EL LEGADO DE MÁS DE
100 AÑOS DE PRODUCCIÓN BANANERA EN COSTA RICA
¿HERENCIA O DESPOJO?
Después de algo más de 100 de historia bananera en Costa
Rica, la herencia recogida por miles de hombres y mujeres que han pasado por
las plantaciones no ha sido otra más que el despojo de sus sueños.
En la cultura del ser
costarricense está muy arraigado el significado de la herencia. Los hijos
siempre esperan o desean que sus padres les hereden algo. Es una esperanza
positiva, ya que la herencia es siempre un peldaño para arrancar una vida
nueva.
La Zona Atlántica, en el transcurso de tantos años de producción de
banano, también ha recibido una herencia. Gracias al banano, esta hermosa
tierra dio acogida a gente de muchas nacionalidades, diferentes lenguas,
culturas, tradiciones, expresiones de la vida. Todos llegaron con la
intención de construir aquí una vida mejor para ellos y para sus futuras
generaciones.
Hoy, mirando hacia atrás, encontramos que esos sueños quedaron en los
libros, en los rieles del ferrocarril, en los hombres partidos y las espaldas
quebradas de todos aquellos que dejaron su vida entre los bananales.
Nos encontramos con una Zona Atlántica sin montañas ni bosques, con los ríos
contaminados, con el mar dañado por los residuos que le llevan los ríos, con
animales en extinción, con una naturaleza golpeada fuertemente por el
monocultivo del banano.
Miles de hombres que han dejado su vida entre las plantaciones, hombres
esterilizados, mujeres enfermas, familias enteras que depositaron la semilla de
su ilusión entre las fincas bananeras, ven hoy que sus vidas solo han cambiado
para mal.
La Zona Atlántica sigue siendo dependiente de una producción bananera que, en vez de ayudar al
ser humano a lograr un desarrollo integral, lo ha llevado a un nivel de explotación
tal que solamente se vive en función del valor dinero.
Ciertamente, hoy tenemos
ciudades, comercios, negocios. Pareciera que hay una infraestructura que es
producto de esta producción. Pero no debemos engañarnos. Es una economía que no
está consolidada y que solo depende de los intereses de las grandes compañías
transnacionales y de unos cuantos capitalistas nacionales.
Son más de cien años de generar riqueza, pero ¿dónde está esa riqueza?
¿dónde se ha ido? Porque en cien años estamos tan pobres como siempre. Hoy, la
situación no puede estar más mal. El valor real de los salarios está peor que
hace 5 años atrás. Las posibilidades reales de las familias de obtener una
vivienda o una educación formal para sus hijos son casi nulas.
No es tan cierto decir que hoy, después de poco más de un siglo de
producción de banano, tenemos 40 mil empleados directos y 100 mil indirectos.
Todos sabemos que esos no son empleos seguros ni consolidados.
Por eso, la economía de la Zona Atlántica todos los días se levanta en una
telaraña que se puede romper en cualquier momento, y que genera incertidumbre e
inseguridad para los trabajadores y sus familias.
A pesar de las luchas dadas y de las reivindicaciones logradas, en la
actualidad prácticamente se ha perdido la posibilidad real de hacer valer el
derecho de libre organización. Ya no se puede elegir, solo se puede acatar la
orden de la empresa.
Podemos decir con toda propiedad que han sido 100 años de mucho
desarrollo económico para unas cuantas empresas y personas, que la riqueza no
está en la zona atlántica y que la sombra de la incertidumbre por el mañana se
acuesta y se levanta todos los días con cada familia que depende del bananal.
El Foro Emaús, en sus más de 7 años de existencia, ha luchado para lograr
que cada familia, que la Zona Atlántica como tal, se desarrolle integralmente.
Por eso pregonamos y buscamos una transformación de la producción bananera.
Necesitamos una economía que esté en nuestras manos, para que, de ese modo,
podamos construir un mañana más seguro.
RADIOGRAFÍA DEL DESARROLLO BANANERO
MÁS DE 100 AÑOS
Más de un
siglo de “desarrollo” bananero solo ha dejado pobreza, discriminación, explotación,
destrucción y escasas oportunidades de superación para la población de la Zona
Atlántica costarricense.
El arrecife de coral de Cahuita
y Puerto Viejo, en la costa atlántica de Costa Rica, una maravilla marina, ha
muerto de sedimentación crónica. Los cacaotales, que fueron la vida de cientos
de cosecheros y desarrollaron extensas zonas de la costa, murieron de una enfermedad
sospechosa llamada “moniliásis”. Miles de trabajadores agrícolas quedaron
esterilizados para siempre sin poder engendrar, debido al uso de un producto
químico (el “nemagón”) prohibido en Estados Unidos1 . Los
sindicatos obreros más poderosos del país desaparecieron sin dejar rastro.
Cientos de quebradas y riachuelos perecieron sin remedio y miles de hectáreas
de bosque primario sucumbieron bajo el efecto de las plantaciones. Crecieron
las cantinas, los prostíbulos, los bajos salarios. Este es el expediente
clínico del desarrollo bananero de la Región Atlántica, después de más de 100
años de presencia de esa actividad en la zona.
La expansión bananera
La provincia de Limón tiene una extensión de 9.188 km2. De
esta superficie, se encuentran cultivadas de banano 52 mil hectáreas, área que
equivale al 12,4% del total de la tierra cultivable de la provincia2.
Solamente las zonas protegidas por leyes de la República pudieron salvarse del
efecto expansivo del cultivo del banano.
Por muchos años, la plantación bananera mantuvo una convivencia de hecho
con la producción cacaotera, actividad que estaba en manos de costarricenses y
que constituía la única forma agrícola que podía considerarse como fuente
secundaria de desarrollo económico en la zona. Bastó que el país “necesitara”
de un mayor desarrollo de la actividad bananera para que la producción
cacaotera comenzara a desestabilizarse. Efectivamente, debido a la generación
de ingresos que proveía la producción bananera, el gobierno dio un amplio apoyo
a la expansión del cultivo. Entre 1980 y 1995 el área producida prácticamente
se duplicó. En 1990 habían 28.296 hectáreas en producción, y para 1995 el área
total productiva era de 52.447 hectáreas. Esta expansión fue impulsada a través
del “Plan de Fomento Bananero”, promovido por la “Corporación Bananera
Nacional” (CORBANA)3 .
Así, el incremento de la actividad bananera de los ochentas y noventas
acabó por imponerse definitivamente. Ya para 1992, los ingresos generados por
la exportación de banano representaban el 61% del total de ingresos nacionales
por concepto de exportaciones, mientras que el cacao no representaba
absolutamente nada4 .
En este período de expansión que se inició a mediados de la década de los
ochenta, y que fue conocido como el “bum” bananero, se extendieron las
plantaciones por todo el territorio de la provincia, exceptuando las zonas
altas de Talamanca. Los créditos bancarios y las facilidades e incentivos
estatales hicieron de la producción bananera prácticamente la única forma
extensiva de producción agrícola.
Todo
para el banano
Hasta la aparición de los programas de expansión bananera, muchos
pequeños productores de actividades como cacao, plátano y yuca, entre otros,
habían gozado de créditos bancarios y de ciertas facilidades para su
desarrollo. Sin embargo, el fomento bananero desactivó todo el apoyo que se
venía dando a estos productores y se dio prioridad a la producción de banano
para la exportación. En las bóvedas del sistema bancario nacional se reunieron
los mejores recursos financieros para destinarlos a la producción bananera,
mientras que, de manera paralela, se fueron cerrando los conductos de recursos
para otras actividades agrícolas. Entre los productores limonenses se ha
llegado a sospechar, incluso, que la epidemia de monilia (moniliásis) que acabó
en pocos años con la producción cacaotera de la Zona Atlántica fue desarrollada
conscientemente por los intereses que navegan alrededor del banano5 .
Llama la atención que el Estado costarricense no enfrentó el problema de
la monilia del cacao del mismo modo en que lo sí lo hizo con los males
epidémicos que han atacado los cultivos del café y del mismo banano –como por
ejemplo la sigatoka—, o con los problemas de salud de la ganadería en la
provincia de Guanacaste. En todos estos casos, el Estado siempre se ha mostrado
muy tolerante y atento. Incluso, en algunos de ellos se declaró emergencia
nacional, lo cual implicaba la inversión inmediata de importantes recursos económicos.
El
desánimo social
La infraestructura portuaria en Limón, el principal puerto del país, se
diseñó para atender todo lo relacionado con el banano. El ferrocarril, que
constituía una alternativa de transporte segura, eficiente y barata, cedió paso
—con sumisión— al sistema de furgones, que está en manos de las empresas
bananeras. A través de este medio se transporta únicamente banano, y el
pequeño productor está imposibilitado irremediablemente de transportar sus cosechas.
Quienes en otro tiempo tenían la posibilidad de transportar sus productos en el
ferrocarril no pudieron volver a hacerlo, lo que constituyó un inconveniente
más en la ruina de los pequeños productores.
Miles de estos pequeños productores sucumbieron también –junto con sus
parcelas— a la expansión bananera6 . Imposibilitados de sacar
adelante sus actividades, o “tentados” por las ofertas de los salarios
bananeros, terminaron vendiendo sus tierras. En muchos casos en que se negaron
a vender, la mancha en expansión de los bananales los cercó totalmente, sin que
tuvieran posibilidad alguna de hacer algo para evitar ser “asfixiados” por las
plantaciones, y finalmente emigraron, no se sabe dónde7 .
La actividad bananera ha desanimado cualquier otra actividad agrícola,
pero sobre todo ha desanimado y desconcertado el conglomerado humano que las
rodea. Los trabajadores agrícolas se ven obligados a deambular como almas en
pena por alguna de las 190 fincas existentes8. Consiguen empleo por
dos meses y veinticinco días aproximadamente, luego son despedidos, por lo cual
no adquieren los derechos y garantías laborales, y las empresas bananeras bajan
sus costos y aumentan sus ganancias. Así, los trabajadores son duendes que
rondan todas las fincas bananeras, sin trabajo fijo, sin derecho a pensionarse,
a vacaciones, a seguro. Una persona de
treinta y cinco años ya no encuentra empleo en ninguna finca, mientras que
muchos hombres y mujeres de quince años y menos se reclutan con facilidad.
Por otra parte, en la mayoría de las fincas —para cerrar el círculo de
penalidades humanas del bananal—, se han levantado listas negras de
trabajadores que reclaman por sus derechos o porque han pertenecido a cualquier
sindicato nacional.
El
medio ambiente
La costa atlántica es una sentina de residuos químicos provenientes del
bananal. Algunos ríos se han convertido en pequeños e insignificantes
lloraderos de la tierra, porque los bosques se evaporaron con el crecimiento de
los bananales. No es posible para ningún animal salvaje o silvestre vivir en
los bananales. Lombrices, pájaros, ardillas y todo tipo de fauna desaparecieron
de las zonas bananeras. Por otra parte, los químicos lanzados desde las avionetas
acaban con las pequeñas y escasas
plantaciones de yuca, guanábana, tomate y tubérculos en general. Nada escapa a
esta voracidad destructiva9 .
Los ríos y sus brazos, o lo que queda de ellos, recogen de las
plantaciones bananeras todo el caudal de agua inservible, químicamente pura en
el más estricto sentido contaminante, y las disemina a lo largo del litoral
atlántico para dejarlas sin reservas en el mar10 . Esta es una,
entre otras, de las razones por las cuales la actividad pesquera en esta zona
ha dejado de existir: los viveros naturales mueren bajo el peso del sedimento
químico expandido por los desechos de las plantaciones bananeras11 .
La actividad bananera cerró definitivamente las fronteras alternativas de
producción agrícola y de otras formas de desarrollo económico en la Zona
Atlántica. Hoy día es más fácil obtener un crédito bancario para adquirir un
automóvil de segunda, desechado en Miami, que para invertir en una plantación
de yuca o de chile dulce. La voracidad bananera no ha encontrado tropiezos
porque las transnacionales, en un particular asocio con el Estado, han
desarrollado mecanismos de control comercial, de mercado, de incentivos y de
transporte que impiden el nacimiento de otras formas productivas.
El “desarrollo” aportado por la actividad bananera a lo
largo de más de 100 años se refleja en el desarrollo social de los cantones
bananeros, que están entre los más pobres del país. Talamanca, Limón, Matina,
Siquirres, Guácimo, Pococí, Sarapiquí,
Osa, Golfito, Corredores, Parrita y Aguirre son los 12 cantones que han
producido (y en la mayoría de los casos, producen) banano. El Índice de
Desarrollo Social (IDS), del Ministerio de Planificación Nacional y Política
Económica (MIDEPLAN), que mide los niveles de los cantones del país en cuanto a
desarrollo social, así lo demuestra.
PARA MUJERES TRABAJADORAS BANANERAS
LOS RIESGOS A LA SALUD
Aunque en general se cree que los hombres son los únicos que sufren
riesgos a la salud en las plantaciones, la mujer bananera también se ve muy
afectada por situaciones que amenazan su salud, debido a sus responsabilidades
asociadas a la producción de banano y al trabajo reproductivo.
En Costa
Rica, la producción bananera, como cualquier otro trabajo, ha traído consigo un
conjunto de problemas ligados a la salud de las personas. Uno de los problemas
más conocidos se deriva del uso de plaguicidas y agroquímicos destinados a
proteger la fruta de enfermedades y plagas. El uso de estos plaguicidas ha
ocasionado un conjunto de daños a la salud de las personas, entre los que se
consideran como más graves la esterilidad y las mal formaciones congénitas que
se transmiten entre quienes han estado en contacto directo con estas
sustancias. Para 1997, por ejemplo, 277 hombres y 28 mujeres se reportaron como
intoxicados con plaguicidas solo en la provincia de Limón, en el caribe
costarricense, la zona bananera más importante del país.
El
presente artículo tratará sobre los riesgos relacionados con la salud de las
mujeres trabajadoras bananeras, que se dan en el desempeño de esta actividad
económica, según la perspectiva propia de las mujeres y calificados por ellas
como los más graves.
Es
necesario señalar que, como marco general, se parte de un concepto integral de
salud, y no sólo se consideran las preocupaciones en relación con la necesidad
de la protección contra accidentes. La salud en el trabajo debe complementarse
con una prevención de enfermedades que, a largo plazo, pueden ser contraídas a
partir de las tareas ejecutadas. También debe ser complemento de la salud
laboral una promoción constante de la salud integral de las mujeres y hombres
trabajadores. La experiencia con el uso no controlado de plaguicidas es una
señal de alerta que dice que el problema no es fortuito o casual, y más bien
requiere una atención de largo plazo o estratégica.
Mientras
están en la plantación bananera, el trabajo que realizan las mujeres se
concentra en las labores de la planta empacadora. Entre las labores más
importantes están el “desmane” y el lavado y selección de la fruta, así como la
aplicación de sustancias para su preservación y el empaque propiamente dicho.
