A MODO DE EPÍLOGO
Los textos que se pueden igualmente entender como ladrillos con los que un
habitante de Belgrado se resistió a su destrucción, también tienen su libro
de escritura. Ese libro surgió con 1a escritura del primer texto, a
sugerencia de mi prima hermana en Buenos Aires. En efecto, ella oyó mi voz
por la radio, cuando ya desde el propio principio desde allí me llamaron de
numerosas estaciones radiales y televisivas para que, gracias a la
posibilidad de poderse entender conmigo, les plasmara el horror in situ
incluso cuando la voz se me cortaba. Mi prima me oyó, pero a través del
correo electrónico me recomendó que volcara al papel mis palabras. La
palabra escrita es una voz duradera.
Como que la computadora fue mi único refugio, en ella me escondí noche tras
noche. Me escondí en la escritura y con ello acepté la propuesta de mi
prima. Al cabo de varias noches la Ciudad Blanca estaba si no salvada, por
lo menos evacuada en el idioma. En el idioma español, que muchos consideran
el más adecuado, si no acaso el único para establecer comunicación con el
principio divino de reciprocidad ya a partir del sonido.
Con el sonido del eco en el prójimo: con esa lengua materna yo misma me
alenté escribiendo.
Sea como fuere, al cabo de unas cuantas noches, el primer texto quedó
terminado. Lo envié a mi prima, pero también lo envié a un profesor mexicano
de literatura en EE.UU. al que en esa época me aprestaba a someterle una
lista de mexicanismos cuya aclaración iba a precisar para la novela de una
autora mexicana en cuya traducción estaba trabajando. Mi intención era
aclararle con ese texto al profesor las razones por las cuales me había
visto obligada a interrumpir mi labor. Le expliqué que del texto se le iba a
hacer claro que incluso la vida quedaba interrumpida.
Ese fue el texto de la Ciudad Blanca debajo de las bombas.
El profesor distribuyó seguidamente ese texto a varias listas suyas de
interlocutores virtuales. Por la magia de la progresión geométrica de
Internet, poco después del primer texto empecé a recibir centenares de
mensajes cotidianos del mundo entero. Me di cuenta de que debía seguir
escribiendo. En ello me apoyaron las bombas.
En total escribí cinco textos, durante los primeros cuatro no sólo pensaba
que quizá al día siguiente no iba a amanecer, sino que en cierto modo ni
siquiera lo deseaba. Sin embargo, el número de mensajes seguía creciendo
constantemente.
Por lo demás, los mensajes eran hermosos. A mi Ladrillos contra la
destrucción llegaron mensajes escritos con Construcción, Vibración y Amor.
Estas nociones también se pueden escribir con minúsculas, si la justicia y
el cielo desde el que ésta se sembró alguna vez pasaran a ser palabras con
contenido.
En todo caso, empezaron a llegarme mensajes de verdadera belleza, tanto de
alumnos de escuelas primarias como de representantes de organizaciones no
gubernamentales. De todas partes llegaban mensajes a Belgrado, Ciudad de
Escritura. Los mensajes venían tanto de los partidarios de los derechos
humanos como de los eclesiásticos de conciencia sensibilizada; de los
pacifistas auténticos como de los luchadores por la dignidad indígena.
Llegó, así, el mensaje de una argentina que se instaló en Italia tras haber
abandonado su país cuando él pasó por sus años de plomo. En Italia ella
dirige un teatro que en su tablado ofrece la vida que sueño significa. De
mensaje en mensaje nos fuimos conociendo cada vez mejor. En base a ese
conocimiento la conecté con la gente del ambiente teatral de la Ciudad
Blanca; más tarde esta gente la invitó a visitar nuestra ciudad en el marco
de la gira mundial que estaba haciendo, de modo que directamente de Corea
aquí vino la compañía de esta argentina. Su pieza dramática fue la única
función callejera del festival BITEF del año pasado. El título de esa
función fue Don Quijote...
De España llegó un poema que su autor escribió inspirado por la Ciudad
Blanca. Este autor, un poeta conocido por nosotros y querido de antes,
dedicó este poema del dolor compartido a sus amigos belgradenses.
