LA BATALLA DE HUAMACHUCO

AYACUCHO, JULIO DE 1883

Las debacles sufridas por él ejercito chileno en Marcavalle, Pucará y Concepción, mas las enfermedades que venían diezmando a las tropas, forzaron al comando chileno a apurar la retirada de la sierra central, lo que se logró al trasponer el puente de la Oroya, que no había podido ser destruido por el coronel peruano Tafur, pese a los planes adoptados en ese sentido. Las fuerzas del coronel del Canto habían perdido casi la mitad de sus efectivos. El general Cáceres entonces se hizo dueño del valle del Mantaro y ocupó Huancayo. A continuación estableció su cuartel general en Tarma y se dedicó a reorganizar su ejército. Su objetivo había sido parcialmente logrado y para agosto de 1882 el centro de la República había quedado libre de tropas chilenas.

Para enero de 1883, Cáceres ya contaba con 3,200 hombres instruidos, equipados y disciplinados. En esa época, supo asimismo de su proclamación como vicepresidente del gobierno provisional presidido por el contralmirante Lizardo Montero y la confirmación de su clase de general de brigada por el Congreso de Arequipa.

Ante las dificultades que aún representaba alcanzar un tratado de paz con la presencia del ejército cacerista, opuesto a todo tipo de cesión territorial, el contralmirante Patricio Lynch, que se encontraba en conversaciones con sectores peruanos liderados por el general Miguel Iglesias, determinó enviar una nueva fuerza contra Cáceres, esta vez integrada por tres divisiones al mando de los coroneles García, del Canto y Arraigada, este último en su calidad de comandante en jefe. Las ordenes eran perseguir al caudillo peruano “hasta donde fuera posible” y destruir él poder militar del ejercito de la Breña. La división García constaba de 2000 hombres y tenía como objetivo avanzar hacia Chicla por el norte, vía Canta, en la ruta Nievería-Punabamba-Quilcamachay-Laquaqui. La división del Canto, con 1500 soldados, también marcharía sobre Chicla, pero por el sur, atravesando el valle de Lurín y siguiendo la ruta Sisicaya-Matucana. Por su parte, la división Arraigada, con 3000 efectivos, cruzaría el valle del Rimac, marchando por el centro.

Las divisiones chilenas, bien armadas y pertrechadas, y provistas de mayor experiencia habida cuenta de las lecciones aprendidas en la anterior campaña en la sierra central, partieron pues con un plan que contemplaba encerrar al ejercito peruano, hostilizarlo, debilitarlo, y forzarlo a dar combate en una última batalla convencional. En poco tiempo los chilenos ocuparon la estratégica ciudad de Jauja y el 5 de mayo convergieron finalmente en Chicla. Ante el avance de aquella fuerza expedicionaria compuesta por miles de soldados y varias piezas de artillería de campaña, el ejército de la Breña, previo consejo de guerra de fecha 16 de mayo de 1883, emprendió marcha hacia el norte. Considerando la escasez de armamento, falta de municiones y carencia de caballería, presentar combate, resultaba, por el momento, lo menos oportuno, pues se corría el riesgo que los remanentes del ejercito peruano fueran aniquilados frente a fuerzas más numerosas, disciplinadas y mucho mejor equipadas.

Al partir de Tarma, los peruanos contaban con una fuerza de 2,300 hombres divididos en él “Ejército del Centro” y el Ejército del Norte”. El primero contaba con cuatro divisiones de infantería con dos batallones cada una, dos escuadrones de caballería y ocho piezas de artillería. El destacamento del Ejército del Norte disponía de dos divisiones de dos batallones cada una, un escuadrón de caballería y cuatro cañones.

El 30 de mayo de 1883, las fuerzas peruanas llegaron a Cerro de Pasco, seguidas muy de cerca por dos de las divisiones chilenas, aquellas comandadas por los coroneles Estanislao del Canto y García. Bajo esas circunstancias, los peruanos se vieron forzados a replegarse por tortuosos caminos por varios cientos de kilómetros, sin alimentos y bajo gélidas temperaturas que alcanzaban los diez grados bajo cero. El 4 de junio él ejército de la Breña prosiguió su camino ascendiente, atravesando las zonas de Higueras, Huancapallac, Chasquin, Chacabamba y Suyuyacu, a 3,000 metros sobre el nivel del mar. Luego de cruzar Chavin de Huantar, el 14 de junio los peruanos emprendieron la marcha para cruzar la majestuosa Cordillera Blanca por el paso de Arguaycancha, alcanzando el Callejón de Huaylas, a 4,600 metros de altitud.