Cada uno de estos puestos de trabajo trae asociado daños a la salud. También en
la casa, al lavar, planchar, cocinar, limpiar, así como en el cuidado de
ancianas/os y niñas/os, las mujeres bananeras recargan cada día sus tareas y,
consecuentemente, los riesgos para su salud.
Por esta
razón, en el caso específico de las trabajadoras bananeras, sus problemas de salud
son particularmente complejos, y no se limitan a las tareas en la planta
empacadora o a algunos otros trabajos relacionados de manera directa con la
producción. Más bien, las mujeres trabajadoras bananeras, como la mayoría de
las mujeres en el mundo, llevan a cabo una doble jornada, que realizan en parte
antes de entrar a la plantación y, en parte, después de salir de ella, todos los
días, pero especialmente durante los fines de semana. Este trabajo, conocido
como trabajo reproductivo, beneficia no solo a su familia sino a la sociedad en
general. Sin embargo, también genera daños a la salud y, en este sentido, es
preciso que sea tomado en cuenta.
Recientemente,
grupos organizados de trabajadoras bananeras en Honduras, Costa Rica y
Nicaragua, a través de talleres participativos realizados entre 1998 y1999, han
empezado a identificar un conjunto de riesgos que les afectan, dando así el
primer paso para convertirse en protagonistas de su propia salud. Seguidamente
se analizan algunos de los resultados de estos talleres.
Identificación
participativa y reconocimiento de factores de riesgo
La mayoría
de las mujeres contratadas por las empresas bananeras trabajan, como se dijo
antes, en la sección de selección y empaque de la fruta para la exportación.
Centradas en la planta empacadora, las mujeres identificaron algunos de los
riesgos más comunes con los que se enfrentan, a partir de un entrenamiento
básico sobre clasificación internacional de los factores de riesgo impartido
por la Asociación Servicios de Promoción Laboral (ASEPROLA) a través de
talleres realizados durante 1998 y 1999.
Los factores de riesgo
que las mujeres trabajadoras bananeras consideran como más importantes en
relación con los daños que causan a su salud, se refieren a: riesgos ergonómicos
y riesgos por el modo de organización del trabajo, riesgos químicos, riesgos
biológicos, riesgos psicológicos, riesgos sociales y riesgos derivados de la
doble jornada.
Riesgos
ergonómicos
Este tipo
de riesgos se refiere, en primer lugar, a los riesgos derivados de su posición
física durante el proceso. Generalmente, las mujeres están de pie en casi todos
los puestos que se ocupan en la planta empacadora, y esto, con el tiempo, les
produce várices y agotamiento físico. También los riesgos derivados del modo de
organización del trabajo hacen que ellas no tengan siempre la posibilidad de
tener un trabajo estable y con jornadas semanales específicas. El trabajo
femenino en las empacadoras depende de si hay o no fruta, y ellas mismas cargan
con los costos de tener una semana de tres o cuatro días. La repetitividad y lo
rutinario del trabajo de selección, sellado y empaque fueron detectados,
asimismo, como factores de riesgo de este grupo.
Debido al
contacto con residuos de plaguicidas que traen las frutas al inicio del proceso
de empaque, se dan los riesgos químicos, como otro tipo de factores de riesgo
en esta área del trabajo. Las mujeres también deben aplicar, a través de una
acción de rocío, componentes químicos para la preservación de la fruta en el
tiempo. Estos humos y vapores les causan alergias en la piel y problemas
respiratorios.
Los riesgos
biológicos se derivan del trabajo constantemente húmedo en las pilas, con agua
de las plantas empacadoras. Acá, las mujeres corren el riesgo constante de
contraer hongos, que fundamentalmente afectan las uñas de sus manos y pies.
Otros riesgos biológicos que ellas detectaron se refieren a las picaduras de
insectos al inicio del proceso, cuando viene la fruta de la finca.
Los
riesgos psicológicos son ocasionados, especialmente en la fase de selección,
por los mal tratos y control excesivo del capataz, quien vigila e insulta a las
trabajadoras mientras ellas seleccionan la fruta.
Relacionados
con el tipo y baja calidad del salario que reciben las mujeres, se ubican los
riesgos sociales. En Costa Rica, además, recientemente se empieza a incluir en
este tipo de riesgo la eliminación paulatina y sistemática del salario social,
que contemplaba aspectos tan importantes como vivienda, agua, electricidad,
becas de estudio y transporte, entre otros. Otros riesgos asociados a esta
categoría se refieren a la poca capacitación masiva sobre prevención y salud
integral que reciben las trabajadoras.
Riesgos derivados de la
doble jornada
En la casa, las mujeres
también se enfrentan con riesgos derivados de sus diferentes posiciones y responsabilidades
a la hora de ejecutar tareas como lavado, planchado, cocinado, manejo de
instrumentos como cuchillos, fuego y cocinas. Como es obvio, el agotamiento
físico se convierte en un riesgo de vejez prematura y estrés.
Protagonistas de su
propia salud
Ser protagonistas de su
propia salud implica que las mujeres apropien, en el mejor sentido, de la
información y de las capacidades necesarias para orientar las políticas
laborales de salud ocupacional de las empresas y del Estado, a favor de los intereses
de las trabajadoras, con el fin de mejorar su calidad de vida y,
consecuentemente, el nivel de vida de sus familias. Se trata, por lo pronto, de
un conjunto de elementos, entre los que se cuentan:
a. Entender la salud de
manera integral y conocer los daños que ocasionan los riesgos, los cuales
pueden derivar en accidentes y enfermedades ocupacionales de largo plazo, y que
pueden producirse tanto por las labores productivas como por el trabajo
reproductivo al que están sometidas las mujeres.
b. Dar importancia y tener acceso a la información y a la
formación para la prevención.
c. Participar y tomar decisiones colectivas en la
construcción de alternativas de solución a los riesgos encontrados. En este sentido, es necesario aprovechar las
oportunidades de negociación con la empresa y usar estos espacios
adecuadamente.
d. Mantener una actitud
preventiva constante.
En la medida en que las
trabajadoras participen activamente en grupos y espacios negociadores alrededor
de temas de salud ocupacional en la empresa, se apropian de las normas,
mecanismos y criterios para la protección y prevención de su salud. En este
sentido, se convierten en protagonistas de su propia salud.
UNA TRAGEDIA IMPUNE
LAS SECUELAS DEL DBCP
Unos 30
mil trabajadores bananeros fueron seriamente afectados en su salud después de
aplicar en las plantaciones un agroquímico llamado DBCP. Muchos años después de
comprobados los hechos, la tragedia sigue impune.
Por la
“necesidad” de combatir los nemátodos que afectaban las plantaciones de banano
y otros cultivos en todo el mundo, las empresas Shell Chemical Company y Dow
Chemical Company, luego de años de investigación, comenzaron a producir el
nematicida DBCP, conocido comercialmente como "nemagón" o
"fumazone", el cual se puso a la venta en la década de los años
sesenta.
Entre 1968
y 1979, miles de trabajadores bananeros en la Zona Atlántica y en la Zona Sur
de Costa Rica inyectaron en la tierra alrededor de las matas de banano unos 5
millones de litros de DBCP, para combatir los microscópicos gusanillos que
viven en tierras cultivadas. Los trabajadores no usaban guantes, ropa
protectora ni equipo de ninguna clase que les ayudara a evitar la absorción por
medio de la piel o por inhalación.
Los
obreros han alegado, además, que nunca se les explicó el riesgo a que eran
sometidos. Eran contratados por empresas norteamericanas como Standard Fruit
Company, Chiquita Brands y Del Monte Fresh Produce, y por el mismo Estado costarricense, por medio de la
división del Proyecto Banano Comercial del Ministerio de Agricultura y
Ganadería, que tenía una finca productora de banano para la exportación, en la
Estación Experimental Los Diamantes, en Guápiles, Pococí, provincia de Limón.
En
realidad, los trabajadores —al estar en contacto con el DBCP durante meses o
años, varias horas al día— estaban exponiéndose a un grave peligro. Los
vapores despedidos por el DBCP permanecían retenidos dentro de la bóveda
vegetal formada por las enormes hojas del banano, prácticamente sin
ventilación. Otro tipo de exposición se produjo cuando preparaban el producto
en los estañones o barriles, muchas veces a mano limpia o cuando eran
salpicados al rebotar el tóxico en piedras u otros objetos.
Se conocen
también casos de accidentes en los que literalmente el trabajador era bañado
por el producto. También era común que los trabajadores vertieran el producto
sobre riachuelos para matar grandes cantidades de peces que eran consumidos
luego en su hogar. Eran tantas las cantidades de DBCP absorbidas por el
trabajador que, durante la noche, la orina tenía el olor característico del
tóxico. Las mujeres y niños que ingresaban a las áreas de aplicación para
llevar almuerzos permanecían mucho rato en exposición directa con los vapores.
También se sabe que las mujeres lavaban directamente las ropas impregnadas de
DBCP sin ningún tipo de protección.
Con el
paso de los años, se fue haciendo evidente la tragedia. En el caso de Costa
Rica, se calcula que unas 30 mil personas sufrieron los efectos del contacto
con el DBCP.
Múltiples
y claras responsabilidades
Los responsables de la tragedia del DBCP, considerado por algunos
especialistas como la mayor tragedia de la medicina laboral del mundo, son las
empresas Dow Chemical Company, Shell Oil Company, Occidental Chemical Corporation,
Standard Fruit Company and Steamship Company, Dole Food Company, Inc., Dole
Fresh Fruit Company y Chiquita Brands International, Inc., todas
norteamericanas, y la empresa estatal israelí Dead Sea Bromine Co.
Dow Chemical fue pionera en la fabricación del nematicida, cuyo
ingrediente activo es el 1,2-dibromo-3- cloropropano (DBCP). Una circular
confidencial para sus gerentes explicaba en 1958 que se había detectado que el
plaguicida causaba atrofia testicular, esterilidad y daños severos en pulmones y
riñones en animales. A pesar de esto y de que el Departamento de Agricultura de
Estados Unidos mostró disconformidad con las medidas de precaución mínimas
propuestas por esta y otras compañías, finalmente se autorizó su venta y
distribución en todo el mundo.
En 1975, Dow Chemical alertó a uno de sus mayores clientes, Standard
Fruit Company, sobre el efecto que la aplicación indiscriminada podría estar
causando en los trabajadores bananeros y decidió no venderle más el producto.
La reacción de Standard fue inmediata. Se comprometió a hacerse cargo de
cualquier demanda futura a cambio de no detener el suministro del tóxico porque
su precio era muy atractivo. A Standard le parecía un buen negocio y a Dow
también. Se pusieron de acuerdo, firmaron un convenio de protección y, durante
cuatro años más, miles de seres humanos en los bananales del tercer mundo
fueron enfermando lentamente, pues la producción y aplicación del DBCP no se
detuvo. A los trabajadores nunca se les alertó sobre el peligro a que estaban
siendo expuestos ni se les suministró tampoco ningún tipo de equipo protector.
A los obreros que trabajaban directamente en los bananales hay que
agregarle otro sector de la población afectado, poco mencionado en la prensa.
Son las mujeres que ingresaban a las áreas de aplicación para llevar el
almuerzo a sus compañeros, y que en muchas ocasiones aplicaban ellas mismas el
producto mientras el trabajador bananero ingería su comida. Están también los
niños, quienes, además de la tarea de dejar almuerzos, permanecían horas dentro
de la bóveda verde de los bananales. Según estimaciones, el total de la población
afectada por DBCP en Costa Rica asciende a unas treinta mil personas,
considerando que el tóxico se aplicó entre 1967 y 1979, y que se importaron de
Estados Unidos más de 5 millones de kilogramos de nemagón. No existen cifras
sobre la importación que se realizó de Israel.
Los
daños provocados
La población afectada padece de diferentes grados de esterilidad
(azoospermia, oligoospermia), atrofia y dolores testiculares, cáncer de hígado,
riñones y estómago, alergias severas, problemas en los huesos, deficiencias en
la vista, alteraciones menstruales y hormonales, hijos con muy serios problemas
congénitos, daño moral y psicológico.
Además, un importante sector de esta población ha sido víctima de otra
dolorosa experiencia. Contrataron abogados costarricenses y norteamericanos
para presentar demandas en las cortes norteamericanas contra las empresas
responsables. Nunca se llegó a juicio y un reducido grupo de trabajadores ha
recibido arreglos extrajudiciales con propuestas de indemnización por sumas que
califican de ridículas, hasta de US$ 100, siendo que en Estados Unidos los
agricultores y obreros norteamericanos afectados por el DBCP reciben un
promedio de US$ 100.000 como indemnización.
El 17 de noviembre de 1998, los trabajadores afectados agrupados en
CONATRAB realizaron una marcha por las principales calles de San José,
exigiendo solución a sus demandas. La solución a este problema toca varios
aspectos. Un aspecto es aquel que plantea que es necesario que el Estado
costarricense destine suficientes recursos para atender médica y
científicamente a los afectados hombres, mujeres y niños. A la fecha no existe
un solo programa médico diseñado para esta población, a pesar de que la
responsabilidad del Estado en los hechos fue demostrada en el Informe Final de
Defensoría de los Habitante, documentado en el Expediente 250-23- octubre 1998.
También la Defensoría de los Habitantes de Costa Rica ha insistido en la implementación
de un programa de pensiones. La demanda principal de los afectados es el pago
de una suma por indemnización, que necesariamente deben aportar las empresas
fabricantes y bananeras responsables del problema.
Hechos categóricos
La Defensoría de los Habitantes de Costa Rica emitió un informe que es
muy claro en señalar la responsabilidad de las empresas fabricantes, de las
bananeras y del Estado costarricense en la exposición de los trabajadores al
DBCP. El informe señala que existen miles de personas que no han recibido
indemnización y que, además, requieren de atención médica
y sicológica. Hizo una serie de recomendaciones al Poder Ejecutivo, dentro de
las cuales destacan la necesidad de que abran los espacios necesarios con las
empresas para que los trabajadores reciban una justa indemnización. Además,
solicita atención médica especializada y pensiones.
Por otra parte, gracias a la lucha de los afectados, el gobierno actual
emitió un decreto ejecutivo que creó una Comisión Interinstitucional, integrada
por representantes del Instituto Nacional de Seguros, la Caja Costarricense del
Seguro Social, el Ministerio de Salud, el Ministerio de Agricultura y
Ganadería, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, y el Ministerio de
Relaciones Exteriores y Culto. Esta Comisión realizó, durante once meses
(diciembre 1998 - octubre 1999), una investigación detallada sobre el problema
del DBCP, después de lo cual tiene la obligación de presentar ante el Poder
Ejecutivo un informe con recomendaciones. El viernes 29 de noviembre de 1999 la
Comisión rindió un resumen verbal a dirigentes de CONATRAB en el que se
expusieron los principales componentes de la investigación, así como sus
recomendaciones. En este informe se confirmó y amplió lo expuesto en el Informe
de la Defensoría de los Habitantes, e incluirá recomendaciones al Poder Ejecutivo,
básicamente en las tres áreas reivindicadas permanentemente por CONATRAB:
pensiones, atención médica especializada y creación de un fondo indemnizatorio,
creado con recursos aportados por las empresas bananeras y fabricantes.
