Las tinieblas exteriores. (fragmento)
Ernesto Cardenal.


Con el comandante Daniel Ortega en un museo.
Entramos a un museo que antes fue un colegio
pero de colegio pasó a ser con Pol Pot
la prisión más grande de Cambodia.
Los salones de clase divididos en celdas diminutas.
Aquí solo se venía para morir.
Más de 20.000 prisioneros pasaron por aquí
de los que sólo sobrevieron 17
que aún no habían sido matados cuando entraron las tropas de
liberación.
Esta fue la "Kampuchea Democrática" de Pol Pot.
Aquí están las fotos que les tomaron al entrar.
A todos tomaban fotos.
Las manos atadas unos, otros con cadenas y argollas al cuello.
Lo peor de ver era el horror en los rostros.
Se veía que estaban viendo no la cámara sino la muerte
y la tortura antes de la muerte.
Pero más estremecedor aún era un rostro sonriente:
una niña, o un adolescente, alguien inocente, ignorante
evidentemente de lo que le iba a pasar.
Y fotos de madres con bebés.
Un aparato rústico para sacar las uñas.
Tenazas para arrancar los pezones.
Una gran diversidad de herramientas...
El tanque donde los sumergían.
Los postes donde los colgaban.
La celda donde también estuvo el Ministro de Información de Pol Pot
antes de ser matado.
Se han descubierto más de 100 fosas comunes donde los enterraban.
Los niños enterrados con sus pachas de leche y biberones.
Y las calaveras, grandes montones de calaveras
que uno no quiere ver.
De los 8 millones de habitantes mataron 3.
Destruyeron las fábricas, las escuelas, las medicinas.
Echaban preso a uno por llevar gafas.
Las ciudades quedaron desiertas.
Por fin salimos afuera.
Había flores afuera.
En un charco limpio un pato blanco aleteaba

bañándose de agua y de sol.
Las muchachas que pasaban por la calle
eran como pagodas.
Y los EE.UU. ahora apoya a Pol Pot.

El Congreso de los EE.UU. aprobando la ayuda a la contra:
El senador canta su discurso con voz de barítono.
Bellamente modulada. Subiendo y bajando la escala
como quien toca un arpegio en la trompeta, con frecuentes
fugas,
ahora es clarinete;
la larga sucesión de palabras enredadas,
exquisitamente articuladas todas sus sílabas,
si-la-be-ando
hábilmente los pasajes difíciles de su mala prosa
con la dicción de un virtuoso.
El otro orador,
lenguaje rotundo,
altílocuo y grandílocuo,
citando de memoria largos párrafos de James Monroe
como declamando
sin mirar el papel,
levantando la voz (y la cara)
y repentinamente bajándose
a un bajo profundo
Se sentó
agradeciendo sudoroso el aplauso no muy caluroso.
La Bertilda lava las heridas de su hijo,
y dice: "En la mañanita yo iba a hacer el café
y vi que golpeaban a un chavalo en la calle
y grité: ¡La contra!"
Los muchachos comenzaron a disparar,
sólo eran dos, y ¡a contra como cien.
Los muchachos eran su hijo y su sobrino.
"¿Qué qué sentí? Yo nada sentí, sólo pensé:
Si los matan a ellos me tendrán que matar a mi.
Le llené tres magazines a mi sobrino
porque mi muchacho ya estaba herido.
Amarré a mi niña de dos años para que no corriera."
Otro:
vibrante mezcolanza de modulaciones de timbre y tono,
con anástrofas
prosopopeyas aquí y allá, e ingeniosas paranomasias
y sonoras anátoras,
sus tropos resonando en el ornamentado salón,
la ornamentación retornando el eco rimbombante;
pocos asistentes en ese momento en el salón,
pero perorando como ante una ingente multitud
(de ahí el aplauso).


