Vayamos con otras obras no consideradas sinfonías:

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Introduciéndonos un poco en el mundo de los conciertos; los seis para piano contando que el sexto es la traslación del concierto para violín convertido en "para piano", el triple concierto, el concierto para violín, las dos Misas, El Rey Esteban, Egmont, las distintas Oberturas, y otras obras que aunque parezca que uno quiere forzar la cosa para convertirlo todo en sinfónico, no es así, Beethoven llega a considerar "conciertos" a lo que debieran ser simples sonatas para piano y violín, o cuartetos de cuerda.

Quizá se haga extenso en demasía hacer un análisis de las pausas en los conciertos y demás obras musicales de clara importancia, pero por eso mismo creo que hay que hacerlas.

Empecemos por el principio aunque luego en realidad sea que empezamos por el segundo de los conciertos para piano ¿qué lío no?

No. El primer concierto para piano, el número Uno, no es en realidad el número Uno, es el segundo en composición, pero sabiéndose Beethoven criticado ya de ante mano, hace que el segundo concierto compuesto por él figure como ese número Uno, y el verdaderamente compuesto como número uno queda como número dos.

Hay que tener en cuenta que la crítica existe desde siempre, y que en esa crítica hay voces estúpidas capaces de hundirte en lo más profundo de tu desdicha, así que Beethoven sabía muy bien utilizar la astucia para su bein estar.

Pero además se llega a notar, creo que es el único momento en la Obra de Beethoven donde se le llega a pillar eso que dicen de "estamos ante una de las obras de juventud". Y no es que el concierto para piano que queda como número Dos sea de mala calidad o algo así, es que notas que le falta algo, y ese algo, después de escucharlo mucho es la falta de percusión, de los timbales, vamos. El número uno sin embargo es ya sinfónico totalmente.

No, no lleguemos ahora a la conclusión de que todo lo que tenga percusión es sinfónico, porque estaríamos cometiendo un error, pero en la Obra de Beethoven es un factor de mucha importancia y es lo que caracteriza a la obra del Genial Autor.

Los conciertos para piano tienen casi todos la misma estructura; tres movimientos, una pausa, aunque en el concierto número cuatro hay dos pausas. En el número uno el segundo y trecer movimiento también dispone de una pausa, pero menos valoratiba. En el segundo ocurre un poco lo mismo. En el tercero, cuando llega el tercer movimiento hay una especie de bajada de volumen y es cuando entra definitivamente el tercer movimiento.En el cuarto es que DEBE de haber una pausa, porque pasa por registros muy diferentes.

El concierto número cinco ya es a parte, no sólo por tener en cuenta que es el más grande y más genial de todos, sino porque al ser Imperial toda su estructura tiene que ser diferente. Eh, que eso es para otra sección. No, pero decir que también ocurre un poco como en el tercer concierto, cuando llega el final de la segunda parte, baja la orequesta y explota al comienzo de la tercera parte.

Triple concierto, al que ya hemos hecho alguna referencia, también tiene tres movimientos, y dos pausas, pues en el segundo y brevísimo segundo tiempo no hay tiempo para pausas, la pasión manda y el deseo de continuar más aún.

En las Oberturas es importante las pausas, pero no ya de movimiento, ya que no hay, sino pausas para intensificar lo que sonoramente se quiere decir. En Egmont por ejemplo, es muy importante que no se vaya a toda velocidad. Egmont tiene mucha fuerza, tánta como la que pueda tener una explosión de una estrella en s deseo de formar parte del Universo. Además Egmont es una obra con siete números, esto es, las partes que tiene la obra de Goete.

El Rey Esteban tiene menos fuerza, a parte de que la crítica le haya quitado importancia, claro, porque vamos, ¿qué sería de la música sin los mierdas de los críticos? Ja.

El caso es que El Rey Esteban es una obra grandiosa, con su personalidad y sus diferencias. También tiene partes numeradas, y lo que más llama la atención es esa maravilla de coros que casi toda la obra los acompaña.

El concierto para Violín, que si, que no me olvido. El concierto para Violín tiene tres movimientos, pero dos pausas.