El informe completo, junto con sus recomendaciones, debe haber sido
entregado al Presidente de la República justamente en los días en que esta
edición está saliendo al público. Es necesario esperar lo que decida hacer el
Presidente, así como la reacción que tendrán las empresas Se espera que este
Informe ayude resolver en grado importante el grave daño causado a miles de
personas. CONATRAB está preparado, en todo el país, para asegurarse que las
recomendaciones de la Comisión deben ser cumplidas.
Todos
los meses, en los diferentes lugares del país donde funcionan los Comités de
CONATRAB, centenares de trabajadores afectados por el DBCP se reúnen para
escuchar las últimas noticias sobre el avance de su lucha y hacer los
preparativos necesarios para demostrar su voluntad de seguir adelante. Ellos,
con su movilización permanente, son la garantía de que la tragedia del DBCP no
quedará impune.
Esterilidad: Los trabajadores expuestos
sufren varios tipos de esterilidad, bajo la generalidad de la aplasia de célula
germinal (sus cuerpos no producen esperma). Algunos no producen esperma del
todo (azoospermia). Otros producen una cantidad bajo el nivel normal
(oligoospermia), y también hay hombres que presentan niveles altos o normales,
pero de carácter deforme, por ejemplo espermas con movilidad limitada
(teratospermia). En todos estos casos es casi imposible que los hombres puedan
engendrar. Esta esterilidad constituye fisiológicamente la castración química
de miles de hombres.
Cáncer: Se ha comprobado que el
DBCP causa cáncer testicular y estomacal. Entre los trabajadores que fueron
expuestos al DBCP se manifiestan casos de cáncer estomacal, testicular, en los
riñones y en el duodeno.
Problemas degenerativos: Unos
hombres manifiestan daños diversos, como problemas del sistema nervioso
central, procesos degenerativos como pérdidas de dientes, dolores musculares y
pérdida de visión y de la vista.
Aflicciones genealógicas: Muchas
mujeres de la región donde se aplicó el DBCP no han podido ser madres porque
abortan a las pocas semanas de gestación. Otras han confirmado padecer de
tumores, dolencias en los huesos y atrofias musculares. También sufren trastornos
hormonales y otras alteraciones a sus ciclos menstruales.
Malformaciones genéticas: En los
casos de las personas expuestas al DBCP que pudieron engendrar posteriormente,
sus hijos manifiestan problemas genéticos. Por ejemplo, un niño nació con un
padecimiento severo de los glóbulos rojos en la sangre y debe recibir
transfusiones semanales. La víctima sufre mareos, se acalora y camina con
dificultades. Hay cientos de niños con problemas mentales y físicos.
Problemas sicológicos: La
incapacidad de engendrar ha llevado a repercusiones severas, incluyendo
impotencia, depresión severa, pesadumbre y confusión. Estas aflicciones han
resultado en pérdida de trabajos, alcoholismo y amenazas de suicidio. Algunas
de estas víctimas requieren de ayuda psiquiátrica.
Rechazo social: Las
personas afectadas y sus familias son víctimas del aislamiento social. Muchos
fueron abandonados por sus esposas. Algunos matrimonios acordaron buscar otros
hombres sin problemas para embarazar a la mujer, causando desequilibrios matrimoniales
y separaciones. Los hombres estériles son el blanco del ridículo social, ya que
en la cultura a que pertenecen mucho del valor de un hombre se mide por su
virilidad, que se evidencia engendrando. Los hijos de los afectados que padecen
de malformaciones o enfermedades sufren humillaciones en manos de otros
niños.
Medio Ambiente: El DBCP es considerado altamente persistente y
móvil. Su descomposición es lenta en el suelo. Se puede filtrar a través de
ciertas tierras. Es un contaminador de la tierra y del agua de superficie.
OBSERVADORES VISITAN
PLANTACIONES
CONSTATAN ATROPELLOS LABORALES
Una delegación de observadores visitó 2 fincas bananeras
en la Zona Atlántica de Costa Rica y comprobó in situ las denuncias sobre
violaciones a los derechos laborales en las plantaciones.
El sábado 16 de octubre
de 1999, una numerosa delegación de observadores visitó 2 fincas bananeras en
la Zona Atlántica, con el fin de comprobar in situ las reiteradas denuncias
que, sobre violaciones a los derechos laborales en las plantaciones, han venido
haciendo públicas las organizaciones sindicales y la red Foro Emaús.
La delegación estuvo integrada por el Ministro de
Trabajo, licenciado Víctor Morales; el viceministro de esa cartera, licenciado
Vernardo Benavides; el diputado José Merino del Río, de Fuerza Democrática; la
diputada Virginia Aguiluz, del Partido Liberación Nacional; la responsible del
Área de la Mujer de la Defensoría de los Habitantes, licenciada Ligia Martín; y
el Director Regional para América Latina y Caribe de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), Ian Chambers. También participaron
representantes sindicales de la Confederación de Trabajadores Rerum Novarum, de
la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP), del Sindicato
Nacional de Enfermeras, del Sindicato de Educadores Costarricenses (SEC), de la
Comisión para la Defensa de los Derechos Humanos de Centroamérica (CODEHUCA) y
de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Costa Rica, así como
periodistas de varios medios de comunicación Canal 15, Tico Times, Diario La
Extra, Semanario Universidad, así como diversos dirigentes de la COSIBA y Foro
Emaús, quienes auspiciaban la gira.
En su primera escala, realizada en Finca Duacarí 1,
propiedad de BANDECO --subsidiaria de Del Monte--, la delegación escuchó los
testimonios de trabajadoras y trabajadores que expusieron la forma en que les
están reduciendo sus salarios en esa empresa, bajo la excusa de la existencia
de una crisis de mercado. Con diferentes documentos en mano, y entregando
copias al Ministro de Trabajo, varios trabajadores bananeros plantearon con
lujo de detalles las duras condiciones laborales y la represión patronal que
sufren por querer organizarse libremente en sindicatos.
Ante unas 100 personas, las autoridades del Ministerio
de Trabajo, de la OIT, los diputados y el resto de la delegación escucharon
hablar sin temor a unas 10 personas, quienes, en voz alta y con ojos llenos de lágrimas debido al dolor padecido
por tanta discriminación, pedían que se hiciera lo posible para que se respeten
las leyes y los derechos humanos --en especial los laborales-- en esos centros
de trabajo.
Las principales denuncias expuestas por los
trabajadores y trabajadores tuvieron relación con las prácticas que están
aplicando las empresas ante la supuesta crisis que está afectando al sector
bananero. Las principales denuncias fueron las siguientes:
·
Se aplican despidos a los
trabajadores y trabajadoras, y se les vuelve recontratar con salarios hasta un
50% más bajos que los salarios regulares
·
Se despide y discrimina a
quien pretende afiliarse a un sindicato.
·
Existe un recargo de tareas
por un salario cada vez menor.
·
Se extiende la jornada de
trabajo a 12 horas generalmente.
·
Se les obliga a trabajar
fines de semana y días feriados.
·
Se restringen los permisos
para atención médica en la CCSS.
·
Se dan prácticas de acoso
sexual por parte de capataces.
·
Se despide a quienes se
manifiesten como simpatizantes del sindicalismo.
·
Se les presiona para que
acepten condiciones desmejoradas de trabajo.
El Ministro de Trabajo, en presencia del Gerente de
Relaciones Laborales de BANDECO, se comprometió a atender las quejas, ya que
--según él-- la empresa le había asegurado que todo lo que hacía lo hacía en
apego a las leyes. Sin embargo, dijo que primero defendía el empleo y luego las
rebajas de salario, cuestión que fue duramente criticada por el diputado José
Merino y por dirigentes sindicales bananeros que intervinieron en la reunión.
Después de esta visita, la delegación –en una caravana
de carros y autobuses-- se dirigió a la zona de Sixaola, al sur de la provincia
de Limón, para reunirse con los dirigentes del Sindicato de Trabajadores de la
Chiriquí Land Company (SITRACHIRI), cuyos afiliados de las fincas 96 y 97 les
recibieron con un paro de labores que iniciaron desde la madrugada. Tal
manifestación estaba motivada por el reciente e injusto despido de su
Secretario General, Daniel Gutiérrez.
En estas fincas, en medio de una gran concentración de
trabajadores y trabajadoras, hicieron uso de la palabra cinco trabajadores
indígenas guaymíes, quienes hablaron de la explotación y discriminación a que
son sometidos por los administradores de la empresa, que es subsidiaria de
Chiquita. Posteriormente, varios dirigentes de las organizaciones visitantes,
el Ministro de Trabajo y dirigentes sindicales bananeros venidos del lado
panameño expusieron sus preocupaciones sobre la justicia, el cumplimiento de
las leyes y los derechos humanos de quienes trabajan en las plantaciones bananeras.
A primera hora de la tarde de ese mismo día, 16 de
octubre, el Ministro había inaugurado la sede de las instalaciones de la
“Oficina de Inspección del Trabajo”, ubicada en el poblado de Bribri, cantón de
Talamanca, el cual se empezaba sus labores atendiendo el caso del despido del
sindicalista Daniel Gutiérrez, Secretario General del único sindicato bananero
que tiene Convención Colectiva vigente.
Mientras los diferentes participantes hacían uso de la
palabra, en el limpio cielo de Sixaola, sobre la explanada deportiva en la que
estaba reunida la gente, una avioneta que hacía labores de fumigación con los
peligrosos tóxicos usados para combatir la sigatoka negra sobrevoló en unas 6
oportunidades. Este sobrevuelo constituyó un gesto de amenaza, y parecía que,
con él, se quería decir que el imperio bananero también controla la vida de los
trabajadores desde las alturas, y que no estaba bien que esos brazos estuvieran
ociosos y esos corazones latieran por la justicia. Abajo, tercamente, la
justicia se abría paso y se mostraba espléndida, con palabras en guaymí de un
misterioso y añejo reclamo, así como en un español solidario y amigo.
Mientras caía la tarde, las delegaciones se
despidieron de los trabajadores indígenas costarricenses y panameños, de las
mujeres y de los niños, con una esperanza remota, pero esperanza al fin, de la
autoridad del Ministerio del Trabajo y de la posibilidad de que la visita de la
delegación, en una acción de incidencia y solidaridad, tuviera algún efecto en
la atención de ese pueblo trabajador, que comienza a despertar como un gigante
dormido en pos del disfrute de sus legítimos derechos.
Con esta acción, desde el Foro Emaús se tiene la
certeza de haber contribuido a develar la situación en que viven y se desviven
las comunidades bananeras. El sueño de libertad comienza a organizarse y a
recibir una solidaridad que debe levantarse como un cuero de chivo reseco, que
si lo pisan por una parte se levanta por el otro.
PARAQUAT O GRAMOXONE
EL PERFIL DEL PELIGRO TÓXICO
El paraquat, uno de cuyos nombres comerciales es
gramoxone, es el causante número uno de intoxicaciones por plaguicidas en el
país.
Los plaguicidas no solamente matan plagas: según la
Organización Mundial de la Salud, cada año 220 mil personas mueren envenenadas
con pesticidas en el mundo, y otros tres millones se intoxican en forma aguda.
Aunque el 80% de los plaguicidas producidos son utilizados en los países
desarrollados, los casos de intoxicaciones son proporcionalmente más numerosos
en los países en desarrollo.
Costa Rica no escapa de esta realidad: en 1997 se
reportaron 827 casos de intoxicaciones agudas con plaguicidas. En este país, el
primer responsable de estos envenenamientos es el paraquat, más conocido
comercialmente con el nombre de “gramoxone”. El 23% del total de intoxicaciones
con plaguicidas es responsabilidad de este producto. Además, si se analizan los
datos de la provincia de Limón, se evidencia que la incidencia de accidentes
con paraquat es aún más alta: 91 casos sobre un total de 305, es decir, un 30%.
Es un hecho indiscutible, el paraquat es el plaguicida
que causa más intoxicaciones en Costa Rica. Paradójicamente, este herbicida, el
de uso más corriente a nivel nacional en agricultura y también en los patios de
las casas, escuelas, iglesias y otros lugares públicos, es clasificado como
“moderamente tóxico” —etiqueta amarilla— y es considerado poco peligroso por la
población en general. Ante esta realidad, es realmente pertinente dedicar un
espacio al paraquat y a señalar el peligro que significa para la salud de la población.
El perfil del paraquat
El paraquat pertenece a la “Docena Sucia”, una lista
que incluye pesticidas que, por su peligrosidad, deberían estar prohibidos
según la OMS y la Pesticid Action Network. Este pesticida está prohibido en
varios países escandinavos, y su uso es restringido en los Estados Unidos. En
este último país, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) lo clasificó entre
los productos posiblemente cancerígenos para el ser humano.
Es un producto sumamente tóxico para los seres
humanos. Han sido reportados muchísimos casos de intoxicaciones agudas y
muertes provocadas por el paraquat. Si se ingiere, se producen quemaduras en la
boca y en la garganta, seguidas de una irritación grave del tracto
gastrointestinal que provoca dolores abdominales, náuseas, vómitos y diarrea.
Otros síntomas adicionales son sed, respiración corta, frecuencia cardiaca
alta, lesiones en los riñones, hígado, corazón y sangrados en los pulmones. En
general, la piel sana no absorbe este producto, sin embargo, la piel herida o
irritada puede absorberlo muy fácilmente.
Hay dos razones por las cuales las intoxicaciones con
paraquat son muy graves. Primero, no se conoce antídoto ni tratamiento eficaz
para controlar un envenenamiento con este producto. Segundo, algunos síntomas
pueden aparecer varios días después del contacto con el tóxico.
A pesar de las estadísticas, Zeneca —la empresa que
fabrica este producto—, las distribuidoras de agroquímicos y muchos agrónomos y
otros científicos siguen diciendo que el paraquat no es peligroso si se usa
correctamente. Afirman que con su color azul, su olor desagradable y el aditivo
que provoca vómitos en caso de ingestión, es
imposible intoxicarse accidentalmente con el producto.
En Costa Rica, la científica Katherina Wesseling, del
Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas (IRET), de la Universidad
Nacional Autónoma, ha realizado varias investigaciones sobre los
envenenamientos accidentales provocados por este herbicida. Estas
investigaciones arrojaron resultados muy importantes, entre ellos el hecho de
que heridas leves en la piel, incluso aquellas que pasen desapercibidas, pueden
constituir una vía de penetración del tóxico en el cuerpo, lo cual puede
provocar graves consecuencias, incluyendo la muerte. Otra observación
importante de los estudios es que el traje de protección no impide que haya
contacto entre el veneno fumigado y la piel. En general, la científica destaca
que el paraquat diluido sí puede causar intoxicaciones accidentales mortales, y
que la única forma de eliminar los riesgos de envenenamiento es no usar dicho
producto.
