Muchas veces lo que percibimos en la superficie es sino manifestación de problemas que ocultan una complejidad que no es aparente y cuando tratamos de atacarlos en la superficie fracasamos. El símil más apropiado nos lo proporciona la medicina. Si advertimos fiebre en un cuerpo eso es un síntoma y el médico procede a buscar el origen para eliminar el mal. Una cosa parecida ocurre con el conflicto de la UNAM. El rector decide elevar las colegiaturas y los muchachos inician una huelga tumultuosa. Se reducen las cuotas y el conflicto permanece. Las raíces parecen estar en otra parte, más allá de la Universidad
Igual pasó en el 68. Los estudiantes pedían lo logro de seis o siete demandas y el gobierno se negaba a otorgarlas. Entre las que recuerdo estaban: la derogación de dos artículos del código penal, la destitución de jefes policíacos y la desaparición del cuerpo de granaderos. Algo en el papel muy simple pero que no se llegó a concretar.
Ahora se demanda, según creo, la universidad gratuita y el pase automático, entre otras cosas y se han enredado en una propuesta de formato de discusiones a la que no le encuentran el centro y han recibido primero el respaldo del PRD y de Cuauhtémoc Cárdenas y luego el de los zapatistas. Las autoridades juzgan que el movimiento está manejado por ultras inconscientes que quieren hacer la revolución total, o algo parecido. Como que se proponen escalar el edificio por las paredes y no por las escaleras del sistema de instituciones y de partidos políticos.
Los medios de comunicación, si bien han impedido que se llegue a una solución autoritaria, no han ayudado a un sereno desenlace.
Uno de los riesgos que se corren es el del taponamiento de las generaciones. Esto es, que se pierda el año y que no puedan ingresar a la preparatoria ni a la educación superior los que ahora cursan los años inmediatos inferiores y consigan aprobarlos.
Hay en juego la frustración de muchos jóvenes que cifran en su educación las perspectivas de su ascenso social y de su formación profesional, pero al parecer el asunto va mucho más allá de eso.
Busquemos algunos antecedentes: En la época de don Pepe López Portillo, la clase media hizo depósitos en dólares y el gobierno los convirtió en Mexdólares a una cotización más baja que la del mercado. Allí hubo una confiscación del ahorro público. En 1987, se cerró abruptamente el Mercado de Valores y los Casas de Bolsa hicieron juegos irregulares, el resultado fue que la gente perdió la mayor parte de sus ahorros y unos cuantos se quedaron con el dinero de la colectividad. El error de diciembre de 1994 desbalanceó la economía y generó que la riqueza de muchos se transfiriera a unas pocas manos; igual ocurrió con el TLC que desmanteló pequeñas empresas y luego con el Fobaproa.
La entrada de México a la modernidad ha significado repetidos saqueos del ahorro popular, la cancelación de microempresas y puestos de trabajo. Las deformaciones informales que han surgido en la economía y la sociedad responden a esos fenómenos: Los profesionales se convierten en comerciantes callejeros o taxistas, la gente adquiere vehículos chocolates, los zapatistas se enquistan en un territorio y ahora los lumpenuniversitarios convierten a la UNAM en una barricada. La sociedad ha sido burlada repetidamente y solamente se le percibe por medio de cifras econométricas.
Los partidos
políticos buscan el
poder sin
contemplaciones y
de espaldas a la
realidad social.
Bueno, de alguna forma tienen que expresarse los desplazados, los que han quedado al margen, aunque sea intentando entrar a la casa por la ventana o subir a la azotea por la pared.
Los ultras no quieren una universidad académica en el sentido tradicional, anhelan un espacio de subsidio que por otra parte no les ha llegado, un entorno gratuito en el cual saciar inquietudes que todavía no conocemos, un invernadero sin autoridad ni requisitos, el poco de justicia que tanto saqueo le ha venido negando a la mayoría y que no hay dónde ni con quien buscar.
La huelga de la UNAM se quiere convertir en el Fobaproa de los jodidos. «Si aquellos robaron, también nosotros tenemos derecho a una tajada del pastel». «El salvamento de Serfín fue de 60 mil millones, la UNAM solamente cuesta 7 mil. Ya que no hay reparación a los saqueos, que nos den nuestra parte y quedamos a mano».
Con un sindicato o un partido político se puede negociar, pero en la UNAM ¿Quiénes son los interlocutores y qué es lo que realmente quieren?
La impunidad de los saqueos de cuello blanco genera el quebrantamiento del orden institucional y los grupos sociales en su autodefensa, se colocan también al margen de las reglas y se escudan en la presión política atípica para lograr su rol en el escenario de las irregularidades y la impunidad.
«Si los ricos roban, también a nosotros nos toca», parece ser la consigna, y a ver de dónde sacamos respuestas políticas para fenómenos que el sistema no está preparado ni capacitado para responder.
* Originario de Aguascalientes. Realizó estudios de Ciencias Políticas en la UNAM. Desde Cuba, cultiva el género epistolar. Actualmente se encuentra en la Habana trabajando en labores doplomáticas en la Embajada de México en Cuba.
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