Los porqués de la adopción: mutuo reconocimiento
El vínculo que permite superar vacíos (extracto del artículo publicado en La Nación el 11 de febrero de 2001)

Es un cruce donde se ligan el deseo adulto de trascender en un hijo y la necesidad de un niño que busca su lugar en el mundo

 

"Al hijo adoptivo se lo tiene, al hijo biológico se lo hace a partir de los cromosomas que reproducen el color de la piel y los ojos de los padres. "En ambas circunstancias, los hijos se construyen día tras día con los aportes de las voluntades, de los deseos, de las aspiraciones, de los proyectos de cada familia. En ambas circunstancias, adaptarse a ese sujeto nuevo, extraño, desconocido, que ingresa en la vida constituye una tarea más o menos trabajosa."

Eva Giberti

La pregunta acerca de por qué adoptar dispara como respuesta inmediata la necesidad de proteger y mitigar la tristeza de una inmensa cantidad de niños que queda indefensa por diferentes causas, como la orfandad y el abandono, sin amparo físico y espiritual en un mundo con escasas posibilidades para los marginales.

En principio es una reacción de afecto y de solidaridad que lleva implícito un beneficio social ya que rescata a un pequeño que tiene derecho a una existencia digna y será parte de la población adulta del futuro. Así, se le puede dar la posibilidad de crecer en un ámbito de cariño que le permitirá formarse e integrarse con fortaleza anímica y herramientas de conocimiento en una comunidad.

Pero el servicio que presta la adopción a la sociedad, al hacerse cargo de un grupo con destino incierto, es inseparable de otro, más intenso, que es el de ofrecer a quienes no pueden procrear la posibilidad de ser padres, acto que permite a hombres y mujeres poner en práctica el amor, el dar y la necesidad de proteger que palpita en cada ser.

Desde un vértice más existencial, adoptar permite tener un hijo para poder así cumplir con esa necesidad inexplicable desde la palabra que es la de trascender y perpetuar la especie en este planeta que por obra de un milagro gira en la apabullante magnitud de un cosmos salpicado por estrellas.

Desde otro vientre

"Un matrimonio adopta cuando tiene la carencia de no poder hacer un hijo y cuando encuentra otra falta: la de un niño que carece de una familia. Ambos vacíos se unen para ir complementándose, amándose y dándose la posibilidad de llenar el hueco que tenían las dos partes. La suerte es mutua", acota Cristian de Renzi, psicólogo especializado en adopción, integrante de Prohijar.

La adopción es un camino, una alternativa para constituir una familia, para crear vínculos parentales allí donde los biológicos se han perdido o no están.

"Sabemos el significado y la importancia que adquiere para el desarrollo crecer dentro de un contexto familiar, y de tener un papá y una mamá de quienes recibir afecto y cuidados, figuras que pueden constituirse en un lugar de sostén e identificación para un niño. Esta necesidad no sólo se genera por los vínculos y los afectos, sino además está respaldada por el derecho. Lo promueve la Convención Internacional de los Derechos del Niño", explica Marta Galliano, psicóloga del Equipo San José Asistencial y Adopción.

Adoptar es un proceso largo, complejo y angustiante. Independientemente de los trámites, de la lentitud de la Justicia y de la necesidad de la existencia de un chico en condiciones de ser adoptado, para aceptar un niño que nace en otro vientre es preciso superar fantasmas, miedos y rígidas fronteras psicológicas. Es indispensable aceptar ser padre más allá del embarazo, de la panza que va con ritmo creciente durante nueve pausadas lunas.

"Hay que superar -reconoce de Renzi- el deseo del hijo biológico (no pueden adoptar quienes están centrados en la idea de que la única manera de tener un hijo es concibiéndolo), lo cual implica un duelo, tal como sucede con las pérdidas de seres queridos, y admitir la infertilidad tanto del matrimonio como de uno de sus integrantes (para atravesar el tramo, a veces es preciso contar con la ayuda de un profesional y asistir a los grupos para padres)."

Cuando se asimila la renuncia al embarazo, comienza a construirse la posibilidad de encontrar, de abrazar y de sentir propio a un hijo que nació en otro vientre.

