18 Junio 2000 Luz Espaïn Los comienzos Una mañana, hace no sé cuánto tiempo, la ciudad amaneció convulsionada, y ese estado fue empeorando durante el transcurso de ese día y de los siguientes, hasta que las autoridades debieron intervenir, intentando hacer llegar la tranquilidad adosada a una respuesta adecuada. El problema es que nos habíamos dado cuenta de que el sol no servía para nada. "Eso nos pasa por comprar baratijas, que lo barato sale caro", se decía aquí y allá. La inquietud era muy grande: no recordábamos haber comprado nada últimamente y podía ser que alguien hubiera cambiado el sol durante la noche. Claro, qué sabíamos qué pasaba con él durante la noche! Como poder ser, podía ser cualquier cosa, y esto mantenía a la población sumida en el mayor de los desasosiegos. Era posible y creo que hasta probable que alguien lo hubiera cambiado por otro; eso era algo que la gente hacía muy a menudo para reponer las cosas que se le gastaban: sólo la cambiaban disimuladamente por la del vecino, y el vecino que se las arreglara como mejor le saliera. Pero suponiendo que efectivamente hubiera sido cambiado, lo que no sabíamos es cuándo había sido el cambio, porque bien podía ser que tuviéramos ese sol fallado desde hacía tiempo y no nos hubiéramos dado cuenta hasta ese día en que una voz empezó a repetirse: "¿te has fijado? este sol ya no sirve para nada". También era posible que hubiéramos tenido ese sol todo el tiempo, desde siempre, y que se hubiera ido gastando, o que simplemente hubiera sido así todo el tiempo y no nos parecía mal, hasta que nos pareció mal. De cualquier manera, ese sol ya no nos satisfacía y esto era un hecho, quizás únicamente porque no podíamos olvidarlo. Para empeorar la situación, las constataciones imposibles generaron un enorme caudal de escritos de todas suertes y por ello la acción se volvió ineludible. Como siempre, no resultaba nada claro en qué debía consistir dicha acción, hasta el momento, y quizás indefinidamente, sólo era posible la certeza de que había de ejercerse una acción determinada. Esto de que estuviera determinada no quiere decir que supiéramos, ni que algo estuviera prefigurado en el destino, sino todo lo contrario. La acción era una búsqueda del momento en que esa acción quedaría determinada como la acción "a haber seguido", y ésto solo luego de haberla seguido. No había forma de saberlo de antemano, y por tanto debía diversificarse la búsqueda para que, de tanto insistir sobre las probabilidades, se nos diera ese improbabilísimo acierto. Una de las misiones consistió en vigilar hora a hora ese sol que teníamos, para ver qué pasaba con él durante la noche. Ese sol en realidad nos daba lo mismo, y más bien nos parecía que estaba caduco, pero tampoco era cuestión de perderlo sin haber conseguido reemplazante. Para vigilarlo debíamos movernos persiguiéndolo huso a huso, y esto no resultaba fácil con nuestra tecnología que por entonces era bastante primitiva. Nuestros corredores más avezados no tardaban en volver desanimados, y con la respiración entrecortada decían "lo siento, lo he perdido otra vez". Así fue que se crearon dos equipos de investigación: uno dedicado al desarrollo de aparatos capaces de transportar al vigilador de Sol a una velocidad que hiciera posible la tarea, y el otro equipo destinado a investigar el diámetro de los planetas con los que compartíamos el sol y las posibilidades que allí teníamos de vigilar al sol. Del primer equipo de investigación obtuvimos autos, trenes y aviones, con los cuales no logramos llegar a la velocidad necesaria aunque por lo menos los vigiladores no volvían con la lengua afuera. En los primeros tiempos, éste era un espectáculo tan frecuente como patético, del que por suerte la ciencia nos ha absuelto. Por otro lado, pudimos utilizar estos medios para propósitos secundarios, como el turismo entre otros. El segundo equipo de investigación logró avances muy importantes en el conocimiento de los planetas, y al poco tiempo las investigaciones excedieron totalmente el propósito primario, que quedó relegado al olvido. Sin embargo, obtuvimos grandes beneficios de la astronomía, como por ejemplo la noticia de que había azúcar en la Vía Láctea, lo que aumentó el deseo que siempre habíamos tenido de ir allí. Una vez que la búsqueda indeterminadamente determinada se puso en marcha, perdió relevancia el estímulo inicial. Este hecho resultó molesto para algunos que fueron muriendo sin llegar a saber que el estímulo no es jamás importante en sí mismo, sino sólo por la respuesta que puede desencadenar. Según nuestros historiadores, nuestro propósito inicial era saber qué hacía el sol durante la noche. Hay versiones que dicen que a este propósito debe agregarse el de robar otro sol mejor si se llegaba a tener la posibilidad. Pero lo cierto es que nunca pudimos saber del todo qué pasaba con el sol, y no es seguro que hayamos obtenido otro nuevo por el medio del robo. Lo que sí llegamos a obtener es un gran conocimiento sobre la física, la mecánica y la astronomía. El resto de nosotros, los que no servíamos ni para la mecánica ni para la astronomía, fuimos lanzados a buscar un "algo" que no estuviera sujeto a la acción de la física. Hay quien dice que nuestra misión no era una misión verdadera, ni posible, sino sólo una manera de sacarnos del medio, de que hiciéramos algo mientras tanto: una manera en que elegantemente nos dijeron "vete a freír churros" o "vé a la esquina a ver si llueve". Bien puede ser, y no es importante. Lo importante es que una vez lanzados a esa tarea imposible, fuimos aprendiendo a hurtar cosas a la nada y a sacar "algos" del reino de lo Imposible y acomodarlos como mejor nos pareciera en los armarios de lo Existente. Luz Espaïn