Tus manos...

 

Tus manos se levantaron ante mis ojos

como lirios

emergiendo de los búcaros del tiempo,

sus dedos,

los pétalos trenzáronse en el alma

para abrigar el hielo del silencio.

Sus palmas, las hojas,

suaves como las sedas,

enjugaron lágrimas de imposibles.

Su piel, heridas

palpó las tristezas,

enguantó los sueños,

hizo tangibles las distancias.

Tus manos finas

pulsaron el teclado del piano

de donde brotaron los hemistiquios

del amor,

sus notas se esparcieron por los caminos del alma

y diapazonaron las liras del infinito

yendo hasta Dios

en esotérica oración de rituales

teológicos.

 

Tus manos oficiaron la entrega del amor.

Ellas recorrieron palmo a palmo

las enervantes sedas del cuerpo.

Y en la contienda del espasmo

se atenazaron a las mías

en connúbiles ensueños

mientras también hacían el amor

al rítmico golpetear de tu corazón

y el mío.

 

Ya no son solo tus manos.

Ahora son las nuestras

asidas al tiempo,

jadeantes,

inquietas,

trémulas,

ansiosas de encontrarse

sobre la piel tibia,

sudorosa,

casi lactante de embarazos

infinitos.

Tus manos

rodearon mi cuello,

atrajeron mi boca a la tuya

para luego asirse a mi rostro,

apretando,

como queriendo succionar la vida.

 

Tus manos ya no fueron lirios puros,

ahora son rosas rojas

de pasión

y de amor.

 

Cúcuta, Octubre 12 de 1988

 

 

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