Cuando uno escucha a Ignacio Solares comentando corridas de toros, no queda más remedio que extrañar a Pepe Alameda. Ciertamente, Ignacio Solares (Ciudad Juárez, Chihuahua; 1945) podrá ser insufrible en la televisión, pero como escritor produce obras enteramente disfrutables.
El Sitio (Alfaguara, 1998), el más reciente libro publicado de Solares, ratifica los altos vuelos de narrador del también autor de Casa de encantamiento (1987).
El nudo dramático de El Sitio ya había sido empleado por el escritor en un texto corto publicado en su antología de cuentos Múerete y sabrás (Joaquín Mortiz, 1995): un edificio de la colonia Condesa sitiado sin explicación alguna por el ejército. La condición actual de todos los habitantes de la ciudad más compleja del planeta se hace evidente entonces: suspendido el acelere, cortadas las líneas telefónicas y cerrados al mundo los ojos de la televisión, las personas se enfrentan, primero, a los otros y, enseguida, cada quien a sí mismo. Un sacertote alcohólico, un subsecretario atrapado en el departamento de su amante, un periodista que conserva ideales, uno de tantos maridos apresado en su propia biografía , personajes a los que Ignacio Solares da voz para confeccionar una novela intensa, una novela espejo en la cual vale la pena buscarse el rostro. ¿Qué tan sitiados en nosostros mismos? ¿Conocemos a quienes nos rodean? ¿Qué tan distantes estamos realmente de las formas de organización social que suponemos superadas desde hace milenios?
Rareza edonista
Quien hayan leído alguna novela de Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939) protagonizada por Pepe Carvalho, sabe que este último es un detective ex-agente de la CIA, de ideología más bien cargada a la izquierda, con la fea maña de ir quemando poco a poco su biblioteca en la chimenea de su piso y, muy importante, un personaje que comparte con el escritor que lo parió la obsesión por los placeres del buen comer. Vázquez Montalbán (Premio Internacional de Novela de París, 1989) sabe de gastronomía, y hace unos años publicó un volumen curioso que, lanzo el reto, hay que encontrar: Recetas inmotales (Asociación Pro-Personas con Deficiencia Mental, Madrid; 1996 y no es broma la referencia bibliográfica).
La rareza editorial a la que me refiero, ilustrada por el caricaturista español José Luis Cabaña, se trata de un compendio de 62 recetas, acompañada cada una de breves narraciones. Explica el autor: En cualquier caso alguna relación hay entre la receta escogida y la situación erótica que relaciono. Así como existen las asociaciones de ideas, también se dan las asociaciones comestibles entre lo que ofrece el plato y lo que ofrece la cama Por eso el lector percibirá constantemente la propuesta o la suposición de que ha de meterse entre las cazuelas antes de meterse entre las sábanas
Recetas inmortales se encuentra estructurado en cuatro apartados: Entradas y Salientes, Habas, Espaldas y Rincones, Ostras, Bogavantes y Momias, y Sobre el Lamer y el Relamerse. Si a usted le gusta cocinar su situación es clara: su vida está incompleta si no tiene este libro de Vázquez Montalbán; pero si a usted no le atraen los menesteres culinarios, puede que sobrepase dicha ausencia, aunque podría perderse de manjares como Los Cardos Económicos a la Burguesa, que, según se lee en la receta es plato para sociólogos, antropólogos y economistas socialdemócratas, partidarios de la austeridad para salir de la crisis económica, sea crisis cíclica o no. Cual fuera su situación, ¿cómo negarse el gusto de preparar unas Ostras a la Maryland, plato para ex profesores de español de universidades norteamericanas que hayan hecho ahorrillos.
Definitivamente, Recetas inmortales de Manuel Vázquez Montalbán es un libro utilitario, práctico a la hora de echar andar estrategias para reencontentarse con el mundo o, en su defecto, para que el mundo se reencuentre con uno. Y en estos tiempos en los cuales los placeres se vuelven cada vez más sofisticados digo, hay gente que goza tirándose al vacío prendido de una liga gigante por los pies quién podría acusar de edonista a una persona que disfrute de un platillo al aire
Disfrutable
Hace unos meses, a finales de octubre del año pasado para ser exactos, bajo el sello editorial Joaquín Mortiz y como parte de su colección Narradores Contemporáneos, apareció la más reciente obra publicada de David Martín del Campo: Tu propia sombra.
