Poema
para mi muerte
(Ante un anhelo)
Morir conmigo misma,
abandonada y sola, en la más densa roca de una isla
desierta. En el instante
un ansia suprema de claveles, y en el paisaje un trágico
horizonte de piedra.
Mis ojos todos llenos de sepulcros de
astro, y mi pasión, tendida, agotada, dispersa.
Mis dedos como niños,
viendo perder la nube y mi razón poblada de sábanas
inmensas.
Mis pálidos afectos retornando
al silencio --¡hasta el amor, hermano derretido en mi
senda! -- Mi
nombre destorciéndose, amarillo en las ramas, y mis manos,
crispándose para darme a las yerbas.
Incorporarme el último, el integral
minuto, y ofrecerme a los campos con limpieza
de estrella doblar luego la hoja
de mi carne sencilla, y bajar sin sonrisa, ni testigo a
la inercia.
Que nadie me profane la muerte con sollozos,
ni me arropen por siempre con
inocente tierra; que en el libre
momento me dejen libremente disponer de la única
libertad del planeta.
¡ Con qué fiera alegría
comenzarán mis huesos a buscar ventanitas por la carne
morena y yo,
dándome, dándome, feroz y libremente a la interperie y sola
rompiéndome cadenas !
¿ Quién podrá detenerme
con ensueños inútiles cuando mi alma comience a cumplir
su tarea, haciendo de mis sueños
un amasijo fértil para el frágil gusano que tocará
a
mi puerta ?
Cada vez más pequeña mi
pequeñez rendida, cada instante más grande y más
simple la entrega; mi pecho quizás
ruede a iniciar un capullo, acaso irán mis labios a
nutrir azucenas.
¿ Cómo habré de llamarme
cuando sólo me quede recordarme, en la roca de una
isla desierta ? Un clavel interpuesto
entre el viento y mi sombra, hijo mío y de la
muerte, me llamarán poeta.