“Fui para ellos como quien se inclina para darles de comer” (Oseas 11,4).


 

El capítulo 11 del libro del profeta Oseas constituye una de los textos más bellos que se refieren al amor paterno de Dios. En los primeros cuatro versículos del capítulo se multiplican los verbos que se aplican a Dios para indicar su amor hacia Israel su pueblo, que es descrito como un niño pequeño necesitado de cariño y de educación. “Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo... Fui yo quien le enseñé a caminar, lo tomé en mis brazos... Con cuerdas de ternura, con lazos de amor los atraía; fui para ellos como quien levanta a un niño hasta sus mejillas o se inclina hasta él para darle de comer” (Oseas 11,1-4). Dios, como padre lleno de ternura, “ama”, “llama”, “enseña a caminar”, “toma en sus brazos”, “levanta hasta sus mejillas”, “se inclina para dar de comer”. Todas son acciones propias de un padre o de una madre que ama intensamente y que cuida premurosamente de su pequeño hijo. Así es Dios. El amor paterno de Dios es descrito a través de la ternura de la relación entre un papá y su niñito pequeño. La paternidad divina no es fría ni lejana, sino que se expresa en un amor intenso lleno de solicitud, de delicadeza y de preocupaciones cotidianas. Dios “se inclina”, dice Oseas.

La acción recuerda el Salmo 113 que invita a alabar a Dios precisamente porque “el Señor está por encima de las naciones y su gloria está sobre los cielos” (v. 4). Dios es más alto que los propios cielos. A continuación añade el salmo: “¿Quién como el Señor, nuestro Dios, que reina en las alturas y sin embargo se inclina para mirar cielos y tierra?” (v. 6). ¡Un Dios tan inmensamente grande que se inclina para mirar los cielos! Cuánto más no se inclinará para mirar la tierra. Pero allí está precisamente su grandeza. Dios es Padre y es grande porque es condescendiente y misericordioso: “se inclina para mirar los cielos y la tierra”. Y se inclina hacia lo más bajo de la historia humana, para salvar al pobre: “levanta del polvo al desamparado y alza de la miseria al necesitado” (v. 7). Este es el Dios del que habla también Oseas, el padre amoroso que se inclina para dar de comer a su pueblo. Dios, nuestro Padre, que se ha inclinado tanto hacia nosotros y hacia cada uno, porque “ha amado tanto al mundo que dio a su Hijo único para que todo el crea en él no perezca”. Jesús es la gran inclinación de Dios Padre hacia el mundo y hacia la historia humana.