Visita a Weimar
Ernesto Cardenal.


En el principio:
no había espacio y no había tiempo, pues era antes del tiempo.
El universo no tenía forma y estaba vacío.
De la nada absoluta surgió algo y empezó el tiempo.
El tiempo que es espacio.
Espacio en el que hay átomos y espíritu.
Las partículas elementales formaron 92 átomos
y estos átomos miles de tipos de moléculas, moléculas
cuyas propiedades proceden de las partículas elementales
y de las cuales proceden las células.
Desde que las moléculas aprendieron a crear otras moléculas
fue inevitable que un día hubiera seres escribiendo sobre moléculas.

Pasamos por Weimar y naturalmente
fuimos a la casa de Goethe.
Allí están sus cuadros. Un Lucas Cranach...
Un primitivo italiano...
También tenue dibujo a lápiz hecho por él
de su linda esposa dormida en el jardín.
El piano donde tocó el joven Mendelsshon.
Las estatuas griegas, su colección de minerales.
El escritorio donde escribió el Fausto.
La cama pobre. El sillón donde murió.
Los salones muy elegantes porque era Primer Ministro; su aposento
modesto como el de Lenín en el Kremlín.
El sofá donde pasaba toda la noche hablando con el príncipe de Weimar.
Consideraciones profundas sobre la naturaleza y el arte.
Un tiempo se dedicó más que a la poesía a las ciencias naturales.
Aquí descubrió el hueso intermax ijar del hombre.
También la teoría vertebral del cráneo.
En 1790 comenzó el estudio de la teoría de los colores.
(El mismo año que escribió La metamorfosis de las plantas.)
Era un dia nevado cuando Schiller vino a vivir a Weimar.
Aquí tuvo conversación con Napoleón.
En 1815 fue nombrado Primer Ministro.
(Era también una especie de Ministro de Cultura.)
Esta fue la capital intelectual de Alemania.
Aquí Heme muchacho le dijo, fanfarrón,
que él también estaba escribiendo "su" Fausto.
¡Y que qué ricas las ciruelas de Weimar!
El estrago que le produjo la muerte de Schiller.
El Jardín Botánico de Palermo le reveló la protoplanta.
Trabajando en La metamorfosis de los animales
sostenía cada vez con más énfasis
que el arte poético es "un bien común de la humanidad"
y en todos los tiempos y lugares existe en miles de personas.
El escribir poesía se podía enseñar a las masas.
Sólo le importaban la cultura y la barbarie -dijo.
Se iba quedando solo.
En 1827 murió su Carlota.
Al año siguiente, el Gran Duque.
Pero él había escrito: "En las cimas siempre hay quietud."
Al final del II Tomo, Fausto, ya ciego, ve la visión
de "un pueblo libre viviendo en esta tierra".
A las pastas del II Tomo puso cerradura con llave
y lo metió en un armario con llave para que no lo leyeran.
Después ya no salió de su aposento a los salones elegantes.
El día que agonizaba en el sillón
creía ver en el suelo una carta de Schiller.
Y a 15 minutos de allí
entre los bosques
entramos a la "Carretera de la Sangre".
Los mismos prisioneros la empedraron.
Termina en andenes desolados
adonde llegaban cienes y cienes y cienes de trenes.
Se nos abren las imponentes puertas de bronce
de enrejado floreado
con grandes letras al revés sobre el enrejado
que sólo adentro se pueden leer, cuando se han cerrado las puertas:
CADA UNO RECIBE LO QUE MERECE
como la entrada del infierno de Dante
Lasciate ogni speranza, o voi che entrate
Es la entrada a Buchenwald.
Alambradas dentro de alambradas dentro de otras alambradas
electrizadas.
Los horrendos torreones.
Y vimos los hornos crematorios de ladrillo rojo.
Las celdas "especiales" de los que resistían,
donde héroes gritaron para todo el Campo
que no se rindieran,
desde el huequito con barrotes, antes de morir.
Era en verdad otra ciudad.
Con tantos habitantes como Weimar.
Los cuerpos esqueletos ambulantes
el paso titubeante
la mirada aterrada sin mirar nada.
Todo bien ordenado.
El nombre de cada quien que iba a llegar
anunciado de antemano al campo de concentración
con copia a la Dirección Central de Campos de Concentración
cc. a la Gestapo, etc.
"En referencia a lo hablado anteriormente
adjunto en duplicado para los fines necesarios
la lista de los incapacitados a trabajar"
(Firmado)
Médico del Campo de Buchenwald.
En los alrededores, lomas de muertos.
El edificio gris de varios pisos donde dejaban sus vestidos.
Muchachas con trajes elegantes
salían con el uniforme de rayas azul y blanco
y el número tatuado en el brazo izquierdo
ya muchas a morir de pura tristeza.
La piel humana era buena para pergaminos.
Para escribir poemas en ella, románticos.
Para empastar libros.
Para pantallas de lámpara.
Reducían cabezas judías (como los jíbaros), para suvenires,
Y médicos experimentando de todo en cuerpos vivos.
Hubo 18 horas de trabajo en diciembre, entre nieve y viento,
con sólo la chaqueta rala,
y muchos del frío se lanzaron a morir electrizados en las alambradas.
Los niños acorralados aparte
su alambrada dentro de alambradas dentro de más alambradas.
Junto a ellos una pequeña alambradita con ositos
(los niños amando a esos ositos)
y cuando los niños lloraban de hambre
los guardas echaban mucha leche a los ositos
para que lo vieran los niños,
los lindos ositos
y los niños llorando, gritando.
Focos borrosos en la niebla girando, girando,
buscando al fugitivo