"La adopción surge de la rotura de un orden natural. Por diversas razones la madre entrega un chico. Hay personas que no pueden hacerse cargo de un niño. Por eso, cuando las instituciones presionan a algunas mujeres para que no lo den y lo logran, suele no funcionar. Está comprobado que cuando una mamá no quiere tenerlo, o que ese niño entorpece su proyecto de vida, en uno u otro momento lo entrega o se convierte en chico maltratado", comenta de Renzi.

Adoptar no puede ser un acto fortuito. Explica que hay que prepararse y debe ser una decisión de los dos integrantes de un matrimonio, un deseo común, a su vez respaldado por la familia y los amigos.

"La gente que llega a mi o a mis colegas muchas veces lo hace después de fracasar en un tratamiento de fertilidad asistida. Vienen tristes -recuerda-, frustrados, con bronca y con un duelo a cuestas por el gran esfuerzo y por la rotura de la ilusión que habían puesto en la posibilidad del logro. Se acercan con un maltrato corporal inmenso. La mujer ha sido bombardeada por hormonas y el matrimonio, además, ha tenido una sexualidad acotada durante largo tiempo. Son heridas profundas."

La fuerza de la verdad

El doctor Carlos Llabrés, especialista en adolescencia del Hospital Alemán, aclara que hay que aceptar que este hijo viene de otra biología; de una historia que le pertenece y que en un momento hay que develar. "No hay vínculos paternos ni maternos sin verdad -recuerda-, el adoptado no acepta la mentira. Sus padres son un modelo, y si ese modelo falla, no sirve como tal. El adoptado debe adoptar a los padres."

Explicar el origen resulta una tarea poco sencilla. "No hay claves exactas ni recomendaciones generales, más allá de la necesidad de aliviar la tensión familiar que resulta de custodiar un secreto y de esclarecer a una criatura que siente algo raro entre sus padres y ella. Extrañeza que se alivia cuando ellos comparten lo que antes fue silencio.

"Adoptar implica, preventivamente, prepararse para ese momento que podrá aparecer a los 5, a los 10, a los 17, o más adelante. Ignoramos cuándo y cómo el adoptivo maneja el conocimiento de su entrega.

"La información sobre el origen reclama cierto grado de independencia respecto de otros episodios de la vida", dice Eva Giberti, psicoterapeuta, investigadora de la temática y autora de varios libros especializados.

¿Hay patologías determinadas en los adoptados? Los profesionales aseguran que no existen trastornos o conductas específicas ni para los pequeños ni para los mayores. Excepto tener que hablarles de su historia, el resto parece ser lo mismo. Sí existen vínculos que pueden o no funcionar.

"Si la mujer no aceptó la infertilidad y siempre compara al niño con el hijo que esperaba tener, ese chico no tendrá un espacio y comenzará el problema. Para poder adoptar, hay que limpiar todo esto. De lo contrario se va al fracaso. A veces los chicos adoptivos funcionan como el niño aspirina: viene a curar el dolor de cabeza de una pareja que tiene problemas y no puede solucionarlos", acota de Renzi.

Afecto y alegría

"Los matrimonios que adoptan chicos con discapacidad son muy especiales. No tienen una expectativa determinada de hijo. Quieren ser padres. Tienen un alto concepto de espiritualidad y gran conciencia de que el ser humano existe más allá de sus características físicas. Hay gente con una verdadera capacidad amatoria. Los rige la fe. Y esto da gran esperanza a la adopción", aclara de Renzi.

Por su parte, Carlos Llabrés cuenta que adoptar chicos con síndrome de Down es muy gratificante. Dice que toda la dedicación de los mayores vuelve en afecto, cariño y alegría, y que en una casa donde vive un chico Down no hay tristeza.

Adopción, tema que en la madrugada del siglo XXI deja de ser un secreto impuesto en la comunidad. Empieza a romperse el silencio que lo mantenía oculto, a desplegarse el velo que evitaba hacer visible una realidad social que no es una quimera.

 

 

 

 

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