La famosa Quinta Sinfonía.

Famosa pero no por ello conocida. Dicen que los especialistas la conocen hasta el más mínimo detalle; lo que conocen en realidad es cuántas veces se repite el acorde principal, cuántas versiones hizo Beethoven antes de las cuatro famosas notas, a quién se la dedicó y otro montón de aspectos que no trascienden más que a la mundanidad de la plebe, lo cual no nos da ni un ´ápice de acercamiento a lo queremos nosotros, que es nada más que inmiscuirnos a través de la bendita imaginación y hayar nuevos mundos sonoros y visionarios de lo que nos quiso decir Beethoven.

El primer punto a destacar muy curioso es esa paridad a la hora de componer de Beethoven. La Quinta sinfonía y la Sexta están compuestas al unísono, y eso se puede notar fácilmente aunque una y otra no tengan nada que ver. Explícome: La Quinta es una sinfonía fuerte, heroica, como toda la obra de Beethoven, pero la Quinta con más ahínco; tiene ese no se qué que a uno le hace vibrar hasta el más recóndito de los sentimientos del Alma.

La Sexta sinfonía, sin embargo, resulta ser más placentera, pero si nos metemos bien en su sonido, nos daremos cuenta de que cuando llega el momento de la Tormenta, los rasgos similares a la Quinta son exagerados; no digo que se parezcan, sino que se acercan a ese misterio de lo Heroico y lo profundo de alguien que sabe que está luchando por la Vida más que la propia Vida por existir.

Volviendo al origen, o sea, a hablar de la Quinta, podemos darnos cuenta escuchando la riqueza musical que tiene, que estamos ante la Revolución más revolucionaria de cuantas ha habido en la música. El maestro de Berlioz, que no me acuerdo cómo se llama ahora mismo, se aterrorizó al escuchar por primera vez tan colosal sinfonía, y estando acompañado de su alumno, le dijo:

""Esperemos que estas cosas no las escuchemos muchas otras veces.""

A lo que Berlioz le contestó:

""Estese tranquilo, maestro, esto no volverá a ocurrir en toda la historia.""

Es evidente que así no fue, es lo que puedo recordar.

Hace falta tener tres pares de narices para ser maestro de música y no darse cuenta de que lo que está escuchando es la Obra de Arte, no una obra de arte, sino La Obra, y que su alumno le tenga que decir lo que está escuchando.

También ocurre una cosa muy curiosa con la Quinta Sinfonía y el Concierto para piano número Cinco. Se dice que alguien puso el sobrenombre de "Emperador" a ésta última obra citada, el Concierto número Cinco, pero sin embargo el anecdotario nos cuenta que en el mismo concierto en que estaban Berlioz y su inútil maestro, había un coronel que al acabar la representación de la Quinta Sinfonía empezó a gritar; "Es el Emperador, es el Emperador!!!" No sabemos si se refería a Beethoven como Emperador de la Música o si estaba aclamando de esa manera a tan magna obra musical. Yo al menos lo tengo en una duda muy prestigiosa.

Meterse en el Alma de tan colosal obra es algo que hay que hacer con sumo cuidado y respeto, es como cruzar el umbral de un templo sin profanarlo, teniendo el espíritu en veneración y nuestra alma en paz, de lo contrario, estaríamos haciendo una barbaridad.

Uno de mis maestros en la vida, me cuenta de vez en cuando que siempre que escucha la Quinta Sinfonía lo tiene que hacer de pié, asomado a algún ventanal, como el que observa el mundo desde una colina. Y lo cierto es que me lo imagino de manera muy sencilla, pues así es como hay que escucharla.

Existe un retrato de Beethoven que lo que es a mí me impresiona bastante; Beethoven se encuentra de espaldas admirando un paisaje desde lo alto de una montaña, abajo, en el valle, todas las cosas están ante él como si de un Dios se tratara, y en el ambiente del óleo se advierten las notas, la música, el mismísimo sonido esperando que el Dios las acoja en su seno.