Es que Beethoven tiene un arte muy especial para dar a la obra musical una transcendencia que se sale de lo habitual. Sabía perfectamente cuando llegaban los momentos álgidos y cuando había que calmar la cosa para introducir al oyente en otro mundo.

Sonata para violín y piano número nueve. ¿Qué hace esta obra entre los conciertos y sinfonías? Hace que es una pedazo de obra musical que no tiene cabida entre las obras normales y corrientes para esa formación. Beethoven le puso el sobrenombre de "cuasi un concerto". La agilidad de los instrmentos, la vivacidad, la pasión y su historia propia hacen que esta magnífica obra tenga las características de una obra casi sinfónica. Tiene tres movimientos, lo que la hace ya rara, pues se supone como sonta que es debiera de tener cuatro partes en vez de tres. Y tiene dos movimientos, aunque yo diría que tiene muchos más, sobre todo cuando llega el segundo movimiento y todo se convierte en una variación de otra variación y de otra. Una maravilla.

Vayamos con la Obra Sacra

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Beethoven tiene tres obras importantes a destacar por su lado sacramental, que no religioso; todavía no se sabe qué religión procesaba en plenitud nuestro querido autor genial, a parte de la puramente Musical.

No pongo en ese pequeño grupo la Cantata a José II porque es una obra que aún hoy no se conoce del todo. Hace a penas un siglo que se interpretó por primera vez y porque se la encontraron por casualidad. Se ve que era tan difícil de llevar a música que en el tiempo que la compuso Beethoven no había nadie preparado para interpretarla, siendo una de las primeras composiciones digamos "seria".

La primera obra sacra es el famoso Oratorio de "Cristo en el Monte de los Olivos". (Digo "famoso" cuando en relaidad no la conoce ni dios.)

Fue una obra compuesta en momentos muy difíciles para Beethoven: Uno de sus hermanos moría a causa de una de esas enfermedades apestosas de principios de siglo diecinueve. Así que Beethoven es como si aprovecahara esos momentos de dolor para crear una obra que en teoría debería de ser de sacrificio, pena y redención. Pero no, compone una obra inédita; hace cantar a Cristo; le da su toque genial de sinfonismo, y encima hace una música llena de vida con unos coros maravillosos.

Schindler, un pedazo de mamonazo de aquella época y que a Beethoven le llevaba a mal traer, le dice que cómo se le ocurre hacer cantar a Cristo, eso la iglesia no lo vería bien. Evidentemente a Beethoven le importaba tres leches lo que la iglesia pensara de su obra o dejara de pensar. Beethoven no componía ni para dios ni para la iglesía, componía para los Dioses, para el Futuro y para los Futuros, y para enriquecer al Arte, por su puesto.

Es una de esas obras que molan un montón porque había un puñado de malas gentes que lo mal criticaban, "que eso no se hace, que es una impudicia, que es esto, lo otro". Pero como siempre, el revolucionario Beethoven podía contra todos y contra todo, como debe ser.

La primera Misa:

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Aunque os parezca una tontería, esta primera Misa la hizo Beethoven en DO, o sea, en Do Mayor, no es relevante, pero cuando uno piensa en la nota Do, es como si la conociera de toda la vida, cualquiera puede entonarla y se puede dar cuenta de que es una nota con personalidad propia. Sería interesante meterse un poco en la filosofía de las Notas y la creación de Beethoven. Porque hay que entender que Beethoven no componía por componer y de caulquier manera.

Para Beethoven la Nota preferida y de más rigor era la MI, muchas de las partituras tienen esa tonalidad. Sería una tontería pensar que las obras de Beethoven tienen una tonalidad escogidas al tun tun, pues no.

El caso es que la Misa número uno está en la tonalidad de Do Mayor, y se nota hasta tal límite que vuelve a dejar de ser una música que se pueda interpretar en una simple iglesia. Un Templo Faraónico ya sería otra cosa; le cambias unas frases por aquí y otras por allá, y listos, tienes una obra con la que puedes adorar a la divinidad que más te guste.

En cierta ocasión escuché esa obra retransmitida desde la Capilla del Baticano, ante el Papa, y me imaginaba la cara de susto que se le pondría a su Santidad escuchando tan exagerada y exhuberante música, llena de unos coros que uno tendría que forzar mucho la imaginación para pensar que son ángeles. Ángeles, pero poderosos y valientes, llenos de fuerza y de vida, nada de alitas de pollo y cosas por el estilo.

