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Mirá... ahí está Dios
El no me prestaba demasiada atención cuando era un niño. El no tenía mucho uso para las palabras tontas que salían de mi boca, o las cuidadosas caras esculpidas de plastilina con cejas blancas y narices sobre-dimensionadas. No le importaban mucho esos... pero los ponía todos en su manto, en su refrigerador, en su escritorio en la oficina, y le decía a todo el que las veía que yo era su hijo, el amado... enajenado. El era un poco celoso. Quiero decir, comencé la vida tan pobremente, tan distinto como él. Yo era algo que el no entendía - o aún quería - el era el eterno. Nada era realmente previsto o predecido. Yo era el accidente feliz que había diseñado para él mismo... Yo llegué a ser el que usaba el traje. No sabía que había arreglado mi derrota aún antes que tome mi primer respiro. Algunas veces deseo que nunca lo hubiera averiguado. Era mucho más fácil para el delirar y enfurecerse, estar enojado y vengativo, antes que llegara yo. No tenía que preocuparse por consecuencias, el dolor de las lágrimas - porque todo estaba justificado en su mente. Todos trabajaban para él de todos modos, porqué tratar de hacer una diferencia en cómo vivían? Pero después que entendió sobre qué era yo creo que estuvo un poco trastornado que yo pensé sobre eso primero. Pero yo sabía cómo era el vivir aquí. Yo había nacido, vivido, caído... Viví por las cortaduras y rasgaduras, había vivido las fantasías infantiles y jugado escenarios, sufrí los huesos rotos y peleas callejeras, robé besos, y raspado mis rodillas, pequeñas heridas y traiciones. Conocía el amor perdido. Lo logré hasta aquí y tenía cordura... divinidad intacta porque yo era parte de ese pequeño traje de carne. Olvidé que yo era prestado; yo lo había reclamado como mío porque yo era real. O sea que no estoy seguro de lo que esperaba. Quiero decir, estaba seguro del resultado. Sabía que, de todas las cosas, las personas no podían soportar la perfección y amor inocente. Es decir, traté de ser malo, pero simplemente no podía rendirme ante la tentación. Era muy difícil, había demasiado en juego. Estaba atrapado dentro de la carne y no podía soportar el pensamiento de perder contacto con el. Yo era el humano, no era el divino en lo absoluto... no como Él. No como Papá. Olvidé cómo ser Dios. La perfección no era aceptable. Porque las personas podían ser malvadas. Yo caminaría por la calle y ellos apuntarían y dirían "Hey! Allí va Dios" y luego se reirían. Era difícil y a veces era peor porque yo entendía porqué me odiaban. No era ningún misterio. Algunas veces quería llorar hasta que sangre. En esos tiempos trataba de entrar para ver a papá. El siempre estaba ocupado. Algunas veces un hijo sólo necesita un poco de apoyo de su padre, o un abrazo... algunas veces sólo quería ser sostenido por un momento y que me digan: "Esto también pasará..." Pero era siempre lo mismo. Mamá estaba ahí para la comodidad y Papá... Papá me miraba, me daba la vuelta y apuntaba a la puerta diciendo: "Anda y muéstrales de lo que estás hecho - tu eres mi hijo. Anda, se un hombre." O sea que fui un hombre. Chistoso que lo haya enfurecido tanto. Pero nadie lo entendió. Simplemente no querían escuchar lo que tenía que decir, estaban muy ocupados vendiendo fé, diciendo mentiras, haciendo reglas, viviendo como si tuvieran otro lugar a donde ir. Ellos no veían que estaba bien aquí y nada importaba si al ahora no era bueno. Ellos no entendían que yo quería hacer una diferencia justo entonces. Algunas veces me pregunto si, al final, si hice una diferencia en algo - comencé a pensar que quizás estaba hablando con la persona equivocada. Ellos estaban muy ocupados tomando lo que querían, ignorando significado por selección, vendiendo miedo y control en lugar de amor. Yo creí que podía estar ahí en algún lado... no? Al final de cuentas, podría inclusive mi padre cambiar? Me quedaría siempre pensando: valió la pena, ser un hombre? Papá nunca dijo mucho sobre el tema. Como siempre Él era distante. Cuando la maldad comenzó a bajar el miró abajo de su complejo de 100 pisos, a través del vidrio de la ventana, y trató de ignorar lo que quería mostrarle. Yo creo que no quería perdonar nada... a veces... creo que no quería. Pero tenía que mostrarlo quién era yo... lo que significaba. El tenía que entender porqué. Yo estaba tan asustado, pero tenía que mostrarle cómo ser un Hombre. Estaba en mis manos - qué significaba todo esto? Qué estaba dispuesto a hacer por lo que creía? Papá no coincidiría con ello... cómo podría? El no entendía la muerte; el no entendía la vida - el experimento ninguno. El sólo conocía la idea - el concepto. El era intelecto y razón... contrastes y convenios... creatividad y destrucción. Cuándo tiempo había él observado indiferente a todos vivir y amar, sufrir y morir? El no tenia idea... Papá estaba totalmente desorientado. O sea que me di cuenta lo que tenía que hacer - de alguna forma tenía que hacerle entender. Tenía que hacerlo afligirse. Tenía que darme la vuelta y mostrarlo de lo que estaba hecho... para mostrarle que era un hombre. Esa era la razón por la que estaba aquí, no es cierto? Porque el nunca entendió lo que significaba haber amado, o morir, o lamentar, o vivir. Su felicidad era algo que se encontraba arriba en su cabeza. Tuve que enseñarle cómo sentir desde su corazón - el tuvo que crear uno. Mientras la terrible tormenta comenzaba me lancé, como una partícula en su ojo, para mostrarle que quizás había algo de valor en mi vida y muerte. Después de todo, sin eso, a el realmente no tenía que importarle nada... sus revelaciones serían simplemente como leer en voz alta la última página en un libro - interesante pero sin significado en un universo vasto y vacío. Todo sería una broma, verdad (como si no lo es ya a veces)? Yo sólo esperaba que el lo entendiera - no sólo yo. Tenía la esperanza que quizás había algo más allá del avispón de la muerte y lamento que yo le daba. A veces me pregunto si Papá alguna vez lo descifró todo. Me pregunto si realmente le importó. Me pregunto, cuando finalmente me dio la espalda, si siquiera lloró... el más grande regalo que yo podría darle a mi padre era el dolor del lamento y muerte. Porque era real. Y al final el sólo necesitaba entender lo que significaba vivir en la roca, bajar de su mansión en su rascacielos, y su perfectitud, bajar y ensuciarse los pies, y sus manos ensangrentadas, y su mente confundida y nublada de vida, y oler, y probar, y besos... caminar simplemente en la carne, conocer la vida y el miedo y... sentir. Quería mostrarle esas cosas alrededor de él. Quería mostrarle... todo... todo lo que veía. Necesitaba entender que el podía mirar en cualquier cara y pensar en asombro absoluto: "Mirá... ahí está Dios."
2004 :: Frank Veverka A. | Información
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