Para la tercera semana de junio de 1883 él ejército de la Breña enfrentaba una situación crítica, sin precedentes. Las fuerzas chilenas se acercaban por el norte, sur y centro. El 22 de ese mes, con objeto de burlar a sus perseguidores, Cáceres recurrió a la clásica maniobra por “Líneas interiores” e inició el arriesgado cruce del paso de Llanganuco, sobre la laguna del mismo nombre, en Huaraz, a mas de 6000 metros de altura. Después de muchas penalidades y algunas bajas los peruanos lograron su objetivo, alcanzando Pomabamba. De ahí marchó hacia Cerro de Pasco.

Gracias a esta maniobra Cáceres logró evadir a una columna bajo el coronel Arraigada, que lo seguía muy de cerca pero que fue incapaz de trasponer la cordillera de Quebrada Honda, por considerarla “infranqueable”.

Luego de muchas penalidades, el cinco de julio de 1883 él ejército de la Breña llegó a la altura de Tulpo, en el departamento de Ayacucho. Fue ahí cuando el general Cáceres supo que el coronel chileno Alejandro Gorostiaga ocupaba Huamachuco y que una columna enemiga compuesta por 781 hombres y cinco piezas de artillería se dirigía en esos momentos hacia dicha ciudad para reforzarlo. Dicho oficial chileno, al avanzar en persecución de Cáceres por el norte terminó aislado en terreno hostil. Por ello, a su solicitud, el contralmirante Patricio Lynch ordenó que el destacamento acantonado en Santiago de Chuco, al mando del comandante Herminio Gonzales, se dirigiera a Huamachuco. El objetivo era cortar el paso del ejercito de la Breña hacia Cajamarca.

Entonces Cáceres, no obstante ver reducido su ejercito en 600 efectivos por efecto de muerte, enfermedad o deserción, decidió destruir a la columna de González cuando esta acampara en Tres Ríos, que se ubicaba apenas a cinco leguas de Huamachuco. Sin embargo, las avanzadas chilenas divisaron algunos piquetes de caballería peruana y para evitar una sorpresa, se abstuvieron de acampar en el lugar, apuraron la marcha, cruzaron Tres Ríos, descansaron brevemente en Mollebamba y luego continuaron camino hacia Huamachuco, a la que llegaron sin mayores contratiempos.

Cáceres entonces convocó a una junta de guerra y decidió que había llegado el momento de poner fin a la persecución y confrontar al grueso de la fuerza chilena en la zona. Esta vez los peruanos no se replegarían, sino que se volverían contra sus perseguidores. Esta vez, la presa daría caza al cazador. En consecuencia la junta de guerra decidió por unanimidad marchar sobre el destacamento adversario en Huamachuco. Había llegado el momento de decidir de una vez por todas la suerte del drama por la vía de las armas.

En consecuencia, el 8 de julio de 1883, las fuerzas peruanas, compuestas por 1,440 hombres marcharon hacia la colina que domina la ciudad y ocuparon posiciones frente al cerro Purrubamba. El inteligente Cáceres, por un movimiento de flanco, había hecho creer a sus adversarios que pensaba replegarse nuevamente al centro.

Los hombres del ejercito de la Breña estaban armados con distintas clases de rifles, (Peabody y Remington) estaban muy escasos de municiones y carecían de un elemento fundamental para el combate: la bayoneta. No obstante, la tropa se mostraba tan decidida como sus jefes por entrar en acción y combatir por el honor nacional. Ese mismo día Cáceres dirigió a sus hombres una emotiva proclama en los siguientes términos:

“Soldados: Pelearemos hasta vencer al invasor o morir por la gloria y el honor de nuestra patria. Antes de ver desgarrado y humillado nuestro suelo, deje de latir nuestro corazón en el campo de batalla. Soldados: ¡Viva el Perú!”.

A continuación el general dividió a sus fuerzas y dispuso que el coronel Secada ocupara el centro del cerro Cuyurgo, que domina la ciudad, mientras que el coronel Isaac Recavarren se ubicara a la izquierda, con objeto de flanquear al contrincante.

La estratagema peruana sin embargo, no duró mucho, pues enterado el coronel Gorostiaga del ardid y al divisar a los peruanos en las alturas del cerro Coyulga, reunió de inmediato a todas las fuerzas bajo su mando, casi 2,000 hombres, incluidos los refuerzos y evacuó la población, concentrando a sus hombres en el cerro Sazón, una magnifica posición, empinada y de difícil acceso, ubicada al frente del cerro Cuyurgo, cuyas ruinas de la época Inca les sirvieron de trincheras. Su plan era establecer una posición defensiva sólida, que le era favorable, dada la excelente ubicación estratégica de la misma.