y profundo ladrido de los perros de policía tras las alambradas
y sus ecos.
Se podía saber si en los hornos estaban quemando cadáveres
según si el humo que salía era negro o blanco.
Y también por el delicioso olor a carne asada.
La voz del pastor exhortándolos agarrado de los barrotes
en la celda final.
Vimos el aparato "para medir la altura del prisionero"
y detrás la ventanita que se abría y salía una mano con pistola
para un tiro en la nuca.
Antes un "doctor" les examinaba la dentadura
buscando oro.
Es que descubrieron después que los cadáveres daban dinero:
Pelo, dientes de oro, grasa, piel para el arte.
La economía capitalista hasta el delirio.
"Contenido del envío:
2 kilos de cabellos en bucles y trenzas"
A los andenes arribando siempre los trenes de la muerte.
Y en Weimar nadie sabía nada.
Sólo veían una zona prohibida y un desfile de trenes.
Pero sospecharon
cuando un camión militar chocó en pleno centro
y cayeron a la calle montones de muertos.
Estos eran los bosques donde paseaba Goethe.
Cerca de aquí el roble bajo el que Goethe leía.
Y que mucho cuidaron los nazis.

Un día seres escribiendo sobre moléculas.
Fuimos una vez una nube de gas del tamaño del sistema solar.
Después bola de lava.
La tierra giró por cinco mil millones de años
y comenzó a hablar. El basalto, el granito,
tuvieron garganta.
Los intervalos armoniosos de las notas de la escala
que descubrió Pitágoras:
igual que los de los planetas, igual
que los intervalos de las olas del mar,
de las dunas de arena, de los péndulos.
La luna fue para que hubiera mareas y para los enamorados.
El órgano hecho simplemente para bombear sangre
se volvió sede de los sufrimientos, los sueños, el amor.
92 átomos solamente
todo lo existente.
La unidad de la humanidad y la unión
con lo que la rodea.
Todo parece interactuar con todo.
Se conjetura
que antes de la expansión del universo hubo una concentración
a infinitamente ínfima escala
de galaxias, estrellas y cosmólogos.
"Las teorías actuales de la Física sugie
ren fuertemente
la indestructibilidad de la Mente frente al Tiempo"
ha dicho Schrodinger.
"Cántico Cósmico"
Ernesto Cardenal
ITESO, 1991; Cantiga 25, pp.295-300
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Más reciente revisión: Abril 6, 2002.