Los escalones fascistas del progreso neoliberal
Emilio Krieger

Ni seis meses completos duró el intento zedillista de progreso democrático del régimen actual cuando ante una fuerte repulsa de la gran mayoría de los mexicanos, se vio obligado a aceptar el rechazo de la política neoliberal, autocrática, militarista, antipopular y entreguista que, en forma glamorosa y generalizada, expresó la ciudadanía, vía electoral, el 6 de julio de 1997. Todos caímos en la inocentada de creer que la plutocracia en el poder había reconocido de buena fe su derrota y abría las puertas a un ``Poder Legislativo general independiente y a un manejo político autónomo del Distrito Federal''.

Algunos alentadores índices de mejoría se asomaban en lontananza, pero no duraron mucho los motivos de alegría ciudadana por el triunfo electoral. Por una parte, Zedillo y sus secuaces mostraron su decisión de continuar la política económica trazada por los intereses norteamericanos y se empeñaron en mantener una microeconomía de penuria y desempleo para las grandes mayorías y, simultáneamente, continuar con una macroeconomía de beneficio y ayuda a los intereses de los grandes empresarios nacionales y extranjeros. Se mantuvo una línea de privatización y entrega de importantes recursos nacionales para ponerlos a disposición de los intereses globalizadores dañando el nivel de vida de las mayorías nacionales y de la soberanía del país.

Además, el fortalecimiento del militarismo y refuerzo de las líneas de represión interna que no afectan a los grandes militares políticos, y los extremos de barbarie pretoriana a los que hemos llegado, dibujaban negros nubarrones sobre los propósitos supuestamente democráticos del régimen ``salinozedillista''. La falta de una intención para resolver el conflicto de Chiapas, la continuación del neoliberalismo y el fortalecimiento de la represión castrense contra el pueblo, eran síntomas que determinaban un muy elevado grado de desconfianza en muchos millones de mexicanos.

El grado de incredibilidad que cae sobre el gobierno adquiere un nivel máximo frente a la inverecunda versión de que los asesinatos cometidos en Chenalhó contra 45 tzotziles se debieron a divergencias internas que dividían a las comunidades victimadas. Con el lanzamiento de esa versión, Zedillo, Chuayffet y Madrazo se hacen cómplices de un criminal intento de exculpar a los funcionarios civiles y militares, locales o federales, que participaron en el atentado de claro tinte fascista y paramilitar del 22 de diciembre.

Después de la brutal masacre y de la versión exculpante de Zedillo, Chuayffet y Madrazo, nadie con conciencia limpia y mente abierta podrá volver a confiar en un gobierno ferozmente antipopular, antiindigenista y consagrado a servir intereses capitalistas extranjeros.

Es necesario destacar que la fuerza política de apoyo popular y de confianza que ha sabido lograr el EZLN, hoy cuenta con un enorme refuerzo después de su valiente imputación de responsabilidad que le corresponde al gobierno en la masacre de Chenalhó; la matanza y la versión exoneradora gubernamental se han traducido políticamente en un fortalecimiento del EZLN.

Fascismo desde el poder Crece igualmente el perfil político de Cuauhtémoc Cárdenas quien ha sabido encontrar el justo camino para, sin menoscabar su posición gobernante, ganada en la urnas, ejercer su derecho ciudadano de exigir una investigación de las causas verdaderas del bestial atentado y el castigo legal, político y moral de responsables directos, instigadores y actores intelectuales, entre los cuales figuran funcionarios públicos y militantes del partido tricolor.

Desgraciadamente, 1998 se iniciará en México con una grande y dolorosa lucha entre dinosaurios, priístas, neoliberales salinozedillistas, militares sometidos, paramilitares, banqueros, financieros e inversionistas y, por otra parte, los más de 80 millones de mexicanos en la penuria, en la desocupación, en la carencia de bienes indispensables y víctimas de una represión violenta de las fuerzas armadas; millones de compatriotas ven con profunda tristeza que la parte del país que dejó Santa Anna hoy se va entregando aceleradamente a los grandes intereses de la globalización.

Ni el pueblo de México ni la opinión pública mundial aceptan ya la versión oficial de Zedillo, de Chuayffet y de Madrazo respecto , ni aceptan que la solución de los bajos niveles de vida de mayoría mexicana vaya a llegar por obra y gracia del neoliberalismo globalizador con que hoy se disfraza la tradicional explotación capitalista contra todos los pobres y todos los trabajadores del mundo.

Tomado de:
La Jornada, 18 de mayo de 1998.


Más reciente revisión: Mayo 18 de 2002