La justicia social y la calidad de vida

José Luis Acosta Herrera

Con esta reunión de trabajo sobre Justicia Social y Calidad de Vida, queremos hacer un alto en el camino de reflexión y propuestas que muchos de ustedes vienen llevando a cabo para configurar la plataforma electoral del año 2000.

Quiero agradecer a todos los participantes en esta reunión. Sus reflexiones son de una gran utilidad para todos nosotros. Fomentan los espacios de apertura y enriquecen el dialogo permanente que impulsamos desde la coordinación de esta mesa. Su contribución enriquecerá, sin duda, el contenido de la plataforma electoral y le dará solidez y mayor tino.

Creo que, hoy, en Aguascalien-tes, compartimos la convicción de que el rango mas importante para medir la modernización de una sociedad es, sin duda, el bienestar extendido entre la mayoría de sus habitantes.

Este es un rango que denota atención puntual en el compromiso, inteligencia en la planeación y justicia en el cumplimiento.

Implica -y esto lo podemos ver en muchas partes del mundo- un cambio en la concepción de la administración y del papel del Estado, donde la administración ha dejado de circunscribirse a los aparatos gubernamentales, para abrirse, y encontrar así su redefinición, en la participación de los ciudadanos.

Uno de los rasgos mas sobresalientes del mundo en estos tiempos es el de la dificultad para concebir y edificar una política social que conjunte justicia y calidad de vida.

El Estado benefactor esta en retirada por todas partes. Pero el mercado por si solo no garantiza una mayor justicia distributiva. A esto hay que agregar que el progreso tecnológico actual parece estar disociado con una actitud de solidaridad hacia la naturaleza y hacia nuestros semejantes.

De un lado esta el principio de realidad: no se puede distribuir mas de los que se produce. Un empleo no es durable si no es económicamente productivo.

La inflación quita a los ciudadanos lo que la generosidad de un momento pudo conceder.

Del otro lado, esta la necesidad absoluta de extender con calidad los servicios de salud, seguridad, vivienda y cultura. Esta es la razón intima de todo estado.

Es este un punto de la mayor tensión en el mundo. Cierto, hacer frente a al principio de realidad tiene costos. En ocasiones, se trata de costos muy duros.

Aquí debemos insistir en que una sociedad cada vez mas demandante y preparada no puede consentir esfuerzos a menos que tenga seguridad de que estos se distribuyen con equidad y tenga una representación clara de las ventajas que puede esperar de esto. Ya no es posible pedir mas sacrificios a quiénes se han sacrificado siempre.

Por delante, tenemos retos formidables. Ante la pobreza y la desigualdad no hay retórica que valga.

La distribución de la riqueza, de la salud y de las oportunidades de desarrollo personal es un tema que no puede pasarse por alto.

La política social debe apuntar en el sentido de estrechar brechas. Según datos del INEGI, el 10 por ciento de la población concentra el 38 por ciento del Ingreso Nacional. Y a pesar de ser la decimotercera economía mundial en términos de producción, estamos detrás de 60 países en el rubro de niños que nacen con un peso deficiente.

Esto nos lleva a hacer tres consideraciones: la primera es que no puede haber un desarrollo integral sin una distribución equitativa de la riqueza.

La segunda es que los programas sociales deben regresar al centro de la Agenda de Gobierno; ahora con el nuevo sentido de participación y corresponsabilidad.

La tercera consideración que quiero hacer con ustedes, muestra que el plano social exige una profundización del pluralismo democrático.

La tesis que se busco impulsar en el pasado reciente acera de que el desarrollo económico significaba un primer momento respecto a la transformación democrática del país, ha mostrado que era falsa.

El avance democrático no puede separarse de una economía sana ni tampoco de una política social justa que promueva una mejor calidad de vida.

Las cuestiones relativas a la población, a la lucha contra la pobreza, al desarrollo regional y urbano, a la vivienda, educación y cultura, a la ciencia y la tecnología, a la salud, la seguridad social y la atención a los grupos vulnerables, como los discapacitados y los indigentes, la dignificación de los jubilados y el reconocimiento pleno de la igualdad de las mujeres o del rol vanguardista que deben tener los jóvenes, no son cuestiones que puedan seguirse tratando en términos de modas temáticas o como meros asuntos de campaña.

Por el contrario, debemos ir encontrando soluciones reales, fuera del discurso encantado en si mismo.

Una de las claves para construir soluciones duraderas es el desarrollo regional. En Aguascalientes, como en todos los estados de la república, estamos cansados de los dictámenes centralistas, de la soberbia del centro.

Por ello, es importante que este ejercicio reflexivo y propositivo en el que estamos inmersos de cuenta, primeramente, de las fortalezas, debilidades y perspectivas de Aguascalientes.

Muchos sostienen que los estados de la Federación son demasiado pequeños para hacer frente a los retos que nos plantea el mundo globalizado y demasiado grandes para ocuparse en detalle por lo que le sucede al ciudadano común.

Yo creo que este es un falso problema. Sobre todo porque el orden del mundo globalizado no ha podido subsanar la enorme pobreza de los ámbitos regionales.

Sin descuidar las coordenadas de ese mundo global, debemos partir de nuestras regiones, de nuestros municipios, de nuestras ciudades y zonas agrícolas. Para eso es impostergable que las plataformas de los partidos políticos den cuenta de las necesidades estatales.

Los invito a que continuemos con este esfuerzo. Desde nuestra gran tradición de trabajo y esfuerzo sostenido, podremos enfrentar con éxito los retos del nuevo milenio.


Palabras del Dip. José Luis Acosta Herrera en la reunión de trabajo, para elaborar la Plataforma Electoral del PRI a las elecciones del año 2000, en el tema: La Justicia Social y la calidad de vida», llevada a cabo en Aguascalientes, el 3 de julio de 1999.


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