Este documento fue analizado y aprobado en el Encuentro 

Nacional de Secretariados y Servicios del Movimiento Familiar

Cristiano, realizado durante los días 7, 8 y 9 de junio de 1997

en la localidad de Villa Giardino (Pcia. de Córdoba), con la

asistencia de las Diócesis de Córdoba, Puerto Madryn, Rosario,

San Juan y Villa María. 

Nuestro IDEAL de servicio es lograr cumplir con los postulados de la oración de nuestro querido M.F.C.

Oración de San Francisco

Señor,

HAZ DE NOSOTROS  INSTRUMENTOS DE TU PAZ

Que:

Donde haya odio                   Pongamos AMOR
Donde haya ofensa                Pongamos PERDÓN
Donde haya discordia           Pongamos UNIÓN
Donde haya error                  Pongamos VERDAD
Donde haya duda                  Pongamos la FE
Donde haya desesperación   Pongamos ESPERANZA
Donde haya tinieblas            Pongamos tu LUZ
Donde haya tristeza              Pongamos ALEGRÍA

OH, MAESTRO, Que no busquemos tanto:

Ser consolados                    Como CONSOLAR
Ser comprendidos                Como COMPRENDER
Ser amados                          Como AMAR

Porque: 

DANDO RECIBIMOS
OLVIDANDO                     ENCONTRAMOS
PERDONANDO                 Somos PERDONADOS

MURIENDO, 

RESUCITAMOS A LA VIDA ETERNA

Compromiso de Servir a los demás dentro del marco institucional del Movimiento Familiar Cristiano, movimiento de Iglesia, laical, familiar, comunitario y evangelizador.
 
• MOVIMIENTO DE IGLESIA: porque forma parte de la Iglesia y, por lo tanto, debe cumplir la misión encomendada por Cristo; la de transmitir la Buena Nueva de la familia; porque presta servicios a la sociedad y a sus miembros en el ámbito de la institución familiar, orientando, formando, promoviendo y difundiendo la visión cristiana del matrimonio y la familia.

• LAICAL: porque los laicos, con toda su responsabilidad y autonomía propia, pero también en profunda comunión con los pastores y con la integralidad del pueblo de Dios, están insertos en el mundo, formando pequeñas comunidades de amor, signo e instrumento de la alianza de Dios con su pueblo.

• FAMILIAR: porque el M.F.C. se concibe como Movimiento de Familias: matrimonios, novios, jóvenes o viudas.

• COMUNITARIO: porque el M.F.C. tiende a ser una comunidad de comunidades cristianas, caracterizadas por su actitud de servicios a los demás; porque se apoya en la comunidad conyugal y familiar; porque comienza tomando al matrimonio como unidad; se conjuga el Nosotros: marido y mujer ocupan el mismo cargo siendo co-responsables y al cual aportan riqueza personal.

• EVANGELIZADOR: porque la familia, enriquecida con la espiritualidad propia de los hijos de Dios y entrenada para la vida comunitaria, es canal abierto para el paso del amor de Dios y la paz de su amistad hacia las demás personas y familias.

• Difundir la idea cristiana de la adopción, a toda la comunidad, aclarando dudas y errores sobre el tema

• Inculcar la necesidad de la adopción legal, y la educación en la verdad que todo niño merece.

• Mentalizar sobre la necesidad de la adopción, no sólo de recién nacidos sino de niños de  mayor edad, o grupos de hermanitos. Toda paternidad implica tener capacidad de darse, de ser generoso, como nuestro Padre, que nos ha adoptado y hecho sus herederos.

Es de suma importancia tener claro desde dónde tiene que actuar el servicio y la perspectiva de acción.

El SERVICIO DE ADOPCIÓN tiene que estar posicionado, según este trípode, en el lugar que ocupa el matrimonio sin hijos que desea adoptar o con hijos adoptivos. Desde este espacio debemos pensar el servicio y elaborar nuestros criterios de trabajo.

Veamos brevemente los motivos de esta toma de posición:

LA SEÑORA Y LA FAMILIA EN CONFLICTO: consideramos que la mujer dadora del niño, pertenece a una familia que se encuentra en conflicto porque no puede o no quiere hacerse responsable del niño.

Desde nuestra posición de padres o futuros padres adoptivos, hacia los cuales está dirigido el servicio, no podemos de ninguna manera hacernos cargo de dicha problemática, ni de la decisión final, la que deberá estar atendida por el Juzgado de Menores.

LOS MATRIMONIOS: Son los sujetos a quienes destina todo su esfuerzo el Servicio de Adopción.

