Resulta conveniente discutir el libro de Claudio Lomnitz Modernidad indiana. Nueve ensayos sobre nación y mediación en México (Planeta, México, 1999, 233 páginas). Este libro se integra con una introducción, tres partes (con tres ensayos cada una), un epílogo y la biliografía. La introducción constituye una buena guía para armar. Se justifica una temática amplia. Se ofrecen instrumentos con los que se pueden hilvanar las piezas. Hay siete escritos ya publicados (uno en alemán, otro en inglés y el resto en español) y dos ensayos que ven la luz por primera vez. Dado que lo ya publicado y lo inédito se elaboraron durante los cuatro años que van de 1993 a 1996 hay preocupaciones que permiten unir eso diverso, en particular las implicaciones de una implacable globalización para la nacionalidad mexicana, para una cultura nacional en la tensión cambiante de una dimensión espacial donde lo privado y lo público se entremezclan. Se trata de una crítica cultural. Desde diversos ángulos es posible reformular para nuestro país la cuestión nacional.
Resulta obligada la discusión tanto de la conceptualización de nación, como de la modernidad. Se demuestra en casos particulares cómo la modernización puede alcanzarse sin que se logre una modernidad cultural. Se hace presente una modernidad selectiva tanto en estratos como en regiones. El autor convence de que existen políticas que simultáneamente modernizan y desmodernizan. Hay una buena argumentación de cómo el nacionalismo se expresa de diversas formas pero siempre cumpliendo oficios de mediación. Se desentraña cómo la heterogeneidad cultural se articula con los discursos nacionalistas. Es sugerente la interpretación de que la nación se convierte en un filtro ideológico que sirve para mediar la modernidad. Existe una aplicación por una parte, y una defensa, por la otra respecto de la modernidad; pero ambos fenómenos tienen una gran selectividad. El escrito presenta no pocos puntos provocadores como la afirmación de que la identidad nacional se ha convertido en herramienta de la modernidad, pero también de la des-modernidad (insinuando el desmadre). No olvida la contradicción entre estado y nación. Analiza pertinentemente todo lo relacionado con la compleja crisis del nacionalismo mexicano. Es cauto cuando, con razón, afirma que México se encuentra condenado por un tiempo (los cambios pueden desmantelar estados) a ser un estado nacional. Analiza con atingencia las ideologías que han jugado papeles importantes en la formación y transformación de lo nacional en nuestro país. Revisa minuciosamente las formas como se han desarrollado ideologías comunitarias que han cimentado la construcción de la nacionalidad mexicana. Al estudiar el nacionalismo revolucionario, no elude enfrentar el papel que en todo esto ha jugado la antropología, a la cual además aborda desde diferentes ángulos con una visión cercana pero ácida. A lo largo del escrito salta un fresco y penetrante tratamiento de lo que ha sido la antropología mexicana. No podía tampoco eludir lo concerniente a la globalidad y sus implicaciones con las tensiones de todo lo que lo nacional conlleva. También, como muestra de modernidad, investiga los censos. Hace una breve historia de la estadística social, los cambios en las técnicas, sus problemas e inconsistencias. Recuerda cómo la estadística ha llegado a erigirse en secreto de estado. Por uno de los premios nacionales en demografía, Raúl Zenteno, ya sabíamos que el censo de 1980 había sido manipulado. Ahora, por boca de los responsables, el libro de Jorge Castañeda sobre la sucesión presidencial, nos confirma que ha habido manipulación en los datos oficiales económicos de los años ochenta y de la primera mitad de los noventa. Obviamente todo esto contrasta con el impulso modernizador.
Claudio se mete al tratamiento del ritual político y de la discusión pública. Enfrenta la relación entre lo mítico y lo histórico y hace propuestas en cuanto a lo que considera que puede ser un museo en el futuro. Propone interesantes pistas para realizar una crítica de la idea esencialista del llamado México profundo. En contraposición apunta trazos para lo que denomina una geografía del silencio. Indaga las bases cambiantes del poder de representación de diferentes tipos de intelectuales de provincia, e interconecta el papel de los intelectuales y lo que el autor propone para entender el espacio público. Así desarrolla una incursión analítica acerca del papel de los intelectuales como mediadores en el espacio nacional. Afirma que el México silencioso se va estructurando alrededor de ciertos principios que pueden ser percibidos en la organización de la distinción cultural en el espacio nacional. Ofrece un interesante escrito acerca de los centros y las dialécticas de distinción en Tepoztlán. Hace una historia de la distinción social al interior del pueblo. Va reconfigurando centralidad y marginalidad. Finalmente retoma otra vez lo relativo al ritual, a la corrupción y la construcción de la comunidad política en México. Investiga la relación de varios tipos de rituales y el desarrollo de la esfera pública tanto nacional como en ámbitos locales. Apunta hacia una compleja geografía del ritual y de la esfera pública. Hace ver cómo el autoritarismo es un producto de interrelaciones y redes entre diversas fuerzas locales, nacionales y aun internacionales. Aclara que no hay una sustitución simple del ritual religioso por parte del ritual estatal. Propone varios abordajes de los rituales. Termina con un breve epílogo que no es una propiamente una conclusión. Ya había dado al principio una visión de conjunto. El escrito final es una propuesta de visión crítica de la globalización y su papel modernizador, una exhortación a la construcción social de la persona, un llamado de atención ante la nueva geografía de la exclusión. Insiste en la necesidad de una visión de largo plazo.
El autor comparte dos preocupaciones: la de analizar con cuidado la ideología de la globalización por una parte, y la de criticar los fundamentalismos localistas que han llevado a situaciones como la de la exYugoslavia. Está hondamente interesado por la construcción social de la persona.
El conjunto es rico, bien escrito, de alto valor académico. Como todo escrito variado en propuestas, contiene una amplia tématica discutible. Pero eso es otro de sus méritos. Invita y logra que el lector discuta con el autor. Acertadamente concluye que en México de hoy hay un estado maniatado en lo económico ante una sociedad civil débil, pero anteriormente había visto también una sociedad civil con larga existencia. La contraposición entre estado y sociedad civil haría ver que es muy ilusorio intentar probar la existencia de una sociedad civil añosa. El sometimiento de la sociedad que ha ido presentado, no permitiría fundamentar la última apreciación. Otro tema que se podría discutir es el desmembramiento desigual de los tradiconales Estado-nación hacia lo que Castells ha llamado el Estado-red. En todo caso estamos anteu un libro que podemos ubicar en la probblemática de una antropología mexicana más que renovada, renovadora.
Aguascalentense. Antropólogo por la CIESAS. Reside en Guadalajara, Jal. donde se ha especializado en temas de índole electoral.
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