El Foro Emaús comparte esta opinión y está
desarrollando una campaña para lograr la prohibición del uso del paraquat en
Costa Rica. En efecto, este producto no es imprescindible en la producción
agrícola. Miles de productores orgánicos y tradicionales producen eficazmente
sin usar herbicidas ya que existen alternativas sencillas y baratas para
controlar las malezas. En lo que concierne a la agricultura convencional, se
puede sustituir dicho producto por
otros menos peligrosos —aunque siempre representen un peligro para la salud— y,
de hecho, muchas empresas agrícolas ya no usan el paraquat.
Paraquat ha provocado la muerte accidental de muchos
trabajadores agrícolas en Costa Rica y en el mundo.
No existe antídoto ni tratamiento eficaz para curar un
envenenamiento con paraquat.
Paraquat provoca la muerte después de una agonía a
veces larga y siempre dolorosa.
Paraquat es el agroquímico que provoca más
intoxicaciones en Costa Rica.
Las intoxicaciones con paraquat provocan incapacidades
largas y son muy costosas.
Por la forma en que se usa en la agricultura, paraquat
puede causar la muerte aún en dosis pequeñas y bajas concentraciones. Además,
es virtualmente imposible tomar todas las precauciones para evitar un contacto
con el producto.
El equipo o traje protector no puede garantizar que no
haya contacto con el producto fumigado.
Paraquat pertence a la “Docena Sucia”. Su uso es
prohibido en varios países escandinavos y restringido en Estados Unidos.
Paraquat demostró tener efectos mutagénicos en células
humanas. El PAN y la EPA lo han clasificado como potencialmente cancerígeno
para el ser humano.
Científicos costarricenses y extranjeros llegaron a la
conclusión de que el uso de paraquat en bananeras no puede ser considerado
seguro, y que sería conveniente restringir su uso en los países en desarrollo,
incluso en Costa Rica.
No existen pruebas de que paraquat no tenga efectos
negativos a largo plazo.
El paraquat absorbido en el suelo tiene una vida media
muy larga.
La opinión pública esta cada vez más preocupada por
las consecuencias negativas del uso de agroquímicos en la salud y el ambiente.
Las empresas bananeras no podrán lograr el sello
“Better Bananas” si usan paraquat en sus plantaciones.
La escasez de conocimientos sobre intoxicaciones con
paraquat en dosis pequeñas y concentraciones bajas hace que el cuerpo médico
nacional no logre diagnosticar fácilmente los accidentes, con todas las
consecuencias que puede tener por el afectado.
La mayoría de las muertes causadas por paraquat
ocurren en países en vías de desarrollo.
El paraquat puede ser sustituido por técnicas simples,
baratas y con muy bajos riesgos para los trabajadores.
REALIDAD O FANTASÍA
¿CRISIS BANANERA EN COSTA
RICA?
Los empresarios bananeros en Costa Rica están
exigiendo mayores privilegios, bajo la excusa de que el sector afronta una
seria crisis. El Foro Emaús plantea su posición en relación con esta
"crisis" del sector.
A mediados de 1999, la Organización Mundial del
Comercio (OMC) declaró que consideraba irregular el régimen europeo de
comercialización de banano y obligó al establecimiento de un nuevo régimen, que
sea consecuente con las políticas y directrices de libre comercio definidas por
ese organismo. Por esta razón, y por la existencia de una sobre oferta de la fruta en el mercado
internacional, algunas compañías bananeras transnacionales han comenzado a
cancelar contratos de trabajadores y trabajadoras, y a firmar nuevos contratos,
con nuevas y desventajosas condiciones laborales.
Los hechos
Es necesario considerar algunos aspectos en relación
con esto que algunos han dado en llamar “crisis bananera». En primer lugar, hay
que reconocer que la OMC resolvió que el actual régimen europeo de cuotas ya no
puede mantenerse. Esto ha obligado a la Unión Europea ha buscar un nuevo orden
de comercialización para la importación de bananos. Varios sectores
involucrados han hecho propuestas sobre el nuevo orden que debe regir y, como es
lógico, cada uno de ellos ha buscado defender sus propios intereses. Costa Rica
ya ha hecho su propuesta, pero algunos manifiestan temor por la decisión que se
vaya a tomar, debido a que consideran la posibilidad de que nuestro país no
pueda vender toda la fruta que produce.
Otro factor importante que entra en juego en esta
coyuntura es la existencia de una sobre oferta de fruta en los mercados
internacionales, generada como consecuencia de la expansión bananera que se ha
dado en Ecuador, así como de la recuperación de áreas productivas en los países
de Centroamérica afectados por el huracán Mitch y de la enorme producción
bananera alcanzada en Costa Rica en los últimos años, después de la expansión
de fines de los 80 y principios de los 90.
Además, se alega que los costos de producción en Costa
Rica son más altos que en otros países, por lo que se tiene que vender más cara
la fruta, lo cual constituye una desventaja comercial. Numerosas
investigaciones demuestran que el banano producido en las fincas convencionales en Costa Rica es más caro debido al
alto costo económico y ambiental del paquete tecnológico –en especial por los
agroquímicos aplicados— que usan las compañías transnacionales y nacionales.
Ciertamente, en otros países el costo de producción es
menor debido a que se tiene una menor inversión social en salarios y garantías
sociales, por lo que las condiciones de trabajadores y trabajadoras son
realmente lamentables. En nuestro país, gracias a la lucha histórica de los
trabajadores, se han conseguido derechos y garantías que ahora están
amenazadas, lo cual no se puede dejar de ver.
También es preciso reconocer que los precios de las
cajas de banano cayeron en los mercados internacionales. Sin embargo, son
nuevamente los productores nacionales y los trabajadores y trabajadoras los que
sufren las consecuencias. Las tres grandes compañías productoras y
comercializadoras fueron las que decidieron reducir en 35 centavos de dólar la
caja de banano a los productores nacionales, afectándolos a ellos y a los
trabajadores bananeros en general. Por eso decimos que esta es una «crisis» que las mismas compañías han
creado con su irracionalidad empresarial, pero que aprovechan para eliminar los
beneficios mínimos conquistados a lo largo de tantos años por medio de las
luchas laborales.
Las anteriores consideraciones hacen ver que nuestro
país se encuentra, una vez más, ante una situación que es el resultado de una
planificación empresarial irracional. Mucho se habló hace 10 años de que la
expansión bananera que se estaba dando traería consecuencias negativas para el
país. Ahora estamos viviendo una manifestación más de aquella profética
denuncia.
Ante la situación que afrontan, las compañías
bananeras han optado por iniciar despidos masivos de trabajadores y trabajadoras,
o cancelación de contratos de trabajo. La mayoría de estos trabajadores y
trabajadoras son re-contratados de nuevo, pero en condiciones totalmente
diferentes: los nuevos salarios son más bajos que los vigentes hasta hace poco
(se habla de casos en los que se paga hasta más de un 30% menos), se asignan
más funciones a los nuevos contratados, se extienden las jornadas laborares y
se eliminan algunos derechos adquiridos históricamente a través de las
convenciones colectivas, los cuales
apenas se sostienen por los «arreglos directos» (por ejemplo: pago de
electricidad y limpieza de las zonas verdes, entre otros).
Los despidos y la eliminación de beneficios adquiridos
históricamente se justifican por parte de las empresas en nombre de la mal
llamada « crisis bananera». Desde el Foro Emaús se considera que no se puede
hablar de una crisis, sino que se trata de un «reacomodo de mercado», ya que en
el fondo lo que se da es una lucha entre transnacionales bananeras que disputan
espacios en los mercados internacionales.
Resulta paradójico que estas mismas compañías
nacionales y transnacionales que ahora piden condonaciones y eliminación de
impuestos, hace un año, a través de una millonaria campaña publicitaria firmada
por CORBANA, le decían eufóricamente al país que habían llegado a exportar la
cifra record de 116 millones de cajas de banano anuales, lo que generó divisas por 663 millones de dólares.
¿Cómo es que nunca se les ocurrió socializar o compartir sus ganancias en esos
momentos, y ahora piden que se socialicen sus pérdidas (o mejor dicho, las
ganancias que han dejado de percibir), a pesar de que ellos mismos son
directamente responsables, después de promover una expansión desmedida y
no planificada de la actividad?
Una vez más se repite la historia: cuando hay bonanza,
las riquezas se quedan en las cuentas de las compañías bananeras, las cuales,
además, exportan sus ganancias, pero cuando hay crisis descargan sus
consecuencias en las espaldas del los trabajadores y trabajadoras, y a cuenta del Estado, es decir, de todo el pueblo.
Desde el Foro Emaús se han planteado propuestas
concretas sobre cómo mejorar la actividad agroindustrial bananera, que es tan
importante para el país. Recientes reuniones sostenidas con algunas
transnacionales, con la Comisión Ambiental Bananera, con los Ministros de Salud
Pública y de Trabajo y Seguridad Social, así como con el Presidente de la
República, ponen de manifiesto el interés del Foro Emaús por contribuir
responsablemente y con propuestas concretas a las soluciones de los importantes
problemas que tiene la actividad bananera.
Por eso, llama mucho la atención que todavía haya un
grupo de productores bananeros que mantiene una actitud cerrada ante otras
propuestas. Incluso siguen hablando de que «hay grupos tradicionalmente
interesados en desprestigiar el Sector Bananero Costarricense»1 . Sostienen que mantendrán los derechos de los
trabajadores, pero eso contrasta con lo que ocurre en los bananales y se
corrobora con los reportajes periodísticos que muestran que sí se deterioran
las condiciones de trabajo con las nuevas recontrataciones.
Es muy curioso que hasta el mismo Solidarismo,
dirigido por la Escuela Social Juan XXIII —que siempre ha sido fiel a las
empresas—, parece estar inconforme con lo que está sucediendo en las fincas
bananeras. En un reciente campo pagado, dicha institución manifiesta su
preocupación por las decisiones tomadas por las empresas transnacionales: «Las
decisiones tomadas unilateralmente, a veces, lejos de propiciar el
entendimiento obrero - patronal,
deterioran las relaciones laborales»2 .
Ya los Sindicatos Bananeros han denunciado
públicamente que se están dando despidos selectivos, incluyendo especialmente a
trabajadores sindicalizados o simpatizantes. Igualmente, han denunciado que no
existe libertad de asociación, que se está provocando un desempleo masivo y que
se están violando derechos básicos de los trabajadores y trabajadoras. También
han comunicado que no están de acuerdo con la manera en que se están dando los
nuevos contratos de trabajo. Estas organizaciones laborales están preparando la
realización de una serie de actividades que buscan defender los derechos
adquiridos a lo largo de tantos años de lucha.
Las propuestas
De acuerdo al análisis hecho anteriormente, desde el
Foro Emaús se propone:
1. Que las Municipales de los
cantones bananeros inicien de inmediato un programa de defensa de sus intereses
como gobiernos locales, ya que la actividad bananera genera impuestos básicos
para desarrollar obras de bien común, lo cual hay que defender en interés de
las comunidades.
2. Hacer un llamado al Gobierno de
la República para que no ceda ante las presiones de las compañías bananeras,
que piden que se les eliminen los pocos impuestos que pagan.
3. Pedir al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social
que involucre a otros actores de la sociedad –particularmente a los sindicatos
bananeros, en aquellas fincas en que tengan presencia—, en la negociación y
fiscalización de los nuevos contratos de trabajo.
4. El Gobierno deber crear una comisión que elabore
programas para compensar a los sectores más vulnerables afectados por esta
«crisis».
5. La Defensoría de los Habitantes debe asumir un
papel protagónico en esta coyuntura, ya que oficialmente el Ministerio de
Trabajo está fiscalizando la legalidad de los despidos, mientras que las nuevas
recontrataciones implican un deterioro efectivo de los históricos beneficios
mínimos logrados por las organizaciones laborales. No se debe olvidar que
se trata de una actividad
agroindustrial que proporciona 40 mil empleos directos unos 100 mil empleos
indirectos.
6. Hacer un llamado a todas las organizaciones de la
sociedad civil e instituciones de la provincia de Limón y del Cantón de Sarapiquí
para que se involucren responsablemente en esta coyuntura, defendiendo la
vigencia de las garantías sociales que tanto ha costado conquistar y mantener.
La producción bananera constituye una actividad de
mucha importancia para generación de empleo en la zona atlántica, por eso todos
debemos interesarnos en defender los derechos de los trabajadores y
trabajadoras. Este es un momento grave y, a la vez, una oportunidad más para
que busquemos alternativas adecuadas que recuperen la equidad social en la actividad
bananera.
La forma en que el Ministerio de Trabajo ha estado
legitimando los despidos masivos que están realizando varias empresas
bananeras, bajo la excusa de una supuesta "crisis" que les está
afectando, ha llevado a los trabajadores a plantear sus reclamos ante las
oficinas de esa instancia gubernamental.
ENTREVISTA A CONCEPCIÓN MEDINA
ESO DE SER BANANERO SE QUEDA PEGADO
Hace 50 años, siendo apenas un muchacho, don
Concepción Medina salió de su pueblo, en la provincia de Guanacaste, para iniciar
un recorrido que ha sido repetido por miles de sus coterráneos a lo largo de
tanto tiempo de historia bananera.
Allí, en los bananales, dejó sus fuerzas y entregó
cada momento de su vida desde que tenía 16 años, forjando experiencia y
librando sus luchas. Coto, Valle La Estrella y varias fincas de Pococí fueron
los escenarios en donde conoció el mundo bananero, siempre –como él dice— a la
par de sus compañeros…
Empieza la conversación entrecerrando los ojos, como
para ordenar sus pensamientos, y luego recorre a paso rápido esos 50 años, a
veces exteriorizando tristeza, como cuando evoca el despido de algunos de sus
amigos, otras veces apretando los puños, y la mayor parte del tiempo sonriendo,
pues –como él dice— a sus 65 años se siente con mucha energía y deseos de vivir
y de luchar.
“Con mucho gusto le cuento algunas cosas de mi vida
como bananero. Yo nací en San Antonio de Nicoya, en diciembre del año 34. Como
ve, ya estoy por llegar a los 65 años. Me fui de mi pueblo a la edad de 15 años
y a los 16 empecé mi vida en las bananeras, exactamente en finca 52 de Golfito.
De allí me fui para el Valle La Estrella. Ahí estuve 4 años, y al cabo de ese
tiempo me despidieron sin pagarme nada. Me acusaron de un trabajo mal hecho. La
verdad es que el que había hecho mal el trabajo fue un señor llamado Jonás,
pero, al final, a mí fue al que se lo tragó la ballena.
