Quirón Alvar: quiron@arrakis.es 26 de Abril de 1999, día número 34 del ataque asesino de la OTAN, día 34 de la bajada de pantalones de Europa ante los yanquis. Muy buenas a todo el mundo Krónida y demás mundo, hay un tema en el mundillo de la música que hace que el Arte sonoro se quede en una conversación de culturetillas que al final siempre olvidan al creador y se quedan obcecados con el intérprete, -sea este profesor de la orquesta que sea, sea este director de la orquesta de no se dónde-, pero el fin, la creación, la sonoridad, queda relegado a un segundo término que a medida que ese culturetismo crece, va descendiendo a lugares insospechados. Pido disculpas por citar tanto nombre como voy a citar, pero son a modo de ejemplo. Un ejemplo de esto que digo se puede ver en muchos programas de conciertos, donde te dicen: "Bernardina Glómez, voz, y Marianito Glómoz, piano, mañana, a las tal horas en el centro cultural "Cultural"." ¿Y qué van a interpretar, oiga? Y no te lo dicen, es como si lo más importante fuera el medio y el transmisor, pero la fuente de donde emana, nada, psé.., eso ya está superado. Claro que queda muy bien en una reunión de amigos o en una tertulia ponerse a citar nombres y más nombres de personajes de esos de la farándula musical. Algunos de esos nombres tienen más empaque; si tú dices que "La versión de la segunda de Méndelson dirigida por Jerbert von Kárayan es indiscutiblemente mejor que la de Daniel Baremboin.", los que te acompañan pueden quedar extasiados por la pronunciación de esos dos nombres, pero sobre todo por la pronunciación del primero "Jerbert (pues aunque se escriba Herbert siempre se dice "Jerbert", al igual que Kárayan, que se escribe "Kárajan") Von Kárayan", es casi de excitación neuronal. Pero... ¿qué ha ocurrido en ambas "versiones"? ¿Quizá en una alguno de los dos se ha comido alguna parte con papas fritas? ¿Alguno de ellos ha ido a más velocidad de la debida y un guardia lo ha pillado y les ha puesto una multa? No, sencillamente no se han enterado de la esencia. Todo esto y más, viene por una sencilla razón... bueno, por dos. La primera por la noticia de hace escasos diez días o por ahí de que la excelente cantante de ópera Teresa Verganza ha abandonado la ópera para dedicarse a cantar formando dúos con piano; canciones, vaya. Ha decidido hacer eso una de las mejores voces de todo el planeta redondo este, porque dice estar harta de los directores de ópera; el egoísmo de estos es algo que lo puede palpar hasta un pulpo manco; y esta pedazo de señora ha visto la luz y se ha decidido por el camino que debería haber cogido hace mucho: Cantar porque tiene una voz de dioses. Si los directores de orquesta del tipo "conciertos y punto" son la mayoría de ellos unos "ingeniosos transformadores de partituras", hay que imaginar que los directores de ópera son encima "trasmformadores de voces" de las artistas, cosa que imagino para alguien que lleva unos pocos de años en el mundo de la lírica, le pueda sonar a chirrido de caja de muertos. La originalidad y la ingeniosidad está bien para los creadores, pero para los que deben de llevar a escena algo que ya está más o menos claramente escrito, esos dos conceptos deben de estar más bien sosegados. Cierto es que no todas las partituras están marcadas de tal modo que a un golpe de vista se entere uno de todo, pero digo yo que si el que lo ha hecho se ha tomado su trabajo, no es para que venga después otro y lo transfigure a su antojo. La segunda razón para esto de hablar de las "versiones" de las músicas clásicas, viene a raíz del éxtasis asombroso que me he pillado hoy al escuchar el glorioso concierto para piano de Edward Grieg. Lo escucho hace ni se sabe la de años. Es una versión donde hoy por fin me he fijado que no es de nadie, esto es, el piano está tocado por alguien que no viene su nombre, y es una manera de tocar el piano que ni el más grande de los tipo "Glen Gould" tocaría ni con