4- Los conceptos  “FUERTES” del SERVICIO DE ADOPCIÓN y sus FUNDAMENTOS
 

	Concepto	Fundamentos	Página
a	Legalidad	Prevención	6
b	Identidad	Sociológicos (proceso de socialización) Psicológicos (conceptos de personalidad)	6   7
c	Verdad	Psicológicos El origen Concepto mental de los padres para el acompañamiento Puerta abierta al final del relato Religiosos	7           8
d	Delegación Responsable (no abandono) Quita de Patria Potestad	Importancia de las adopciones legales Ruptura de lazos sanguíneos en forma consciente o legal	10
e	Verdadera Familia	Importancia de la Adopción Plena	10
f	Señora en Conflicto	Respeto y consideración por su decisión	10

Nuestra acción tiene por finalidad difundir las ventajas de la adopción legal. Actuar dentro del marco legal, otorga a la familia mayor seguridad y estabilidad. En nuestra experiencia esto favorece la relación de padres - hijos, ya que no hay nada que ocultar, ni disimular.
El amplio asesoramiento jurídico que se dará en los cursos de futuros padres, apunta a la prevención de dificultades.

b) Concepto: IDENTIDAD

b-1) Fundamentos Sociológicos

Fundamentos y/o argumentos para rechazar una mezcla de culturas, negativa en la vida cotidiana del niño adoptado y de su familia:
Este hecho originaría no sólo problemas de anomia (carencia de normas), sino también de desempeño del rol de hijo y otros tipos de inconvenientes psicológicos.
Durante la convivencia se transmite al niño adoptado la cultura de los padres adoptivos, porque así lo marca el proceso normal de socialización (acción de educación ejercida por las generaciones adultas sobre las generaciones jóvenes, para que se adapten a su medio físico y social), proceso que permite la internalización de valores, de normas de comportamiento y permite así una mayor integración y cohesión social.
Esto evita caer en un estado de anomia que se produce si una persona no internaliza reglas de comportamiento.
En otro orden, se puede brindar, transmitir, educar en la cultura de los padres al niño adoptado, porque se ha demostrado la adaptación del ser humano y su integración, a otra cultura que no es la de origen. De este modo se evita que diferentes culturas, puedan crear desde la perspectiva social e institucional un estado de anomia, porque la contradicción entre distintos tipos de valores impide y/o perjudica la internalización de los mismos y la incorporación de normas de comportamiento. Esto afecta el desarrollo de una sólida identidad de la persona. 

Desde el punto de vista psicológico, la identidad es la respuesta a las preguntas:
¿Quién soy?
¿Qué soy?
¿Cómo soy?
Significa la vivencia de ser uno mismo, a pesar de los cambios y circunstancias vitales.
La identidad está ligada a la pertenencia, que es el reconocimiento de que se es parte de la familia y se concreta en el nombre y el apellido; éste en especial, es la referencia a una determinada familia. También está relacionada con el concepto de rol, que es el lugar que se ocupa. En este caso, el niño ocupa el rol de hijo.
La ley preserva la identidad del adoptado, conservando sus datos de filiación y demás circunstancias que rodearon su nacimiento, en un expediente que el interesado puede consultar después de los 18 años. Estos datos son importantes porque forman parte de la historia personal.

c-1) Fundamentos Psicológicos

Debemos transmitir la verdad sobre el origen por respeto al niño, que tiene derecho a saberlo. Pero, ¿qué tipo de verdad se puede proporcionar? 
Por razones éticas y psicológicas, es conveniente informar lo que ayude a ubicarse en la realidad, pero que no produzca daño.
Hay que ayudar a los padres para que comprendan que su función es contener las angustias del hijo y acompañarlo si éste desea indagar más sobre el pasado. Consideramos  que es de suma importancia la actitud de apertura de los padres, cuando se concluye el relato de la historia, y decimos ¿Querés saber algo más? …

Fundamentos religiosos de la verdad (Extraído de “Mensaje Cristiano” de Héctor Valla – Ediciones Don Bosco)

1. La verdad que debemos a nuestro prójimo
Referencias bíblicas: Ex. 20, 16; Deut. 5, 20; Lev. 19, 11; Prov. 6, 17-19; Sal. 1, 11; Ecle. 7, 13; 25, 4; Os. 4, 2; Mt. 5, 8; 5, 33-37; Jn. 1, 14, 17; 14, 6; Jn. 3, 21; 1 Jn. 3, 23; Ef. 4, 25; 1 Cor. 5, 8; 1 Tim. 2, 4.
La primera deuda moral que tenemos con nuestro prójimo es la verdad. El orden social por entero reposa sobre ella: la sinceridad, la buena fe, la confianza recíproca de las personas que integran la comunidad.
Esta no es posible sino a condición de que la verdad se acepte, de común acuerdo, como primera regla de juego humano. Cuando ella falta, el cuadro social se resiente; lo invaden la inseguridad, la suspicacia, el recelo mutuo y, a breve plazo, la hostilidad y el enfrentamiento. Y, por ese camino, ¿no se convierte el hombre en lobo para el hombre?

