Lo esencial en la poesía para niños y niñas es la supervivencia del
alma del poeta, su facultad para animar a seres, hechos y circunstancias con
un soplo ideal, en su obra todo es semejante y diferente a la realidad. Por
eso el niño debe conocer desde las canciones de cuna a los poemas épicos de
acuerdo con las etapas biocronológicas de su desarrollo. La educación por
medio del juego de palabras va integrando la forma a la materia, la
sensibilidad al pensamiento, conjugando diversos intereses que har�n del
niño la unidad poseedora del universo circundante.
La poesía infantil es experiencia, encuentro, participaciñn,
alegría, y las fúbulas, los poemas del absurdo o humorísticos, también
constituyen un capítulo importante y atractivo para las apetencias
infantiles.
El adolescente ampléa sus gustos y necesidades, disfruta con la
ciencia- ficción, las biografías, los relatos heroicos. Y no podemos olvidar
que todo puede convertirse en su centro de interés, porque su educación debe
abarcar todos los aspectos que se relacionan con la vida del hombre. El
niño aprende un poco de todos y a todos restituye lo que ha recibidos, dice
Giuseppe Siacca, brindémosle una amplia gama de posibilidades para
reencontrarnos con su mensaje enriquecido en la aproximación afectiva e
intelectual.
AMANECER
El planteo de una literatura especializada, y el análisis de los
problemas que acompaían su carencia, es de reciente adquisición. Se hace
tarea ardua delimitar el cauce por el que surcarán las límpidas aguas del
educando, pues no olvidamos que el niño actual estó viviendo en un mundo
distorsionado por el odio, las guerras, la pornografía, las apetencias
personales. Y el hombre que tiene en las manos las alas de ese niño, estó
sacrificando una parte esencial de su yo: el espíritu. El hombre está
olvidando mirarse a sí mismo y ¿qué mejor espejo que la imagen de un niño?
El niño/a necesita nuestra dedicación: afecto, ternura, atenciones
cotidianas, ayuda. De la relación que establezca con los adultos depender
su proyecci´n como integrante de la sociedad. Si no se proyecta, teniendo
capacidad para hacerlo, es nuestra responsabilidad. No quiere decir ello que
debemos ocultarle la convulsionada realidad en que vivimos, sino evitar, por
ejemplo, entre muchas otras frustraciones, que pierda la capacidad de
asombro que posee. Debe vivir su propio mundo, porque necesita ejercitar sus
sueónos, conversar con sus juguetes, navegar por el espacio, encaramarse en
una estrella y sentir la embriaguez de su proeza.
Cada etapa ser vivida en plenitud para ir descubriendo aquello que
revele un mundo distinto al que so��; descubrimiento que requiere una
paulatina preparación para que no avance a tientas, para que no aletee sin
poder alcanzar su objetivo. Para poder crear y tener fe es necesario tener
ilusiones y el niño, más que nadie, debe cultivarlas. El mundo exterior ha
de influir en su educación, de tal manera, que no pierda su mundo interior,
que puede ser el más valedero.
Frida S. de Mantovani dice que el artista se distingue, no tanto por
lo que ha tenido el talento de adquirir, sino por lo que ha tenido la dicha
de no perder. Y para preservar esa capacidad psico-física estamos los
adultos. Somos los padres, los maestros, los escritores, quienes tenemos, no
el derecho, sino la obligación de hacerlo. No es asegurándole al niño un
status que lo estamos formando. Él necesita, como de nuestra herencia
biológica, nuestro amor, nuestra confianza, nuestro aprendizaje, hechos que
habrén de constituir la base de su personalidad.
El educando, aunque es tierra fé;rtil para la siembra, es incapaz de
discernir entre la buena y la mala semilla. De ahí nuestra responsabilidad
para brindarle los elementos que le permitan gozar a posteriori de valores
autónticos y dar a la sociedad lo que ella le reclama. El nexo que
estableceré esa relaciñn es el lenguaje.
Lleguemos al niño por el prodigio de la palabra. Iniciemos esa
comunicación cuando lo mecemos en nuestros brazos y así quizás pensaremos:
Esta canción de cuna
es mi canción del alba
porque mi niño sienta
las ternuras del alma.
Un velero de soles
cuando mi niño crezca
con fulgor de luceros
en sus manos de fiesta.
Cuando mi niño crezca
esbelto como...
y tenga en sus pupilas
un incendio de fraguas;
cuando escriba poemas
porque le duele el alma.
(Oh, si en su vida hallara
completa la esperanza!)
Cuando mi niño te ame,
cuando mi niño crezca,
cuando mi niño cante,
cuando mi niño sepa...
que no escuche a los hombres
con corazoacute;n de piedra.
(Cuando llegue la noche
-cuervos sobre la palma-
prenderemos la luna
enterrada en el alma!)
José M. Oxholm -- Puerto Rico
Y si le hemos proporcionado a ese niño, muy tierno aún, la
posibilidad del ensueño, si hemos labrado ese camino con la sutileza de los
gusanos de seda, habremos encendido en su ternura el fuego de mil
luciérnagas, habremos sembrado su alma y acostumbrándolo a asimilar belleza
será muy difícil que ese niño ¿escuche a los hombres con corazón de piedra¿.