Me volví a ir para la Zona Sur y estuve en Coto 52,
49, 63 y 54. En 1967 me vine para esta zona de Guápiles y aquí trabajé en varias fincas, en Santa
Clara, San Rafael (donde estuve por 13 años) y en Finca Jardín. Desde 1986 dejé
de trabajar en las bananeras, aunque siempre trato de mantenerme informado de
cómo van las cosas en los bananales. Es que eso de ser bananero se le queda a
uno pegado y yo casi toda mi vida estuve en esa brega.
Cuando yo empecé a trabajar no se exportaba en caja,
sino en racimos. El banano se jalaba en
mulas, con unas esterillas para que no se maltratara. El sistema de empaque lo
vine a conocer en el Valle La Estrella. La vida en una bananera de esos años
era dura. Uno se levantaba a las cuatro de la mañana, porque a las cinco tenía
que estar en la línea, que es como se le llama al lugar donde distribuyen las
tareas para cada peón. Si llegaba pasada esa hora, lo devolvían. De ahí en
adelante era todo el día de trabajo. Iba llegando uno a las cinco o seis de la
tarde a los baches1. No había hora fija de almuerzo. Si uno estaba
trabajando cerca de la fonda, podía ir a almorzar. De lo contrario, la fondera
mandaba el almuerzo con un motocar de la compañía. Lo malo es que a veces se
extraviaba el almuerzo y había que aguantar hambre en serio.
El trabajo era bien duro. Habían unos racimos bien
grandes, que tenían hasta 17 manos y pesaban hasta quintal y medio. Había que
echárselos al hombro hasta 250 metros. Fue hasta después, cuando hubo
organización sindical, que se obligó a las empresas a tender más cables para no
tener que cargar la fruta tanto trecho.
Uno salía bien maltratado. No es por dármelas de nada, pero en ese
tiempo no era todo el varón que era conchero.
En el Valle no había más diversión que beber guaro y
después visitar los prostíbulos. La gran mayoría éramos solteros y vivíamos de
tres en tres en esos baches. Aunque algunos tenían su camarote, muchos lo que
tenían era un simple cartón para dormir. En lo de la salud la cosa era fregada,
mucha enfermedad, y ni pensar en un hospital, lo único que habían eran
dispensarios. Mucha gente llegaba y se iba. No aguantaban.
Yo oí hablar de organización por primera vez como en
el año 63. Había un sindicato, que después supimos que era pagado por la misma
compañía. Ellos nos decían que los trabajadores teníamos tales y tales
derechos, que la empresa nos tenía que tratar de tal y tal manera. Pero en la
realidad las cosas eran al contrario, y el tal sindicato no hacía nada. Después
salió lo que llamaban el sindicato rojo. Ahí me organicé por primera vez, en la
UTG, pero en esa época no había mucha fuerza. En El Valle no había
organización. Yo anduve tratando de crear una organización junto con otros
compañeros. La compañía no quería para nada que la gente se organizara y tenía
muchos orejas. A estos y otros compañeros los denunciaron y los botaron. A mí
no, no sé por qué.
Se maltrataba uno mucho y ganaba poco. Había gente que
salía con 120 colones en una quincena. La comida en la fonda costaba como 50
pesos, con las extras.
Yo, en mi vida bananera, he hecho muchos trabajos:
embolsa, deshija, rodajea, palero, cortador, conchero, encargado y hasta capataz.
Esto último a algunos les puede parecer raro, pero yo siempre me atuve a que lo
que había que lograr era que el trabajo se hiciera bien, a conciencia, pero sin
estrechar al trabajador. Sin embargo, en la época en que fui encargado y
capataz me tocó ver cosas feas. Una vez vi que a un compañero le escondieron un
saco de abono y después se lo regaron y lo acusaron de estar botando el abono.
Ese compañero bramaba de rabia. Vino y me dijo: “Concepción, usted sabe que yo
soy viejo trabajador y cómo me voy a poner en estas ahora. Usted sabe que yo no
he botado el abono, esto es una cama para botarme”. Yo le dije: yo tampoco he
puesto ese abono ahí. Yo soy consciente de que usted no ha hecho nada malo. Al
pobre lo despidieron. Solo me acuerdo que le decían Chomes.
En otra ocasión, a un trabajador que era carrero se le
descarriló la rola del cable y todos los racimos de banano se cayeron. Mandaron
a traer un abogado de Guápiles y le dijo al trabajador que él no tenía derecho
a nada, que tenía que aceptar que lo despidieran porque de lo contrario más
bien la compañía lo iba a demandar por las pérdidas. También lo botaron sin
nada al compañero.
Yo, aquí en la zona de Guápiles, trabajando en finca
San Rafael, participé en varias luchas para hacer valer los derechos del
trabajador. Inclusive fui en tres o cuatro ocasiones (no me acuerdo bien)
miembro de la directiva del STAPPG2 . En esa finca me tocó participar en una lucha brava.
Veníamos sufriendo por los bajos salarios. Entonces le hicimos una solicitud a
la empresa. Eso fue un dos de mayo, después de que, el día anterior, habíamos
ido al desfile del día del trabajo. Yo reuní a la gente y les dije: yo soy
afiliado al sindicato, pero ahora que vamos a ir a hablar con la administración,
nadie mencione nada que tenga que ver con el sindicato.
La respuesta de la empresa fue muy mala, nos ofrecían
aumentos de apenas unos centavos. Entonces muchos tomaron la decisión de
afiliarse al sindicato. Nos íbamos de diez en diez, hasta que completamos la
cantidad que la ley exige y planteamos todo para la firma de la convención. Se
negoció la convención y por espacio de unos ocho años estuvimos organizados y
protegidos por la convención. Pero la empresa nunca estuvo conforme con el
sindicato y metió el solidarismo. Me acuerdo que hicieron una reunión en horas
laborales, a la que llegó el padre Solano, que por cierto tuvo un altercado
conmigo. Al padre no lo dejamos hablar mucho y en esa reunión no logró
convencer a nadie. Todo esto lo hicieron estando el sindicato reconocido y con
su convención firmada.
En una de las huelgas que hicimos me echaron preso por
16 días, acusándome de ser el cabecilla, me apresaron junto con una compañera
que se llama Ema Hernández, y estuve en la cárcel, en San José, por 16 días.
Allí me torturaron incluso, preguntándome dónde teníamos la armas, cosa que era
un puro invento. Me golpearon y me aplastaron los dedos. Un día de tantos
simplemente me dijeron, jálese porque está libre. Unos compañeros de un
sindicato que se llamaba FENATI me
dieron 20 pesos y así me regresé para Guápiles.
Finalmente nos derrotaron en la finca, mediante
presiones, liquidando a la gente, dándoles los peores trabajos a los
sindicalizados y trayendo gente de otra finca que se llamaba La Teresa, donde
ya estaba el solidarismo.
Actualmente ya no trabajo en el bananal. Yo coticé
desde 1972 para el Seguro, pero lo de conseguir una pensión lo veo difícil.
Hace poco fui, pero con solo oír lo que le decían a otro trabajador, mejor me
devolví. Todavía tengo fuerzas y bastante experiencia en los trabajos del
banano. Algunas tareas quizás ya no puedo hacerlas, pero otras sí. Pero lo malo
es que las bananeras casi no le dan trabajo a la gente de más de 40 años.
Ahora la cosa está bien jodida para la gente. Vea lo
que está pasando en BANDECO. Con el cuento de que hay problemas con la fruta en
el extranjero han liquidado a casi todo el mundo. Tienen un truco. Los liquidan
hoy a las 11 de la mañana y el mismo
día los vuelven a contratar, pero rebajándoles el precio de las diferentes
tareas. Ahora ganan sueldos muy malos. Algunos conocidos míos, que se metieron
antes en el solidarismo, ahora los veo y les digo: diay, qué pasó, por qué el
solidarismo no los defiende. Pero qué va, con el solidarismo no hay derecho a
nada para el trabajador. Hace poco oí al diputado Merino3 diciéndole al Ministro de Trabajo que vinieran a las
plantaciones, al puro campo, a hablar con la gente. Me gustó eso, yo creo que
hace falta que se cumpla la ley en los bananales porque en la actualidad el
trabajador está lo que se dice mal. Las
compañías se han devuelto al tiempo de antes, cuando no había ley y le pagaban
a uno lo que les daba la gana.
Actualmente hay mucha represalia en los bananales,
amenazan a la gente con el despido si se afilia a un sindicato. Pero es derecho
que tenemos todos y, a como yo veo las cosas, solamente que la gente se vuelva
a organizar se podría llegar a mejorar
la situación”.
"Ahora la cosa está bien jodida para la gente.
Vea lo que está pasando en BANDECO. Con el cuento de que hay problemas con la
fruta en el extranjero han liquidado a casi todo el mundo".
COMPLICIDAD DE LOS MEDIOS
DESEQUILIBRIO A FAVOR DE LAS
EMPRESAS
Los medios de comunicación contribuyen, con el ocultamiento,
a forjar una imagen distorsionada de la realidad bananera en el país.
“El problema más serio relacionado con la producción
del banano en Costa Rica es el efecto de las restricciones que hacen de la
fruta algunas naciones europeas, pero sobre todo la caída de los precios a
nivel internacional, que afecta a los productores”. Así de contundente fue la
respuesta de Elena, una joven costarricense, estudiante de periodismo, ante una
pregunta incorporada en una prueba escrita, en la cual le pedí que mencionara
algunos de los problemas agrarios del país.
Sus palabras reflejan la influencia que los medios de
comunicación tienen en la sociedad, que termina aceptando como verdad lo que
los medios informan, y como únicamente válido lo que las páginas de los periódicos,
las imágenes de televisión o las ondas de radio transmiten.
Por eso, así como Elena, miles de costarricenses
desconocen lo que a simple vista surge cuando se visitan las amplias fincas
sembradas de banano en Zona Atlántica costarricense. Me refiero, entre otras
cosas, a las condiciones infrahumanas en las que viven decenas de trabajadores
migrantes (muchos de ellos indocumentados), los bajos salarios –la mayoría de
las veces menores a los establecidos por la ley—, pese a trabajar jornadas que
exceden las 48 horas semanales, el peligro a que se exponen al aplicar
productos agroquímicos altamente tóxicos, y —por supuesto— al acoso sexual
constante a que se ven sometidas las mujeres que laboran en las empacadoras y
en las fincas bananeras.
Estos aspectos de la realidad no aparecen en los
medios de comunicación. Más bien, se ocultan cuando el tema bananero aparece en
las primas páginas para presionar a las autoridades políticas en favor de
nuevas concesiones, eliminación de impuestos, prórroga de beneficios,
eliminación de contratos de trabajo, entre otras medidas que, con lágrimas en
los ojos y con voz quebrada, exponen los empresarios transnacionales del banano
al presagiar en forma apocalíptica la ruina en ese sector agropecuario. Pero en
estos casos no son solo los empresarios quienes engañan al público al mostrar
solo una faceta del problema bananero. Los medios de comunicación, sus
directores o directoras, y sobre todos los dueños de esos medios, alientan la
desinformación al olvidar aspectos básicos del quehacer informativo y, sobre
todo, la labor social que los medios deben ejercer en toda sociedad. Ya desde
el momento en que los medios de información niegan la posibilidad a los
periodistas de visitar las plantaciones de banano en giras organizadas por
instancias como el Foro Emaús, las iglesias de diferentes denominaciones, la
Defensoría de los Habitantes o simplemente por alguno de los sindicatos
bananeros, el medio impide a la población el contacto con la realidad. Más aún,
cuando los reportajes o informaciones solo recogen las opiniones de los
empresarios, capataces o comercializadores de la fruta, el sesgo se amplía.
Una vez más, al incorporar su propia visión del mundo
a los hechos que analiza y comunica, el periodista distorsiona la realidad y
hace que el principio de la imparcialidad no sea posible en el hecho
comunicativo. Desde el momento en que se define una situación como noticiosa,
entran en juego los significados y valores personales, y por supuesto, la
visión propia que cada quien tenga sobre los hechos que analiza. Recordemos que
la percepción propia del mundo e ideología determinan en buena parte lo que es
o no noticioso. De ahí que, como menciona Villalobos, “la información estaba y
ha estado ligada al poder”.
Jimen Chan, por su parte, recuerda que en cada noticia
se incorporan otras versiones de los hechos. Por eso, la percepción que se
ofrece al público es la del periodista y la del medio. Con esto concuerda
Niceto Blazques, pues afirma que “quien informa lo hace desde algún interés
individual o colectivo”. Cuando se aplican análisis de contenido a las
informaciones tratadas en los medios de comunicación en relación con el banano,
se evidencia el sesgo en las informaciones a favor de los empresarios y el poco
protagonismo que tienen los miles de trabajadores de las plantaciones, las
decenas de sindicatos y, por supuesto, los vecinos de las zonas aledañas a las
plantaciones que se ven afectados cotidianamente, incluso por los sobrevuelos
de avionetas que fumigan sus viviendas, cosechas, caminos e hijos en forma
indiscriminada.
Estos y otros acontecimientos que son denunciados con
frecuencia ante los medios de comunicación costarricenses pocas veces salen a
la luz pública.
Periodismo comercial
Una de las explicaciones que podemos dar a este
comportamiento en los medios de comunicación se relaciona con la finalidad
comercial de las empresas que crean y dirigen los medios de comunicación.
Reproductores de la ideología de las clases económicamente más fuentes, los
criterios e intereses dominantes se trasladan a las informaciones. Las
noticias, entonces, son observadas, valoradas, seleccionadas y transmitidas en
función de las determinantes políticas y económicas de sus países de origen, de
sus propios intereses comerciales y unilaterales. “Los periódicos constituyen,
por regla general, empresas comerciales, y por ello se rigen por las leyes del
comercio, sobre todo por el afán de lograr ganancias”, tal como definió Werner
Goldschmidt citado por Novoa Monreal.
Desde esta perspectiva, la noticia se transforma cada
vez más en una mercancía y cumple una función de competencia comercial, donde
hay que “vender” los productos de mejor manera que los rivales, y así la lógica
del mercado pasa a determinar con más frecuencia qué se informa, quién lo
informa y de qué forma. Convertida así la noticia en un producto de consumo,
las empresas negocian sus noticias en apariencia y contenidos. La información
pierde, con ello, su capacidad de reflejar de manera fiel las realidades
históricas, políticas y culturales que proporcionan a los hechos su verdadero
significado, según Novoa Monreal.
Al respecto, el filósofo Rodríguez considera que, en
la competencia, quienes controlan los medios intentan presentar lo más
sugestivo e impactante. De ahí que no pueda culparse de la difusión de las
informaciones sensacionalistas al público, como lo hacen algunos de los
comunicadores, pues tras la selección de lo que se publica no está en juego la
“lógica del poder”. Frente a la realidad de la primacía del interés económico
sobre el bien común en algunos medios de comunicación, los espacios se
concentran cada vez más contundente.
