(discurso)
Sr. Director, autoridades, colegas
presentes, queridos alumnos:
La
celebración en las fechas patrias es una tradición arraigada en nuestra
sociedad. Pero citar fechas y lugares
que pueden encontrarse fácilmente en un libro de historia no parece la forma
más adecuada de honrar la memoria de un hombre de la talla de Don Manuel
Belgrano, de quien nos legó el símbolo de nuestra nación, nuestra amada
bandera.
Pensar...
sopesar.... los ideales, la pasión que
impulsaron a este argentino a emprender su enorme obra por la patria... Pensar
– decía – ... qué cosa motivó a este hombre a erguirse frente al medio adverso
en que le tocó actuar... y emprender su
camino de hacedor, de hacendoso obrero constructor de una nación... parece más
adecuado y más útil.
Podría
haberse replegado ante el primer enfrentamiento mezquino. Podría haberse
encerrado en el conformismo de la época. Limitarse a vivir de acuerdo con la
estructura entonces imperante. De haber hecho eso, su existencia no habría sido
nada desdichada, pues su posición social era privilegiada. Sin embargo, fue el
que debía ser. Un hombre original. Un innovador. Un benefactor de la sociedad.
Era un ilustrado intelectual del siglo XVIII,
imbuido de las más bellas ideas de perfección, ubicado en un plano
científico de avanzada. Un auténtico pionero en todos los campos...
Pensemos
en el contexto en el cual tuvo lugar el
accionar de Belgrano: Un país que luchaba por su independencia... en lo externo la amenaza de un poderoso
imperio que recuperaba sus fuerzas, en una Europa donde los ideales de la
revolución francesa estaban siendo cuestionados... y en lo interno, las lacras de la ignorancia, el espíritu
sectario, las montoneras... todo parecía condenar al fracaso todo sueño de
nación...
Belgrano,
hombre de leyes, precursor de la educación, del comercio, de la ciencia, se vio
obligado a asumir, a aceptar, a un rol más en beneficio de la patria: Se vio
obligado a tomar la espada como militar, como general de las guerras de la
independencia. Vencedor del enemigo imperial en Tucumán y Salta, por lo que fue
llamado Libertador del Norte, fue generoso y humilde en la victoria. Y
fue valiente y esforzado soldado en la aciagas jornadas de Vilcapugio y
Ayohuma, que no minarían su espíritu de lucha... su constancia tras un ideal...
que lo llevaría luego como General del Alto Perú, a un frente vital para la
campaña patria.
Si
hay que hablar de Manuel Belgrano hay que hablar de esfuerzo, de generosidad y
amor por la educación, de modestia, de
honestidad, de sincera defensa de la libertad: de la libertad civil, de la
libertad política y de la libertad de expresión... y de los derechos del hombre.
Hoy
nuestro país se debate en otra crisis, en gran medida comparable con aquella
que existió en los albores de nuestra nacionalidad. Hay muchas incertidumbres,
nada parece claro... Negros nubarrones
por delante parecen invitar al desaliento o a la huida... Ante esto vale una
reflexión:
Un gran pensador, alguien que amaba bien a la Argentina, Ortega y Gasset dijo una vez: “Argentinos: ¡A las cosas!”. El también nos invita a seguir el camino trazado por Belgrano:
“Cumple
el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que
haces"? Es una invitación a asumir nuestras
propias responsabilidades. Es una llamada a hacer del mejor modo posible lo que
tenemos entre manos. No importa que nuestras tareas sean aparentemente
pequeñas: son las que nos tocan, las que nos corresponden, y a través de ellas
nos preparamos mejor para las más grandes que puedan sobrevenirnos.
Esta frase se refiere a esforzarse
por terminar las tareas hasta los últimos detalles, a ser constantes y tenaces,
no contentándonos con los resultados del corto plazo ni con los beneficios
exclusivamente personales. Y al trabajo en equipo, instaurando una auténtica cultura
del esfuerzo, de la cooperación de unos con otros. Todo esto cuesta, exige
más esfuerzo, cansa, pero así nuestro trabajo produce un fruto duradero y para
muchos.
Uno de los problemas de nuestra sociedad,
de la sociedad argentina, es que ha perdido el carácter. A muchos les parece
fuera de lugar, o extemporáneo, el hablar de las virtudes personales, de las
virtudes nacionales, de esas cosas que alguna vez hubo... y que hicieron que
fuéramos lo que alguna vez fuimos: una nación grande y fuerte.
Hoy parece que nadie quiere oír hablar de
cosas tan necesarias como son la capacidad para el sacrificio, para el
trabajo constante, sostenido,
responsable... Cosas que aquí y
en cualquier lugar del mundo, en nuestra época y en siglos pasados también,
fueron el secreto para lograr cualquier mejora personal o comunitaria. Se cree
que por un acto de voluntad, o peor aún, por la mera expresión del deseo y por
la transferencia a otros de la culpa, se logrará exorcizar los demonios que
todos tenemos adentro, nuestra chatura y nuestro lastre.
Queridos alumnos, queridos colegas:
El mundo cambia, sin duda; pero algunos principios, algunos valores,
tienen vigencia eterna...
Pienso que hoy, contemplándolo con la objetividad que nos da la distancia en el
tiempo y con más de un dolor y con más de una frustración de nuestra patria, de
nuestro pueblo, la presencia querida, la memoria del entrañable, del ejemplar
Don Manuel Belgrano se agiganta contra el horizonte; y cobra una actualidad
palpable, tangible... con su brazo fuerte, y desde el fondo de la Historia nos
invita una vez más... a abocarnos a la
construcción de la patria grande, la soñada por él, por San Martín, por
Sarmiento, por Moreno... nos invita a no empequeñecernos por la magnitud de los
obstáculos que se oponen, por formidables que éstos parezcan...
Con
su ejemplo valiente y señero nos ayuda a salir de toda confusión de valores.
Nos ayuda a ser claros ... a entender
... que los viejos temas del honor, del
amor, de la verdad, de la compasión, de la capacidad para el sacrificio, de la
búsqueda de ideales nobles... siguen
siendo los pilares de lo más humano (permítanme decirlo así) que tenemos
los humanos.
Hoy
se pueden escuchar en todas partes discursos muy confusos, cantos de sirenas,
promesas de paraísos recuperados, glorias alcanzables con un mero acto de la
voluntad. ¡Como si se pudiera con un “sésamo ábrete”... con la mera palabra,
conjurar un futuro mejor! – Pero yo sé
que muchos jóvenes que están aquí, son más despiertos de lo que esos falsos
predicadores creen, y no serán objetos pasivos de ejercicios de retórica: Saben separar la verdad de la mentira. Y
muchos adultos como yo ven y sienten en su propia realidad, y en su bolsillo, las consecuencias de esta
alienación, de estas mentiras facilistas, de un sinnúmero de falsas promesas. Y
ya no estamos dispuestos a aceptar que nos “vendan espejitos”.
Retomo –a modo de resumen– las líneas
iniciales del gran maestro español, de Ortega y Gasset, cuando dijo, con ojo de
agudo observador: “Argentinos, a las cosas...”. Y las palabras eternas del gran
poeta latino, Virgilio cuando dijo AD ASTRA PER ASPERA: “se llega lejos por
el camino difícil”. No será con palabras grandilocuentes, ni con falsas
promesas de epopeyas grandiosas, como podremos reconstruir nuestra maltrecha
patria. Será con trabajo, con estudio, con sacrificio cotidiano... “La grandeza
– les aseguro – sólo se logrará caminando
por el duro camino de la realidad”.
|