La verdad interior
Pero importa llegar a una constatación a nivel más profundo: la sinceridad que debemos al prójimo y que es cimiento de todo el orden social, está basada a su vez en una verdad más radical, y es la que vivimos en nuestro fuero íntimo y con la que forjamos la identidad profunda de nuestra persona.
Por paradojal que parezca, resulta a menudo más fácil ser honrados con los demás que con nosotros mismos.
Cuando hablamos a los demás, media un control o verificación que nos dificulta la mentira o, al menos, nos obliga a mentir con cautela. En cambio, cuando nos hablamos a nosotros mismos, desaparece tal confrontación y podemos falsificar las cosas con mayor holgura.
Particularmente grave es el caso de la mentira inconsciente o semiinconsciente en la que la tergiversación es tanto más solapada y difícil de desenmascarar cuanto que entran a tallar el prejuicio o la pasión. Y, así, a través de un proceso por demás conocido, la mentira, advertida en un primer momento, se nos va haciendo, por hábito de deformación, gradualmente instintiva, hasta que llegamos a un tope en que nos tragamos nuestros propios embustes con relativa facilidad.
Se adivina el grave perjuicio que podría ocasionarnos este proceso íntimo de sofisticación progresiva: la mentira produce un efecto terriblemente destructor, tuerce y falsea el dinamismo de nuestro espíritu, hecho en la verdad y para la verdad, y nos despoja de nuestra identidad y genuinidad mas profundas.

El Evangelio, mensaje de verdad
No puede sorprendernos que Jesús cifrara todo su Evangelio en la verdad –analizar, por ejemplo, la perspectiva global del sermón del Monte-, y que sus acentos más fuertes los cargara sobre la hipocresía.
El mensaje de Jesús entronca también aquí en el de los profetas de Israel y en el hito inicial del Decálogo que prohibía la mentira, particularmente en  su expresión límite, más gravemente perjudicial, que es atestiguar en falso contra el prójimo (Ex. 20, 16; Deut. 5, 20).
Obviamente el Evangelio, con su aguda y penetrante radicalidad, nos enseña a afinar el sentido de la verdad y a destapar los mil y un subproductos por los que se filtra la mentira.

Las mencionamos aquí en rápido esbozo. Se puede faltar a la verdad:

•  Por maldad y odio al prójimo: calumniándolo o difamándolo con el objeto de perjudicarlo.
•  Por falsa interpretación de los hechos: entrando a juzgar injusta o aviesamente las intenciones del otro.
•  Con hipocresía: cuando se recubre con un comportamiento aparentemente virtuoso una conducta inicua o las malas intenciones de la persona.
•  Por falta de testimonio personal: cuando no se corrobora con la conducta real la verdad que se afirma o defiende con los labios.
•  Por empleo de expedientes tortuosos: espiando, delatando, traicionando, etc.
•  Por adulación: tributando a una persona elogios –merecidos, o peor, inmerecidos- con el objeto de captar su benevolencia.
•  Por mutismo culpable: callando en torno a un hecho o idea cuando es obligatorio salir por los fueros de la verdad.
•  Por interés: cuando se persigue un provecho o ventaja de cualquier género. Bajo este rubro se ubica, para dar un ejemplo trivial, la falsa propaganda que llena nuestra sociedad consumista.
•  Por timidez o debilidad de carácter: tratando de eludir una situación embarazosa y escapar a las consecuencias molestas de lo que se ha dicho o hecho.
•  Por vanidad o jactancia: como ocurre a menudo alguien exagera las cosas en las que ha tenido parte o mérito. En el frente opuesto está la exageración de los propios defectos, originada en cierto pesimismo masoquista.
•  Por exaltación o fanatismo: se abulta o retacea una verdad según la toma de posición ideológica o incluso el preconcepto desde el cual se enfoca la realidad.
•  Por irreflexión: como consecuencia de cierta falta de respeto que lleva a una persona a expresarse habitualmente con inexactitud.
•  Por falta de convicciones firmes: se afirma o defiende ahora lo que antes se negaba o rechazaba. Alguien formulaba, en tono de parodia la oración: “La opinión nuestra de cada día dánosla hoy y perdónanos la de ayer”.