cuarenta jerseises ni emitiendo trescientos tipos de grititos acompañando a la música. La orquesta sí que viene, y es tan conocida como puede serlo cualquiera de la India. Se trata de una orquesta de Yugoslavia precisamente, de Eslobenia, y el director es un tal Lizzio, ni idea, nada que ver con los karayanes ni con los giulinis; algo fuera de serie. Y es lo mejor, no saber nada de esas peculiaridades que tienen que ver nada más y nada menos que con el negocio, ese mundo mercenario de la música, hediondo y turbio. La mejor "versión" que tengo del cuarto concierto para piano de Beethoven es una grabación que hice hace ni se sabe, cuya orquesta no sé cual es, cuyo director no sé cual es, y cuyo pianista tampoco sé quién es. Lo único que recuerdo de ese pedazo de concierto es que era... ¡¡¡un concurso!!! Tengo mil versiones de ese pedacho de concherto, y nada, ni un átomo sonoro que ver, ni el más grande de los Brendel toca así. ¿Qué razón puede haber para ello? Muy sencillo: Los que llegan al mundillo de la música y no son nadie, siguen siendo iluminados por su gran esfuerzo, por su pureza de alma de músico, por su falta de perversión. El que ha llegado a los súmunes de los súmunes de naranja y de limón, y son ya estrellas gordas con luz propia, están contaminados hasta las orejas de egoísmo y de mercenarismo puro; se creen con el poder de hasta tocar mal y que al final de la interpretación, por ser quien son, les aplaudan y luego él se ríe por los adentros sintiendo esa paz del endemoniado que sabe que ha hecho el mal, y nadie se ha enterado. Marta Argerich o algo así es otro de esos nombres que gusta mucho decir, incluso sirve para hacer fotos de esas en uno sale sonriendo; en vez de decir pa ta ta, dices Mar ta Ar ge rich, e incluso la sonrisa es más profunda. Pero... ¿ha elevado a la primera esencia el espíritu de la música o no? ¿Y cómo podríamos saberlo? se pregunta uno también, Hay una manera muy curiosa de saberlo: Metiéndote en dos vidas, en la de la Obra y en la del músico que ha creado la Música. En la vida del intérprete-músico no puedes, casi que no lo conoces, no te ha dado tiempo, sobre todo porque ahora se lleva eso de los intérpretes jovenzuelos y que todos son unos "súper dotados" que te interpretan unas increíbles sonatas para marimbas de uno de esos locos ruidoseros que no me veas. Pero solo tienes que escuchar un concierto de violín, o sea, el de Beethoven, para darte cuenta de si estás ante un "súper dotado" o estás ante un sopla gaitas de tres al cuarto hijo de algún director de orquesta. La gente olvida a intérpretes-músicos que han dejado su alma en la Música. Ya nadie recuerda a Furtwangler o como se escriba eso; sí, también quedas bien, pero se trata en este caso de uno de los más grandes Músicos de este pobre y endemoniado siglo veinte. Es mejor escuchar a un Nevil Márriner, que por ser de esos famosos, es de lo mejor. Jé, escucha la Novena Sinfonía dirigida por ese coleguilla y escucharás tú lo que es bueno; se asoma Beethoven reencarnado en cualquier ingeniero de sonido y se le caen las cejas al suelo. NO, es un rollo. La Música es la Música, como siempre, y los intérpretes, -esos Mensajeros de los Dioses de la Música-, entidades que deberían de ser divinas y puras, son solo (Nada Menos) Instrumentos, Herramientas de perfección para el alma de los espíritus. Nadie se pregunta el nombre del segundo violín, o del décimo quinto, o el del fagot, o el de... etcétera de una orquesta. Todos en una orquesta deben de formar una gestalt. Dos en una canción para piano deben de formar otra gestalt; todos en el mundo de la Música deberían de formar una Grandiosa gestalt que elevara a la Música a su máxima expresión. Si eso otro día más. Saludos interpretados de una sola vez y sin versiones. Chao. Quirón Alvar PD: NO A LOS ATAQUES ASESINOS DE LA OTAN EN YUGOSLAVIA. http://members.tripod.com/~quiron_alvar/ http://members.tripod.com/~quiron_alvar/suscglass.htm