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Enemigo Interno
Hay momentos breves mientras me cepillo los dientes o me razuro que me pregunto si reconocería al hombre que veo en el espejo si se me atravesara en la calle. Miro fijamente mis propios ojos para descubrir el tono café melancólico perderse en el mar ensangrentado que lo rodea. Pestañeo. Luego, dejo que mis párpados se cierren lentamente para descansar y los abro cautelosamente, uno a la vez, para determinar si sigo ahí. Si lo estoy, pero esto no puede ser cómo soy. Trato de recordar la última vez que me permití la decisión consciente de sentir alegría y soy incapaz de recobrar el archivo que contiene esa información. En vez, un manto en blanco y pesado rodea mi ser y descubro en el siguiente momento que estoy parado sin moverme, una estatua con mitad de cara con crema de afeitar o pasta dental bajando por mi mentón. Termino la tarea mundana, luego logro sólo una mirada a mi imagen, cansado de otra confrontación. Mis manos y nervios tóxicos jalan mis medias con una facilidad de práctica, mientras que el resto de mi ropa sigue en sucesión. Mis llaves, dinero y varias tarjetas plásticas, agarradas por un simple clip son recogidos de su nido. Empujo todo menos mis llaves al bolsillo delantero de mi pantalón, luego dos hojas de papel dobladas en mi bolsillo trasero. Acomodando un lapicero detrás de mi oreja, camino hacia la puerta. Girando la perilla cobriza de la puerta, contemplo cómo los años proveyeron a la perilla de una distinción gloriosa. El uso no tuvo el mismo efecto en mi alma. La luz matutina y aire fresco me golpean en cámara lenta y camino metódicamente entre las hojas mientras se quiebran debajo de mis pies y emiten una fragancia deliciosa a clorofila muerta. Nubes cúmulo flotan pesadamente en el cielo al lado del horizonte azul. El azul me recuerda al océano y la marea que una vez llegó a mis pies mientras se hundían en la arena mojada de las costas del Cabo y el mar Adaman. Entonces, el azul me lleva a recordar la esencia del amor no correspondido y sonrío. Sonrío porque era amor de todos modos. Los sonidos y olores de la estación de gas mezclados con el gas de escape de los autos sin movimiento hacen retornar mis sentidos a la realidad. Sonidos blancos de tráfico vuelan mientras espero que el semáforo cambie de rojo peligroso al verde de paso seguro. Si los niveles de mi adicción tuvieran semáforos, gritarían u amarillo de precaución, mientras me apresuro para llegar al fondo más rápido. Las suelas de mis zapatos no pisados rebotan por el asfalto sucio mientras observo las caras desnudas de las personas en sus automóviles. Yendo, yendo, siempre yendo. Yo rara vez voy a algún lado. Ya he estado y cuando lo hago, permanezco solo. Perturbado por la ansiedad que eventualmente debo regresar. "No puedes escaparte de tus problemas.", me dicen. No saben que enterré mis problemas hace mucho tiempo. Los planté en el suelo suave y los riego con remordimiento y alcohol casi todos los días. "No son mis problemas de los que estoy corriendo," quería decir. "Son todos ustedes." En lugar de eso, asiento mi cabeza y digo, "Lo sé." Empujo la puerta de la casa convertida y escucho las campanas colgadas del interior de la puerta sonar. El olor a humo de cigarrillo y el café hirviente mandan un impulso de dolor a mi cavidad seno. Me encojo, cerrando la puerta y paso a la barra de vidrio encajada en hierro inoxidable. "Un café francés grande y agua por favor." Moviendo mi mano a mi cara arrugada, cerrando mis ojos mientras pellizco el extremo de mi nariz. "Quiere lugar para crema?" Me pregunta la chica mal humorada con muchos tatuajes. Ella me pregunta lo mismo todos los días. "Sólo un poco." Le entrego tres dólares y apunto con la cabeza hacia el envase de propinas que dice, PROPINA BASTARDOS y digo, "Puedes poner el cambio ahí." Poniendo los lentes en el mostrador unos pasos más allá, levanto la botella plástica pegajosa de miel volcándola. La sustancia dulce y dorada baja por los contornos de la botella transparente y aprieto, haciendo círculos en el liquido negro. Luego la crema Thermos, meneando todo con un palillo de madera. Me muevo de vuelta a la entrada y giro para subir las gradas del viejo departamento. Me relaciono con la condición de este edificio dilapidado y me pregunto cómo el desarreglo puede manifestarse tan frecuentemente. Escucho el quejido de las gradas y oigo el gemido de los fantasmas de los trabajadores que construyeron esta maravilla arquitectónica. El piso de arriba ha sido destrozado y en el piso de madera un conjunto de mesas, sillas y plantas saludables. En la esquina del primer cuarto, un aparato parecido a una silla de ruedas sobre dimensionado estilo Frankenstein, construido en metal oxidado, por ya sea; un artista local o comisionado por algún filántropo enfermo del pasado para un gigante inhabilitado. Me siento lejos de la silla en un rincón en la esquina, recobro las dos hojas de papel de mi bolsillo trasero y las aplano sobre la mesa, usando mi vaso de café como sujeta-papel. Remuevo el lapicero de debajo de mi sombrero y comienzo a escribir. Estoy contento y seguro mientras imprimo las letras en la página. 'buscando la verdad' es una frase tan ambigua, tan obscura como, 'confronta a tu enemigo'. Pero éstas fueron las cosas que escribí. Trato de escribir la verdad, pero sólo encuentro tonterías exageradas o hechos omitidos. La verdad es delicada. Debe ser consentida, pero es imposible de contener. La verdad que encuentro es un derrame lascivo de mi corazón. Este anhelo de amor se derrama cuando entro en la verdad y se acumula en mis pies, revelando a mi enemigo. Mi enemigo es; el hombre del que desvío mi mirada en el espejo, el hombre que no quiero conocer en la calle, el hombre que no quiero ser. Mi única esperanza es que el futuro revelará el propósito, pintando un dibujo claro. Con esta esperanza, toso con el coagulo enfermo de café en mi estómago y continuo escribiendo. Escribiendo hasta que halle felicidad.
2004 :: Frank Veverka A. | Información
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