¿Por partes? No, no me apetece, ya digo que aquí no va haber un análisis profesional, eso ya lo hacen otros. Aquí se trata de imaginar para que a su vez otros imagnen, indaguen en su interior, se mosqueen y digan que qué leches está diciendo este tío y cosas por el estilo. Pero prefiero decir lo que me sale del corazón que estar toda la puñetera vida insultando a los Inmortales que se lo han trabajado.

La Misa en Do es una obra que se ha quedado eclipsada por la Misa en Re, o sea, la Segunda Misa, pero como esas cosas sólo ocurren en las radios y lugares así, no pasa nada. En cuanto tengas un ratito te la pones en el lector de discos compactos o en el aparato que esté de moda, y a disfrutar de una magnífica obra.

La Segunda Misa:

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La que hemos citado hace un momentito, la Misa en RE, o sea, en Re Mayor. ¿Os habéis fijado? En Re, y es la segunda nota de la escala musical conocida hoy. Tampoco quiero decir que eso signifique que Beethoven seguía un orden de la notación y que patatín y patatán, pero siempre me ha llamado la atención. Y me vuelve la reflexión de antes, lo de la filosofía de las tonalidades. Que sea en Re también significa mucho.

Está formada por cinco partes, más o menos lo normal en una misa. Aquí Beethoven juega con una cosa muy curiosa: ya hemos dicho anteriormente que Beethoven no dejó claro a qué ideología religiosa pertenecía, así que a la hora de componer ésta grandiosa obra, tuvo en cuenta ese detalle. Él podía hablar en esa misa sobre cosas que se hablan en todas las misas, pero sabía cómo hacer para disimular esas partes donde había un exceso de religiosidad, así que el "Et in spiritum sanctum... etc." hacía que los trombones sonaran bien potentes, además de que se le ocurrió traducir el texto en latín al aleman, dejando así a la obra libre de toda creencia cristiana, católica o lo que fuere.

Beethoven crea la Misa en Re por puro deseo espiritual; como primer punto, como segundo para quedar bien ante su tedioso alumno el Archiduque Rodolfo, que lo coronarían Arzobispo en el tiempo en que a Beethoven se le ocurrió componer tal obra. Y además de todo eso, Beethoven realizó un largo y concienzudo estudio de la Obra Sacra hasta el punto de la extenuación. En un primer momento de la composición de la obra llegó a pensar en una obra de canto llano, pero demasiado retrógrado, así que al final decidió seguir más o menos los pasos de su inefable y queridísimo maestro postmorten, Händel, al que admiraba con devoción: al final de sus días, Beethoven conseguiría toda la obra del genial Alemán emigrado toda ella encuadrenada. Ya hablaremos.

La Misa en Re le llevó como hemos dicho hasta límites que ningún hombre ha conocido, por lo tanto tenemos a un Beethoven colapsado de sentimientos, deseos y creación; deja de comer, deja de ver amigos muy queridos, se olvida del mundo y así está cerca de tres años. Dos años más para completar la obra y componer alguna obra más para no quedarse anclado en esa fatigosa azaña de creación.

En realidad lo de querer hacer un regalo al Archiduque Rodolfo se queda en una mera excusa, pues al tardar tánto, el Archiduque aparta su interés por la obra y después de éste todos los demás. Los aristócratas que más o menos apoyaban a Beethoven, no entienden el sentido de estar tánto tiempo con una misma obra, pero no importa, el genial autor si.

Una vez acabada la obra, Beethoven piena que debe sacar un rendimiento a tan tenaz trabajo, así que se pone manos a la búsqueda de editores que la quieran editar. No transcienden muchos éxitos, así que se ve en la obligación de hablar con las autoridades regias y pedirles una suscripción por la obra, "sería una oportunidad única de obtener una obra inédita". Pero nada, la gente de ese siglo es la misma que la de ahora, o al revés, pero el caso es que tienen los oídos llenos de barro o cosas peores y el alma más muerta que los propios muertos.

Al final, en la resignación más asquerosoa accede a vender la partitura a uno de los editores por una mala y pésima cantidad de dinero.


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