Oscar Colmenárez Colaboración..... 11 Junio 2000 De: Nidia Román – fliaroman@arnet.com.ar LA HUELLA DE DIOS Por: Jaime Barylko Para qué viajar a la India a contemplar el Taj Mahal?. Si no puedes despertar tu admiración frente al espejo, simplemente considerando tu vida como un milagro, si no puedes lograr gérmenes de admiración en el hombre que camina por la calle, en el árbol que bordea la acera de tu casa, en la mañana que te devuelve la vida, en la noche en que relumbran un par de ojos de amor, cómo irás con el alma tan reseca en busca de admiración en otros países?.- Todo está donde tú estás. Si tú no estás, nada está, salvo el mapa de las maravillas establecidas como tales; la cámara fotográfica, la filmadora, la empresa de turismo, y el calendario que dice en que día del año debemos ser felices. Deberías ir al desierto, desertar; desertar de tanto concepto hecho, de tanto mundo prefabricado, inclusive de credos preestablecidos, de lugares santos, de tiempos santos, de tanta cáscara tan pegoteada a la piel que se funde con ella.- LA HUELLA DE DIOS Dios es la ausencia de lo demás. La presencia de lo demás produce el lleno del relleno de los vacíos del tiempo, que podría ser creativa, pero que da miedo y que en consecuencia se inundan de mundanal ruido. En el café, en el restaurante, en la plaza, en todo lugar sospechan que la angustia nos atacará, que cuando estemos juntos no sabremos que decirnos, y que la angustia, angostará, la garganta, entonces nos meten ruido, música, inclusive sonido de cualquier ruido que haya, para que estemos vacunados contra cualquier insolente angustia de algún segundo de silencio que pudiera evocar la soledad. Miedo al silencio, miedo a la soledad, miedo a mirarnos sin saber que decirnos, miedo al miedo. Por eso el ruido es tan indispensable. Nadie puede confiar en la espontaneidad de la gente. Te meten ruido y de esa manera se garantiza tu presencia tranquila en el mundo. También te meten televisión, por si no tienes donde mirar. Nadie puede confiar en tu libertad, ni en tu espontaneidad creadora. Todo debe ser previsto. No hay lugar para tu propia respiración. No hay lugar para Dios. Esa es la sensación que también transmite Herman Hesse en El Lobo estepario, donde dice: “Es difícil encontrar la huella de Dios en medio de esta vida que llevamos, en medio de este siglo tan burgués, tan falto de espiritualidad, a la vista de estas arquitecturas, de estos negocios, de estas políticas, de estos hombres... . No puedo aguantar mucho tiempo ni en un teatro, ni en un cine, apenas puedo leer un periódico, no puedo comprender que clase de alegría y placer buscan los hombres en los hoteles y los ferrocarriles completamente llenos, en los cafés repletos de gente oyendo música fastidiosa y pesada...” Dios no está, y tampoco en los Templos de las religiones consagradas. No está -dice Kotzer-; porque no le dejan lugar. Todo está tan repleto de ruidos hechos y de frases hechas y de cantos hechos, que Dios no está; tan abstraídos están en rendirle cultos que... se olvidaron de Él. Si estuviera... también estaría fuera de los templos. Si no está en la calle, que triste, tampoco está en el Templo... Dios está... el que no está soy yo. Colonizado por frases hechas, pensamientos, ideologías, libros... de tanto saber se me olvidó el sabor. Dónde estás Dios?- ... dónde estás tú hombre?.- Del mundo hecho por Dios, que has hecho tú, hombre?-... Oscar Colmenárez _____________orcd@telcel.net.ve___________________________________