"¡Ríndanse hijueputas!" gritó el guardia.
"¡Qué se rinda tu madre!" contestó Oscar Leonel
como si fuera el otro Leonel revivido.
La casita destruida
por el montón de granadas y morteros.
El pueblito desolado.
La contra al irse
dejó regada propaganda de Cristo.
"Treinta millones de ayuda humanitaria para la contra."
"No señor, treinta y ocho!"
Risa atiplada de uno de los humanitarios.
Otro golpeando la mesa, como queriéndola quebrar;
poderosos gestos con las dos manos como blandiendo un bate;
"No hay problema de mayor gravedad (batazo)
me estremece decirlo (batazo)
que el peligro (batazo)
del comunismo en América Central (batazo)."
"A mi tío lo mataron,
también a Ramón su hijo, ellos murieron peleando.
El niño de Ramón, de seis años,
a él lo asesinaron en su cama.
Estaba dormido y le dispararon.
Quedó herido y pidió ver a su padre muerto.
Le pasó la mano sobre la cara, y dijo: Ve, aquí le hicieron un hueco
Allí nomás murió también el niño."
Treinta y ocho millones de ayuda humanitaria para la contra.
Con pantalón, saco y chaleco color de noche,
incisivos afilados,
movimientos labiales de succión de sangre,
Vampyrum specfru
emite por la boca y orificios nasales
símiles, prolepsis, apóstrofes,
aliteraciones melodiosas,
reduplicaciones, deprecaciones, pretericiones, digresión,
chillidos de su hocico con excrecencias,
antítesis, sinopsis, sinónimos y antónimos.
Y se sienta. Como si se quedara colgado bocabajo.
Zinc retorcido, tablas y palos quemados.
Lo que había sido la cooperativa.
Dos días después todavía humeante.
En la colina
la capilla católica incendiada.
Y la escuelita. El centro de salud.
Antibióticos en las cenizas.
Y los zopilotes planeando, planeando.
Juan Antonio de 15 años combatía junto a Estreberto de 19.
Un balazo en el pecho
y cayó embrocado en las rodillas de Estreberto.
A Mario lo agarraron como 30 contras
y lo fueron despacio, despacio, degollando,
la sangre cayendo sobre la propaganda de Cristo.
El senador de Texas en pose dramática,
el pie derecho hacia adelante,
los brazos abiertos como estatua de bronce,
cuando le llevan un vaso de agua mineral.
Siempre la pose dramática
ahora pie izquierdo hacia adelante;
él está leyendo el discurso que le escribieron a él.
En la capilla quemada, donde fue el altar,
Estreberto se para: "¡Puta! todavía está la sangre de mi papá."
Los ojos sin llorar. Sólo se le pusieron pequeños.
Estreberto vio cuando como 30 cayeron sobre Leonardo.
Lo apuñalearon.
La Juana dijo que sólo veía las pelotas de fuego.
Buscó a Enriquito, de tres años, y lo vio dormido.
Estaba muerto.
Cómo llevarlo cargado con las otras criaturas.
"Por esos breñales que ni quiera Dios."
Lo dejó en el monte, junto a un caño. Le puso como mortaja
una hoja de bijagua.
Con el tono ligeramente trémulo de las hondas emociones
controladas,
lentamente, no leyendo, declamando su discurso:
"Hay pruebas convincentes (pausa)
de la conspiración del comunismo internacional (pausa)
para la exportación de la revolución (pausa)
de Nicaragua (pausa)
hasta nuestras fronteras (pausa)
y uno de los... (pausa)... en ayuda a la contra (pausa)."
Los brazos temblorosos como tocando las teclas de un piano.
El paje le lleva agua con hielo.
Una garra levantada para pedir la palabra.
Moción de orden.
El Honorable Con sólo una hojita de bijagua
allí tuvo que dejarlo.
Oían a los guardias que se reían.
A la Lucía tan linda un balazo en la cara.
A la Lidia, a esa la violaron y se la llevaron.
Los granos de café, sus animalitos, sus casas, todo.
"La sangre de los niños me bañaba la bata."
"Cántico Cósmico"
Ernesto Cardenal
ITESO, 1991; Cantiga 33, pp 385-403
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Más reciente revisión: Abril 6, 2002.