Según Novoa Monreal, la tendencia pareciera ser que
“los periódicos menores, sostenidos por intelectuales independientes,
desaparecen absorbidos cada vez más por las empresas millonarias y, en
consecuencia, la libertad de información, en términos generales, sigue siendo
la libertad de unos pocos frente al derecho de muchos”. Así, ante los embates
de los procesos globalizadores, los medios de comunicación se hacen cada vez
más hegemónicos y se concentran en menos manos, quedan al ser-vicio de las
clases económicamente más fuertes.
Responsabilidad social
No podemos olvidar la responsabilidad social de la
prensa, pues, como considera el periodista costarricense Guido Fernández, la
prensa “actúa como tribuna, refleja y da voz, con equilibrio, a los diversos
sectores de la sociedad con la que interactúa y pretende tutelar sus valores y
desentrañar sus aspiraciones”. Por eso, el quehacer de los comunicadores se
sustenta en valores supremos como la búsqueda de la verdad, el derecho a la
in-formación, la búsqueda del bien común, la independencia, la justicia y la
compasión, entre otros.
Muchas veces, los idearios del trabajo periodístico
contrastarán con los intereses comerciales de las empresas de comunicación. Los
esfuerzos por acercar ambas posiciones han propiciado importantes encuentros
donde empresarios y periodistas han definido agendas en común. No obstante, los
afanes por un periodismo responsable chocan la mayoría de las veces con los
intereses de rentabilidad que pretenden las empresas de comunicación.
Informaciones censuradas, títulos cambiados, notas
desechadas, peticiones expresas o veladas de no tocar tal o cual tema,
solicitudes para exaltar u ocultar una parte de los hechos, son solo algunas de
las presiones que se pueden dar a los periodistas por parte de accionistas o
autoridades financieras de los medios. Conozco el caso de un director de un
medio de comunicación costarricense que, luego de publicar un reportaje sobre
las condiciones inhumanas en algunas empresas bananeras y los resultados de
investigaciones científicas sobre los efectos muta-génicos en las células de
mujeres trabajadoras en el atlántico costarricense, fue “convencido” de
publicar en las contraportadas sendos anuncios de la Corporación Bananera
Nacional (CORBANA) intentando desmentir las investigaciones anteriores.
En todos los casos es de suponer que los profesionales
de la información deben presentar los hechos con honradez, promover el debate,
dar espacios de los diferentes grupos sociales y competir responsablemente con
los otros medios de comunicación, esto sin tener la presión de anunciantes o
dueños de los medios de comunicación que pretenden hacer del periodismo una
profesión lucrativa y publicitaria.
Una comunicación ética
Frente a este panorama emergen los valores éticos como
condición elemental para una comunicación humana, justa y veraz, en la que cada
participante en el proceso de información exprese y comprenda a los demás en su
propio nombre y no en el de di-versas instituciones sociales dentro de las
cuales se informa.
Para que una expresión sea ética debe ser emitida por
un in-dividuo consciente de aquellas creencias e ideologías que están en la
base de las informaciones, o mediante las cuales el receptor puede informarse,
dados los más altos y nobles fines que puede concebir para sí. Por supuesto, la
expresión debe partir de personas, que tengan su propia voz. Al ser uno de los
formadores de opinión pública más eficaces, los medios de comunicación
colectiva proponen escalas de valores y modelos de conducta que influyen en la
construcción de la identidad personal igual que lo hacen las instituciones
familiares, escolares y eclesiales. En el caso de las informaciones sobre el
cultivo del banano en los medios de comunicación comerciales costarricenses, el
desequilibrio es evidente, la desinformación es vergonzosa y en no pocos casos
los contenidos de las informaciones privilegian al empresario transnacional en detrimento
del trabajador inmigrante y mal pagado.
TRANSFORMANDO LA PROBLEMÁTICA BANANERA
EL APORTE DEL ECUMENISMO
La unión de esfuerzos de organizaciones con diferentes
objetivos particulares, pero con intereses generales comunes, ha sido la
característica fundamental del trabajo del Foro Emaús a lo largo de sus más de
7 años de existencia.
La injusticia social y el deterioro ambiental no se
parcializan según un credo. Se alimentan con el divisionismo y el
parroquialismo. La lucha por el bienestar de los pobres y del medio ambiente
debe ser una lucha ecuménica, de unión de fuerzas diversas frente a una misma
problemática: la injusticia. En este sentido, el ecumenismo, como se vive en el
Foro Emaús, juega un papel fundamental en la transformación de la problemática
bananera en la zona atlántica.
Ecumenismo
La palabra “ecumenismo” viene del griego oikos, que
significa casa o hábitat. Es la misma raíz de ecología y economía. Ecumenismo o
“ecuménico” señala todo el mundo habitado y, por lo tanto, supone la unidad.
Teológicamente se entiende que las divisiones que existen entre las iglesias, y
por extensión, en el mundo entero, son contrarias a la voluntad de Dios. En vez
de “un solo cuerpo”, según la metáfora que emplea San Pablo, “el cuerpo” está
quebrado y herido. Por esta razón, el ecumenismo es una exigencia de la ética
cristiana.
Aunque el ecumenismo se asocia generalmente con los
esfuerzos eclesiales de unir las diversas expresiones cristianas, en realidad,
más allá de eso, nos recuerda que todos vivimos en la misma “casa”. En este
sentido, ecumenismo apunta no solamente a la unidad y a los esfuerzos comunes
de las iglesias, sino de “todo el pueblo de Dios” en sus diversas
manifestaciones. Señala la unidad y la solidaridad como manifestación del reino
de Dios.
Ecumenismo e injusticia
Tras el concepto ecuménico, tal como ha venido por
medio de las iglesias y el movimiento ecuménico mundial, está la realidad del
conflicto e injusticia. Con su base en oikos, el ecumenismo se relaciona con
“economía” y “ecología”. Nos recuerda que tenemos la responsabilidad común de
cuidar nuestra “casa”. Subraya el esfuerzo común de luchar por una economía
justa y una ecología sana. Así, el “ecumenismo” es un llamado a luchar juntos
contra la injusticia, precisamente para superar el conflicto. En una zona
conflictiva como la bananera, el ecumenismo se convierte en la lucha común
contra la injusticia social y el deterioro ambiental. Su finalidad es la unidad
auténtica que se funda en la justicia y el bienestar.
Ecumenismo y el Foro Emaús
La vitalidad del Foro Emaús está en que une diversos
grupos y movimientos alrededor de la preocupación común de la transformación de
la realidad en las zonas bananeras. Así, no solo fomenta la unidad entre
organizaciones con propósitos diferentes, sino que, por medio de la unidad,
también refuerza la lucha por la justicia y el bienestar. Cada grupo tiene su
propio enfoque, ya sea sindical, ambiental, eclesial o social. Algunos son
cristianos, otros no lo son, pero todos están unidos frente a la misma
preocupación. La diversidad de grupos es, en sí, un aporte, porque cada uno
tiene dones, contactos y recursos diferentes que benefician a todos los demás.
De este modo, los esfuerzos en pro de la justicia social y el bienestar
ambiental surgen de, y responden a, la base misma.
Ejemplos de Ecumenismo en el Foro
Más allá de ese carácter de unidad alcanzado en
función de un interés global común, a pesar de las diferencias y
particularidades de cada organización y grupo que lo conforma, el Ecumenismo en
el Foro Emaús se pone en evidencia de muy diferentes formas.
Por un lado, y en la medida en que el Ecumenismo se
preocupa por lo social, se tiene la expresión de lo que se podría considerar
como un Ecumenismo Eclesial. En este sentido, el mejor ejemplo de este
ecumenismo lo constituyen el trabajo particular que desarrolla la Pastoral
Social de la Iglesia Católica, o la preocupación social del Centro Teológico
del Caribe, que se pone de manifiesto por medio de su enfoque en la preparación
teológica de líderes de las iglesias de la zona atlántica, lo cual implica un
permanente acercamiento con los grupos de base social, especialmente con
sindicatos.
Por otra parte, está el Ecumenismo expresado en la
diversidad de organizaciones. En relación con este tipo de Ecumenismo, se tiene
la participación y la integración de grupos y organizaciones con diferentes
ideologías y objetivos, que terminan uniéndose para trabajar por un objetivo
común. La convivencia y el trabajo conjunto de organizaciones comunales, indígenas,
campesinas, sindicales, de mujeres y de las iglesias, que se repite día a día,
constituyen el ejemplo más claro de la práctica ecuménica que caracteriza al
Foro Emaús. Prácticamente, se podría decir que la vida cotidiana dentro del
Foro es la convivencia y la acción de organizaciones y grupos diferentes, que
coinciden en una lucha por lo justo y por alcanzar el bienestar. Este
Ecumenismo es el que define de mejor manera al Foro mismo.
Conclusión
El teólogo Julio de Santa Ana nos recuerda que el
ecumenismo significa solidaridad en el servicio a los pobres, como una
expresión del reino de Dios. Por eso, “el ecumenismo es indisociable de la
liberación”. Al final de cuentas, esta es la gran contribución del ecumenismo a
la transformación de la problemática bananera, mediante la promoción de una
economía justa y una ecología sana.
EL BANANO ORGÁNICO
MÁS QUE UN BANANO SANO
Una actividad ambientalmente sustentable y sana, que
fortalece la participación ciudadana y la democracia económica.
En Costa Rica nadie ignora que la
Región Atlántica es la zona de mayor producción de banano convencional. En
cambio, pocas son las personas que saben que la región caribeña es también la
que produce el más grande volumen de producto orgánico certificado a nivel
nacional, y que este producto es... ¡banano!
Una misma zona geográfica, una misma
población, una misma fruta, pero dos modelos productivos y socioeconómicos
totalmente diferentes. Por un lado, unos 50 mil trabajadores y trabajadoras
costarricenses mestizos, blancos, afrocaribeños, indígenas, nicaragüenses,
panameños y de otras procedencias y orígenes étnicos, así como unas cuantas
empresas gigantescas, transnacionales en su mayoría, que producen un banano
estéticamente perfecto a costa de la VIDA —en todas sus diferentes expresiones—
y de la calidad de vida de la población de la provincia en general. Por otro
lado, más de 2 mil pequeños productores y productoras costarricenses,
igualmente diversos en nacionalidad y etnicidad, que cultivan extensivamente un
banano –posiblemente no tan “bonito” ni tan grande, pero totalmente sano— bajo
cobertura boscosa, así como unas cuantas organizaciones de productores y
empresas comercializadoras que, con diferentes intereses, apoyan a estos
productores.
Ya mucho se ha dicho y escrito sobre
las consecuencias negativas de la producción bananera convencional en el plano
sociolaboral y socioambiental. Por su parte, la producción de banano orgánico
ha sido bastante comentada y analizada desde hace unos 2 ó 3 años. Sin embargo,
ante el desconocimiento generalizado que hay sobre las prácticas orgánicas de
la Zona Atlántica, es importante recordar los conceptos de la Agricultura
Orgánica, destacando el alcance sociocultural o la dimensión humana de esta
producción alternativa frente al modelo convencional-productivista, así como
ofrecer un panorama de la situación actual de la producción de banano orgánico
en esa región.
¿Una simple cuestión de químicos?
Tanto a nivel mundial como a nivel
nacional, la Agricultura Orgánica (AO)se está desarrollando rápidamente y cada
vez se habla más sobre ella. Sin embargo, la idea que se tiene de esta práctica
productiva es muchas veces errónea, o por lo menos incompleta. Para muchos, la
AO es una agricultura en la que se sustituyen los insumos químicos (sintéticos)
por insumos naturales. También se piensa que se trata de una agricultura en la
que no se usa ningún insumo, o se cree que implica un regreso a la agricultura
tradicional de nuestros ancestros. De hecho, la AO es un poco de todo esto,
pero en realidad es mucho más.
La AO, vista como un modelo de
desarrollo humano integral, es una propuesta de producción alternativa con una
visión holística, que integra lo ecológico, lo económico, lo humano (físico y
síquico), lo social y lo cultural. Este modelo busca una rentabilidad que
permita alcanzar un nivel de vida digno sin sacrificar los recursos naturales
ni la calidad de vida de los productores y productoras, y de las poblaciones
aledañas. Se podría decir que la principal diferencia entre el modelo orgánico
y el modelo convencional es que el primero busca “lo mejor posible para
siempre”, y no solo en términos productivos, sino que incluyendo y considera
también a los actores de esta actividad —la familia productora—, así como a los
animales y plantas de la finca. Mientras tanto, el segundo modelo busca “lo más
posible, lo más rápido posible”, en términos meramente económicos.
El pilar de la producción orgánica
En las fincas orgánicas, la mano de
obra es principalmente familiar. Pocas veces se requiere de mano de obra
contratada y, cuando se da este caso, esta mano de obra viene de la misma
comunidad. Esta característica fortalece la conservación de los valores y de la
cultura campesina. Por otro lado, la familia es la principal actriz y
beneficiaria en esta actividad económica. Su motivación y dedicación tiene una
repercusión directa sobre sus ingresos. La producción orgánica en fincas
familiares diversificadas promueve condiciones de arraigo y de conservación de
los valores y de la cultura local. En contraposición, nadie ignora que las
inmensas plantaciones bananeras y sus cuadrantes impersonales favorecen las
enfermedades sociales (alcoholismo, drogadicción, prostitución, acoso sexual,
delincuencia...), aniquilan la cultura local y afectan moral, sicológica y
físicamente a los trabajadores y trabajadoras.
¿Una alternativa económicamente viable?
Muchas veces se plantea la pregunta
de si el banano orgánico en sistemas agroforestales diversificados representa
una alternativa económicamente viable. Es riesgoso contestar definitivamente a
esta pregunta, ya que no existen estudios sistematizados de la rentabilidad de
esta actividad. Sin embargo, después de más de 5 años de observación empírica,
tenemos algunos puntos de referencia.
Actualmente, en la Zona Atlántica
casi solo se produce banano orgánico para ser procesado como puré. Se estima
que cada semana se procesan alrededor de 300 mil kilos de banano orgánico
certificado procedente de la Zona Atlántica y de la región de Turrialba. Los
productores individuales u organizados en asociaciones venden la materia prima,
y las empresas procesadoras venden el producto beneficiándose de la plusvalía y
del valor agregado. El precio pagado al productor es bastante bajo (desde un
poco menos de 30 colones hasta un poco más que 35 colones por kilo desmanado).
Sin embargo, no se exige un estándar de calidad alto para el producto. Estas
características explican por qué el banano para puré es un banano “natural”,
cultivado de forma muy extensiva, con una inversión mínima en mano de obra y
casi nula en insumos.
