Debían escasear y escaseaban, pues, los recursos. Pero en cambio era inmenso el espíritu de fiscalización que Artigas infundía a todos y cada uno de sus subalternos con el ejemplo personal y con sus órdenes y reglamentos de severa aplicación.

Vamos a extractar dos oficios suyos al Cabildo de Montevideo, correspondientes al mes de noviembre de 1815, que dan idea de la intensidad de ese espíritu de fiscalización (Maeso, «Artigas y su época»).

En el primero de esos oficios, que es del 4 de noviembre de 1815, el jefe de los orientales pone de manifiesto la escrupulosidad de sus procederes en el manejo de los fondos públicos, y traza reglas de fiscalización que demuestran todo el interés con que atendía sus elevados deberes de gobernante. Él no toca un solo centavo sin la intervención o sin el previo conocimiento del Cabildo, y exige que los recaudadores de rentas se conduzcan con igual escrupulosidad. Da cuenta de varias remesas de cueros y sebos al Cabildo, destinadas al pago de armamentos; comunica que con el producto de los intereses ganaderos confiscados a los enemigos, ha comprado vestuario y remediado las necesidades de las fuerzas de la frontera, de Misiones, de Entre Ríos y de Corrientes, y agrega:

«Hago a V. S. esta prevención por creerla indispensable cuando me ofició el ministro de aduana de esa capital sobre el desfalco que padecen esos fondos con el cobro de los derechos que se hacen en los respectivos puertos de la Provincia, suponiendo que ellos no refluirían a esa caja principal. Acaso podría ser ignorancia, y por lo mismo repito a V. S. lo que a dicho ministro oficio con esta fecha: que todos los fondos hasta hoy recaudados existen intactos en manos de los administradores respectivos de cada puerto, debiendo éstos rendir cuentas a ese ministerio. Este método me ha parecido más sencillo y menos expuesto a fraudulencias, y mayormente cuando era inevitable que muchos buques saliesen para otros destinos sin tocar en la Colonia, ya por malicia, o ya por conveniencia de los exportadores. Pedir fianzas era entrar en nuevos trabajos, quedando siempre expuestos; por lo mismo adopté la medida indicada, asegurando de este modo los fondos de la Provincia».

«Sobre ello guardo tanta escrupulosidad, que hasta la fecha no he recibido un solo centavo que no haya sido por conducto o con conocimiento de ese gobierno. Así es que desde que pisé la Provincia, después de la expedición a Santa Fe, todo mi cuidado ha sido velar sobre el aumento do estos fondos públicos y poner un orden en su establecimiento, requerir a los receptores por su conservación y expresarles la responsabilidad de su manejo luego que la Provincia se formalizase. Ya he ordenado al ministro de la Colonia pase a efectuar esta diligencia que al menos deberá practicar cada seis meses; entonces conocerá este ministro y todo el mundo que los productos corresponden a mis afanes por conservarlos; y que si los buques particulares llegan a ese puerto con los derechos satisfechos, no por eso refluyen en mi beneficio exclusivo. Yo sé lo que me toca de esa obligación, y ansioso de poner el orden me guardaría de perturbarlo.

«Con los buques del Estado milita otra razón: ellos son conducidos con seguridad a ese puerto y por lo mismo marchan sin pagar derechos, con concepto de que siendo com

prados en esa plaza, los extractores paguen los derechos y queden esos productos para esos fondos. Yo ignoro si en este método hay algo de repugnante o en que se perjudique el Estado. Mi deseo es el que tengo a V. S. indicado repetidas veces, y por lo mismo hago con franqueza la presente insinuación, gozoso de que V. S. se penetre de mis ideas para obrar en conformidad, y de que exponga lo conveniente por si ellas son susceptibles en su cálculo de un nuevo realce redundante en beneficio de la misma Provincia.

«Lo mismo deberá suceder con la administración de correos. Es preciso que las oficinas vayan llenando sus deberes y que la economía de todo vaya entrando en orden. Mis esfuerzos y los del delegado no bastan: es preciso que V. S., encargado del gobierno inmediato de la Provincia, se desvele igualmente por coadyuvar nuestros esfuerzos y hacer que sucedan a los días aciagos y lamentables, la serenidad de otros benignos en que resplandezcan las virtudes de los orientales».