La Quinta Sinfonía pues, es una obra sagrada donde las haya, una obra colosal sin parangón y sin precedentes alguno.


La Sexta Sinfonía: ¿Pastoral?

Y me lo pregunto como me he preguntado muchas otras cosas cuando pensaba en escribir sobre la Sinfonía más Bella que jamás se haya escrito, la más llena de Visiones y más llena de Sentimientos Verdaderos.

Me he preguntado si sería más conveniente empezar por escuchar la Sinfonía tal cual se conoce, o sea, para y con orquesta, o si sería mejor escucharla en la versión que hizo el gran Franz Liszt para piano. En toda nueva experiencia ha de haber un inicio, y ese inicio es muy importante elegirlo bien, pues de ello depende que nos vaya a causar el efecto conveniente o no.

La versión para orquesta, la inicial, la que compusiera Beethoven, está llena de colorido, pero un colorido muy serio, nada de pastelitos ni monadas varias, y es por eso que me da a mí en el alma que de "Pastoral" no tiene ni el posible pastor que paseara ante los ojos de Beethoven cuando pensaba en la música de la Sexta Sinfonía.

Es una sinfonía la sexta que tiene mucho más de gigantismo y poder, que de ternura y pequeñez, que es lo que habitualmente se piensa y piensan los "especialistas" en la materia. Pero en realidad lo que "analizan" esos especialistas son términos musicales y si la obra es más pictórica que musical o si es más de sentimientos que teatro, o si se puede hacer una película o un "retrato del estado anímico del autor cuando se da cuenta de...". O sea, como siempre, chorradas.

La Sexta Sinfonía es Música y punto, una bella Música, que está llena de momentos en que puedes escuchar pájaros o puedes escuchar los Truenos del Fin del Mundo. Donde puedes percibir la Paz de un Espíritu en inagotable ascenso en el vivir, y sentir cómo la Furia Impecable se adueña de tu corazón y te eleva hasta el estado más puro de Creación.

Para piano sin embargo puedes darte cuenta de otras cosas; no tiene casi nada que ver, pero tiene la misma fuerza, es como si se convirtiera en una mega sonata; una Sonata hecha para algún Dios consciente de algo único.

Y es que Franz Liszt se tiró muy bien el rollo; es casi su obra cumbre, y me refiero a todas las transcripciones que hizo de la obra sinfónica de Beethoven para piano, toda menos la de la Séptima Sinfonía que la tuvo que hacer el propio Beethoven, pues gustó tánto la sinfonía y el genio de Bonn dedicaba sus obras como máximo a dos personas, que una princesa quería que también ella fuera dedicataria, así que nada, Beethoven se puso manos a la obra y la dedicó la Séptima Sinfonía pero para piano. El resto de las sinfonías y alguna obra que otra más como algún "lied" (canción), o parte de músicas incidentales las transcribió Liszt para piano como hemos dicho antes.

La Sexta Sinfonía de Beethoven estaría muy bien poderla escuchar en mitad de un Bosque, o en lo alto de una colina mientras el Sol Danza en su canción interminable, o a las orillas de un río impoluto, o en un lugar donde las Almas se deleiten con el sonar de las flautas de la sinfonía.

Parece que se conoce mucho la Sinfonía de la que hemos hablado, pero en realidad sólo se conoce lo que dicen los libros de gurús que en realidad no saben lo que encierra la Sinfonía más Bella de todos los tiempos; no se han dado cuenta ni se da cuenta nadie que esta sinfonía, como todas las de Beethoven, y como toda su obra, no ha sido compuesta por alguien que es como quieren hacernos ver que es. Beethoven es un Genio, y un Genio de figura sagrada, y por lo tanto, un dios como la copa de un pino que se ha elevado gracias a su propio impulso y Amor a la Vida.

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