Una Carta

Último Sábado del mes, lo que significa que toca Tema Libre, qué bien, me encantan los temas libres. Hoy os voy a transcribir una carta muy simpática que Ludvig van Beethoven contestó un día a una niña que le escribió expresándole la admiración y lo agradable de escuchar su música. Así de repente pareciera que por aquellos años de 1812 hubiera discos compactos o algo así, pero no, se trataba de una niña de una familia rica o lo que es lo mismo, trabajadora. A continuación un preámbulo y luego la carta:

"" Una niña de ocho o diez años que vivía en Hamburgo, Emilia M., había escrito en secreto a Beethoven para decirle que su música le hacía feliz; había unido a su carta una cartera que había confeccionado ella misma con ayuda de su institutriz. Beethoven tardó en contestarle; lo hace ahora, lo mismo que una persona febril se inclina sobre un ramillete de flores frescas... "".

Toeplitz, 17 de Julio de 1812.

¡Mi querida y buena Emilia, mi querida Emilia!:

Mi respuesta a tu carta llega tarde; un cúmulo de ocupaciones y mi persistente indisposición me excusan. Mi presencia aquí para el restablecimiento de mi salud prueba la veracidad de mis excusas. -No arranques a Haendel, Haydn y Mozart su corona de laurel; les pertenece a ellos y no a mí todavía-.

Guardo tu billetera entre otras señales de la estima que me han demostrado otras personas, y que todavía no merezco.

Continúa, no ejercites tan sólo tu arte, sino penetra en su intimidad; él lo merece, pues sólo el arte y la ciencia elevan al hombre hasta la divinidad. Si alguna vez deseas alguna cosa, mi querida Emilia, escríbeme con toda confianza. El verdadero artista no tiene orgullo; bien sabe que el arte no tiene límites; siente oscuramente hasta qué punto está alejado de su objetivo, y mientras otros, puede ser, le admiran, deplora no haber llegado todavía ahí donde su genio mejor brilla para él como un sol lejano.

Posiblemente iría gustoso a tu casa, con los tuyos, que a las casas de muchos ricos en las que se adivina la pobreza de su espíritu. Si voy alguna vez a Hamburgo, iré a tu casa con los tuyos. No reconozco en ningún hombre otro signo de superioridad más que la bondad. -Ahí donde la encuentro, ahí está mi hogar-.

Si quieres escribirme, querida Emilia, dirige tu carta aquí, donde pasaré algunas semanas todavía, o bien a Viena; es lo mismo. Considérame como tu amigo y el de tu familia.

Ludvig van Beethoven _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _

Puede parecer una horterada, o algo de modé, o algo simplemente pasado y muy pasado. A mi me resulta de lo más bello, de lo más romántico en el mejor sentido de la palabra, en el mejor y más amplio y auténtico sentido de la palabra. Coincido mucho con esa carta porque me gusta ser un romántico, porque me gusta el buen nivel, las cosas agradables, porque cuando leo cartas como esas de hace tiempo se me pone la piel de avestruz y pienso que eso ahora mismo ya no se lleva, pero ni de broma. Escribes a alguien una carta así y se te ríen en la cara.

Escrito todo esto en la compañía de la música del gran genio; concierto para piano número tres, una pasada de todas todas.


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