EL    IMPERIO   ANTIGUO

            Es muy posible que durante el IV milenio, abierto como estaba a múltiples influencias, Egipto entrara en contacto con Mesopotamia, a juzgar por los muchos instrumentos comunes a ambas civilizaciones que se han encontrado. En numerosos relieves de la V Dinastía –contemporánea poco más o menos a las tumbas reales Ur- todavía se aprecian instrumentos relacionados con los de Mesopotamia (los más primitivos, castañuelas y matracas, fueron pintados antes, pero las “trompetas” que aparecen en las pinturas de naves funerarias tal vez representen instrumentos que se usaban para disfrazar la voz humana más que para generar sonidos).  

            Y aunque es cierto que casi ningún instrumento completo del Imperio Antiguo (2.635-2.155 a.C.) ha sobrevivido, los bajorrelieves y las pinturas en general son más exactos que los mesopotámicos, y es posible fiarse más del uso de sus nombres.

            Por otra parte, la música egipcia arraigó más que en ningún otro lugar en el estamento religioso, aunque esta presencia se realizó de forma paulatina y en concordancia con las modas imperantes. Pero desde un principio, sí es seguro que en los ceremoniales los sacerdotes siempre entonaban himnos y cantos en honor de sus numerosas divinidades. Por ello, y considerada como el más poderoso instrumento para llegar hasta las fuerzas del mundo invisible, la voz humana fue objeto de un estudio y de una utilización especial, y precisamente en ese aspecto se basaba la pronunciación de los oficiantes.

Se conservan  los textos de muchas de esas ceremonias –como los Cantos de Isis y Nefti, que constituían un ritual de cinco días de duración-. Sin embargo, debido a que los cantos se transmitirán oralmente, desconocemos su escritura musical, pero sabemos que los cantores empleaban un lenguaje de signos (“Quironomía”) con las manos, para indicar a los instrumentales las notas o acordes que tenían que tocar.

  Los poemas utilizados en esas ceremonias hacen suponer que la música adoptó la forma de cantos alternados entre dos sacerdotes, combinados con solos a cargo de las sacerdotisas, que representaban a la Diosa Isis. A la mitad de la ceremonia, un chantre masculino cantaba un himno a Osiris. Con frecuencia, el canto era acompañado por instrumentos.

El nombre latino del instrumento sistrum procede del griego seistrom (“cosa que se agita”). Efectivamente, al moverse, las placas producen un sonido tintineante, lleno de tonalidades metálicas. Los egipcios llamaban a ese sonido sehem, es decir, “fuerza”, símbolo de la energía o poder divino. En otras ocasiones, el acompañamiento se hacía con crótalos, y en otras, con grandes panderos (ser).

 

Uno de los instrumentos más apreciados del antiguo Egipto fue el arpa que, con caja armónica baja, era ya conocida en el siglo XXVI a.C. –la época de las famosas pirámides de Giza-, un siglo antes, por lo tanto, de aparecer el instrumento mesopotámico hallado en las tumbas reales de Ur. El arpa, pues, se sitúa muy próxima a su aparente antecesor: el arco para la caza o guerra. Los bajorrelieves en las tumbas de Ti y Mereruka en Sakkara y las pinturas en las mastaba de Kaiemankh en Giza, muestran el arpa de forma de arco, en general con cinco y siete cuerdas, del antiguo tipo mesopotámico, pero con una caja de resonancia más desarrollada, algunas veces decorada con el ojo de Horus

    Posteriormente, algunas arpas utilizarían como elemento decorativo a la diosa Maat, principio del        orden, el equilibrio y la armonía cósmica.

Parece ser que los egipcios, al igual que los mesopotámicos, conocían los intervalos de octava, quinta y cuarta, como la indican la posición de los dedos de los arpistas sobre las cuerdas, y aunque algunos estudiosos son de la opinión de que no conocían o no usaban la armonía tal y como la entendemos en la actualidad, lo cierto es que el uso de esos tonos demuestra un innegable conocimiento de las leyes que rigen la armonía musical. Es posible también que afinaran sus arpas según una escala de cinco notas (del tipo de tercera mayor más semitono), si bien el simbolismo del número siete, así como las múltiples referencias pictóricas a temas musicales, presuponen la posibilidad de que igualmente conocieran una escala de siete notas.

Entre los instrumentos de viento se utilizaban una flauta recta (seba) –modelo del que se ha derivado el actual sebe copto- y un clarinete doble (ma’, met,) que era de caña, similar al zamr o zummara árabe actual, y que consistía en dos tubos paralelos provistos de lengüeta, que sonaban al unísono. 

En los bajorrelieves y pinturas arriba mecionadas, se aprecian flautas muy largas (a menudo no provistas de agujeros para los dedos, por lo que tenían que ser sostenidas en línea diagonal con respecto al cuerpo) y flautas dobles cortas unidas con ataduras que dado que ejemplares posteriores tuvieron, según se ha probado, lengüetas simples fueron designados “clarinetes dobles”, según creemos, de manera inapropiada; también es posible observar carracas en forma de horquilla y tambores de marco.

  Los grupos de músicos, sentados por los común, incluyen en general un arpa, algunas veces dos, y una flauta larga –quizá sólo un bajo-; cada instrumentalista queda enfrentado a un cantante que tiene la mano izquierda junto a su oreja izquierda, mientras hace signos convencionales con la mano derecha en lo que, tal vez, sea un código mnemónico (el lenguaje de signos que hemos denominado “quironomía”) y nos traen con fuerza el recuerdo de los signos manuales que se utilizan hoy en el canto litúrgico copto. Algunas veces, como también se observa en las pinturas mesopotámicas, el cantante se aprieta la laringe.

El signo más prototípico del modo de canto egipcio era el brazo

Lógicamente debemos pensar que la corte de los faraones (reyes-sacerdotes) egipcios estaba ligada a la tradición musical del templo, y que los músicos cortesanos ocupaban cargos privilegiados.

Arpa, flauta y oboes fueron utilizados tanto en el ambiente cortesano como en el religioso, aunque en la música profana se combinaban con agrupaciones más complejas para acompañarse con la voz. Es probable que esos conjuntos de instrumentos y voces sonasen al unísono, tratando cada uno de ellos la melodía según sus posibilidades.

Al observar las representaciones gráficas de escenas musicales, se tiene la impresión de que música y danza tenían una positiva importancia, tanto en el ámbito religioso como en el profano. El estatismo de esas escenas, fiel reflejo de la arquitectura de los templos del Egipto primitivo, parece reflejar también la pacífica y ordenada existencia de los habitantes del valle del Nilo, una existencia sujeta a ligeros cambios solamente a lo largo de grandes períodos de tiempo, en contraste con la de los habitantes de la llanura entre el Tigris y el Éufrates, tan supeditada a las azarosas condiciones climatológicas.


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