Esta actividad deja pocas
ganancias. Además, la tendencia en cuanto a los precios es que se mantengan
bajos, debido a que este mercado tiene poca posibilidad de crecimiento y a que
hay mucha oferta de producto. Obviamente, esta situación no motiva a los
productores a mejorar sus parcelas. Si la producción global sube es porque las
áreas sembradas aumentan, pero la productividad por hectárea disminuye año tras
año (el peso promedio de un racimo alcanza los 20 kilos en la primera cosecha,
5 años después éste llega apenas a 13 kilos). De seguir este rumbo, la
producción de banano orgánico no sería económica ni ecológicamente sustentable.
Frente a esta situación, las
organizaciones de productores, las ONG’s de apoyo y las empresas
comercializadoras están buscando mercados nuevos: banano para consumo fresco,
banano deshidratado y exportación directa de puré de banano. Entre estas
opciones, el mercado más atractivo, económicamente hablando, es el de la fruta
fresca.
Uno de los compradores de banano
fresco es una organización solidaria amiga del Foro Emaús, que es miembro de la
Campaña del Banano de Alemania. Se trata de Banafair. Ya se han realizado dos
pruebas de exportación de fruta fresca con esta organización alemana, las cuales
tuvieron resultados alentadores para los productores, aunque no se haya logrado
todavía el nivel mínimo de calidad, lo cual implicó un gran sacrificio
económico de parte de Banafair.
La apertura hacia este nuevo mercado
está modificando el panorama de la producción de banano orgánico, tanto a nivel
técnico como a nivel organizativo. En efecto, un banano para consumo fresco
ofrece al productor un precio más alto (de 80 a 100 colones por kilo). Sin
embargo, la fruta debe tener cualidades estéticas y de tamaño mínimas, y debe
llegar a destino en un grado de madurez determinado y homogéneo. Para lograr
esto se requiere un manejo más intensivo de las parcelas: fertilizar, deshijar,
controlar la sigatoka, los “picudos”1, etc.
E l proceso de organización
Aparte de estos aspectos técnicos garantes de la
calidad y productividad, y también de la sustentabilidad de la actividad, este
nuevo mercado exige un nivel de organización y de coordinación muy alto. Esta
apertura representa una oportunidad para aumentar los ingresos de los pequeños
productores y, a la vez, para mejorar el manejo de sus fincas, pero les exige
más dedicación y más organización. Un primer y muy valioso paso ya se ha dado
en Talamanca con la creación de la “Comisión Coordinadora para la
Comercialización de Banano Fresco” (CCC).
Esta organización de hecho (no se considera necesario
crear otra organización con figura legal) está formada por los grupos
organizados del sur de Limón: 3 asociaciones (ABACO, ACAPRO y APPTA) y una
empresa comercializadora (UCANEHU S.A.). Sumando los miembros de cada
organización, la CCC reúne a unos mil productores y productoras. Las dos
empresas comerciales que operan en la zona —TROBANEX y MUNDIMAR— no se
acercaron a este proceso organizativo.
Participación ciudadana y fortalecimiento democrático
Un problema común a todos los campesinos y campesinas
del mundo es la comercialización. Aunque produzcan en cantidad y calidad,
siempre son los intermediarios los que se quedan con los mayores volúmenes de
ganancia. Otros problemas generalizados son el desprecio que sufren estos
campesinos por parte del poder político y económico y, como consecuencia de
todo esto, la baja autoestima y el sentimiento de impotencia frente al orden
establecido. Estas últimas características valen aún más para los peones
agrícolas de las companías bananeras.
La producción de banano orgánico en Costa Rica es una
actividad realizada, hasta ahora, casi exclusivamente por pequeños productores.
Esta situación les ha obligado a unirse y organizarse para vender su
producción. Este proceso organizativo se amplió a la búsqueda de fuentes de
financiamiento alternativo (dicho sea de paso, ninguna organización campesina
de banano orgánico tiene deudas millonarias en los bancos nacionales, como es
el caso de las bananeras convencionales), a la búsqueda de capacitación y
formación técnica - administrativa y, más recientemente, a la participación en
actividades de incidencia política. Estos procesos organizativos necesitan de
la participación directa de la gente y, a la vez, fomentan esta participación,
lo cual lleva al empoderamiento de los sectores rurales tradicionalmente
marginados y despreciados.
A través de la participación campesina, las
organizaciones de productores de banano orgánico están fortaleciendo la
democracia costarricense. Por una parte, no puede haber verdadera democracia
sin participación ciudadana. Por otra parte, el concepto de democracia no se
limita únicamente a la libertad política, sino que implica la equidad económica,
social y cultural.
Analizando la situación desde este ángulo, vemos que
la producción bananera convencional, en su expresión actual, afecta
negativamente a los trabajadores en sus cuerpos y almas, en su dignidad y en su
cultura, lo que favorece los conflictos sociales y, además, no fomenta el
ejercicio de una verdadera democracia participativa. En cambio, la producción
organizada de banano orgánico en fincas familiares promueve y conserva los
valores y la cultura local, crea condiciones de arraigo, fomenta la
participación ciudadana y permite una repartición más equitativa de las
ganancias.
En estos tiempos en que se habla tanto de la pérdida
de valores, de la delincuencia creciente, de la apatía y desengaño de la
población civil y del deterioro de la paz social, tal vez sea sabio seguir
pensando globalmente, pero, de una vez por todas, actuar localmente... Desde
que el ser humano cultiva la tierra, los campesinos y las campesinas del mundo
han aportado mucho más a la Humanidad que unos simples alimentos. Ignorarlo
sería un error irreparable.
La finca orgánica familiar
Características de una finca orgánica “bananera”
familiar:
Baja densidad de siembra: máximo 600 plantas de banano
por hectárea.
Diversidad: en las parcelas de banano, y entre ellas,
se cultivan árboles frutales y maderables, raíces y tubérculos, granos y
plantas medicinales. Se combina la producción agrícola con la producción animal
(cerdos y gallinas principalmente, a veces ganado). Esta diversificación tiene
por objetivo no depender económicamente de un único producto comercial y
permitir la producción para el autoconsumo, de modo que se fortalece la
estabilidad económica y ecológica de la finca.
La finca orgánica no solo produce alimentos sanos,
produce también oxígeno, capta el CO2 (por la cobertura boscosa bajo la cual se cultiva el
banano), protege el suelo y las fuentes de agua. Además, conserva la
biodiversidad agrícola y silvestre de la zona y la belleza escénica
tradicional.
El uso de insumos externos y de semillas o variedades
exógenas es reducido. En cambio, se busca el aprovechamiento y el reciclaje
óptimo de los recursos locales.
Las áreas sembradas son limitadas (en promedio unas 2
hectáreas y media por productor orgánico organizado).
Por supuesto, no se usan químicos sintéticos ni
organismos genéticamente modificados (OGM). Tampoco se usan bolsas ni piolas plásticas.
PERSPECTIVAS DEL COMERCIO DE BANANO MÁS SOSTENIBLE
HACIA NUEVOS MERCADOS
El comercio justo ofrece ingresos que le ayudan al productor
a cubrir los costos adicionales que se suman en su proceso por lograr mejores y
más responsables niveles sociales y ecológicos.
En las últimas décadas, en Europa se ha desarrollado
un comercio alternativo cuyo objetivo principal es dar un apoyo directo y
eficaz a pequeños productores en los países del sur. Desde el inicio de los
años 90, este “comercio justo” ha adquirido un tamaño bastante importante y
puede ofrecer una perspectiva para estos pequeños productores nacionales que
están dispuestos a garantizar una producción social y ecológicamente más
sostenible. Aún cuando la comercialización del café todavía juega el papel más
importante dentro de este mercado, la venta de bananos sostenibles adquiere un
volumen cada vez más importante.
¿Qué es el comercio justo o alternativo?
El concepto de comercio justo viene
desarrollándose desde hace unos 30 años en los países occidentales, como
respuesta a las reconocidas desigualdades que existen en las relaciones
comerciales entre los países desarrollados y aquellos en vías de desarrollo.
El objetivo del comercio justo es
asegurar que los productores reciban un precio adecuado por su inversión en
formación, trabajo y recursos, y un porcentaje justo del beneficio total con
respecto a la inversión. El comercio justo acepta que los sistemas de
producción que alcanzan ciertos niveles sociales y ecológicos y que, por lo
tanto, proveen una mejor situación de los trabajadores, tengan unos costos
mayores, por ejemplo, en términos de salarios, costos sociales y protección
medioambiental. El comercio justo ofrece unos ingresos al productor que le
ayudan a cubrir los costos de esos niveles sociales y ecológicos.
Existen criterios específicos
establecidos para cada producto. Estos criterios cubren temas como condiciones
laborales, controles para evitar la contaminación de los ríos y el agua potable
por el uso de pesticidas, y la protección de los ecosistemas naturales.
A parte de este comercio más
equitativo, en los países consumidores también existe un mercado de bananos
orgánicos. Por cifras absolutas, este mercado tiene un tamaño más importante
que el de las frutas “justas”. El banano biológico certificado es un fruto
producido mediante un proceso específico cuyo cumplimiento de las normas
nacionales, con una base jurídica (generalmente basadas en las directrices
publicadas por la Federación Internacional de los Movimientos de Agricultura
Biológica), esté supervisado por una organización de certificación
independiente. En comparación con los bananos “justos”, estas frutas por lo
general no cumplen con algunas normas sociales.
El mercado europeo
Pero ¿cuáles son las perspectivas de
este tipo de comercio? ¿Y, por si acaso, no se trataría solamente de un
concepto teórico alejado de la realidad productiva y comercial? Según la
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación
(FAO), en la Comunidad Europea “en 1998, las importaciones de bananos
biológicos frescos fueron de cerca de 10 mil toneladas, mientras que las
estimaciones para 1999 oscilan entre 11 mil y 13 mil toneladas. Las
estimaciones para los bananos biológicos se estiman en 5 mil toneladas de puré
al año y varios centenares de toneladas de banano seco”. República Dominicana,
Colombia e Israel son los principales proveedores de este tipo de banano.
Dentro de la Unión Europea, el mercado alemán es el que absorbe el mayor
volumen de importaciones, oscilando entre un 40 y un 50% del consumo total.
En el marco de una reunión del
"Grupo Intergubernamental sobre el Banano y las Frutas Tropicales”,
realizada en Australia del 4 al 8 de mayo de 1999, la FAO informó que “las
perspectivas de ulterior crecimiento de las ventas de banano biológico parecen
ser buenas en todos los principales mercados. El factor limitante es la falta
de suministro, debido a los numerosos obstáculos que encuentra la producción de
banano biológico en muchos países tropicales”. También informó que “el banano
biológico podría alcanzar con rapidez el 1,5 por ciento (45 mil toneladas) del
consumo total de bananos de la Comunidad Europea”.
En comparación con el mercado de los
bananos orgánicos, los bananos de comercio justo o equitativo en algunos países
de la Unión Europea tienen una repercusión aún más importante. Según los datos
de Max Havelaar y de FLO, en los Países Bajos estos bananos cubren un 5% y en
Suiza hasta un10% del mercado total. En Alemania, donde el mercado es superior
al de estos dos pequeños países, y donde las distribuidoras convencionales son
mucho más conservadoras, la parte llega a un 0,3%, o sea, unas 6 mil toneladas en cifras absolutas.
Por esto, en cuanto al banano “justo”, la comisión de la FAO está convencida de
que “los problemas de suministro se van solucionando progresivamente y el
principal obstáculo sigue estando en la comercialización. Se necesitan más
inversiones en las comunicaciones para convencer tanto a los consumidores como
a los minoristas de que están justificados los precios más altos”.
Para conocer la dimensión y el
potencial del mercado con bananos que respetan el medio ambiente y a los seres
humanos, a principios de 1997, en los 15 Estados Miembros de la Unión Europea,
se llevó a cabo un sondeo de opinión para estudiar las actitudes de los
ciudadanos hacia los bananos de comercio justo. La encuesta realizada por
“Eurobaramétro” fue diseñada con la intención de analizar la demanda potencial
de este producto por parte de los consumidores, e informar tanto a la Comisión
Europea como a aquellos interesados en los bananos de comercio justo sobre la
actitud de los ciudadanos europeos al respecto.
A través de la encuesta se pudo
comprobar que los consumidores de la Unión Europea mostraron una sólida
intención de comprar bananos de comercio justo. Casi tres cuartos de la población (74%) se mostraron dispuestos a
adquirirlos si tuvieran el mismo precio y calidad de los convencionales. El
mayor porcentaje se da en Suecia (87%) y el más bajo en Austria (57%). Solo un
11% declaró su no intención de comprar bananos justos, de los cuales el 3.3%
nunca compra bananos de ningún tipo. En este 11% se encuentran también los
consumidores españoles que solo compran plátanos nacionales. El 15% restante de
la población (incluyendo un 27% de austríacos) no sabía si estaban interesados
o no.
Más de un tercio de la población de
la Unión Europea dijo que estaría dispuesta a pagar un recargo (por encima del
precio de los bananos convencionales) por un producto de comercio justo. Cuando
se preguntó sobre el recargo que estarían dispuestos a pagar, el 37% dijo que
pagaría un 10% más, el 11% un 20% más y el 5% afirmó seguir dispuesto a comprar
con un recargo del 30% sobre el precio habitual.
Si tomamos el enfoque más
conservador, y el porcentaje potencial de mercado se calcula solo a partir de
aquellos que ya han comprado algún producto de comercio justo y que afirman
estar dispuestos a comprar bananos de comercio justo, obtenemos porcentajes del
10% de consumidores de la Unión Europea que comprarían al mismo precio que los
convencionales, y un 7.5% que lo harían con un recargo del 10%. Estos
porcentajes se traducen en cifras de 400 mil y 300 mil toneladas
respectivamente (tomando un abastecimiento global de la Unión Europea de 4
millones de toneladas).
Demandas de los consumidores
Los consumidores potenciales
identificados según la encuesta de la Unión Europea requieren que los bananos
de comercio justo puedan ser adquiridos bajo ciertas condiciones mínimas, es
decir, requieren la misma calidad que encuentran en los bananos convencionales,
así como poder encontrarlos fácilmente1 . Por supuesto —y este punto hay que subrayarlo— estos
bananos no solamente requieren las mismas características físicas (en cuanto a
su aspecto “cosmético”) que las convencionales, pero —si se trata de bananos
orgánicos— también tienen que responder a los requisitos de un régimen de la
Unión Europea que regula la importación de productos orgánicos.
El otro punto a observar es que,
para hacer efectiva la disposición de los consumidores a comprar productos de
comercio justo, estos productos deben ser fácilmente identificables y deben
poder ser adquiridos con confianza. Esto requiere un etiquetado que identifique
claramente a los bananos de comercio justo, diferenciándolos del producto
convencional. Este etiquetado debe provenir y estar controlado por una
organización que merezca confianza.
