II
Ahogarme en rocío
que escape
ese mar profundo de mi alma.

III
Esta noche clara,
tras las estrellas,
creo ver a Dios.

IV
Tu vereda de pinos y abedules
tiene sombra
de sueños.

V
Me cobija cielo azul, me mueve leve viento:
tus alas, Lena,
ángel de mi vida.

VI
Fantástico manatial azul de la poesía,
eres
lágrimas en mi rostro.

VII
Ecos de mis colinas encantadas, ecos de trinos,
trinos de pájaros azules y del viento
bañándose en la charca.

VIII
Oleaje de trigo
en el viento:
oro manando.

IX
Nubes blancas, rojas, negras:
figuras
de vida y muerte.

X
Mujer cantarina
manantial
de vida eterna.

XI
Repican las campanas
una oración de mieses
y esperanza.

XII
Moras, tus labios;
moras
en mi corazón.

XIII
Los murciélagos
silban
misterios.

XXIV
Ese adiós quema
pañuelos
y lágrimas.

XXV
Hermandad de flores y abejas
en el dulce
de tu entraña.

XXVI
Tu nombre tiene
majestad de picos y ríos hondos,
dulzura de colmena en la vendimia.

XXVII
Altos ventanales:
cuadros de pinares
y ciervos perseguidos.

XXVIII
Juguetes en tus manos
el sol, el mar, el viento
y nosotros.

XXIX
Niño Jesús,
regresa con tu luz
a cernir estos hombres.

XXX
Tras la colina, la muerte:
amenazante promesa
de silencio.

XXXII
Crece el día, crece
como la sombra larga
de los abedules.

XXXIII
Cervato abandonado:
río
sin cauce.

XXXIV
Hombres, zorras, ovejas,
la más cruel de las trampas
es la vida y la muerte.

XXXV
Lágrimas como lluvia
en el surco
donde crece la pena.

XXXVI
Los ángeles te velan
cuando tienes el sol
preso en tus ojos claros.

XXXVII
¡Cuántas estrellas por este cielo claro!
Lena, todas para ti.
Luciérnagas sobre el pecho del monte.

XXXVIII
Con la escarcha
viste el campo
traje de ángeles.

XXXIX
Navegando la corriente
espigadas margaritas
junto al río.

XL
Canción de vida nueva,
primavera del alma
que florece en tus ojos.

XLI
Se va con el río,
regresa en el viento,
con lluvia es canción.

XLII
Señor, Señor, ajusta el tiempo
a la medida
de mi esperanza.

XLIII
El sol da vida
despierta
canciones de los pájaros.

XLIV

El arcoiris
nos pinta
el alma.

XLV
La lluvia
lava
mi corazón.

XLVI
Eres sol, Lena,
lluvia,
arcoiris.

XLVII
No son violines ni guitarras
son castañuelas
en tu risa.

XLVIII
Estambres cargados
de esperanza.
Es este surco la eternidad?

XLIX
Pasajero ese instante
de tu mano en mi mano,
de tu voz en el viento.

L
Ay, la nube negra,
¡no, no, no me lleven
a su madriguera!

LI
No le digas que he muerto
que me sienta en la sombra
que me palpe en el viento.

LII
Qué airoso tu admán
cuando del alto monte
quieres coger la luna!

LIII
Te esperan pasto recién cortado
flores silvestres
y el cielo azul.

LIV
No hay que afinar el viento
cuando los abedules
son un eco en la charca.

LV
Las ranas croan en la charca,
los pájaros trinan dulzuras,
tú molestas a tú papá.

LVI
Por poco se traga el sapo
un sol
dormido en la charca.

LVII
Campo de mi niñez
iluminado
con flores del recuerdo.

LVIII
Sol de mi tierra
frío
sin mar y cafetales.

LIX
Eres sol en mi ventana
lluvia en el techo
canciones del corazón.

LX

Madre, cuando tú no estés,
¡qué vacío por las casa¡
Como que el alma se fue.

LXI
Flores silvestres
arcoiris
bañado en miel.

LXII
En la miel de tus labios
zumba
la abeja de mi amor.

LXIII
Manos de asombro,
estrellas, milagros,
en tu bolsillo hondo.

LXIV
Aura tiñosa,
buscas
la entraña de la pena?

LXV
Querida, este sueño
que brilla en tu noche
es luz en mi día.

LXVI
Jean, en tu Arbol de Fuego
el amor
es llama viva.

LXVII
Amor sin nombre
sonrisa
en el rostro de Dios.

LXVIII
Ser como un niño.
Soy como un niño.
Me velan ángeles.

LXIX
Angel, tu poesía
vibra en los abedules.
Para siempre el recuerdo.

LXX
Hombre duro a veces
reclamando el surco
áspero del tiempo.

LXXI
No hablemos sed ni sangre,
ni cicuta, ni grito,
que Fredo Arias nos oye
con su Juana y su hechizo.

LXXII
Cuervos:
interrogación.
de negro oscuro.

LXXIII
Juan Carlos, en tu abedul quisiera
brisa de Buenos Aires, la pura
brisa de tu alma y tu poesía.

LXXIV
¡Qué confusió de p´jaros en el abrevadero!
Arcoiris de trinos,
música de colores.

LXXV
Recoge de mi campo
recuerdos
de ilusiones.

LXXVI
Flores de mi campo
marco vivo
para tu recuerdo.

LXXVII
Un rayo de sol, rocío en los abedules,
y mi ternura
para cuando estés triste.

LXXVIII
Dios nos espera
luz de luciérnagas
canción de pinos.

LXXIX
Sol de tinieblas
azul de campo
despavorido.

LXXX
Rojo de monte
con las pavesas
al fuego vivo.

LXXXI
Llevas la muerte
como un cetro
para el corazón.

LXXXII
Fugaz espada
de luciérnagas
la vida.

LXXXIII
LUNA LLENA
A Gloria Inés Rodríguez Londoño
En la noche del alma
la amistad
es luna llena.

LXXXIV
Con la luna llena
despierta y cabalga
mi esperanza.

LXXXV
La luna llena
sonríe
en los ojos de mi nieta.

LXXXVI
Los niños de Quindío
pintaron en mi alma
luna llena.

LXXXVII
Ay, por ser luna llena
en tus ríos, en tus campos
floridos.
Túu, Lena, tú, Francesca,
risas cual campanadas
cuando se asoma el sol.

LXXXIX
Adiós, José Jurado,
presente en el poema
que es mi bosque.

XC
Su alma:
pájaros
y girasoles.

XCI
Un gato negro en el cielo.
Un gato negro en me ventana.
Tú en mi corazón.

XCII
Planté árboles
escribí cien poemas
a Dios.

XCIII
En esta soledad
conversan
mi sombra y el silencio.

XCIV
Jesús:
semilla
de amor y de esperanza.

XCV
Te hablé, mas no conversas,
como si fuera el viento
o el mar, cantando a solas.

XCVI
Cardenales:
rojos puntos
de admiración.

XCVII
Vi sol naciente, sol mortecino
niebla tras el marr, tras la montaña,
en los ojos verdes de mi madre.

XCVIII
Fuego de hogar:
chisporroteo discorde
que te llama.

XCIX
Tus palabras:
semillas fértiles
brotando.

C
Música de sol
contrapunto de luz
en las entrañas.