Tembló junto con nosotros a cada impacto de la oscuridad. Posteriormente
este poeta volvió a ser huésped de Belgrado, y en la vecina ciudad de la uva
se le hizo entrega de las llaves de su corazón.
Su corazón también nos hizo llegar desde el lejano Japón un antiguo
cociudadano nuestro, que durante su misión en esta ciudad ya dejó buena
parte de sí mismo en ella. Por su parte, de ella se llevó veladas
acompañadas de música renacentista y de música celta, y en particular del
conjunto belgradense Pachamama. También se llevó la música del barrio
bohemio de Skadarlija y la del jazz local, y mientras estuvo pues en misión
diplomática aquí, a partir de la correspondencia iniciada con motivo de la
Ciudad Blanca, más adelante me enteré de que no bien terminado el horario de
trabajo y otros protocolos, disfrutaba acompañando personalmente a los
músicos de la peatonal Knez Miliallova.
Directo del corazón llegaron mensajes acerca de recolectas, velas encendidas
y composiciones escolares.
He a continuación algunas de ellos:
"Me llamo Hernán Nadal, tengo 22 años y soy estudiante de comunicación
social de la UBA. Te escribo para darte mi solidaridad a vos, a tu flía. y
al pueblo yugoslavo. La democracia no se hace a bombas. Y sé que mis
palabras no sirven en nada... Una vez charlando con Jorge Lanata, fundador y
ex director de Página 12 (diario argentino), me dijo una frase que me quedó
pegada en la mente... y te la digo: 'La guerra es el acto mediante el cual
gente que no se conoce se mata, en beneficio de gente que se conoce y no se
mata'..." (Hernán Pablo Nadal, Argentina; 2 Apr. 1999);
"Su carta tan conmovedora dirigida a Javier Durán sobre la situación en
Belgrado llegó a mis manos vaya a saber como / ... / Creo que tiene mucho
valor, para ayudarnos a entender el lado humano del sufrimiento, que las
cámaras de la CNN nunca captarán. Quiero pedirle su autorización para
reproducirla en mi lista de distribución, dirigida a defensores de derechos
humanos /.../ Estoy viendo que están bombardeando edificios públicos en
Belgrado..." (Sergio Laurenti, Director, Amnesty International, Argentina, 2
Apr 1999)-,
"... Soy profesor de literatura de secundaria (y director, en ese orden)
entre García Márquez y Cortázar, Vellejo y Neruda, no dejo de tratar que mis
alumnos se descubran y descubran su mundo de adolescentes contemporáneos,
con algo de Mac Donald y mucho de curiosidad rebelde contenida. Yugoslavia y
Paraguay se entretejieron con "Cien años de soledad" en mi última clase de
la semana. Pero tu carta es un documento lúcido y desgarrador que por esas
cosas de porteño o bonaerense, siento más cercana que tantos informes
abstractos de CNN, BBC o Página 12. Si no te parece mal, leeré una parte al
izar la bandera..." (Daniel Pauni, Argentina; 2 Apr 1999);
"A partir de hoy querida Silvia /.../ Siempre tuve ganas de conocer
Yugoslavia, puede que alguna vez si Dios quiere pueda ir a Belgrado al menos
para ayudar /.../ Yo soy Emilio Parma, de profesión arquitecto, de 46 años,
casado, tengo dos hijos, Juan Santiago de 4 años y María Vicoria de 1 año
largo..." (Emilio Parma, Argentina-, 3 Apr 1999):
"Querida Silvia, estamos con vos y con los demás... tengo una vela
encendida, por eso de la vida... y hay otros con velas encendidas, me parece
..." (Javier Durán, EE.UU.; 3 Apr 1999);
"No se qué decirte. Leí tu E-mail. Lloré /.../ Nací judío y desde chico tuve
que pedir disculpas. Nací porteño y desde chico tuve que pedir disculpas.