Es significativo el hecho de que los
consumidores que tienen bastante experiencia en comercio justo mencionaban las
“Tiendas de Tercer Mundo” como lugar de compra de estos productos, mientras que
aquellos con menos experiencia mencionaron los supermercados. Esto sugiere la
existencia de un grupo de consumidores predispuestos al comercio justo pero que
no tienen la suficiente dedicación para la búsqueda de estos productos en
tiendas especializadas. Esto, por lo tanto, significa que el producto deberá
estar disponible en los supermercados para ganar ese mercado potencial.
Perspectivas
¿Cuáles son las posibilidades para aumentar la venta
de bananos que son producidos con un respeto profundo a los seres humanos y al
medio ambiente? Obviamente esta pregunta está ligada a la existencia y al
desarrollo del comercio justo en Europa u otras regiones consumidoras, ya que
los consumidores, mediante su decisión de comprar un banano más justo, son los
que pueden influenciar directamente la política de compra de los mayoristas,
debido a que estos prestan mayor atención a la demanda de sus clientes. Es la
comprensión de esta forma de funcionamiento del mercado la que ha llevado la
ONG alemana BanaFair, que se dedica a la importación de bananos sostenibles y a
la conscientización de los consumidores, a desarrollar —desde los últimos 13
años— un largo trabajo público. En BanaFair estamos convencidos de que, junto
con nuestras organizaciones amigas —como el Foro Emaús y sus miembros
respectivos— y siguiendo por este camino, vamos a dar un apoyo cada vez más
importante para cambiar las estructuras tan
injustas del comercio internacional.
Qué es es BanaFair
BanaFair es una asociación sin ánimo de lucro fundada
en 1987 con los objetivos siguientes:
• Importar, vender y distribuir
bananos de Comercio Justo.
• Apoyar a los sindicatos de
trabajadores de la industria del banano, especialmente en Latinoamérica.
• Fomentar proyectos sociales y
políticos en colaboración con asociaciones de base en los países productores de
banano.
• Desarrollar y mejorar contactos
con los pequeños productores de Centro América y de los países de la zona ACP.
• Analizar los efectos de la
legislación europea sobre el banano.
• Colaborar con organizaciones de
desarrollo en Europa.
UNA PROPUESTA DEL FORO EMAÚS
NORMAS MÍNIMAS
SOCIO-AMBIENTALES
En un esfuerzo por aportar al
mejoramiento de las condiciones que se dan en las plantaciones bananeras, el
Foro Emaús presenta su propuesta de normas para la aplicación en la producción
convencional de banano.
Contrario a las pretensiones de
algunas instituciones y empresas que lucran con la promoción y venta de
servicios de certificación, Foro Emaús, durante todo el año de 1999, ha estado
presentando ante autoridades gubernamentales y ante empresas bananeras
nacionales y transnacionales una propuesta que busca servir de insumo al debate
necesario sobre las urgencias de cambios sociales y ambientales en la actividad
bananera del país.
El Foro Emaús tiene una gran
preocupación por la seriedad y la credibilidad que puedan tener entre
instituciones, estados y consumidores las diferentes certificaciones y sellos
internacionales que consiguen algunas empresas bananeras, sin que ello
signifique el cumplimiento efectivo de las leyes nacionales y de los convenios
internacionales suscritos por Costa Rica.
Por esta razón, el Foro Emaús
elaboró esta propuesta, a partir de un análisis y una reflexión exhaustivos
sobre las principales condiciones socioambientales que se deberían respetar en
las plantaciones bananeras, y con el fin de presentarlas a la comunidad
nacional e internacional. La mayoría de las cláusulas nace de aportes de
trabajadores y de las organizaciones que desarrollan su labor en medio de las
comunidades bananeras.
El proceso de consulta desarrollado
por el Foro Emaús para la formulación de estas “Normas Mínimas" abarcó
incluso la consulta a diversas instituciones y personas, las cuales han
compartido sus opiniones sobre los diferentes aspectos que incluye esta
propuesta. La presentación de estas Normas Mínimas corresponde a una forma y un
intento de hacer valer el derecho
legítimo que le cabe al Foro Emaús de traerla a la mesa para que se
considere como una más de las propuestas de solución a los problemas y
violaciones a las leyes y derechos que se dan como consecuencia de las actuales
prácticas de producción de banano convencional en el país.
Las Normas se presentan ante las
mesas de debate con la intención de que sirvan como insumo para la discusión y
la búsqueda de soluciones. Los contenidos expresados en este documento de
Normas recogen la opinión de los sindicatos, de las ONG´s y de las comunidades aledañas, así como los aportes
obtenidos a partir de los resultados de diferentes centros de investigación de
ciencias humanistas y naturales.
Es preciso tener presente que –como
se dijo antes— estas Normas significan un intento de aportar en el mejoramiento
de las condiciones que se dan en el marco del actual modelo convencional de
producción de banano, por lo cual no significa de ninguna que el Foro Emaús
esté renunciando al ideal de tener una producción orgánica, con participación
justa de los trabajadores en la distribución de las ganancias, con amplio
control sanitario por parte de las autoridades y entidades responsables. Desde
el Foro Emaús se considera que es urgente la aplicación de cambios,
considerando que miles de trabajadores y trabajadoras viven y trabajan en las
empresas bananeras, y que lo harán por mucho tiempo más, por lo cual deben
buscarse transformaciones, por el bien de la salud pública, la dignidad humana
y la responsabilidad social.
Las Normas Mínimas constituyen el
aporte del Foro Emaús, desde la sociedad civil, no para lavar el rostro de
ninguna agroindustria convencional monopólica y de monocultivo, sino para
luchar por defender la vida en medio de esta injusta historia económico -
social. Se presenta justamente en un
momento en el que existen diversas iniciativas a nivel de Normalización, las
cuales, en su mayoría, desconocen las reivindicaciones o soslayan derechos
fundamentales de quienes producen la riqueza a través del aporte de su trabajo,
así como de sus familias. Las Normas se elaboran pensando en los intereses
nacionales, seguros de que puede ser una oportunidad para discutir el aporte
que debe dar esta actividad a las comunidades y a los cada vez más exigentes
consumidores
Debido a que algunas de las
cláusulas incluidas en las Normas tienen un alto nivel de detalle y precisión
en lo relativo al proceso productivo, en este artículo se presentarán las más
generales e importantes de todo el documento. Los criterios fundamentales para
la elaboración de las Normas corresponden a las valoraciones que desde el Foro
y sus organizaciones miembros se tienen sobre los impactos negativos que
ocasiona la actual forma de producción bananera convencional, y sobre la
consideración de que es una necesidad transformarla en una producción más
sostenible son. Las principales valoraciones son las siguientes:
La producción bananera
convencional causa muchos daños en el medio ambiente y en la vida social,
debido al irrespeto de las leyes nacionales y de los Convenios Internacionales.
A esto deben agregársele los impactos negativas que se dan por el uso masivo
legal de agroquímicos.
Para asegurar la producción
bananera en el futuro, es necesario cambiar las actuales formas de producción
de este monocultivo.
El proceso de transformación
productiva del banano debe ser una tarea nacional, en la que participen todos
los sectores involucrados. Debería haber una cooperación estrecha entre todos
los ministerios, instancias empresariales de productores, trabajadores
organizados, organizaciones comunales y organizaciones no gubernamentales
involucradas en la solución de estos procesos.
La transformación requerida
no es la simple disminución del uso de agroquímicos, sino que debe darse un
proceso de cambios que tiendan hacia una producción bananera socialmente justa
y ambientalmente sana.
Este proceso deberá
realizarse a base de una democratización de la producción. Esto significa que
en cada plantación las y los trabajadores deben tener el derecho de organizarse
libremente para involucrarse mejor en el proceso productivo y social. Ello debe
considerar, entre otros, aspectos de salud ocupacional y justa remuneración.
En cada finca, las y los
trabajadores deberían poder organizarse libremente y en forma auténticamente
independiente de la empresa, para así poder negociar mejor sus condiciones
sociolaborales. Además, las comunidades cercanas a las fincas deben tener el
derecho de defenderse adecuadamente contra los impactos negativos que les
ocasiona la actividad productiva.
Se debería reducir
drásticamente el consumo de agroquímicos por medio del acatamiento y aplicación
de las recomendaciones incluidas en investigaciones.
Es vital el estímulo y
el apoyo a la producción y
comercialización del banano orgánico que se produce por parte grupos de
campesinos y organizaciones de pequeños agricultores.
NORMAS MÍNIMAS SOCIOAMBIENTALES
(Resumen)
1. Normas sociales fundamentales
Artículo 1
Se respetará la libre
organización de los trabajadores en las plantaciones bananeras. En especial se
garantizará el ejercicio de la libertad sindical.
Artículo 2
Los trabajadores y
trabajadoras serán representados por organizaciones libres e independientes.
Artículo 3
Se reglamentará el sistema de
contratistas en todas las fincas bananeras, de manera que se protejan los
derechos y garantías de los trabajadores. Las fincas bananeras preferentemente
contratarán de manera directa a los trabajadores y trabajadoras.
Artículo 4
Los trabajadores y
trabajadoras migrantes gozarán de los mismos derechos y deberes de los
nacionales.
Artículo 8
Las relaciones
obrero-patronales se regirán en correspondencia con la legislación nacional y
los Convenios Internacionales vigentes.
2. Normas ambientales
Artículo 1
Las autoridades responsables
no permitirán, bajo ningún pretexto, la tala de árboles de bosques primarios y
secundarios para abrir o extender plantaciones bananeras.
Artículo 2
Debe establecerse una zona de
amortiguamiento entre parques nacionales, áreas protegidas, zonas o reservas
indígenas y las plantaciones bananeras, donde se permitirán solamente
actividades agrícolas y forestales restringidas y de autorizada compatibilidad
con la biodiversidad existente.
Artículo 3
Las explotaciones bananeras
deberán respetar, en todos los casos, la vegetación natural existente en las
orillas de todo tipo de fuentes de aguas, ríos y afluentes. Todo propietario
deberá reforestar con especies nativas las orillas de esas fuentes de agua hasta
por un mínimo de 20 metros.
Artículo 5
No se depositarán residuos
plásticos, banano de rechazo, sustancias tóxicas o no tóxicas, envases de
agroquímicos y no artificiales o de otro uso en ríos o fuentes de agua. Las
empresas bananeras deben implementar sistemas de recolección y tratamientos
alternativos sustentables.
Artículo 7
Las instituciones competentes
velarán por que se hagan las inversiones y trabajos de infraestructura
necesarios para que las instalaciones recolectoras de residuos fecales de las
bananeras y de centros de población periféricos estén provistos de drenajes
apropiados (pozo séptico con bacterias desintegradoras), evitando contaminar
cauces de ríos y fuentes de agua.
Artículo 9
No se usarán agroquímicos
artificiales u otros productos peligrosos en un espacio de 5 metros a ambas
orillas de los canales de drenaje.
Artículo10
Las entidades gubernamentales
establecerán, en forma coordinada con representantes de la sociedad civil, un
programa de muestreo de las aguas de ríos, tanques públicos y pozos
particulares dedicados al consumo humano en la periferia y dentro de las
plantaciones, con el objetivo de verificar su potabilidad.
Artículo 11
Las plantas
industrializadoras de banano deberán dar tratamiento especial al banano
desechado, hojas y pinzote, desintegrándolos adecuadamente, usándolos como
abono orgánico, abonos verdes y minerales, promoviendo su uso reciclado con
otros productos como papel.
Artículo 14
No se usarán productos
incluidos en la lista de la «Docena Sucia» de la Red de Acción en Plaguicidas
de Estados Unidos.
Artículo 15
En caso de tener
justificaciones para continuar el uso de Thiabendazol (Mertec), dicho
tratamiento debe efectuarse con mecanismos que aseguren la salud de los y las
trabajadoras, así como la protección del medio ambiente. Se eliminará el
sistema de mangueras en la fumigación postcosecha.
Artículo 16
Los Ministerios de Salud
Pública, Agricultura y Ganadería, así como el Ministerio de Ambiente y Energía,
controlarán estrictamente la autorización y condiciones del transporte,
almacenamiento y protección humana, el uso y tolerancia de agroquímicos
permitidos, según las leyes nacionales y convenciones internacionales. Se
deberá ratificar el Convenio 170 de la OIT.
Artículo 20
Se deberá procurar que todas
las plagas sean controladas en forma biológica y natural.
Artículo 21
No se usarán herbicidas para
la eliminación de malas hierbas.
Artículo 23
Las orillas de los caminos
públicos deben estar sembrados con vegetación natural en una franja 10 metros
de ancho.
Artículo 24
La fumigación aérea se
realizará evitando la exposición humana y el riego sobre fuentes de aguas. Se
procurará una pronta reforma y modernización de la reglamentación de fumigación
aérea agrícola vigente.
Artículo 26
Se impondrá un impuesto
permanente de un 5% en el primer año, y a partir del segundo año del 10%, a la
importación de todos los agroquímicos. La recaudación de ese impuesto se
destinará para financiar investigaciones en las universidades estatales sobre
control biológico de plagas.
Artículo 27
Las empresas bananeras
utilizarán tecnologías que eviten la erosión de los suelos. No deben aplicarse
sistemas de cultivo a suelo descubierto. Más bien, deben promoverse los
cultivos de cobertura.
Artículo 28
El actual sistema de abonado
deberá ser reemplazado por abono orgánico, prefiriendo el orgánico con
elementos naturales provenientes de la misma actividad biológica del suelo.
Artículo 29
Las autoridades
gubernamentales responsables realizarán monitoreos de suelos para determinar la
presencia de metales pesados, residuos de agroquímicos y presencia de plásticos
y piola, niveles inaceptables de contaminantes en aguas freáticas, así como las
recomendaciones y plazos de obligado cumplimiento para la recuperación de la
fertilidad y sanidad ambiental.
3. Verificación
Artículo 30
Con la finalidad de
fiscalizar la aplicación efectiva de la legalidad vigente, se debe crear,
mediante decreto o ley, un organismo verificador denominado Comisión
Verificadora del Ambiente en la Actividad Bananera. Como posibles integrantes
de esta Comisión se propone a un representante de las siguientes entidades:
Comité Socio-Laboral, Comisión Costarricense de Derechos Humanos, Coordinadora
de Sindicatos Bananeros, Consejo Institucional Bananero, Defensoría de los
Habitantes, Foro Emaús, Instituto Costarricense de Acueductos y
Alcantarillados, Ministerio de Salud, Ministerio de Agricultura, Ministerio de
Trabajo y Seguridad Social, Ministerio de Ambiente y Energía, Universidades
Estatales, Comisión Ambiental Bananera y Cámara de Insumos Agropecuarios.
Artículo 31
Dicha Comisión rendirá un
informe semestral con solicitud a las distintas dependencias públicas para que
se aplique la legislación vigente en lo relativo a la reparación de los daños,
para que dé recomendaciones y plazos, y para que indique los procesos que por
ley correspondan.