El nuevo libro de Martín del Campo (chilango llegado al mundo hace 47 años) es una suerte de díptico narrativo, integrado por dos historias: Los amantes de Kim y La Bamba. Estas narraciones pudieron publicarse por separado sin problema alguno dado que no se requieren mutuamente, sin embargo el escritor las publica conjuntamente con una intencionalidad que seguramente va más allá de la pretensión de sumar páginas Una de ellas nos narra desde la contemporaneidad, ubicando la cámara en el norte del país; la otra acaece en el sur tropical hace ya varios siglos; ambas, complementarias y contradictorias como nuestra identidad de ezquisofrénico consuetudinario, nos muestran que el pasado no está nunca totalmente superado y que el presente jamás lo es tanto. Si me apuran, juzgo que la tensión dramática que apareja a La Bamba y a Los amantes de Kim es justamente la eterna bronca de la identidad; bajo esta premisa, el titítulo del libro no es sólo afortunado sino también significativo: Tu propia sombra.
David Martín del Campo es un narrador de oficio, un escritor mexicano con tablas; novelas como Dama de noche (1990) y Las viudas de blanco (1994) así lo pueden demostrar. En 1990 obtuvo el Premio Internacional de Novela convocado por editorial Diana con su libro Alas de Angel y hace un par de años Plaza y Valdéz publicó su novela, de obligada lectura, El año del fuego.
Muy probablemente quienes hayan seguido la trayectoria literaria de David se sorprendan con Tu propia sombra; en los dos textos que componen el libro se percibe inmediatamente un giro importante hacia la narración intimista, volcada hacia la subjetividad de los personajes y, a diferencia de la mayor parte de novelas de este autor, menos comprometida con la relación de los hechos en el plano de lo concreto. No quiero decir con ello que se trate de narraciones abstractas, en lo absoluto, en ambos casos se cuentan historias que ocurren y que por sí mismas merecen ser contadas, pero a partir de ellas Martín del Campo explota los planos subjetivos de sus personajes de manera tal que, en momentos, la trama de la historia resulta lo menos importante. Más aún, y sobre todo en La Bamba, David se divierte con el lenguaje, lo recrea. En este libro, el oficio de periodista del escritor se pierde totalmente, creo, en beneficio de su literatura.
Un hombre que se busca en el retrato de Kim Novak, un pueblo que se construye en la leyenda. Tu propia sombra, de David Martin del Campo, es uno de los tantos libros que, si no lo has leído, no te puedes morir.
Harto recomendable
Alfaguara publicó a principios de año el más reciente libro de Juan Villoro: La casa pierde.
De Villoro, si no ha leído nada, debería sentirse culpable y leer todo: en la benemérita serie El Volador de la heróica editorial Joaquín Mortíz (QEPD, Don Joaquín Diez Canedo), puede encontrar los libros de cuentos La noche navegable y Albercas. Con el Fondo de Cultura Económica, en su serie Biblioteca Joven, publicó las crónicas imaginarias Tiempo transcurrido. Más recientemente, la excelente novela El disparo de argón, que apareció en 1991 bajo el sello editorial de Alfaguara; y hace tres años con esta misma casa publicó Materia dispuesta, y la obra que quiero recomendarle: La casa pierde.
De Villoro hay que decir que es uno de los narradores contemporáneos más importantes de nuestro país. Nació en la ciudad de México en 1956 y estudió Sociología en la UNAM, en aquellos idos tiempos cuando en la UNAM se daban clases, los alumnos presentaban exámenes, tenían que estudiar, y demás perversiones que hoy, gracias a los vientos de democracia, están superados, al parecer for ever and ever.
En fin, La casa pierde integra diez cuentos. En Campeón ligero Juan Villoro mete las manos en uno de los mundos más narrados por la literatura mexicana contemporánea: el de los jabs, los puños, los cuadriláteros, las apuestas... La estatua descubierta, de evidente tono autobiográfico, cuenta las peripecias amorosos de un agregado cultural del servicio exterior mexicano... Coyote es una historia de yuppies nostálgicos en busca de amarrens en las espinas del peyote... En El anillo de cobalto uno puede fisgonear lo fácil que puede resultar olvidar el prefijo cuando de la ex-esposa se trata... El extremo fantasma, uno de los textos, a mi juicio, más logrados de todo el libro, narra el ocaso de un jugador profesional de fut-bol... La alcoba dormida, cuento erótico-misterioso... La casa pierde, el cuento que da título al libro, dirige la lente a la vida carretera, literalmente marginal... Fernández, el protagonista de El planeta prohibido, es un economista de altos vuelos esquivando la vejez en una universidad gringa... Después de leer El domingo de Canela uno ya no puede negar lo que de todas formas intuía: realmente no conocemos a nadie. Finalmente, lo que por mucho me parece el mejor cuento de esta colección: Correción. Y de este, nada más de pura mala onda, no les cuento nada.
A clavarle el diente, pues, a La casa pierde de Juan Villoro.
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