Nací en el centro y desde chico tuve que pedir disculpas. Gracias por
hacerme llorar por cosas más importantes que mis problemas, que son
muchos..." (Santiago Minc, Argentina; 4 Apr 1999);
"Mi nombre es José Luis Guixeras, vivo en las Islas Canarias, un puente
entre Europa, América y, África. Silvia, he leído tu E-Mail y reflejas en él
una sensibilidad que pocas personas tienen. Lamento no solo tu situación,
sino la de todos los que estáis sufriendo en esa zona. Como español, me da
vergüenza que uno de los míos esté al frente de la OTAN, cuando en su día
ese señor era uno de sus enemigos mayores..." (José Luis Guixeras Romero,
España; 6 Apr 1999);
"Hola Silvia: No me conocés. Soy una de las tantas personas que recibió una
copia de tu carta sobre Belgrado por e-mail. Tu carta me conmovió hasta las
lágrimas / ... / Cartas como la tuya me confirman mi decisión de hacer cosas
más útiles en lugar de dedicar tiempo a leer o ver la historia que nos
quieren vender. Quiza reenviar tu carta a otras personas / ... / La
impotencia da mucha bronca /.../ pero desde acá (Boston) te mando un saludo
de corazón y te doy gracias por tu carta." (Eugenia Corbo EE.UU.; 6 Apr 1999);
"Querida Silvia: No sé escribir tan hermoso como tú lo haces No puedo
imaginar cómo es vivir en Belgrado. Yo la conocí, no blanca, porque era
verano/.../ Yo también soy argentina. Vivo ahora en Perú /.../ ¿Puedo hacer
algo por tí? Abrazos muy fuertes que te protegerán de las bombas." (GIadys
Liendo, Perú-, 6 Apr 1999);
"Hola, recibí una copia de tu carta 'Ciudad Blanca' a través de la lista del
MIT argentinos. Gracias por tus palabras, en medio de la vorágine de la vida
moderna, de toda la bataola acerca del New Milenio, de la avalancha de
información 'objetiva' de los medios mezclada con Mónica Levinsky y la venta
especial de primavera, gracias por devolverme algo de sensatez /.../ Tu
carta me recordó quien soy, de donde vengo y adonde quiero ir..." (Carlota
Ramírez, EE.UU.: 7 Apr 1999);
"Hola Silvia: Te escribo desde el otro lado del planeta, desde Paraguay
/.../ Desde hoy rezo por vos y tu país con mis hijas adolescentes y voy a
hacer lo que esté a mi alcance desde la organización de derechos humanos en
la que trabajo, el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional, que
funciona en toda América y tiene representantes en Europa / ... / Te da
fuerzas y te admira..." (Soledad Villagra, Paraguay-, 7 Apr 1999),
"Queridísima Silviuca: Tu carta me ha conmovido profundamente. No solo por
su contenido - absolutamente estremecedor - sino por venir de una persona
como tú, inteligente, sensible, e imparcial /.../ Ten 1a seguridad de que tu
dolor es mi dolor..." (Antonio Porpetta, España; 10 Apr 1999);
"Estimados amigos: Unas breves palabras de solidaridad desde Paris /.../
Somos muchos los que repudiamos los bombardeos sobre Yugoslavia /.../
Manténganos informados..." (Edgardo BiIsky, Francia, 10 Apr 1999);
"... Intentaré traducir con más tiempo su carta al inglés /.../ Es
importante que estas cosas se conozcan en EE.UU. /.../ Gracias por
despertarnos..." (Willie Campins, Argentina; 11 Apr 1 999);
"... Te agradezco haber escrito estos dos textos y haber reforzado con ello
los sentimientos que muchos por estos lados tenemos frente a esta 'guerra'.
