductas hostiles y desafiantes. Negativismo. (Enojo hacia los
adoptantes como posible reactivación y transferencia del odio que
despertaron figuras adultas frustrantes y/o abandonantes).
También se alteran funciones biológicas ya que el cuerpo es un
lugar privilegiado de facilitación en el niño para expresar
emociones intensas que lo sobrepasan.
- Alteraciones del sueño, pesadillas, necesidad de compañía para
dormir
- Regresiones evolutivas (pedido de mamadera, chupeteo, voracidad,
enuresis transitoria, falta de apetito) como posible intento de
volver a etapas más primarias y "renacer" en este vínculo.
Habitualmente estas conductas se vinculan a enigmas muy esenciales
que en el mundo interno del niño se despliegan: ¿Por qué no me
quisieron? ¿Podré ser amado? ¿Durará? ¿Volveré al hogar? ¿Serán
estos papás para siempre? potenciadas por el impacto que la
separación de las figuras con las que convivió le produjo y que
variará sustancialmente según la calidad del vínculo que ha
mantenido con ellas.
Muchas de las experiencias que han transitado las personas que han
adoptado niños mayores nos permiten pensar:
- La preparación previa y acompañamiento terapéutico para los niños
y los padres es de gran utilidad para favorecer el proceso.
- Es necesario descentrarse y no autoreferir las conductas del niño(
no es a mí a quien se dirigen, devuelve acá lo que recibió
anteriormente).
- El niño en forma espontánea construye teorías que den sentido y
expliquen: ¿Por qué me sucedió? como necesidad de
comprender lo acontecido para estar así alerta frente a otras
situaciones similares y poder desde su fantasía evitarlas y/o
controlarlas. Es necesario ayudarlo a que estos sentidos no sean de
autoresponsabilidad, desvalorización y culpabilización por lo que
le ha tocado vivir, sino referirlo a la incapacidad de esos adultos
para ejercer la función paterna/materna y cuidar adecuadamente de
un niño.
- La historia y los traumatismos son posibles de elaboración con
los recursos adecuados y requieren de un tiempo de procesamiento.
- El vínculo con el niño es ha construirse desde la comprensión y
aceptación de lo que ha vivido, ofertándole un espacio donde el
adulto pueda tolerar los desajustes que esta situación provoca
transitoriamente en el niño.
- Cuando los niños encuentran un sostén seguro, cariñoso y
estable poseen plasticidad y capacidad para reparar sus aspectos dañados.
Para concluír quisiera señalar que si bien el proceso de integración
de un niño mayor a una familia posiblemente transitará por
momentos de dificultad, toda crianza en modos diferentes está
expuesta a situaciones complejas y es difícil predecir con certeza
qué se producirá en el encuentro entre seres humanos.
El balance para muchos de aquellos que han elegido adoptar los
llamados niños mayores suele ser de enorme gratificación el acompañar,
sostener y promover en un niño que ha padecido, la vuelta a la
alegría, la confianza en sí mismo y en el ser humano.
*Directora de la Fundación Adoptare.
Extraído de las publicaciones de Fundación
Adoptare
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