Cómo
puede ayudar el pediatra
Dr.
Osvaldo Agustín Blanco*
Una
tarea fundamental del pediatra es acompañar con su asesoramiento a
las familias en la crianza de sus hijos. Desde esta función asume
también su compromiso en el cuidado de la salud de niños y
adolescentes.
Su formación profesional le aporta los
conocimientos que, sobre aspectos biológicos, psicológicos y
sociales, son necesarios para comprender y tratar los problemas de
salud y crianza de los niños.
Pero ocurre que cada hijo y cada familia es una
realidad única e irrepetible, tanto por sus características biológicas
como por sus circunstancias.
Es así que el mayor desafío de un pediatra es
poder acceder al conocimiento íntimo de esa realidad única, pues
es esta conocimiento el que le permite detectar los riesgos y
evaluar los recursos inherentes a cada familia. Tarea fundamental,
puesto que es en el interjuego de esos riesgos y esos recursos donde
se generan la salud y la enfermedad.
La diversidad biológica y cultural, que es una de
las características más valiosas de nuestra especie, determina múltiples
organizaciones posibles al servicio de la crianza de sus niños.
La adopción, una de ellas, es un camino basado
en el amor solidario, generador y sostenedor de la vida. En él están
involucrados, a lo largo de toda su vida, el niño, su familia
adoptiva y sus padres biológicos. Por todo ello, en una
sociedad solidaria todos los integrantes de esta tríada tendrían
que ser cuidados y considerados en sus necesidades especiales.
Este camino, como toda la vida, tiene sus
logros y sus duelos.
Cuando se lo transita adecuadamente es una fuente
de alegría, crecimiento y enriquecimiento para el niño, su familia
y la sociedad en su conjunto.
Niño adoptado no es sinónimo de niño enfermo o
problemático. Lo esperable es que, como cualquier niño
adecuadamente sostenido por su familia y ésta por la sociedad, el
niño adoptado esté en condiciones de expresar todo su potencial
biológico y humano.
Los cuidados que necesita un niño adoptado para
la promoción de su salud y la atención de sus enfermedades son en
esencia los mismos que requiere cualquier otro niño. Y como todo
niño tiene también necesidades específicas. Una de ellas, muy
importante, está relacionada con la elaboración de su propia
identidad.
El proceso de adopción tiene también sus propios
duelos. Los padres biológicos pierden un hijo y con él quizás la
integridad de su autoestima. El niño pierde a sus padres biológicos
y en parte sus raíces e identidad. Los padres adoptivos pierden,
quizás, su percepción de capacidad reproductiva y el hijo que no
pudo ser. Todos debieran ser ayudados a enfrentar con honestidad sus
pérdidas, pues la negación de estas realidades dificulta una sana
evolución del duelo, necesaria para construir la salud.
La orientación anticipatoria y preventiva es
una herramienta fundamental para organizar la crianza sobre
bases realistas y disparar los temores infundados y los prejuicios
con que se considera frecuentemente la vida de un niño adoptado.
El pediatra puede ser muy útil facilitando estos procesos y
ayudando al mismo tiempo a esta tríada a reconocer sus nuevos roles
y circunstancias en cada nueva etapa evolutiva del niño y a
encontrar y desarrollar los recursos para una vida sana.
Por otra parte, como integrante del equipo de
salud y desde su rol de médico de cabecera, tiene una función muy
importante en la facilitación del trabajo de los equipos
interdisciplinarios necesarios frecuentemente para enfrentar muchos
de los problemas que depara la vida.
Desde esta posición, el pediatra es también
en parte responsable de contribuir al logro de la transformación
cultural que permita percibir la adopción no como un acto acotado
en el tiempo, ni como una enfermedad a ser tratada, sino como un
proyecto de la vida a ser cuidado.
*Presidente de la Sociedad Argentina de Pediatría.
Extraído de las publicaciones de Fundación
Adoptare
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