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HACIA EL PUERTO (Page 2)



Lluvia
Tan solo eso...palabras,
articuladas frías,
bajo cero absoluto.
Y a veces...sólo a veces,
música de la lluvia
en tejado. Metal
sonoro de mi infancia.


Otra Playa, Otros Sitios
Otra playa, otros sitios...
Rumbo a los cocoteros -
usureros de dulce -
el mismo mar buscando
compañeros de fuga.
En faldas de la playa
derrama soledades,
copa de mar, desierto
de agua y más agua inquieta.
¿Cómo pesa el vacío
de otra playa, otros sitios!

¿Como Sabes?
¿Cómo sabes de luna encendida
en la cesta de flores del campo?
Sabes de la mañana -
rocí entre tus dedos -
y del sol en la tarde,
como fruta madura.
Sabes de la semilla
desnudándose al viento.
Ves en luces más altas...
Tus pupilas no cantan,
mas si canta la vida
tú cantas, a tu modo.
Tu jardin, las dos plantas ...
y un grillo acobardado
que canta, si tú cantas...
No vino el ruiseñor
con su trino de luces.

Apolo Vencido
Vereda campo arriba,
abierto a la intemperie,
yace el desvencijado
bote, que fuera un día,
yate de rico - moho
en su metal labrado -
posada de gusanos.
La cabina respira
de mostaza del monte.
Un hongo negro crece
arropando paredes
con su luto de tiempo.
Multitudes de hormigas
se afanan en las grietas -
cuarteles de escorpiones.
Algún borracho aprisa
lo baña de inmundicia.
Todos ven que lo llaman
Apolo. Pero nadie recuerda su linage.
Quien lo ve tan raído
lo retrata o lo copia,
con título: "Vencido."
En su cubierta un niño
juega al gran capitán,
prisionero del cayo.
Legos de algas y mar,
como peces gigantes,
se le escapan las nubes.
¡Ah, por grávidas velas,
Apolo de los mares!
¡Cuán lejos está el puerto
con su faro de luces!


Mi Dulcinea
No sólo hermosa, grano por boca;
voz trepidante, pecho de foca.
No sólo hermosa, dueña de casa;
coz martillante, sólida masa.
No sólo hermosa, retefregona;
floja de pata, medio ladrona;
violenta, fuerte, ¡tan agresiva,
en giros hondos de primitiva!
Plebeya en salsa, viste vasalla
con su inquietante risa canalla.
Mi Dulcinea, moza de establo,
hija del Rolo, nieta del diablo.


En Los Mochis
Ah, pero no sabías
que no venden canjejos
en Los Mochis. Las gentes
de bien comen iguanas
tostadas en carbón.
Y los hombres, muy machos,
tienen muchas mujeres.
Ellas, conformes, buenas,
les jeugan tretas cuando
pueden hallar con quién.
No lo digo por malo...
En esta tierra virgen
los fieles se confiesan
tres veces por semana.


En Cuaresma
Aquí me tienes, pues, santificado;
muy fuerte en el control como un bendito,
temblando ante el estruendo del pecado,
mas qué bueno es soñar con el maldito.
¡Qué pena del cordero degollado -
triste su sangre y doloroso grito!
¡Qué buenas las chuletas y el asado
en brasas de carbón,
chicharrón frito!
Aquí me tienes pues, also impotente,
en la horrible flojera del detente
de esta cuaresma gris - cristal convexo;
donde me miro azul debilitado,
afrontando las garras del pecado
con las uñas ardiendo por el sexo.

Latosa
¡Qué monólogo largo! ¡Qué interminable baba
te fluye por los codos desde la comisura!
Esos labios abiertos que merecen aldaba
no cesan un instante de mostrar dentadura.
¡Constante impertinencia! Comba de viento. Brava
ventisca empecinada. Viento caricatura,
temprano con la aurora cacareas como pava
que no le sale el huevo trampado en la cintura.
Cantaleta furiosa de percusión. Timbales.
Empalago de verbos de ese tu arroz con leche.
Me muero de bostezos sentado en tu diván.
Me irritas con exceso de temas temporales,
de Mérida la hermosa, de Progreso y Campeche,
que por nada del mundo pisaré Yucatán.


Viajera
Viajó todos los puntos concéntricos del mapa;
montó burro en Irlanda; juntó en España nueces;
gauchos en Patagonia; se amancebó en Jalapa;
en Francia, más francesa que los mismos franceses.
Lejos del colorido de su primera etapa,
(celebró bodas turbias ante distintos jueces,
tuvo cuanta aventura de espada y cruenta capa)
combate el peso, arrugas, hemorroides, reveses.
En cuanta mala lengua puso temas y causa.
De mala gana espera la triste menopausa.
La fascina un latino de mirada canina.Se resiste a las canas y venas varicosas;
aguarda, sin marido, el final de las cosas.
Tuvo malaria, un chancro. Se inyecta con morfina.

Viejo Verde
Se ilumina cual árbol de Navidad, de fiesta,
cuando asoman las faldas mínimas en la calle;
se potencia de gala temblando en esa testa;
con su bast&oaccute;n. (La artritis mata al señor del Valle.)
Pone hacia el frente un paso de fescura que cuesta
enfuerzo soberano. Se les prende del talle
con frenesí de enfermo, la mirada indispuesta;
su corazón, en vuelcos, a punto de que falle.
Los piropos le brotan cual sudor de los poros.
Se le ensanchan las fosas nasales como a toros
lanzados a la arena. Pugna de condenados.
Dicen que ya no puede. Muchos hacen la apuesta.
Sus sentidos se embotan; para lo que le resta:
luces de triquitraques, los cartuchos quemados.


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