Oscar Colmenárez Colaboración..... 18 Julio 2000 Por: Renato Agagliate. LAS QUINTILLIZAS DE EL TOCUYO Alfabeto es un señor que ha venido de España. No se sabe cuando, pero si se sabe que, al principio, quedó viviendo en El Tocuyo. Allí se casó con una maestra y, bien pronto, la dejó en estado; en un estado grande, digno del estado Lara. Tan grande que, después del parto, todos los periódicos decían: “Maestra dio a luz quintillizas en El Tocuyo”. La primera vez en la historia de El Tocuyo, que no fuera historia de curies, conejos o rabipelados. Incluso de Barquisimeto había venido el gobernador a felicitar a Alfabeto y a prometer ayuda para la cría de las cinco hermanitas. Como ninguna murió y, más bien, toditas medraban de lo lindo, Alfabeto, la madre y las madrinas las llevaron a la iglesia para el bautizo. - ¿Qué nombre les ponemos? – preguntó el cura. - esta, A; a esta, E; a esta, I; a esta, O; a esta, U – le dijo Alfabeto muy orgulloso de su idea. - Imposible – dijo el cura, que era muy conservador. – No hay santas que lleven esos nombres. Si quieren, les ponemos Antonia, Emilia, Inés, Olga y Úrsula. - ¡No! - ¡No! Total que no hubo bautiza, ni fiesta, ni nada. Pero, como la maestra tenía un hermano cura en el pueblo de Anzoátegui, allá fueron y allá las morochitas quedaron bautizadas como quería Alfabeto. - A, E, I, O, U... en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. - ¡Amén! Y hubo fiesta y música y cocuy, y... el lugar gustó tanto a Alfabeto, que este decidió quedarse con su familia. Claro: el nombre del pueblo, Anzoátegui, tiene las cinco vocales, y evocaba perfectamente los de las quintillizas. Hecha la mudanza, Alfabeto construyó una casa grande y se dedicó a cultivar orquídeas y albaricoques y a criar nada menos que murciélagos. Orquídeas, albaricoques, murciélagos: ¿por qué? Porque son palabras que tienen las cinco vocales. A, E, I, O y U crecieron pronto. A jugaba con la gata y O con un loro; E se entretenía con un querrequerre, I con un mono tití y U nada menos que con un currucucú. Alegres y avispadas, las chiquillas. En la escuela sacaban las mejores notas en lengua castellana. Y no se lucieron menos al cursar luego el bachillerato. Aprobado el último año, se trataba de enviarlas a la universidad. Pero, ¿adonde? A Caracas, no; porque le gustaría solo a la A. A Coro, tampoco; porque le gustaría solo a la O. A Maracaibo, le gustaría bastante a la A y un poquito a la I y a la O, pero no aceptarían ni la E ni la U. A Barquisimeto sí, en cambio, les gustaría a las cinco, porque quedaría más cerca y... porque Barquisimeto es un nombre que contiene las cinco vocales. En esa ciudad, pues, la A se puso a estudiar arquitectura; la E, economía; la I, inglés; la O, odontología; y la U... Bueno, la U, que había nacido sana, pero que en Anzoátegui se había puesto muda, en Barquisimeto encontró una academia especial para sordomudos y así pudo estudiar urbanismo, con la intención de ayudar a su hermana A cuando se graduara de arquitecta. ¿No ven que arquitecta tiene la u muda? Las hijas de Alfabeto habían salido tan voluntariosas como su padre y tan inteligentes como su mamá. Las cinco lograron graduarse. Y las cinco fueron premiadas: tres meses de vacaciones en el sitio de Venezuela que más les gustara. Así fue como la A fue a pasarlos en Maracay; la E en Chejendé, en el estado Trujillo; la I, en Pimichín, en el territorio Amazonas; la O, en Boconó; y la U fue a Jurupú, en el estado Sucre, donde dicen que había un brujo que curaba a los mudos, Efectivamente, la U se curó y, al regreso, pasó a vivir con la A en Duaca, donde fundaron una compañía de construcciones para contento y desarrollo de la población. La O abrió un consultorio dental en Morón. La I salió al norte a perfeccionar su inglés en el estado de Misisipí. Y la E, la E, si señores, también encontró su empleíto en una oficina petrolera de El Mene, en el estado Zulia. Hace poco, los periódicos traían esta interesante noticia: “Se casaron quintillizas de El Tocuyo”. Pero, vean ustedes cómo: la A se casó con un oculista; la E, con un agricultor; la I, con un urólogo; la O, con un electricista; la U, con un ingeniero. - ¿Por qué así? – le preguntaban los periodistas a Alfabeto. - Cosas del amor – contestaba él. ¡Que felices las hijas de Alfabeto! Su mamá, que sigue dando clases en Anzoátegui, las recuerda a cada instante. En el patio del pizarrón las pone a jugar como cuando eran chiquitas. - A, E, I, O, U, repiten a coro los niños, como si fuera una vieja canción de cuna para la madre de las quintillizas. (Sanare, 1979) ---------------------------------------- Oscar Colmenárez _____________orcd@telcel.net.ve___________________________________