Yo la edité y envié a unas 100 personas en Chile, Argentina, España, Brasil,
Perú, Canadá, Venezuela y Costa Rica /.../ PS: Me enteré que habían
bombardeado la planta de autos en Kragujevac. Tuve un "Yugo" entre
1990-92..." (Juan Pablo Moreno, ex-funcionario CEPALONU, consultor, Chile;
14 Apr 1999);
"... mi corazón está abierto. a trozos. con vos. hago teatro. estarnos
montando un espectáculo sobre la guerra civil española. en estos días
horrendos. y que todo el trabajo se nutre perversamente de cuanto esta
sucediendo en tu tierra blanca. visité esas calles en el lejano '76, era
bitef. yo era apenas exiliada. recuerdo. te pienso. enormemente pensándole
/.../ quisiera invitarte a mi casa, venite aquí. si querés. con tu hija, con
tus amores. vivo en Italia, en Ferrara. cuando quieras. contá conmigo..."
(Cora Herrendorf, Italia; 16 Apr 1999);
"Estimada Señora Monrós de Stojakovic: Leí su carta en el diario digital La
Nación Líne de la Argentina /.../ Perdone que no escriba todo en español
sino que paso al inglés /.../ Bombs on Serbia or the Return of the
Rhinoceros..." (Angelika Hermanns-Ehnert, Alemania; 18 Apr 1999);
A la Ciudad del Escribir también llegó uno que otro mensaje de rechazo. Como
que en los días de alta tensión nerviosa pero sin corriente eléctrica no
estuve en condiciones de imprimir esos mensajes también, ahora no puedo
citarlos por lo menos a modo de ilustración, porque por un percance
electrónico, más tarde se me borró todo el correo de la computadora. De no
ser por ese percance, también los citaría.
Por lo demás, ahora me carteo regularmente con un Pedro de Mallorca que en
los días de oscuridad, con su visión acabada de los acontecimientos,
oscurecía lo poco que me quedaba de serenidad. Es por eso precisamente que
no quise desistir de la correspondencia con él. Y no desistí.
Pero ahora no dispongo de ese tipo de mensajes, como tampoco tengo los
primeros mensajes de Miguel Velloso, que como un argentino en el Japón, la
primera vez me dijo: "Che, Silvia no tenés que esmerarte tanto por
convencerme de que los serbios son O.K: chupé shllivovitz en sus casas y en
Skadarlija, es gente estupenda. Jugué al ajedrez, escuché música. Y vos,
flaca, sos una mina macanuda, al tiempo que veo que sos valiente y
perspicaz, aunque al final no se si nos habremos visto". Ese mensaje, ahora
reproducido de memoria, sí que me lo imprimí, pero de tanto llevarlo en el
bolso, al final terminé extraviándolo en alguna parte.
No obstante, los amigos desconocidos siguieron enviando diariamente no sólo
mensajes textuales, sino los dibujos y las fotos de sus hijos, sus propios
cuentos, como por ejemplo acerca de un gomero, que a un Eliseo de Córdoba,
Argentina, le hacía pensar en mí porque él y su compañera también les cantan
a las plantas. Siguieron enviando poemas propios o copiados para mi, como
por ejemplo el Memorándum, de Mario Benedetti:
Memorándum
Uno llegar e incorporarse al día
dos respirar para subir la cuesta
tres no jugarse en una sola apuesta
cuatro escapar de la melancolía
cinco aprender la nueva geografía
seis no quedarse nunca sin la siesta
siete el futuro no será una fiesta
y ocho no amilanarse todavía
nueve vaya a saber quién es el fuerte
diez no dejar que la paciencia ceda
once cuidarse de la buena suerte
doce guardar la última moneda
trece no tutearse con la muerte
catorce disfrutar mientras se pueda
Enviaron sus vidas abiertas: "Hoy es domingo 23 de mayo, soy argentino de 28
años. Hace algunos días leí tu carta en Dynamo, me parecieron muy
conmovedoras y realistas, a tal punto que a medida que las leía se me hacía
un nudo en la garganta y la piel se me erizaba. Todo ese desastre en
Yugoslavia por parte de los malditos yanquis (como siempre metiéndose donde
no los llaman) y la otan = yanquis = asesinos lo vivo muy de cerca, ya que
mi padre es yugoslavo, hoy croata, pero él dice que se siente yugoslavo ya
que él sostiene que como que nació en Yugoslavia, entonces es yugoslavo y no
croata /.../ Te dejo todas mis direcciones /.../ y que sepas que aquí en
Argentina tenés un amigo más" (Omár Lacman, Argentina, 28 May 1999):
"Estimada amiga, Catalina llevó tu primer carta a la escuela donde la
discutieron. Los niños envían estos mensajes. Los paso tal cual los
escribieron, como ves a veces ven más lejos que los adultos: Silvia: Soy
Valeria Rapetti, tengo 11 años, te deseo con toda el alma que tengas mucha
suerte... Silvia: Me llamo Gregorio; ya leímos tu carta y lamentamos los
momentos que están viviendo, CHAU!... Hola Silvia! Me llamo Candela, te
quiero decir que lamento mucho lo que pasa en tu país. Los medios de
comunicación no transmiten tal cual es. Bueno, mucha suerte y que esta
pesadilla acabe pronto..." (Michael Skafar, Uruguay: 1 Jun 1999).