Quince días después, volvía Artigas a prestigiar el plan de fiscalización en otro oficio que honraría a cualquier estadista por los términos y apreciaciones que en él se registran. Hay que poner en orden las finanzas, dice, hay que hacer el cálculo anticipado de los ingresos y egresos; y hay que constituir en las alturas ejemplos de virtud que estimulen con fuerza irresistible a los hombres del llano. Léase ese hermoso oficio del 18 de noviembre de 1815:

«Ya es tiempo que V. S. apure providencias para restablecer el orden en los pueblos, entablar su economía y encargar a los ministros sustitutos de hacienda, la conservación de los fondos públicos y su recaudación. Al efecto, ya insinué a V. S. en el correo anterior, la necesidad de que el ministro de la Colonia tomase una cuenta y razón exacta de los productos de los pueblos, y aquel ministro una residencia a los recaudadores sobre su comportamiento. Lo mismo deberá practicar el ministro de Maldonado en sus respectivas jurisdicciones. El ministro principal deberá tomar cuentas a los dos subalternos y así es fácil conseguir efectos saludables».

«Practicada esta diligencia dos veces en cada año, será dificultosa una mala administración, y a los magistrados muy obvio el calcular sobre los fondos de la Provincia y arreglar su inversión sobre su disminución o aumento. Antes de concluirse este año, es preciso quede arreglada esta operación para que sirva de norma en el año entrante».

«Los primeros en la representación de la confianza de un pueblo, deben ser los ejemplares donde aprendan las virtudes los demás ciudadanos, y cualquier nota en su comportación es tanto más execrable y reprensible cuanto es elevada su decoración».

Tenemos que limitarnos a muy pocos documentos. Han desaparecido los archivos de la época y es imposible seguir extractando testimonios reveladores del admirable espíritu de economía, de fiscalización y de orden que Artigas infundía a todos los resortes del gobierno de su país.

Cuando las circunstancias políticas y administrativas, imponían fatalmente una confiscación parcial, de las que eran corrientes en todas las Provincias Unidas, el mismo espíritu de severa justicia y de orden se encargaba de prevenir el abuso.

Un oficio de Artigas datado en Purificación el 1° de marzo de 1816 (Antonio Díaz (hijo), «Galería Contemporánea»), dispone que el visitador ordenador de la Provincia, don Miguel Furriol, tome un recuento de todas las propiedades de emigrados y pide a los Cabildos que en defecto del ministro de hacienda, comisionen a uno de sus miembros para realizar esa formalidad.

Otro oficio del Cabildo de Montevideo al de Canelones, datado el 27 de abril de 1816 (Antonio Díaz (hijo), «Galería Contemporánea») hace saber que consultado el jefe de los orientales acerca «de la verdadera inteligencia de los emigrados», contestó que «el secuestro de bienes ordenado, solamente se entiende relativamente a aquellos emigrados que salieron del país después de la ocupación de esta plaza por las armas de la Patria, como igualmente los que lo verificaron antes y mientras su asedio, si no hubiesen realizado su regreso análogamente a los bandos. Por consecuencia, si sin embargo de haber emigrado, quedaron después en la Provincia o volvieron a ella en la oportunidad detallada, no quedan en modo alguno comprendidos en el secuestro de bienes».

Entre los recursos para hacer frente a las necesidades administrativas, figuraban las cobranzas a los deudores de Propios, que estaban atrasados en sus pagos. Los apremios del momento justificaban o imponían más bien dicho esa cobranza. Pero Artigas, fiel a su sistema de no apurar al pueblo, aún cuando la miseria de su ejército excediera todos los niveles, dirigió al Cabildo el 9 de marzo de 1816 un oficio en que le decía (Maeso, «Artigas y su época»):

«Creo razonable guarde V. S. la indulgencia precisa con el vecindario sobre el cobro de Propios de este Cabildo. Es de mi aprobación, perdone V. S. los réditos de los dos años anteriores, haciéndolo V. S. entender al público para satisfacción del mismo vecindario».