Un angelito de largos bigotes
A continuación la historia de el gatito Rasputin, escrita por su dueña Silvia.
         Cómo es esto?...Les cuento:
         Una tarde de septiembre de 1998 a la salida del trabajo y después de dar vuelta una esquina, encontré a un ángel camuflado de gato muy pequeñito. Y qué desvalido me pareció!...
         Pequeño, redondito, dulce, debatiéndose empecinadamente contra la muerte que lo acechaba.
         El solo hecho de tomarlo en mis manos borró en un instante la angustia y las sombras de una soledad que me estaba pesando mucho y desde hacia varios meses, con la partida de mis dos hijos hacia la capital ( aproximadamente 1.400 km de casa) para comenzar ambos sus estudios universitarios.
         No sé con exactitud que fue lo primero que le dije, seguramente que no tuviese temor que yo lo cuidaría... pero sí sé que no pude reprimir un resignado suspiro; pensé en las nuevas y muchas preocupaciones que me esperaban: aventuras nocturnas, peleas con otros gatos, los peligros de la calle. Pero él a su manera me transmitió confianza, me dio mensajes de pataditas descalabradas y ronroneos sonoros...
         Dos segundos de vacilación y ya estábamos ambos camino a casa. Una vez allí y luego de una suculenta mamadera de leche con crema, me puse a pensar como nombrarle y "Rasputín" se impuso entre varios; tal vez supuse que llamándole de esa manera heredaría el magnetismo irresistible de ese personaje en cuyas manos estuvo el destino de la Nación Rusa.
         Rasputín tenía los genes de un gato callejero, a veces arisco, desconfiado, miedoso, esquivo, pero él sabía agradecer el amor que le daba, solía demostrármelo poniendo su cabecita en mi cuello, ambas patitas a manera de abrazo y regalándome desde allí un concierto de ronroneos . Su introducción a mi vida fue un regalo del cielo, desde ese momento todo fue más fácil para mí pues volvía a casa con la alegría de saber que esta él esperándome ansioso y apenas la puerta de calle se cerraba todo se convertía en mimos y canciones dedicadas al minino.
         Así fue nuestra vida durante dos años . Al comienzo del tercer año, el amor golpeó mi puerta ; todo era euforia y proyectos. Finalmente partimos junto a Daniel, un compañero maravilloso que llenó de paz y amor a mi corazón, hacia el sur patagónico.
         De pronto y a los pocos meses de establecernos en la provincia de Santa Cruz, Rasputín se enfermó, de repente, sin aviso alguno. Y todo los esfuerzos fueron en vano, no pudieron los médicos salvar su vida.
         Lloré mucho su partida, no hallaba consuelo hasta que luego de varios días y ya más serena, descubrí sus huellas de ángel custodio , de aquel ángel de mi infancia que yo tenía olvidado y que sin embargo había estado a mi lado y que se hacía presente en la piel de un gatito porque sabía de esa soledad que me pesaba mucho y de mi miedo al rayo y a la tormenta y de ese pánico mío al reloj que se apuraba para envejecer. Por eso sin pedir permiso alguno se metió en mi corazón una tarde de septiembre y lo ayudó a mantenerse vivo hasta la llegada del amor. Cumplida su misión, Rasputín mi angelito negro de largos bigotes se fue presuroso, también en un mes de septiembre, en busca de otra alma solitaria, dejando en mi corazón el dolor de la despedida y en mi memoria los más dulces recuerdos...