A este respecto, Gorostiaga escribió:

“Contando en consecuencia con hombres de las tres armas y las municiones en suficiente cantidad, acorde esperar al enemigo, por numerosas que fueran sus huestes. Di ordenes convenientes el 8 de julio para tomar posiciones en el Sazón, situado al norte de la ciudad y cuya posición era por demás ventajosa para la defensa”.

Los chilenos pues quedaron también listos para presentar combate. En su conjunto, la fuerza de Gorostiaga estaba constituida por los batallones de infantería Concepción, Talca y Victoria, dos compañías de zapadores, dos escuadrones de caballería del regimiento Cazadores a Caballo y nueve piezas de artillería (cañones de montaña Krupp, modelo 1881).

Los peruanos procedieron a ocupar la ciudad de Huamachuco. El 8 y el 9 de julio hubo algunos tiroteos, pero el asalto final se reservó para el día 10, en horas de la mañana. El plan peruano consistía en atacar la parte vulnerable de la posición chilena, ubicada al sudeste del Sazón. Junto a Cáceres y sus aguerridos soldados, se encontraban los oficiales más valientes del ejercito y la marina del Perú; aquellos que habían decidido luchar hasta las últimas consecuencias y contra todas las adversidades; aquellos que jamás se rindieron; aquellos que tenían todo que perder y nada que ganar, más que la satisfacción de cumplir con su deber y salvar la honra de su patria. Allí estaban, hombres de todas las edades y condiciones, veteranos de mil batallas, dispuestos a protagonizar una de las jornadas más gloriosas y épicas de la historia militar peruana, entre ellos el impetuoso Leoncio Prado, el coronel Juan Gasto, vencedor de Concepción, el indomable Isaac Recavarren y el valiente capitán Germán Astete, que humilló a los británicos en Pacocha. De aquellos hombres escribió un autor chileno:

“… Recorrieron sin tregua ni descanso distancias enormes; pasando cordilleras cubiertas de escasa nieve; atravesando caudalosos ríos, bosques primitivos y superando vertiginosos desfiladeros. Ni el hielo de las cordilleras, ni la falta de agua y víveres, ni la escaséz de municiones y medios de transporte para sus tropas, ni los descalabros sufridos; nada fue bastante a doblegar su voluntad de acero, ni quebrantar sus fuerzas físicas ni doblegar su energía”.

El orden de batalla de los peruanos era el siguiente: A la derecha se ubicó la cuarta división al mando del Capitán de Navío Germán Astete, conformada por los batallones San Jerónimo y Apata. Al centro de ubicó la división del coronel Juan Gasto, integrada por los batallones Concepción y Marcavalle, y a la izquierda formó la división del coronel Manuel Cáceres, integrada por los batallones Tarapacá y Zepita. La artillería constaba de 11 piezas de diferente calibre. Caballería prácticamente no había.

Los peruanos se prepararon para iniciar el ataque con gran ímpetu, pero fueron los no menos valientes chilenos (dos compañías) quienes a las 06:00 horas aproximadamente, en acción preventiva bajaron de sus posiciones del cerro Sazón para contener la segura arremetida de los infantes peruanos. Obviamente Gotrostiaga estaba bien informado del plan de ataque peruano. El primer asalto chileno envolvió el sector derecho peruano en el cerro Cuyulga. Cuando los sureños intentaron subir por la pendiente oriental, fueron contenidos por el batallón Junín, que posteriormente fue reforzado por el batallón Jauja. Los chilenos sin embargo no se amilanaron y nuevas fuerzas bajaron sucesivamente del cerro Sazón, esta vez del lado izquierdo, las mismas que fueron arrolladas por la división Gasto con los batallones Marcavalle y Concepción. Nuevas fuerzas chilenas entraron en acción, pero fueron contenidas, esta vez por la división Astete, que estuvo a punto de envolverlas.

En el cenit del combate gran parte de las tropas chilenas se vieron forzados a replegarse a sus atrincheramientos, mientras que otros resistieron en las lomas laterales del Sazón. Entre una lluvia de balas y cañonazos, los peruanos iban escalando el cerro y parecía que en aquellas circunstancias nada los podía contener. La artillería chilena fue silenciada y la batalla se empeñó en el extenso llano. Los peruanos, que habían comprometido tres de sus divisiones en combate, prácticamente alcanzaron la cumbre del cerro.