Nadie ignora que hay ciertas formas de ocultamiento de la verdad que no es justo englobar dentro del ámbito del pecado de mentira. Pueden en efecto darse situaciones en las que el prójimo no tenga derecho a saber una verdad o en las que resulte perjudicial dársela a conocer.
Así, por ejemplo, es lógico mantener reserva sobre un secreto cuya divulgación privaría de su buen nombre a una persona; o, para ir a otro caso, alentar con argucias optimistas a un enfermo ya desahuciado. Es obvio, con todo, que a tales encubrimientos se podría recurrir sólo en circunstancias excepcionales.
Tampoco cabe aplicar el rótulo de mentira a ciertas bromas –prescindimos aquí de su calidad y calibre- que se cursan entre amigos para festejar en camaradería ruidosa  al desprevenido de turno.

En la praxis de la verdad no hay que olvidar que existen otras instancias que aparte de la verdad misma, juegan en la realización conjugada y equilibrada de la conducta moral.
Ciertas personas, movidas por un afán de sinceridad a ultranza, parecen creer que su relación ética con el prójimo se agota en la franqueza a veces brutal con que a veces expresan su propio parecer. ¿Y el amor, el respeto, la humildad, la mansedumbre, la prudencia? ¿No es dentro de un cuadro de bien total donde la sinceridad llega a ser auténtica virtud cristiana?
Una última reflexión que nos puede ser útil para obviar confusiones: La sinceridad –expresar aquello de lo que uno está persuadido- no siempre coincide con la verdad objetiva de las cosas: “Decir que somos sinceros no transforma en bueno lo que es malo.” (F. Sheen).

Un niño es adoptable por dos circunstancias: porque la madre biológica renuncia a su tenencia o porque el Juez determina la quita de la patria potestad.
En el primer caso, en que la madre biológica renuncia, nosotros lo consideramos una delegación responsable de la maternidad, “no un abandono”, porque la mujer resolvió ofrecer a su hijo un buen hogar, cosa que ella no podía darle. Lo distinguimos claramente del abandono; en la delegación responsable hay amor y preocupación por el niño.
En la quita de la patria potestad, es el Juez quien interviene para separar al niño de su familia, ya que ésta no cumple con los requisitos mínimos de la crianza.
Dado uno u otro caso, la ruptura del vínculo biológico es claro y, sin lugar a dudas, está bien fundado. Cuando en cambio, la adopción es ilegal, hay dudas acerca de las posibles presiones a la madre biológica, acuerdos económicos, etc. Estas situaciones poco claras pueden ocasionar sentimientos de culpabilidad en los padres y obstaculizar la relación con los hijos.

La verdadera familia de un niño adoptado es su familia adoptiva. La familia biológica, legal y psicológicamente desaparece; esto es lo que sucede en la adopción plena, que es la más común. En la adopción simple se mantiene el vínculo con la familia biológica y pueden darse contactos.
Algunos consideran que la adopción simple es mejor porque no se priva al niño de sus raíces y el conocimiento es directo; sin embargo en la práctica esto funciona bien en pocos casos. Si una familia adoptiva mantiene contactos con los parientes biológicos del niño es muy probable que éstos interfieran en la crianza, quiten autoridad a los padres y confundan al niño con expectativas, creencias y modos de vida diferentes.
Cuando un niño se integra en su familia adoptiva, se inicia un proceso de socialización. En la convivencia se dan estímulos que implican la interiorización de normas sociales que permiten la adaptación a la sociedad. 

Nuestro Servicio de Adopción tendrá siempre en cuenta su rol fundamental en la vida de nuestros hijos, respetándola en su libertad de opción y persona dadora de vida (“la panza de otra señora”), sin temor hacia ella, ni ocultamiento de su figura en las distintas formas de relatar la verdad de los orígenes de ellos.

5-1 Asesoramiento para futuros adoptantes.

Preadopción.
Jornadas para padres adoptivos.
Charlas de divulgación.

5-2 Material impreso de difusión.

5-3 Creación de ámbitos propicios donde los padres adoptivos puedan compartir 
       sus esperanzas disipar sus dudas y exteriorizar sus sentimientos.

6-1 Armar reuniones informativas y de difusión, para el estudio del tema y la
       realidad local.

6-2 Conectarse con jueces e instituciones afines, ofreciéndoles apoyo en la 
       preparación de los padres.

6-3 Invitar a padres adoptivos para que aporten su experiencia y colaboren con el
       equipo.

6-4 Convocar a instituciones de Iglesia para que colaboren desde su especialidad
       aportando profesionales para formar un equipo interdisciplinario.

6-5 Difundir el servicio a nivel diocesano y parroquial.