Tras la lectura de mis textos un mexicano decidió enviar cada día un
centenar de mensajes al Presidente de EE.UU. con la breve nota de ''Mister
President, stop the bombs!'' y recomendar el mismo procedimiento a todos sus
amigos y conocidos. Otro amigo desconocido enviaba propuestas para los
colores de mis futuras ciudades...
Los mensajes realmente llegaban de todas partes; llegaban de parte de los
chicos y de parte de los redactores de revistas electrónicas; llegaban desde
Florida y desde Venezuela; desde Moscú y desde el Brasil; de diversos
ministerios Y de numerosos individuos dispuestos a hacer llegar remedios, a
salir a las plazas de sus ciudades, a estar en su plegaria con la Ciudad
Blanca. Los mensajes llegaron en millares.
De igual transparencia fueron los que no han sido ni pueden ser citados,
acaso precisamente porque no se pueden citar con un solo fragmento. Los
mensajes citados en esta oportunidad sobreentienden el consentimiento de sus
remitentes. Es de suponer que sólo puede regocijarnos a todos poder estar
juntos después de todo en el abrazo único del presente libro.
Y cuando la pesadilla terminó, como dice la pequeña Candela, escribí el
quinto texto. A modo de agradecimiento a todos y a cada uno por ese suspiro
conjunto - desde los scouts argentinos hasta las poetisas peruanas - este
texto fue escrito no bien concluyó la Justicia. A modo de bombas.
Dediqué ese último texto a la beba chilenita cuyo papá, Hugo Forno, después
de leerlo me escribió que iba a enmarcarlo para que su nena también pudiera
leerlo algún día. A mí me gustaría poder enmarcar toditos los mensajes...
Después de leer este quinto texto, también me escribió un periodista de El
Salvador:
"Espero que ahora, con la calma, puedas ver por fin El Faro, donde ya hemos
publicado 'Ciudad, paisajes, amigos'. La dirección del periódico es
http://www.elfaro.net. Ahí encontrarás tu escrito. Eres una gran escritora,
Silvia, y si acaso algo hay que rescatar de la guerra en Yugoslavia es haber
podido contactarte. Sólo lamento el final de tu artículo, y como editor
tengo la obligación de decirte que no me gustó en absoluto, pues afirmas que
será el último. Tus razones tendrás, pero personalmente me parece injusto
callar una pluma tan privilegiada / ... / Cuentas con un amigo al que ya les
has enseñado mucho con tus palabras..." (Carlos Dada, El Salvador; 13 Jul
1999).
Hace poco este amigo salvadoreño me escribió que en la próxima reunión sobre
los los medios en las zonas conflictivas, a celebrar en el marco de la ONU
en Nueva York, iba a citar fragmentos de estos textos, ahora unidos en un
libro sobre el sufrimiento inconcebible, pero también sobre el perdurable
abrazo de los sobrevivientes.
Estos mensajes con tinta de empatía, calidez y estremecimiento siguieron
llegando incluso mucho tiempo después de que cesara la Noche Interminable.
De todos modos, desearía añadir: la Noche se acabó.
Que nunca más se repita.
Y que se acabe allí donde todavía dura.
Belgrado, un ano después
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