A las cuatro horas de iniciado el combate, en el que ambos bandos dieron muestra de un valor extraordinario, todo parecía indicar una victoria peruana como en Tarapacá. No fue posible contener el ímpetu de los asaltantes que se aproximaban cada vez mas a los atrincheramientos chilenos, esta vez concentrados en una loma del sudeste del Sazón, que era defendida a pie firme. El arrojo de los infantes peruanos forzó finalmente al adversario a abandonar la loma y replegarse a sus parapetos en la cumbre del cerro, donde ofrecieron otra porfiada resistencia. En esos momentos decisivos, cuando los peruanos se encontraban apenas a 30 metros de su objetivo, el general Cáceres dispuso que se colocara la artillería frente al último baluarte chileno. Sin embargo, mientras se ejecutaba esa maniobra y conforme transcurría el tiempo, las municiones de la infantería peruana comenzaron a disminuir y el asalto se fue reduciendo en intensidad.

Al percatarse que los peruanos se estaban quedando sin balas, los chilenos se reorganizaron rápidamente y se lanzaron en formidable contraataque a la bayoneta. Agotadas sus municiones las tropas de Cáceres presentaron combate a culatazos. Carentes de bayoneta -el arma suprema en las luchas decisivas- y en posición desventajosa en la pendiente, los peruanos finalmente comenzaron a retroceder. Al final la resistencia fue inútil y lo que parecía una victoria terminó por convertirse en derrota. Una intempestiva carga de la caballería chilena, que hasta hace unos minutos se encontraba en retirada hacia Cajabamba, cortó el desplazamiento de la artillería peruana y con ello la última oportunidad de ganar la batalla. Los dispersos fueron perseguidos por la caballería e impedidos de reagruparse fueron ultimados o capturados.

Los peruanos perdieron en la lucha casi las dos terceras partes de sus efectivos, incluidos la mayoría de sus jefes y oficiales, entre ellos un general, don Pedro Silva, el jefe de Estado Mayor, coronel Manuel Tafur, y los jefes de las cuatro divisiones, Germán Astete, Manuel Cáceres, Juan Gasto y Máximo Tafur. También perdieron la vida casi todos los comandantes de batallón y destacados oficiales como el legendario Leoncio Prado.

El general Cáceres, herido, logró sin embargo abrirse paso a balazos entre la caballería y evadir la captura. Los chilenos acusaron igualmente importantes bajas.

Las apreciaciones de los altos oficiales chilenos consagraron el legendario heroísmo, la perseverancia y firmeza del general Cáceres y sus hombres en el épico combate.

En su parte oficial, el general Cáceres señaló:

“Triste, muy triste es para el que ama su patria, verla hundirse de improviso desde la altura en que la levantara durante la lucha el valor de sus buenos hijos. Pero en medio del revés sufrido, queda a los que han peleado en Huamachuco, la satisfacción de haber cumplido notablemente con su deber, sacrificándose en defensa de la patria y con la conciencia de que sólo la más manifiesta fatalidad pudo haber sorprendido al enemigo con la victoria en medio mismo de su derrota”.

Con este sangriento episodio se cerró la campaña de La Breña, que marcaría asimismo el final de la Guerra del Pacífico, no obstante la patriótica determinación del indomable Andrés Cáceres de no rendirse y continuar la resistencia.



LOS OFICIALES PERUANOS Y EL CORONEL CHILENO

Arriba, fotografía captada a mediados de 1882, con los altos oficiales del Ejercito de la Breña, que acompañaron a Cáceres durante toda la etapa de la resistencia en la sierra. Muchos de estos hombres perecieron en Huamachuco. El general Cáceres puede observarse al centro, en la primera fila, vestido de civil. Abajo, coronel chileno Alejandro Gorostiaga, quien derrotó el último ejército peruano en Huamachuco. Gorostiaga empañó el triunfo obtenido limpiamente por sus soldados en combate, al ordenar la ejecución de la mayoría de los prisioneros, incluso los heridos. Según sus argumentos, los peruanos que combatieron en Huamachuco no eran militares sino "guerrilleros" que no merecían el tratamiento otorgado a combatientes regulares. De hecho, la mayoría de los oficiales ajusticiados, entre ellos el coronel Leoncio Prado, hijo del Ex Presidente Mariano Ignacio Prado, eran integrantes del ejército que luchó en la campaña del sur, la batalla de Lima y la campaña de Breña. Se calcula el número de ejecuciones en 200, aunque varios de los fusilados fueron desertores chilenos. (fotografía del coronel Gorostiaga, cortesía del arquitecto Juan Gunther, colección privada).


Juan del Campo R.

jdelcampo@mail.com

Perú