Fascismo taurino

Xavier González Fisher

Arbitrariedaddes, ¿de quién?

Verdor en la mayoría de los jóvenes

Dos interesantes sorpresas

ARBITARIOS.- Domingo 8 de agosto de 1999. Novillada de “selección” que inaugura la temporada organizada por la empresa local. Se anunciaron seis novillos de El Maestranzo para ser estoqueados por Ernesto Mendoza del D.F., Julio López, Manolo Rivera y Raúl Ibarra, de Aguascalientes, José Luis Rodríguez de Tijuana y Juan Antonio Adame, de Monterrey. Los novillos tuvieron un trapío adecuado para este tipo de festejos, aunque el tercero y el quinto, fueran mas grandes que los otros. La entrada fue buena en sombra y deprimente el tendido cálido. Se reflejaron en eso tanto el ayuno de festejos al que se nos sometió después de la feria; la poca nombradía de los actuantes y los elevados precios de entrada. Tal parece que la dichosa inmobiliaria, pretende ganar dinero a chaleco, aún a sabiendas de que no se trata ni de ganar, ni de dejar de perder, sino de invertir en el futuro de la fiesta. Las utilidades vendrán después, cuando los muchachos demuestren delante del toro, que son capaces de hacer que la gente vaya a las plazas. Ojalá que esto se entienda y que se arreglen las cosas de tal forma, que no nos vayan a salir después con que la temporada se suspende porque la gente no va a la plaza.

La novillada transcurrió en sus cuatro primeros capítulos sin novedad. Vimos a un Ernesto Mendoza entrado en años y en carnes, sin la menor idea de lo que es esto. Se llevó un novillo de dulce y no supo que hacer con él. Seguramente alguno de los muchachos de la escuela local lo hubiera aprovechado mejor. Julio López mostró deseos y entrega. Lo que le falta, lo puede adquirir toreando, ojalá que no le suceda lo que el pasado año, que teniendo méritos, no se le volvió a poner. Manolo Rivera y Raúl Ibarra mostraron valor, pero nada más, deben seguir aprendiendo.

Cuando todo indicaba que Morfeo sería el patrono de este festejo inaugural, al momento de la lidia del quinto de la tarde, unas gradas arriba de la localidad de sombra que ocupaba, se inició un estira y afloja que nos despertó del letargo al que la infausta tarde nos había sometido. De repente y salidos de quién sabe dónde, dos policías municipales y otros dos individuos que portaban radio - comunicadores en sus manos, intentaban algo así como someter a uno de los parroquianos. La actividad de los guardianes del orden, me pareció inusitada, porque estoy seguro que al igual que me ocurrió a mi, las personas que eran objeto de las atenciones de los azules y de los de blanco y negro que les auxiliaban, éstos últimos al parecer coordinados desde el contraburladero de médicos del callejón de la San Marcos, estaban igual de somnolientos que los demás asistentes al festejo y ni por asomo, se pudo observar o escuchar escándalo u otra actividad de su parte, que mereciera la intervención de las fuerzas pública y privada encargadas de la seguridad esa tarde.

Al observar con detenimiento, pude darme cuenta de que la persona objeto de la actividad en el tendido, era un aficionado conocido como El de Teocaltiche, un comerciante que se llama al parecer, Manuel Romo y que es vecino del Barrio de Triana. Este personaje se ha hecho pintoresco en las plazas de esta Capital. Su grito de ¡Asoleados bocas secas, arriba Teocaltiche, cabrones . . .!, ha levantado el ánimo de los concurrentes a los festejos que se celebran en nuestras plazas en muchas tardes y la señal de que es ya parte del ambiente de ellas, es que cuando las cosas pintan como lo hicieran el pasado domingo, comienzan los del tendido de sol a lanzarle pullas, con la finalidad de provocar que con alguno de sus ocurrentes gritos, provoque la hilaridad y permita que el tedio se disipe, aunque sea por unos momentos.

Ya desde el festejo de la Feria Nacional del Novillero, ofrecido en el mismo escenario antes de la feria de San Marcos, observé que repentinamente dos uniformados escoltaban a Manuel. No me consta, pero se afirma que la noche de ese festejo, la pasó en detención administrativa. Ese día, sí nos divirtió con sus ocurrencias, pero creo que a nadie ofendió con ellas. Entrados en antecedentes, diré también que en una de las corridas de la feria de abril pasada, un ocupante de una de las barreras de primera fila de sombra en la Monumental, le hizo saber al Matador Fernando Brand, a la sazón, Juez de Plaza, que no estaba conforme con los trofeos concedidos a un determinado torero. Más se tardó ese aficionado en hacer saber a Don Fernando su inconformidad con la premiación de marras, que en ser cordialmente invitado por la fuerza pública a abandonar el coso. A estos dos casos, se suma el que les cuento en las líneas anteriores. Por lo visto, ya no puede uno ir a la plaza a ver el festejo y a opinar lo que uno cree del mismo, porque de hacerlo y de incomodar a alguien, lo menos que le puede a uno pasar, es que lo echen de la plaza, sí no es que hasta a lo manden a uno a dormir a la inspección de policía, o como se llame.

Al final, creo que los mentados azules solamente custodiaron al de Teocaltiche, para reprimirlo y evitar que hiciera uso de su potente voz. ¿A quién incomoda con sus ocurrencias?, ¿Quién ordenó que se le tratara de esa manera?, ¿Carecemos de derecho a expresarnos dentro de una plaza de toros?, ¿Por qué esa intolerancia? Como en las historietas de la Pequeña Lulú, esto es un caso para La Araña, ojalá que alguien lo pueda desentrañar, porque sí de ofender la moral pública se quiso acusar a Manuel Romo, a fe mía que ninguna falta contra ella cometió, porque salvo para comentar el festejo con sus compañeros de tendido, no abrió la boca. De esta actitud deriva el título de esta reseña, porque con la actitud represora que observé en los tendidos, no se muestra más que se pretende subordinar los derechos del individuo a los alguien, no identificado en este caso y que sería bueno que diera la cara, para recordarle de frente, que las plazas de toros, son los escenarios más democráticos que existen y que no tiene derecho a quitarles esa connotación.

Total, que el argüende que se armó en el tendido, ocurrió cuando el tijuanense José Luis Rodríguez comenzó a dar unos derechazos largos, templados y reunidos, fueron tres o cuatro, porque la debilidad de su socio no le permitió más. Mató de un soberbio, sí, soberbio volapié, que hizo rodar al toro sin puntilla, mismo que le valió la primera oreja de la tarde y que en justicia, debió ser la única, porque aunque Juan Antonio Adame mostró oficio y buenas hechuras y en momentos corrió la mano sabroso, mató de un espadazo envainado, que hizo guardia al novillo. Pero Chava López Calderón no aguantó la presión ni del público, ni la del chaval, que se le encaró y acabó sacando el pañuelo, olvidando quizás, que las orejas, se cortan con la espada.

Esto es pues, lo que merece recordarse (¿?) de este primer festejo de la temporada de novilladas. Suerte y hasta una nueva oportunidad. Eso sí Don Gus quiere por una parte y por la otra, sí me dejan entrar a la plaza, porque a lo mejor, piensan que con esto que les relato, ofendo a alguien y consideran que sería más sano, el impedirme la entrada. Hasta entonces.


Aguascalentense. Abogado. Catedrático de la UAA. Miembro del Centro Taurino México-España.


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