Quiero agradecer, en nombre de la familia Barberena Cruz, la distinción que el Gobierno del Estado de Aguascalientes brinda hoy a nuestro padre al recibirlo en este recinto que tanto representó para él.
Al Gobernador, Don Felipe González, le expreso nuestro sentido reconocimiento por su iniciativa para que Miguel Angel Barberena Vega, reciba el adiós del pueblo aguascalentense al que dedicó, en vida, sus mayores esfuerzos y sus más caros afanes.
La tristeza que agobia nuestro espíritu por la partida de quien fue esposo amoroso y padre ejemplar, se conforta por la certeza de que su vida estuvo llena de realizaciones y entregada siempre a su familia y a las mejores causas de México.
El ejemplo que recibimos sus hijos y sus nietos es la de un hombre alegre, cabal, lleno de tenacidad y comprometido con su comunidad que lo honró al elegirlo para que ocupara puestos públicos de señalada importancia.
Barberena Vega, nuestro padre, fue un hombre que no se conformó solamente con generar y expresar ideas; por lo contrario, lo animó siempre el deseo de realizar todo aquello que consideraba importante o valioso para el pueblo al que sirvió con amor y empeño.
Ajeno a las solemnidades, que a veces distorsionan la realidad, supo ser el amigo cordial de todo aquel que lo conoció y lo trató. Disfrutaba como pocos la charla informal, el buen vino y una larga tarde de dominó acompañada de música de Lara o Ma. Dolores Pradera. Su gran sentido del humor hizo que, aún en los momentos más difíciles y dolorosos de su vida, pensara positivamente y contagiara con su animo a quienes compartían su pena.
Todo aquel que solicito su ayuda, encontró siempre la generosidad desinteresada de mi padre.
De personalidad polifacética, el Vicealmirante Barberena abrevó en la Heroica Escuela Naval su entrañable amor a México y a sus instituciones.
Siempre tuvo presente su raíz militar que le consolido su sentido del honor, deber y disciplina, que fueron su baluarte y su escudo ante la calumnia y el ataque. Seguramente, en muchas ocasiones en que tuvo que tomar decisiones importantes, que siempre son difíciles, penso en su juramento adolescente ante la bandera, como la que hoy cubre su féretro, y que lo comprometió a servir a su patria en todas circunstancias.
Los últimos años significaron un reto más. Cual buen Miura, respondió con bravura a la puya de su enfermedad, que pese a lo grave y terrible, nunca lo venció. Su recio carácter y su amor por la vida, lo hizo estar por encima de ella y se mantuvo alerta e inquieto, en todo momento, por los acontecimientos de su familia, de su estado y de su país.
Un querido amigo, escribió el día de ayer: Hay quienes creen que los últimos años del Ing. Barberena fueron un calvario. Pienso que se equivocan.
Me toco ver la forma salvaje en la que fue atacado por la enfermedad y la merma gradual, irreversible, de sus capacidades físicas. Sin embargo nunca lo vi desesperado o triste. Sus hermosos ojos azules siempre fueron un pozo de vitalidad y de socarronería, que lejos de secarse pareció avivarse con el dolor y la enfermedad. En un punto en que cualquiera de nosotros se hubiera doblegado, él quiso seguir adelante. Lo suyo no fue mera resignación sino la entereza de un hombre que conserva intacto lo más importante, su lucidez y sus sentimientos, que se sabe apoyado por su familia, sobretodo de su amada Mirita, y que piensa que el misterio de la vida no se agota sino con el ultimo aliento.»
Hoy se confundirá su cuerpo con la tierra buena, el cielo claro y le dice adiós a la gente buena de su amada provincia.
Gracias Papá por tu ejemplo.
Gracias Papá por tu amor.
Y finalmente, gracias Mamá por enseñarnos el verdadero sentido de la palabra amor.
* Texto de las palabras de Manuel Alejandro Barberena Cruz, el 17 de Junio de 1999, en el Primer Patio de Palacio de Gobierno.
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